Turismo de cruceros a Cuba: una de cal y otra de arena

Foto: Otmaro Rodríguez.

Foto: Otmaro Rodríguez.

El turismo de cruceros a Cuba está en su apogeo: el país ha apostado por los beneficios del crucerismo como componente de una industria turística que ha de catapultar la desmejorada economía nacional. Las líneas de cruceros tienen un nuevo mercado en el Caribe en su afán de crecimiento ilimitado de pasajeros, buques y ganancias, y ambos se han librado de la “Ira de Trump”, las medidas del presidente estadounidense anunciadas en junio de 2017 para hacer retroceder las relaciones con Cuba que, oportunamente, exoneraron a los cruceros y a las aerolíneas.

El turismo internacional a Cuba ha experimentado un crecimiento sostenido en el último lustro, en parte alimentado por las medidas del gobierno de Barack Obama, que a partir de 2015 relajó las restricciones de viajes a Cuba para los estadounidenses. La tasa de crecimiento de visitantes internacionales en los últimos tres años ha estado entre 14 y 17 por ciento, de las más altas del Caribe, y en 2017 alcanzó la cifra de 4 millones 690 mil de turistas.

Cuba ha recibido 2 millones de turistas en 2018

Como parte de este crecimiento, el arribo de pasajeros en cruceros se ha disparado desde 2015, cuando el gobierno de Obama levantó las restricciones que prohibían a los barcos que paraban en Cuba tocar puertos de EE.UU., facilitando de esa forma que las líneas estadounidenses de cruceros incluyeran a Cuba en sus itinerarios.

Entre 2015 y 2017 el número de pasajeros en cruceros a Cuba se multiplicó por quince, hasta llegar a 437 mil. En el primer trimestre de 2018 arribaron 136,138 cruceristas, para un crecimiento respecto a igual período en 2017 de 28,6 por ciento. De ellos 25,040 lo hicieron desde Estados Unidos, el doble que en enero-marzo 2017.[1] Esto a pesar de una caída de 7 por ciento en el número total de visitantes extranjeros, y 43 por ciento de estadounidenses, en los primeros tres meses de 2018.

No obstante, el número de cruceristas es aún pequeño en comparación con el de turistas de estancia, aunque creciente: de menos de 1 por ciento hasta 2015 alcanzó el 11 por ciento del total de visitantes internacionales en 2017.

El ingreso de Cuba por concepto del crucerismo se deriva de cuatro fuentes principales: el impuesto por pasajero, o head tax, pagado en cada puerto, servicios portuarios, gastos en tierra de pasajeros y tripulantes, y empleos generados tanto a bordo como en tierra. Según Aries Transporte S.A., la empresa cubana que dirige las operaciones de cruceros en Cuba, los ingresos totales para las empresas estatales cubanas en la temporada de cruceros 2016-2017 ascendieron a unos $8,6 millones,[2] lo cual representa menos del 3 por ciento del total de ingresos por turismo internacional de aproximadamente $3 mil millones en ese período.[3]

Pero… las cifras engañan. Analistas académicos han apuntado que las sumas de ingresos asociados al turismo son incompletas o deficientes y no reflejan el comportamiento real de estos. No recogen, por ejemplo, lo que los visitantes consumen en espacios no estatales como restaurantes y cafeterías, ni las compras de artesanías, transporte privado o alojamiento en “casas particulares”. Se calcula que el 34 por ciento de los turistas internacionales de estancia se hospedan en casas particulares y comen en restaurantes privados, por lo que las cifras del total de ingresos turísticos están subestimadas en, al menos, mil millones.

La Habana, destino preferido por los cruceros de Norwegian

En el caso del turismo de cruceros, estas imprecisiones en las cifras se agravan pues las estadísticas provienen de diferentes fuentes que no incluyen los mismos datos ni se concilian entre sí. Aun con escasez de cifras confiables se puede afirmar que el turismo de cruceros deja al país mucho menos ingresos por pasajero que el turismo de estancia. No obstante, es indiscutible el potencial económico del turismo de cruceros para Cuba, por su aporte y ritmo rápido de crecimiento, que no depende de la disponibilidad de alojamiento.

Pero el turismo de cruceros no es solo jamón: tiene también su hueso.

El grueso del gasto de los pasajeros tributa a la naviera, tanto lo pagado por el paquete como el extra a bordo, que es significativo. Según un estudio de la Asociación de Cruceros Florida-Caribe (FCCA) en 2010, los cruceristas gastan un promedio de $1 770 por persona cada semana por su viaje, incluyendo gastos a bordo y en tierra,[4] pero los gastos en tierra promediaron solo $103,83 por visita de pasajero en los 35 destinos del Caribe.[5]

Por otro lado, a pesar de las afirmaciones de las navieras, los cruceristas rara vez regresan al país. Mientras los destinos ayudan a vender cruceros, muy pocos pasajeros  retornan como turistas de estancia. Son dos segmentos de mercado diferentes.

