Nuevas comunidades agrícolas: de becas a vecindarios

Foto: Michel Moro

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En los ojos de Estrella Morales, cuando se le pregunta por el tiempo y el olvido, pareciera que se proyecta una película. En 1989 comenzó a trabajar en la Escuela Secundaria Básica en el Campo Patricio Sierralta, también conocida como Ceballo 10, en Ciego de Ávila. Hoy se mantiene allí a pesar de que desde 2010  se cerraron las puertas del plantel y no se han vuelto a abrir.

─ No me fotografíe, periodista ─ dice. Tírele fotos a ella, que todavía se mantiene… por si luego ya no está más.

─ ¿Y usted por qué se quedó? ─ pregunto mientras interrumpo el instante en que permanece con la mirada fija en el pasillo, todavía lustroso, y le hago caso a su demanda. Luego me arrepentiré de no capturar esa imagen.

─ Porque alguien debía cuidarla. A cada rato pasan algunos que estudiaron aquí, y hacen videos y fotografías. El otro día vino un hombre que vive afuera y hablando conmigo de su época de muchacho se echó a llorar.

También los ojos de Estrella Morales se humedecen un poco; ya lo decía, semejan un proyector en la pared, contando una película triste, una historia de desamor…

─ ¿Y quién limpia la escuela? Está como si aún los muchachos hicieran autoservicio ─ pregunto, más por traerla de vuelta de las nostalgias que por curiosidad. A estas alturas no vale mucho el brillo del granito pulido.

─ Una servidora. Tengo contrato como custodio y auxiliar de limpieza. Además, si así no fuera, a mí no me pesa hacerlo. El hecho de que esté cerrada no quiere decir que debamos dejarla sucia, ¿no cree usted?

Foto: Michel Moro
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La “vieja” beca

Una resolución del Ministerio de Educación, efectiva desde 2009, indicó el cierre gradual de las escuelas con un régimen de internado, en áreas rurales. Una modalidad de escolarización nacida a principios de los 70 que buscaba, según se dijo, la vinculación del estudio con el trabajo. Durante varios años a partir de la crisis de los 90 en estas escuelas era donde único se podían realizar estudios preuniversitarios, tras ser cerrados los preuniversitarios urbanos.

El primero de estos centros fue inaugurado por Fidel Castro en 1970, en Artemisa, y su tipología constructiva, denominado Sistema Girón, se convertiría en referente para los más de 500 que se construyeron a lo largo del país, fundamentalmente, en zonas de potencial agrícola. Aunque todos fueron identificados con nombres de mártires o hechos históricos, en el imaginario popular se impregnaron por el lugar donde estaban enclavadas y el número en el orden cronológico de aparición.

Así, por ejemplo, las escuelas en la antigua provincia Habana se conocían como Ceibas; en Villa Clara Yabús; en Ciego de Ávila Ceballos, Cubas y Sanguilys; Solas en Camagüey; Jagüeyes, en Matanzas.

En 2011, el Estado cubano aprobó el cambio de uso de los inmuebles cerrados y se elaboró un plan nacional que convirtiera a parte de estos inmuebles abandonados en viviendas para trabajadores agrícolas, a cambio de poner a producir las tierras aledañas.

Otros fueron reutilizados como centros penitenciarios del Ministerio del Interior y campamentos de las empresas adscritas al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Según conoció OnCuba, el proceso de transformación de escuelas en edificios multifamiliares comenzó por Matanzas y Villa Clara, y se ha ido extendiendo al resto de la Isla con similares propósitos, pero resultados diferentes.

Foto: Michel Moro
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La nueva comunidad

En agosto de 2009, en su comparecencia ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente cubano Raúl Castro se refirió a lo imperioso de hacer coincidir los gastos en la esfera social con las posibilidades reales del país, y adelantó el comienzo del fin de las escuelas en el campo. En realidad esta medida obedecía también a una demanda añeja de la población que rechazaba la internación obligatoria para los jóvenes -no había otras opciones-, y las malas condiciones de vida -alimentación, higiene, transporte- que se fueron acumulando en la mayoría de los planteles.

“Ello impone, -dijo Raúl- suprimir aquellos de que es posible prescindir.  Puede tratarse de actividades beneficiosas y hasta loables, pero simplemente no están al alcance de la economía. En tal sentido, se estudian vías para reducir la cifra de alumnos internos y seminternos en los centros de enseñanza a todos los niveles”.

Desde entonces comenzó la reconversión de los edificios. Una inversión de siete millones de pesos transfiguró dos escuelas en  176 viviendas en Cienfuegos. Los reportes fechados en esa provincia, en abril de 2014, dieron cuenta de la entrega de los apartamentos a trabajadores de las empresas de cultivos varios de Juraguá y Horquita. Según las notas, las labores de reconstrucción demoraron dos años.

