El transportador y sus verdades

Osvaldo Pérez Rojas tiene 48 años y dos títulos de estudios terminados: uno en veterinaria y otro en gastronomía. Pero Osvaldo es guajiro, y vive por y de la tierra; de la tierra y de su camión con el cual lleva los productos hasta El Trigal, mercado de ventas mayoristas ubicado en la periferia de La Habana.

Sobre los llamados “intermediarios” se ciernen hoy los principales cuestionamientos en la venta de los alimentos, siendo foco crítico de su encarecimiento en el tránsito del surco a la mesa. Osvaldo es uno de ellos y nos cuenta su parte de la verdad.

“La mercancía que llevo hasta allá es de los campesinos de mi CCS (Cooperativa de Crédito y Comercio) y por supuesto la de mi finca. Cada pequeño agricultor tiene un excedente de producción que está fuera de la contratación con ACOPIO y queda libre para comercializarse en oferta y demanda. Ese excedente yo se lo compro a cualquier guajiro, aunque debo priorizar a los asociados de mi cooperativa, y en esos casos entrego el 50{bb302c39ef77509544c7d3ea992cb94710211e0fa5985a4a3940706d9b0380de} de la ganancia a la CCS”.

Valdito, como lo conocen todos, explica que una vez cargado el camión, se lleva hasta El Trigal, donde se realiza una fila para descargar por orden de llegada. La hora de arribo es siempre después del mediodía y la entrada al mercado se realiza en la mañana siguiente.

Cientos de transportistas traen los alimentos del campo a la ciudad.
Cientos de transportistas traen los alimentos del campo a la ciudad.

“Normalmente la hora de entrada es a las 10:00 a.m., pero hay días como los viernes, cuando hay más demanda, que entramos sobre las 7:00 a.m. para adelantar el trabajo, aunque las ventas comienzan al menos dos horas después”, asegura.

Dentro del mercado, cada uno de los camiones tiene el derecho de vender en una tarima arrendada al local, “pagamos 125 pesos y así aseguras un puesto dentro del mercado. El tema de las carretillas es diferente, puedes alquilar una, allí cuesta $5 la hora, pero si llevas a uno de tus trabajadores que tenga carné de pequeño agricultor él puede mover los productos por todo el sitio”.

¿Existe alguna regulación allí para los precios?

“No, en El Trigal no existe un tope, es libre oferta y demanda. Y todo se decide de acuerdo a la época del año y los precios que estén corriendo en ese momento”.

Entonces, ¿por qué van personas hasta allí para hacer compras caseras?

“Eso pasa porque dentro del mercado los pecios son mucho más bajos que en la calle. Por ejemplo dentro del Trigal la libra de frijol negro cuesta 8.50 la libra, y en la calle cuesta hasta 14.

“Además, allí puedes encontrar cosas que en la calle no se ven o son extremadamente caras. Por eso es que entre tres o cuatro vecinos hacen las compras de la semana, porque es mucho más barato que en la calle, y porque cuando sale del mercado los productos suben de pecio en las tarimas y ese es el que le llega a la gente”.

¿Y vendiendo a esos precios, te es rentable el camión?

Sí. Calcula que el plátano macho se coge en el campo a $1.50 o $1.55, y se vende en el mercado a $1.70. Claro, siempre se llevan varios productos y cada uno da diferentes ganancias.

“Pero yo saco esa ganancia contra gastos, precios del petróleo, reparaciones y mano de obra para cargar. Incluso así es un negocio rentable. ¿Entonces cómo será para quienes van al Trigal y luego venden en las placitas? Cuando ves los precios en la calle te das cuenta que las ganancias de esos intermediarios son más que las del guajiro y que las de quien lleva los productos hasta La Habana.

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