Un techo temporal para los deambulantes en Santa Clara

Foto: Yariel Valdés

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Elio, Pablo y Lázaro comparten “grandes” acontecimientos en sus vidas: los recuerdos de sus épocas como militares y el alcoholismo que los condujo a vivir en las calles de Santa Clara.

Aunque insisten en decir que no están tan solos, la realidad es cruda. Elio, por ejemplo, dice tener un hijo en Alemania que le dejó una casa en la ciudad de Trinidad. Pero ese domicilio nadie lo encuentra. En realidad se le comprobó la existencia de dos hijos, una en Corralillo y otro en Santa Clara, pero ninguno lo quiere ver.

A sus 71 años, con un hablar entrecortado y sin hogar fijo, lo que más disfruta Elio es recordar sus avatares militares: “Yo soy combatiente del Escambray. De la lucha contra bandidos. Tengo muchas anécdotas de esa época, pero figúrate, ya mi memoria no da para tanto. Pero ofrecí mucho por la Revolución. Tremendas malas noches que eché allá arriba en las trincheras”.

Pablo y Lázaro tienen aún más en común: haber encontrado en el suelo de la Terminal Intermunicipal de ómnibus de Santa Clara el sitio donde dormir. Allí tenían una suerte de cofradía para repartirse el negocio de recoger latas de aluminio y venderlas en el centro de recuperación de materias primas. “Pero todo eso se nos iba con un pomito de alcohol Tintura con agua”, recuerdan casi a coro.

“Nunca pasamos hambre. Íbamos a los comedores esos de gastronomía que son pa´ gente como nosotros. En uno yo tengo un sobrino que me daba bastante. En el otro le recogíamos el sanchochito a una de las cocineras, pa´su puerquito, y nos daba más comida. Una iglesia metodista de esa zona nos ayudaba también”, cuenta Pablo.

Foto: Yariel Valdés
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Pablo es la imagen más atroz de lo que el alchoholismo produce. Tiene 62 años, pero su rostro revela más. Dice haber estado 10 años en Angola, primero como militar y después como jefe de recursos humanos de la empresa constructora conocida como UNECA. A su regreso fue jefe en la dirección de Servicio Comunales y colchonero. “Ahora no tengo ni donde vivir”, confiesa con la mirada húmeda.

“Un hombre puede andar sin una pierna, pero sin la vista todo se complica”, dice Lázaro (67 años) con los ojos bien abiertos pero apenas sin ver el frente, producto de las cataratas que lo han dejado al borde de la ceguera. También narra con orgullo sus días en el Ejército Rebelde y en la lucha contra bandidos.

—Me cuentan que usted estuvo en un hogar de ancianos.

—Muy poco tiempo. Mi aspiración era resolverme el problema de la vista. Pero la cosa se fue extendiendo y nunca me llevaron a operarme. Así que me fui. No sé, no me gustaba eso. Pa´ estar ciego allí mejor iba ciego en la calle.

Elio, Pablo y Lázaro son tres de los primeros acogidos en el cuarto Centro de Clasificación de “Deambulantes” que se abre en Cuba. Está ubicado en las afueras de la ciudad de Santa Clara, rumbo a Sagua la Grande, donde hasta hace poco estuvo una casa de visita para trabajadores de empresas estatales.

Foto: Yariel Valdés
Foto: Yariel Valdés

Allí, en una construcción tipo caney, podrán recalar hasta siete días las personas que deambulen con carácter errático en la provincia de Villa Clara, o lo que es lo mismo: la mayoría de los mendigos de la ciudad.

“No es el objetivo hacer almacenes de personas, sino buscar una prevención y un seguimiento; buscarle solución a su problema”, asegura la directora Provincial de Trabajo y Seguridad Social, Raysa Puerto Rodríguez, a cuya jurisdicción se subordina este centro.

“Se les hace un examen físico y uno médico. Después pasamos a redactarles una ficha y una historia clínica, y dictaminar el posible destino. Puede ser regresarlos a su entorno familiar en caso de que lo tengan, o alguna institución del Estado: un hogar de ancianos, un hospital psiquiátrico… según sea la clasificación”, agrega.

“Los miércoles hacemos los operativos para identificarlos en la ciudad —añade Roberto Expósito Fernández, administrador— lo cual involucra al Ministerio del Interior. Aquí un equipo multidisciplinario de Salud (médico, enfermera, psicólogo y psiquiatra) los atienden. También se dedican a su cuidado 16 trabajadores que los bañan, los afeitan, les dan ropa, aseo, cinco comidas al día… y les garantizan un cuarto con todas las comodidades”.

“Hasta ahora se han clasificado en este centro 15 personas con carácter de deambulantes. Excepto tres, los demás han sido incorporados al ambiente familiar que habían perdido o trasladados a los hogares de ancianos de su localidad. Es bueno aclarar que mediante un fiscal le hacemos un acta a la familia para que asuma ante la ley su responsabilidad de cuidado. De incumplirlo puede recibir penalizaciones”.

El administrador muestra uno de los cuartos. Foto: Yariel Valdés
El administrador muestra uno de los cuartos. Foto: Yariel Valdés

Un total de 1261 deambulantes habían sido identificados a mediados de 2015 en Cuba, según datos ofrecidos en diciembre del pasado año por la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional del Poder Popular. La cifra es superior a los 1108 recogidos en las estadísticas del censo de Población y Vivienda de 2012.

La provincia de Villa Clara alberga en sus calles unas 35 personas con esta “conducta”, aunque en la clasificación se suman los llamados “asediantes” al turismo y ciertas clases de proxenetas.

No pocos van definiendo el fenómeno como un asunto complejo para el futuro de Cuba, ante la evidencia de que la mayoría de los deambulantes o mendigos son personas de la tercera edad, en un país que camina hacia el envejecimiento poblacional y donde los índices de pobreza aumentan en ese sector, entre los menos favorecidos por la reforma económica.

El reconocimiento estatal de la necesidad de una atención específica para los “deambulantes” es un paso de avance en un archipiélago que todavía se desentiende socialmente de la suerte de estas personas, en su mayoría alcohólicos o dementes.

El Decreto Ley 286 rige todo el sistema de prevención, asistencia y trabajo social en Cuba y, aunque responsabiliza al Gobierno para llevar a cabo estas tareas, le ocupa al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social la coordinación de los proyectos que se implementen en este sentido.

Foto: Yariel Valdés
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No obstante, como asegura el administrador del caney recién inaugurado en Santa Clara, para la atención de estos individuos han tenido que recurrir también a instituciones y organizaciones como las direcciones de Salud, Educación, de la Asociación de Combatientes y la Fiscalía.

Con la apertura del centro de clasificación villareño —que se une otros existentes en La Habana, Camagüey y Holguín— aparece otra vía para atenuar el fenómeno de la mendicidad. El asunto ocupa también a una Comisión Nacional de Prevención, adscrita al parlamento cubano, que ha reconocido como “(…) deficiente el trabajo integrado de los órganos, organismos e instituciones, tanto en el comunitario preventivo como en la atención a las personas con esta conducta”, en 2014.

La creciente aparición de personas en este estado por las calles cubanas no sugiere que con el “perfeccionamiento de mecanismos” se ponga fin al fenómeno de la mendicidad, pero concentrar a los deambulantes bajo un techo seguro e intentar retornarlos a cauces más tranquilos para su existencia, es un acto de sensibilidad colectiva que debería crecer.

Foto: Yariel Valdés
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