El largo camino de la Antillana de Acero

Es un hecho que la producción nacional no satisface la demanda. Como consecuencia, el país debe recurrir a los mercados internacionales.

Foto: Yander Zamora / Granma (Archivo)

La realidad siempre supera a la teoría o, en términos más concretos, supera a los planes, los diseños, los pronósticos. De tal forma, aunque desde el 2017 se lleva a uno de los más importantes y complejos procesos inversionistas de los últimos tiempos en la Empresa Siderúrgica “José Martí”, principal planta metalúrgica de Cuba; en el más reciente Informe de rendición de cuentas del Primer Ministro a la Asamblea Nacional del Poder Popular  —diciembre de 2021—, Manuel Marrero Cruz reconoció que existe un déficit de acero en Cuba.

La evidencia más cercana son las muy modestas cifras logradas en el programa de construcción de viviendas al cierre de 2021. A ello se suma el descenso continuado en los registros productivos nacionales y en las exportaciones de las producciones domésticas en los últimos años; así como la dependencia sostenida de las importaciones.

La conocida popularmente como Antillana de Acero, ubicada en el municipio Cotorro, en La Habana, es la más grande de su tipo en el país. Fundada en mayo de 1957, asume junto a ACINOX Las Tunas la fabricación local de productos siderúrgicos: cabillas/barras, palanquillas (un cuadrado grande de acero que es el semiproducto para producir cabillas y barras) y acero al carbono.

La inversión que se ejecuta en la industria habanera asciende a más de 340 millones en moneda total; aunque no todo el financiamiento corre a cargo del Estado cubano. La cooperación en el sector metalúrgico entre Cuba y Rusia abarca, con créditos gubernamentales y comerciales, la modernización y expansión de la capacidad productiva de la tunera ACINOX (con un crédito de 26 millones) y también de la Antillana. Para esta última, el financiamiento ruso asciende a 160 millones de dólares, un tercio del monto total de la inversión.

De esos 160 millones, el gobierno ruso aportó un crédito de 100 millones de dólares destinado a la modernización y ampliación de la planta habanera. A ellos, se sumó el proceso inversionista de 60 millones de dólares de la empresa rusa Industrial Engineering, con la finalidad de instalar equipamiento moderno y capacitar al personal.

No puede ser menos si se trata de una renovación completa, como se ha dicho. Antillana de Acero es una ciudad de unos cuatro kilómetros cuadrados, 50 kilómetros de vías férreas, y una plantilla de cerca de 2.000 trabajadores. La conforman nueve unidades básicas empresariales: acería, laminación (produce barras), electromecánica, automática, transporte, ferroviarios, servicios, redes. En tal sentido, se desarrolla un ambicioso proceso inversionista orientado a la total modernización de la industria y a ampliar la producción de ciclo completo de metalurgia de acero a gran escala.

Su ejecución es la más relevante que acomete el Grupo Empresarial de la Industria Sidero-Mecánica (GESIME), rector de las políticas industriales de los sectores siderúrgico y metalmecánico en el país. No solo debido a la cifra millonaria que se ha destinado a su remodelación, sino al impacto de sus producciones dentro del mercado nacional en obras de infraestructura y a su valor como renglón exportable.

Sus finalidades son las que dicta la lógica: sustituir importaciones, potenciar exportaciones y lograr el desarrollo industrial cubano, pues, aunque las producciones de la siderúrgica están dirigidas en lo fundamental al mercado interno, también se exporta a países de la región como Venezuela, República Dominicana, Colombia, Bahamas, Jamaica y Panamá.

Sin embargo, más de un semestre después del momento previsto para el reinicio de sus producciones, detenidas desde inicios de 2020 por el avance de las labores de construcción civil y remodelación tecnológica, la Antillana no ha recomenzado.

Según el cronograma, el proceso inversionista total, previsto para concluir en 2025, debía haber cerrado la primera etapa —de las dos concebidas— en el primer semestre de 2021.

Específicamente, el comienzo de las producciones fue fijado por Reinier Guillén Otero, actual director general de la industria, para el segundo trimestre (abril-junio) de 2021. Tras concluir la remodelación de la acería eléctrica, reiniciarían sus actividades con sus principales productos: palanquillas de acero y barras corrugadas.

Estos planes fueron respaldados por el viceprimer ministro, Ramiro Valdés, quien fue más allá y afirmó categóricamente en la red social Twitter: “Antillana de Acero (…) evaluamos la marcha del proyecto, el cual pronostica comienzo de la producción en el 2021. En poco tiempo Cuba contará con el acero suficiente para cubrir sus necesidades”.

De acuerdo con el cronograma, en el reinicio de las producciones y una vez concluida la primera etapa inversionista , —con la ejecución de unos 111 millones de dólares “y una duración de cuatro a cinco años”—, se previó poder generar “el doble” de lo que se hacía en 2017, en palabras de Miguel Ángeles Solarana Reyes, entonces director de la empresa siderúrgica “José Martí” al diario Granma.

