Horas de lluvia en La Habana

Amanece en La Habana, es 29 de abril. Hay sol espeso y brisa que viene del norte, pero sobre todo mucho sol. El 27, y también el 28, la gente se preguntó por qué tanto calor en La Habana, por qué tan agresivo e intenso el sol, así de pronto. El sudor corriendo y la gente pasándose un dedo por la frente, la gente acalorada, peleona y molesta por las temperaturas. Lo que hacía falta, lo que verdaderamente hacía falta, era un buen aguacero.

Al menos hasta las tres de la tarde hubo calor. No hay duda de que esa es la hora porque Mercedes Suazo Ulacia, hija de Ernestina Ulacia, ve Herederos de la venganza, la novela de las tres. Que acababa de empezar cuando comenzó la lluvia.

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Estamos en Florida 110, entre Vives y Esperanza, y la hija de Ernestina Ulacia nos invita a pasar. Las fuertes lluvias que rompieron en La Habana el día 29 de abril provocaron que un edificio de la calle Alambique, al costado de su casa, se fuera abajo y, por consiguiente, le cayera encima al lugar en que ha vivido por 47 años.

“Estábamos dentro mis dos hijas, una de 15 y una de 24, mi mamá y yo. A mi mamá, que tiene 71 años, la tenemos ahora en el hospital Calixto García, ella estaba en la cocina cuando se derrumbó la casa y le van a operar en un rato la cadera, y hasta tiene las dos piernas fracturadas”.

Ahora es que la hija de Ernestina Ulacia nota dónde está su batidora. Le dice a un hombre que mire, a ver si se puede salvar. Ya han recogido algunas cosas, sobre todo ropa –al menos la que no quedó bajo escombros- platos, cubiertos, una cafetera. Sigue colgado, en una pared que quedó intacta, un afiche con la figura de Lionel Messi. El hombre le dice que la batidora no tiene arreglo, como el televisor.

La hija de Ernestina Ulacia contempla los escombros de su vivienda.
La hija de Ernestina Ulacia contempla los escombros de su vivienda.

“Anoche pasaron dos personas del gobierno”, dice, “pero no ha venido más nadie. Ando con ropa prestada y no sé qué va a pasar”.

Como si su situación no fuera tan grave, la hija de Ernestina Ulacia me indica que vaya y pregunte en la cuadra siguiente. Dos personas –bastante precavidas, pues subieron los muebles en ladrillos y casi no se mojaron- están paradas en la entrada de su casa. A nosotros no nos pasó nada, dice una, donde hubo un muerto fue allí. Y muy tranquilamente señalan la casa de Aníbal Cabrera Fernández.

Ana Lay Noa Fernández y Zoila Fernández, hermana y suegra de Aníbal Fernández
Ana Lay Noa Fernández y Zoila Fernández, hermana y suegra de Aníbal Fernández, en la funeraria. / Foto: Roberto Ruiz

Ana Lay Noa Fernández, hermana de Aníbal, y Zoila Fernández, suegra de Aníbal, esperan en la funeraria Marco Abreu, situada en Zanja. Aníbal, de 42 años, bicitaxero de la zona donde vivía, murió cerca del mercado de Cuatro Caminos por ahogamiento, el día 29 de abril, en que rompió a llover en La Habana.

Él no estaba trabajando, cuenta la hermana, parece que estaba camino a la casa y lo sorprendió el aguacero. El cuerpo ahora se encuentra en Medicina Legal y Ana Lay y Zoila, hermana y suegra de Aníbal, esperan junto a otros familiares y amigos.

La Habana, luego del día 29, parece una ciudad que contiene muchas otras ciudades. Nadie puede decir que el 30 abril en el Vedado, es el 30 de abril en el barrio de Jesús María, ni en los bajos de la calle Corrales. Cayeron, no obstante, las mismas aguas y se escucharon los mismos truenos. A la misma hora llovió en la Habana nueva y en La Habana vieja, con los mismos pronósticos y señales.

Sin embargo no hay, en la parte moderna, ni una calle que se asemeje a la calle Corrales. La gente acá, por momentos, se encoleriza, dice cojones, pero solo por momentos. Parecen estar a la vuelta de todo. Parecen haberlo visto todo ya.

El propio Alberto Betancourt Pérez sacó a Fefa de su casa inundada y la llevó ya muerta hasta el policlínico. Fefa es Marta Damiana Acanda, una de las dos personas fallecidas que reportó la Defensa Civil.

Alberto Betancourt Pérez, fue uno de los que ayudó a sacar el cadáver de Marta Damiana Acanda / Foto: Roberto Ruiz
Alberto Betancourt Pérez, fue uno de los que ayudó a sacar el cadáver de Marta Damiana Acanda / Foto: Roberto Ruiz

Fefa tenía 79 de edad y el esposo, Patricio Armas Barreto, 81. “60 años de matrimonio”, dice. A las 10 y media de la noche del 29 de abril él estaba en Güane, y le avisaron que su señora había fallecido, y cogió una guagua y le dio tiempo llegar a La Habana a las tres menos cuarto de la madrugada. Ya Alberto y cuatro hombres más habían rescatado el cadáver de la esposa. Una señora vecina lo abraza llorando y Patricio Armas la separa y le indica que no llore.

Alberto Betancourt, además, ayudó a construir balsas de poliespuma cuando vio que las lluvias arreciaban y alcanzaban más de dos metros. Aún las casas de estos lugares tienen esa raya que deja el agua, como una marca que indica la proeza, hasta dónde fue capaz de llegar. En balsas priorizaron a los niños, los llevaron uno a uno para casas en alto. “Todos aquí nos sentimos solos”, dice Alberto. “Aquí no había nadie para ayudar. Tú nunca lo vas a poder entender porque había que estar aquí para entenderlo”.

Patricio Armas Barreto, esposo de Marta Damiana Acanda / Foto: Roberto Ruiz
Patricio Armas Barreto, esposo de Marta Damiana Acanda / Foto: Roberto Ruiz

Según los que viven en Gloria, entre Rastro y Carmen, llamaron a los bomberos, al puesto de mando, a Rescate y Salvamento Marítimo, nadie fue el día 29 de abril a ayudarlos, dicen, y los últimos les respondieron que no tenían nada que ver con ese problema.

A Deisy León y a su hija, que viven en Rastro 259 entre Gloria y Vives, les pasó menos. Eso sí, no saben cómo harán con la comida. Muestran los frijoles, el arroz, la vianda, todo echado a perder. “Estos alcantarillados no sirven, nunca nadie ha hecho nada, estamos cansados, nos podemos morir como la señora y no pasa nada”. Dice la hija de Deysi León, que ahora saca el agua sucia acumulada en la cocina y la sala.

Son casi las once de la mañana del 30, y toda esta gente está preocupada. No por los colchones, no por los televisores que ya perdieron, ni siquiera la humedad y el churre que todo lo abarca les importa. Se preocupan porque son las once de la mañana y nadie ha llegado a destupir el alcantarillado, hay mucho escombro y mucha basura en Centro Habana y nadie ha ido a recogerla y el cielo se va nublando, poniéndose todo gris. Si la cosa empieza de nuevo, si el agua cae otra vez, dicen… Dicen.

 

https://www.youtube.com/watch?v=YbRuFB6Ux78

 

Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz
Foto: Roberto Ruiz
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