De Pensacola a La Habana, por mar

Foto: Roberto Suárez

Foto: Roberto Suárez

 

El Malecón habanero quizás no haya olvidado a los hermanos Peace. Eran mozalbetes cuando en 1947 y 1948 se alistaron en las regatas que anualmente tenían como punto de partida San Petersburgo y meta en la Bahía de La Habana desde 1930. Hoy a sus 96 y 90 años Dick y Thomas  son un símbolo de los viejos lazos entre las comunidades náuticas de las dos orillas. Así que el trofeo en honor a las generaciones marinas de los Peace que adornará la ceremonia de premiación en el Club Internacional Hemingway de la primera regata desde Pensacola tendrá un bien ganado sitial.

El vetusto muro capitalino necesitado de más vida marinera volverá a oxigenar, en los próximos días, sus ancianos pulmones con las paradas náuticas de las suaves sinfonías de los veleros y del “heavy metal” de las potentes lanchas.

pensacolaDesde la mañana de este sábado en el estuario de Pensacola unas 23 naves de recreo se han hecho a la mar, en cinco diferentes momentos para igual número de categorías de catamaranes, con destino a La Habana. El viejo sueño de los miembros del club floridano, muchos de ellos agolpados ahora cerca de Bayou Chico para participar unos, alentar otros, en la antesala del siempre misterioso tramo.

La travesía tendrá unas 510 millas y ya el martes asomarán en el litoral habanero las primeras embarcaciones. Entre martes y jueves habrán arribado todas. Ojalá sean todas. Y no siempre llegar primero significará triunfar pues los organizadores cuentan con un escalafón de “tiempo compensado” en dependencia del velamen, la eslora, el año de fabricación…

No obstante, el Corsario 31 “Bella Fonte”, de Mike Patterson, predomina en la mayoría de los vaticinios. Al día siguiente, y en concurso con otros barcos del club cubano, se protagonizará otra regata, entre el Río Almendares y el Castillo del Morro, a dos vueltas, para beneplácito de los citadinos.

La fiesta náutica, con más de 200 estadounidenses, tendrá dos tiempos: al cabo de dos semanas, se dará otro pistoletazo de salida, esta vez desde Cayo Hueso para un rally de lanchas rápidas, una veintena quizá. Será la Havana Thunder Challenge, la  primera carrera de este tipo entre La Florida y La Habana, desde 1958, y un cierre de temporada para la que el comodoro del Club Internacional Hemingway, José Miguel Díaz Escrich, no escatima elogios.

“Hay un revivir de los eventos náuticos con los Estados Unidos” dice el directivo en alusión a la flexibilización puesta en práctica por Barack Obama aunque reconoce la “ilógica” obligación de contar con un permiso de exportación de embarcación de recreo, establecido desde febrero de 2004

El record para estos certámenes sigue registrado en 1999 cuando los cuatro canales de la Marina Hemingway estaban copados por unos 400 yates, la mayoría de la Unión Americana, y 1 500 estadounidenses coincidieron por entonces en sus lugares de hospedaje. Pero 2015 no estuvo nada mal. Y 2016 tiene previsto duplicar el programa a casi una veintena incluidos los torneos de pesca, que comenzará con la Regata Copa República de La Concha, un circuito triangular entre Cayo Hueso, Varadero y la Marina habanera, que ya había tenido su primera versión en 1998

Las ofertas serán novedosas y los habaneros podrán ver desde la bahía lo mismo un desfile de goletas clásicas que  a un grupo de intrépidos tripulantes de un club floridano cuyo principal aval para integrarlo será el de tener en la piel y en su memoria la huella de algún peligroso mal tiempo.

Díaz Escrich suele remarcar su cálculo “conservador” del número de embarcaciones de recreo estadounidenses que podrían llegar a la isla, en un año, con la supresión definitiva de las restricciones. “Unas 60 000” reitera. Pero al propio tiempo advierte de la necesidad de adoptar medidas para mantener el patrimonio marítimo de superficie y subacuático.

“Hay un gran interés hoy por organizar eventos náuticos en Cuba pero antes de empezar cualquier conversación siempre exijo cumplir las normas medioambientales” expresa.

La primera vez que el comodoro estuvo en Martinica fue invitado por amigos a un restaurant donde comió una deliciosa langosta. Cuál fue su sorpresa cuando el camarero le dijo: “pero ésa ya no la tenemos en nuestras aguas, señor…, la traemos de Cuba”.

 

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