En julio pasado, el antiguo preuniversitario Fernando Chenard Piña, ubicado en La Veguita de Vázquez, municipio Puerto Padre, en Las Tunas,  fue objeto de una metamorfosis similar. Allí quedaron listas 77 casas de familia a un costo de 2,8 millones de pesos.

Ambas experiencias incluyeron la instalación de bodega, consultorio médico, aulas de la Enseñanza Primaria y otras facilidades, que redondearon el concepto de comunidad.

La primera de este tipo en Ciego de Ávila se entregó en mayo de 2015 y dio cabida a 73 núcleos familiares, todos obreros de la Empresa Agroindustrial Ceballos. Sin embargo, un “error de cálculo” dejó al asentamiento desprovisto de los medios y recursos para satisfacer algunas de sus necesidades básicas.

En el edificio Gregorio Benítez (Ceballos 3) no se destinó espacio para el consultorio del Médico de la Familia o la bodega, porque se asumió que un kilómetro y medio no es demasiada distancia: a 1500 metros está El Purial, el poblado más cercano.

Sin embargo, hoy todos los inquilinos reciben la canasta básica en sus antiguos lugares de residencia, incluso en el municipio Ciro Redondo, distante a unos 15 kilómetros; no llega hasta Ceballos 3 el transporte público (la última parada es en El Purial) y no existe telefonía.

Algunos dicen, y les asisten algunas razones, que los dejaron olvidados. Además, a la obra le han comenzado a aparecer problemas de filtración y otros asociados a la mala calidad de las terminaciones.

Foto: Michel Moro
Foto: Michel Moro

En Ciego de Ávila debe quedar lista otra comunidad antes de que concluya el año (Ceballo 11, Maximiliano Ramos). La Empresa Agroindustrial de la zona asumió también la inversión: otros dos millones de pesos para habilitar 77 apartamentos de dos y tres cuartos, con baño interior. Esta vez se corrigió el “error de cálculo” y se habilitará espacios para el comercio, la asistencia de salud y la educación de los menores.

Según el director general de la empresa, Wilber Bringas Fernández, se trabaja en una tercera comunidad (Pedro Martínez Brito, Ceballos Cuatro) y en el futuro inmediato continuarán con otras. Solo en esta zona estuvieron emplazadas 12 escuelas; de ellas cuatro continúan cerradas y sin que se conozca sus perspectivas.

El programa diseñado para las comunidades agrícolas allí prevé la explotación de 10 hectáreas de cultivos protegidos y semiprotegidos, así como áreas de frutales, dos de las líneas de producción en las que Agroindustrial Ceballos es líder en el mercado nacional.

Vivienda y marabú no riman

Otros “errores de cálculo” en la conformación de estas comunidades parecen estar ocasionando el desuso de varios planteles ya transformados en casas.

A finales de 2013, la mayoría de los apartamentos construidos en Pinar del Río estaban vacíos porque los inquilinos, usufructuarios y campesinos adscritos a unidades estatales de producción cooperativa, no quisieron trabajar en los terrenos infestados de marabú.

La alerta la dio el diario Granma, con un reportaje publicado el 19 de noviembre bajo el título Iniciativa inconclusa, en el que se reconoce que un obstáculo tan importante como la infestación de marabú podría echar por tierra la inversión y las intenciones de recuperar áreas ociosas y la producción agropecuaria proyectada.

En esa fecha, apenas 32 viviendas de las 250 disponibles en las tres comunidades edificadas estaban ocupadas, lo cual es una terrible ironía para un país cuyo mayor parte del fondo habitacional fue descrito por el Censo de 2012 como regular y malo. Tal cual lo dijo la publicación: habría sido más sensato intervenir integralmente una de las escuelas, a lo sumo dos, y no solo haber acondicionado el inmueble, sino también haber dejado listas las tierras aledañas.

Foto: Michel Moro
Foto: Michel Moro

Esperando decisiones

Estrella Morales no sabe cuándo la escuela que custodia dejará de ser una mole dormida en el medio de la nada. Mientras, limpia los pisos de granito y pareciera esperar el tropel de pasos bajando las escaleras, rumbo al comedor.

En el patio un árbol cayó luego de una tormenta y dos hombres hacen leña de él. Los mira y vuelve la película triste a proyectarse en sus ojos porque, acaso, el viejo árbol tiene la misma edad de la escuela y también al armatoste de hormigón le está costando mantenerse en pie.

Estrella cree que lo mejor sería que convirtieran también a Ceballo 10 en una comunidad. Conoce a muchos obreros de la zona que necesitan mejorar sus condiciones de vida y con esto “verían los cielos abiertos”.

La idea podría contribuir a la solución de una una situación compleja en Cuba a la que hasta ahora no se le ha dado solución: la necesidad de crear condiciones favorables para regresar al campo y aprovechar el potencial de tierras no cultivadas que hoy muestra la Isla.

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