Crucero Empress of the Seas, de la compañía Royal Caribbean. Foto: The Cruise Web

Igualmente, la “huella ecológica” del crucerismo es fuerte y extensa, sobre todo en el Caribe, destino del 35,5 por ciento de todos los cruceros del mundo. Primero están los impactos ambientales sobre los mares y océanos. Un crucero promedio transporta 2,200 pasajeros y 800 tripulantes. Cada día emite a la atmósfera más dióxido de azufre (SO2) que 13 millones de automóviles y más hollín que 1 millón. Cada semana, un crucero genera 8 toneladas de desechos sólidos, 210 mil galones de aguas residuales y 25 mil galones de aguas contaminadas con hidrocarburos, que en su mayoría son vertidas al mar abierto.[6]

En el caso de Cuba, son particularmente preocupantes las operaciones de cruceros en parques nacionales y otras zonas sensibles de importancia para la biodiversidad.

La preocupación sobre el impacto del turismo de cruceros sobre los arrecifes llevó al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba (CITMA) a emitir el 28 de julio de 2016 las Regulaciones medioambientales para las operaciones de embarcaciones en las Áreas Marinas Protegidas. Estas incluyen el requisito de que los operadores de cruceros soliciten la correspondiente Licencia Ambiental, y que las embarcaciones de pequeño y mediano porte tengan zonas con boyas de amarre para su ubicación, y no lancen anclas en ningún caso. Y, que “la llegada de cruceros como regla general NO se promoverá en las áreas protegidas”.

El turismo de cruceros también ocasiona impactos en ciudades históricas, espacios habitados únicos y auténticos, con un legado cultural altamente valorado por la industria de cruceros, lo cual las convierte en un factor competitivo. En Cuba se destacan La Habana, Santiago de Cuba, Trinidad y Cienfuegos.

Por un lado, el crucerismo genera beneficios económicos directos a la ciudad patrimonial. Sin embargo, urbanistas y planificadores han señalado las amenazas que supone el turismo para el patrimonio construido y la infraestructura urbana por la congestión que genera dada su limitada capacidad de carga, presiones en la demanda de recursos tales como agua, comida y electricidad, así como la generación de desechos sólidos. Pero esto sucede tanto con el turismo de cruceros como con el de estancia, y es preocupante por su rápido crecimiento a la par del rezago en adecuar las infraestructuras para acomodarlo.

Villas patrimoniales cubanas como destinos turísticos

Con vistas a maximizar beneficios y minimizar los costos y amenazas del turismo de cruceros, Cuba necesita tomar en cuenta las lecciones aprendidas del turismo de cruceros en el Caribe y otros destinos. Si bien es acertada la apuesta cubana al turismo de cruceros a largo plazo por su potencial de rápido crecimiento, debe ser como complemento del turismo de estancia, que en el Caribe deja como promedio 12 veces más ingresos por visitante que el pasajero de crucero.

Igualmente, conviene promover la participación local en el diseño e implementación de la actividad del turismo de cruceros. Para maximizar el aporte económico en tierra de pasajeros y tripulantes, se debe garantizar la oferta de excursiones, mercancías y servicios de calidad en cada escala, tanto por el sector estatal como por el privado, lo cual se vincula al punto anterior de potenciar los destinos.

Por último, Cuba debe trabajar con otros estados caribeños para desarrollar políticas comunes de turismo y “regateos colectivos”[7] con las poderosas líneas de cruceros. El liderazgo de Cuba en la Asociación de Estados del Caribe, su postura unida en la negociación con las líneas navieras y su prestigio como árbitro justo lo facilitaría.

El turismo de cruceros puede generar cuantiosos beneficios para Cuba, depende de cómo se gestione y se aproveche.

 

 

El viernes 27 de abril en La Habana, se presentó Por el Mar de las Antillas: 50 años de turismo de cruceros en el Caribe, de los autores Martha Honey, Jannelle Wilkins, José Luis Perelló y Rafael Betancourt. El libro, publicado por Ediciones Temas, y disponible en formato electrónico en www.responsibletravel.org, se considera el primer estudio exhaustivo del turismo de cruceros, el sector de más rápido crecimiento de la industria de los viajes de ocio.

[1] excelenciascuba.com/noticia/turismo-de-cruceros-en-el-caribe-%C2%BFoportunidades-o-amenazas-para-cuba%3F

[2] Aries Transportes S.A. (2017): Temporada de cruceros 2016-2017; Tarifas Públicas de Aries S.A. 2017.

[3] ONEI (2016): Anuario Estadístico de Cuba 2015, cap. 15: “Turismo, y cálculos de los autores”.

[4] Florida-Caribbean Cruise Association. (2011): “Cruise Industry Overview, 2011. State of the Cruise Industry. http://www.f-cca.com/downloads/2011-overview-book_Cruise%20Industry%20Overview%20and%20Statistics.pdf.

[5] BREA (October 2015): Economic Contribution of Cruise Tourism to the Destination Economies, vol. 1, p. 45.

[6] Friends of the Earth (2016): “2016 Cruise Ship Report Card”: foe.org/cruise-report-card

[7] “Collective bargaining”.

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