Pesca “al globo” en el Malecón de La Habana

Cae la tarde sobre la rotonda de G y Malecón y sobre el muro comienzan a aparecer los pescadores. Pasadas un par de horas llama la atención que no saquen del mar más que ejemplares pequeños. Luego comienzan a inflar globos transparentes que resultan ser… condones.

Arturo tiene 24 años y lleva 4 pescando. Le dicen El Menor, a pesar de que el tiempo ha sumado a otros aún más jóvenes. Explica que la “pesca al globo” es resultado de la inventiva de los pescadores habaneros desde hace más de diez años. Cuando se prohibió la pesca en balsas y cámaras de camión, a alguien se le ocurrió que la combinación de corrientes marinas y vientos podría hacer llegar un anzuelo hasta aguas más profundas. Aguas hasta donde ya no podían llegar en embarcaciones menores, y donde obviamente nadan los “peces gordos”.

“Esta pesca se hace en el tramo desde el Malecón y la Calle G hasta el Hotel Riviera. Es donde único el globo siempre se va mar a dentro”, explica. De hecho, es el punto más septentrional del Malecón. La corriente de costa arrastra el paquete hacia el oeste, y el terral que sopla en la noche lo lleva hacia el norte.

El lugar de lanzamiento es G y Malecón, pero en la medida que van llegando otros pescadores, los presentes se van desplazando junto a sus cordeles en dirección oeste. Cada sedal es de propiedad individual, pero su preparación es un trabajo de equipo: Víctor Hugo ha preparado un pequeño anzuelo con carne de cangrejo como señuelo, con el cual Cristian intenta pescar un “agujón”, un pez de orilla de unos 15 centímetros de largo que servirá a su vez como carnada para ejemplares mayores. “El Menor” anuda entre sí cuatro condones que ha inflado y los une al sedal de Víctor Hugo. Justo cuando terminan de preparar el sedal, Cristian llega corriendo con un agujón que acaba de atrapar. “Dale, dale, apúrate que se muere…”. Rápidamente, el pez es ensartado en un anzuelo, y lanzado nuevamente al mar. Atado a cinco condones que flotarán a dos brazas de distancia, será arrastrado contra su voluntad a más de cuatrocientos metros de la costa, en el punto de mira de cualquier pez mayor.

“Pescamos para comer, aunque si no tenemos dinero y alguien nos ofrece una platica, le vendemos algún pescado. Pero realmente lo hacemos para la casa”. Aquí se atrapan pargos, sábalos, barracudas… El mismo Cristian,hace un par de noches, atrapó un pez serrucho de unas treinta libras.

Al principio fueron las embarcaciones ligeras, luego la pesca submarina, y finalmente quedó prohibido el baño en el Malecón —balneario tradicional de la ciudad de La Habana durante siglos.

“Aquí lo primero que nos dificulta la pesca es la prohibición de pescar en balsa, que fue lo que nos llevó a pescar al globo. Luego viene la corrida del “parguete”, que ocurre dos veces al año, y el Malecón se llena de pescadores que pescan con plomo y sus líneas se enredan con las nuestras. Para esa época hemos decidido no pescar y dejarles el muro a ellos”.

Los primeros avíos que se utilizaron se conseguían en el mercado interno, pero la expansión de esta modalidad de pesca, más la búsqueda de información, llevó a sus practicantes a encontrar nuevos proveedores. Actualmente, los avíos son importados de Estados Unidos mediante los pedidos a “las mulas”. El Menor habla de tiendas miamenses como Bass Pro Shop y El Capitán, como si las visitara con frecuencia. “Internet”, responde Arturo con una sonrisa.

“Hoy está mala la cosa, —comenta El Menor. No sé por qué, si en los últimos días han picado bien”. Por un instante se queda inmóvil evaluando la intensidad del viento, y tras una última cachada tira el cigarro. De pie sobre el muro, sostiene el globo atado al cordel de su caña de pescar a la espera de una buena ráfaga. Suelta, finalmente. La estrella casi transparente se aleja flotando hacia lo oscuro del mar y de la noche.

Unos chiquillos ruidosos que van de pasada reparan en las cajas de condones que han quedado sobre la acera.

—¡Ñó! –chilla uno- ¡Aquí sí que la armaron buena!

Salir de la versión móvil