Los registros productivos anuales de esta industria se acercan a las 200 mil toneladas (t) de acero. Por eso, con la remodelación que se realiza se habla de una capacidad proyectada de cerca de medio millón de toneladas anuales. En cifras, los resultados previstos implican el alcance de una producción de 250 mil t de palanquillas y además, lograr una capacidad de producción de 226 000 t de barra de acero de alta calidad cada año.

En teoría, estos números podían lograrse en el segundo trimestre de 2021. Sin embargo, terminó el año y los pronósticos no se cumplieron. El país no tiene, ni por asomo, “el acero suficiente para cubrir sus necesidades”, la demanda del mercado interno no está cubierta ni crecen las exportaciones gracias al excedente que se logra por el incremento productivo.

En voces oficiales esto no se ha escuchado aún. Solo Humberto Cuesta, ingeniero con 20 años de experiencia, y quien se ha hallado a pie de obra en la inversión de la acería, reconoció ante el semanario Trabajadores lo más obvio: “Hay atrasos, a estas alturas deberíamos estar produciendo”.

Sin la Antillana y sin acero

El proceso inversionista que se ejecuta en la gigantesca planta habanera es abarcador y complejo. No hay dudas. Solo en un primer período concibió la solución de varios puntos neurálgicos: la reparación capital de nueve naves, montaje de 15 grúas viajeras, modificación total del sistema electro-energético, instalación del laminador 250 —equipo con tecnología moderna y automatizada para la obtención de las barras de acero.

Además, se incluyeron las reparaciones de todas las estructuras de las naves del taller de la acería eléctrica y la de la subestación electro-energética de 220 kilo watts, para que cuente con un nuevo centro de control automatizado que contribuya a la eficiencia energética. Ambos elementos son vitales. En la acería, considerada el corazón de la planta, se produce la palanquilla, materia prima que va a los laminadores, donde se fabrican las cabillas y barras. Mientras, el asunto del consumo energético es crucial, pues esta planta consume en un día el equivalente al gasto energético de 1.500 casas en un mes.

Con todo lo anterior, es la eficiencia productiva el principal resultado que se espera. En términos prácticos, la fábrica provee cabillas a toda Cuba. Y estas son necesarias en cada obra constructiva que se realiza, incluido el programa nacional de la vivienda.

En el 2020 —año en que la Antillana detuvo sus producciones para avanzar en el completamiento de la reparación—, se registró un descenso del 68,7% en la producción de acero en la Isla, aunque la tendencia de este renglón en la última década ha sido al descenso. Entre 2013-2017, la producción total descendió de 630.800 t a 487.900 t.

Es un hecho que la producción nacional no satisface la demanda. Como consecuencia, el país debe recurrir a los mercados internacionales. La imposibilidad para cubrir la demanda local únicamente a través de la producción doméstica, obliga a la Isla a ser dependiente de las importaciones.

Cuba centra su producción siderúrgica únicamente en la fabricación de seis productos: alambre de acero brillante y liso galvanizado, alambrón de acero, barras corrugadas, palanquilla de acero y acero al carbono. La Isla cubre con importaciones cerca del 43 % de su demanda.

Entre 2017 y 2020, las importaciones de hierro y acero alcanzaron valores de entre 227 millones 350 mil pesos y 203 millones 301 mil pesos. Las exportaciones, por el contrario, exhibieron cifras más modestas, y también con una tendencia decreciente. Entre 2017 y 2020, los valores por concepto de exportación de hierro y acero fueron de 36.453 a 9.306 millones de pesos, respectivamente.

Uno de los productos fabricados en la Isla con demanda externa, evidencia la caída en las exportaciones: el número de palanquillas vendidas fuera de Cuba en 2017 oscilaba entre las 40 mil a 50 mil t. En el 2020 se exportaron  solo 23.800 t de palanquillas de acero, casi la totalidad fabricada por la empresa ACINOX Tunas (debido a la paralización de la Antillana), según informó Jorge Luis Suárez Rodríguez, Vicepresidente de GESIME.

Sobre el retraso evidenciado en el proceso inversionista de la principal acería nacional, un reporte del semanario Trabajadores esboza dos causas: la interrupción coyuntural del financiamiento externo antes del cierre de 2019, y el comienzo de la COVID-19 en marzo del 2020, con el inherente recorte de recursos materiales.

Aunque es innegable el impacto negativo de la pandemia en el desarrollo inversionista de la Isla, el reporte enfatiza que la arrancada de la producción de acero en la fábrica podría concretarse tres o cuatro meses después de la reanudación, aún sin fecha prevista, del crédito externo. Al parecer, es este último el factor definitorio.

Sobre la afectación del financiamiento foráneo no se ha emitido otra información pública. Lo cierto es que si se desconoce el momento en que este se reanudará, no se puede ni pronosticar el reinicio productivo de la importante industria.

Por un motivo u otro —y sin intención de desestimar el surgimiento de reveses—, pareciera imposible lograr los resultados de una obra en el plazo previsto en Cuba. Mientras, como tantos otros demandados productos, sigue el acero de la Antillana detenido en el tiempo.

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