Pandemia, elecciones y viajes entre Cuba y EE.UU.

Los cubanoamericanos y sus familias fueron el segundo mercado en cantidad de visitantes en el 2019, solo superado por Canadá. Es un "mercado de primera” para el país y hay que tratarlo como tal.

Foto: Yoniel Tolentino

El mundo sigue azotado por el contagio creciente del virus de la COVID-19. Los rebrotes continúan por doquier, también en Cuba. Su impacto negativo es el peor desde el nacimiento del turismo masivo en la década del 50 del siglo XX. Viajar, sobre todo por razones de ocio y recreación, era ya una necesidad importante de buena parte de los seres humanos, pero se demuestra que es prescindible si está en juego la vida de estos.

El turismo es el fenómeno social más golpeado por la pandemia. Actúa como un “vector” natural de esta; eso hay que entenderlo y ser consecuentes. El problema es que ha desarrollado un grupo de industrias de servicios que, en el 2018 componían el  10.4 % del PIB mundial, y aproximadamente 1 de cada 10 puestos de trabajo en el mundo; y hoy se encuentran paralizadas casi totalmente. A estos negocios de servicios les corresponde uno de cada diez empleos en todo el mundo. Son decenas de millones de trabajadores en el paro, una situación cercana a lo insostenible.

Según el World Travel & Tourism Council (WTTC), desde 2013, el turismo ha generado un 10 % del empleo mundial, y en 2018 trabajaban 313 millones de personas en el sector.

En la estructura de la economía actual, los servicios son el 63 % del PIB y llega al 80 % en EE.UU. Al decir del economista Joseph Stiglitz, fue lo que salvó al capitalismo en el siglo XX y continúa haciéndolo en el presente. Los servicios al turismo son los que más crecen. Es la tendencia natural del desarrollo, pero también del modelo de crecimiento permanente a toda costa y a todo costo que impuso el capital y que el planeta Tierra se resiste a aceptar, a no ser que se encuentre cómo hacerlo parando el daño ecológico y, más importante aún, restañando el ya hecho.

La crisis económica actual es la más grave desde la llamada Gran Recesión de los años 30 del siglo XX.

En el caso de Cuba, más del 90 % de las personas que nos visitan lo hacen por razones de ocio. Para los que trabajamos en lo que se ha dado en llamar sector turístico, tenemos que recordar que el turismo es, esencialmente, un fenómeno social de una belleza y humanidad que hay que conservar y perfeccionar, pues contribuye tremendamente al mejoramiento humano, al entendimiento entre los pueblos.

También es un negocio, y tiene que aportar beneficios económicos basados en la calidad de la oferta y los servicios.

Estamos ahora a la expectativa de qué va a suceder con las elecciones en EE.UU. Se disputan la presidencia la fórmula demócrata de Joe Biden- Kamala Harris y el actual mandatario, Donald Trump, cuya reelección significaría un paso atrás en la posibilidad de supervivencia de la humanidad, así de sencillo.

Para el turismo y los viajes sería una afectación seria en particular. El mercado estadounidense se compone de dos segmentos principales. El primero son los cubanos residentes en EE.UU. y sus familiares (cubanoamericanos). El segundo se refiere al resto de los visitantes que provienen de ese país y que nos visitan por razones diversas, amparados en las 12 licencias autorizadas por el Departamento del Tesoro de EEUU, a quienes en la jerga del sector se les denomina “norteamericanos”.

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Un cambio a un presidente demócrata significaría seguramente una mejora en las relaciones bilaterales, incluidos los viajes. Estados Unidos es el mercado potencial más importante para Cuba, pero para el segmento de norteamericanos seguirá siendo un mercado “de segunda” mientras se mantengan en vigor las leyes del embargo/bloqueo. Estos visitantes solo pueden venir utilizando licencias que definen al detalle lo que pueden hacer en nuestro país, pues el concepto de “turismo” está codificado en las leyes del embargo/bloqueo como un acto ilegal para quienes visiten Cuba desde EE.UU.

Hay que dar datos concretos para tener una idea objetiva de este segmento de mercado. Incluso durante el gobierno de Trump, son cifras importantes para la industria de los viajes en Cuba.

Tabla 1. Visitantes de Estados Unidos a Cuba. Fuente: datos de la ONEI.

Los datos de entrada de cubanoamericanos de los dos últimos años son exactas, de los años anteriores son estimadas utilizando la proporción de los dos años conocidos.

En 2017 y 2018, el total de visitantes desde EE.UU., sumando los norteamericanos con los cubanoamericanos, sobrepasa el millón. En 2018 supera incluso a Canadá.

Los visitantes norteamericanos tuvieron el pico en 2018. Las medidas más duras contra los viajes en el segundo año de Trump surtieron efecto el año pasado, pero aun así, superaron los 400 000 visitantes. Nada mal para un mercado “de segunda”, aunque la inmensa mayoría vinieron en cruceros y, por tanto, no hicieron estancia dentro de Cuba.

Tabla 2.  Vía de ingreso a Cuba. Fuente: Presentación del Ministro en la Facultad de Turismo, enero de 2019.

La tabla refleja el cambio radical de la operación de visitantes norteamericanos entre 2015 y 2018. La llegada en cruceros llegó a ser del 53 % del total en 2018, lo cual significa que solo 300 000 visitantes llegaron por vía aérea e hicieron estancia en alojamientos dentro del país. Se registra una disminución importante respecto al año anterior: 445 000 personas menos que se alojaron en la Isla. Los ingresos de Cuba por crucerista no sobrepasan los 100 USD, mientras que una estancia puede superar los 1000 USD. Esto significó millones menos de ingresos al país, sea en alojamientos privados o estatales. El sector más afectado fue el privado, pues en el 80 % de los norteamericanos que hacen estancia en Cuba se alojan en casas particulares (según cálculos realizados por el autor).

Pero la afectación se extendió al resto de los mercados. El leve crecimiento en el 2018 fue solo en pasajeros de cruceros, pues los que vinieron por vía aérea realmente decrecieron en más de 230 000 respecto a 2017.

Esto es resultado de la introducción del producto cruceros en el destino Cuba. Significa que, en todos los mercados emisores importantes, ahora se incluye una nueva oferta para viajar. En el caso de Alemania, por ejemplo, llegó a ser el 20 % de los turistas que vinieron en el 2018, (según conferencia ofrecida por el Ministro de Turismo en la Facultad de Turismo, enero 2019), lo que hizo bajar en términos absolutos el número que vino por vía aérea con estancia dentro del país.

No estoy, per se, en contra de los cruceros, solo que hay que entender lo que significan y valorar hasta dónde benefician o perjudican comercial y económicamente.

A todo lo anterior hay que agregar que los norteamericanos que hacen estancia dentro del país tienen prohibido ir a varios de los polos turísticos de sol y playa, tienen serias restricciones para alojarse en hoteles de propiedad estatal, el tipo de alojamiento por el que el país recibe los mayores ingresos, lo que obliga a la mayoría, el 80 %, a alojarse en casas particulares.

Una administración Biden-Harris debe restablecer lo realizado por Obama, según las declaraciones de la fórmula demócrata. En esencia: varias de las 12 licencias de viajes convertidas en “generales” —lo que amplía significativamente la cantidad de norteamericanos que pueden visitar Cuba—; retomar los cruceros; reabrir los vuelos a todas las provincias cubanas —ahora solo pueden utilizar La Habana— y otorgar licencias puntuales para negocios en el sector, principalmente hoteleros, como el que Marriot tuvo hasta hace unos meses en un hotel de la capital. Todo lo anterior supone llegar al millón de norteamericanos al año en un par de temporadas de invierno, vacuna mediante.

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Pero esto sería más de lo mismo, algo que puede revertirse a la vuelta de 4 u 8 años.

Podemos hacer un ejercicio sobre qué medidas debe tomar un nuevo gobierno demócrata para agregarlas a las implementadas por Obama, y hacer estos cambios irreversibles. Lo ideal, lo más lógico y beneficioso, estoy seguro que para ambos gobiernos y pueblos, sería que la nueva administración hiciera suya la propuesta legislativa de eliminar de una vez el embargo/bloqueo. 

Algunas ideas:

Si se restituye la licencia general para todos los viajes que se conocen como “People to People”, sin restricciones absurdas, podría equipararse el volumen de pasajeros que hacen estancia en todo tipo de alojamiento que oferta el país.

Otra medida importante sería la ampliación del intercambio en todos los sectores de la vida cultural, académica, social, deportiva, económica, científica e investigativa, lo que ampliaría el intercambio entre ambos pueblos, con viajes en ambas direcciones y aumentaría la demanda de servicios de viajes en ambos países.

A este mercado turístico “de segunda”, mientras persistan las leyes del bloqueo, tenemos que manejarlo bien, incluso mejor que cuando el boom de cuatro años, entre 2014 y 2017. No puede distorsionarnos nuestra estrategia de mercados emisores, ni nuestra estrategia de producto turístico, más ecológico, más apegado a las necesidades de la naturaleza.

Por la parte cubana, ya se han publicado medidas que considero necesarias para asumir los cambios que ha experimentado el turismo en los últimos 10 años, profundizados algunos por la pandemia. Son acciones que entroncan con la reforma económica anunciada el 16 de julio pasado y que se necesita implementar con total firmeza para que den los resultados que requiere el país.

Hay que tener en cuenta que el flujo de viajeros desde EE.UU. se dirige a las ciudades del país y, en menor medida, al resto de la oferta de alojamiento y otros servicios, léase sol y playa, aunque los de naturaleza son también visitados sobre todo por grupos interesados en este tema.

En los polos de sol y playa, si se enriquece la oferta de servicios ensanchando geográficamente su alcance, de forma que la sociedad local sea parte de esta, se captarían más clientes “People to People”.

El nuevo Gobierno pudiera autorizar los viajes por razones de salud de sus ciudadanos, a los que se les niega su posibilidad de aprovechar los avances de Cuba en este terreno, como ha quedado demostrado en muchos casos durante la pandemia.

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Una nueva política aérea del país, que dé acceso a líneas aéreas foráneas al mercado internacional, con rutas a Cuba e incluso en rutas domésticas, impactará de forma muy positiva para ampliar los destinos en la Isla. Esto se realizaría otorgando libertades aéreas incluso para vuelos domésticos, lo que se conoce como cabotaje.

La entrada en el sector de la pequeña y mediana empresa, tanto estatal como cooperativa y privada, incrementará la calidad de la oferta de servicios a viajeros, y aumentará aún más las motivaciones de viajes desde EE.UU., para observar estos cambios. De las medidas incluidas en la reforma económica, solo preocupa que se obliga al sector privado y cooperativo a utilizar empresas estatales para importar y exportar. Esto parece un rezago de nuestra forma anterior de pensar la economía. En lugar de que las empresas estatales de comercio exterior compitan para ganar clientes entre estas nuevas pequeñas y medianas empresas, son impuestas desde arriba. Eliminar esa restricción sería un beneficio neto para la economía cubana.  

Igual efecto tendría el encadenamiento de servicios del sector estatal con el sector cooperativo y privado, para enriquecer la experiencia de cada visitante de EE.UU. Esto cobra particular importancia entre agencias de viajes estatales y privadas, que surgirán ahora o que ya existen, de hecho, con algunas licencias que permiten ofertar servicios muy limitados, pero que en las nuevas condiciones deben expandirse y agregar a la cadena de valor productos, iniciativas y servicios que revolucionarían la experiencia de cada visitante.

Si logramos hacer a Cuba un “destino inteligente” que enriquezca nuestros valores, nuestra solidaridad, hospitalidad, cultura popular y cubanía, se consolidaría la motivación de viaje del pueblo norteamericano a la Isla.

En cuanto al otro segmento del mercado norteamericano para los viajes a Cuba, los cubanoamericanos y sus familias (552 mil viajaron a la Isla en el año 2019), es el segundo mercado en cantidad de visitantes, solo superado por Canadá. Y este sí es un mercado de “primera” para el país y hay que tratarlo como tal.

Es de “primera” porque, solo teniendo en cuenta su importancia para el sector del turismo, es siempre creciente, no hay coyuntura que lo detenga, son pocos los que vienen a alojarse fuera de las residencias de sus familiares, pero crean una demanda importante en los servicios que más ingresos aportan a la cuenta del turismo: la restauración, a lo que se suman los paquetes con alojamiento para vacacionar con sus familiares. Es un segmento que demanda una atención especializada, que entienda consecuentemente la demanda que genera, y que reclama productos y precios a la altura de su importancia.

Las relaciones del Gobierno cubano con la emigración han mejorado ostensible y sostenidamente. Aún quedan temas pendientes, que debieron ventilarse en el Encuentro de la Nación y la Emigración, pospuesto para el próximo año, pero las medidas que allí se iban a anunciar deben aplicarse cuanto antes, si, como todos suponemos, son para mejorar las condiciones para los viajes de los cubanos emigrados o que viajan al exterior.

Bajar los precios del pasaporte, eliminar su prórroga y extender su duración a 10 años son medidas que todos esperan y beneficiarían a más de un millón de cubanos que viven fuera de la Isla. También resultarían muy positivas para la economía cubana, pues constituyen un estímulo importante para aumentar los viajes. No son pocos los que renuncian a viajar por el alto costo que tienen estos trámites y documentos.

Las regulaciones aduanales de Cuba hay que reformularlas completamente. La reforma económica anunciada lleva aparejado un cambio radical en la filosofía detrás de lo regulado para entrar bienes al país por parte de sus ciudadanos. Hay que entender, además, que cada regulación que trabe, limite o coarte el libre flujo de bienes que no son nocivos para el ser humano —como drogas, explosivos, materiales peligrosos, etc.— no hace más que estimular la corrupción.

Si lo que puede importar un viajero con su carga acompañada al entrar al país, o 20 kilogramos de un paquete que le envía un familiar (y el contenido de ambas formas de importación no son bienes como oro, piedras preciosas o artículos electrodomésticos pequeños, pero caros, como celulares, etc.) afecta la economía del país, entonces es esta última la que hay que arreglar, como ahora parece que vamos a hacer con la reforma anunciada.

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