El turbinero de Guanaroca

En realidad, para ser justos, a algunos les parece más bien fea. Hecha de bronce y latón, la escultura-fuente emplazada en Calle 37 y Avenida Cero, Punta Gorda, apenas si mide poco más de cinco metros de altura. Está ahí desde el 10 julio de 1988.

Sin embargo, ha pasado el tiempo y… para ser justos otra vez, admitamos que tampoco es menos cierto que muchos cienfuegueros, como Giraldo Fernández Aguirre, constructor jubilado, no pueden imaginarse sus días sin la Guanaroca de Rita Longa.

Fue Guanaroca la primera mujer, creada por la luna para que amara al primer hombre del mundo. Al menos eso cuenta la leyenda. Cuando tuvieron un hijo, Guanaroca lo quiso tanto, que el padre, celoso, lo robó y ocultó en el monte para que muriera. Pobre Guanaroca… Dentro de un güiro enorme había de encontrar la india el pequeño cadáver. Entonces, en un instante mágico y devastador, serían el desenlace de una misma historia, la tristeza de la muerte y la alegría de la vida…

Años después, aquel milagro de génesis se consuma, una y otra vez, en cuanto Giraldo pone en marcha una turbina por medio del chucho o encendedor ubicado en el poste eléctrico frente a su casa, a unos cien metros de la Guanaroca de Rita. Suena prosaico quizás, pero ese ritual ordinario se remonta a la tradición siboney, cuando del mitológico güiro saltaron tortugas y peces y agua en gran cantidad… Así nacieron los ríos que van a la Bahía de Jagua, una península y varios cayos. Las lágrimas de Guanaroca, en tanto, llenaron una laguna que lleva su nombre en nuestros días, en los años ochenta inspiraron a la escultora Rita Longa, y todavía hoy fastidian a unos, es verdad, pero también satisfacen a otros, como a Giraldo.

Al anciano le gustaría que la emblemática fuente-escultura surtiera mucho más, y no en horarios tan restringidos; en esa zona de La Punta existen problemas con las redes hidráulicas, el agua llega en pipas. Giraldo funge como turbinero desde hace dos años. Tiene 77 cumplidos, precisa, y afirma que seguirá sirviendo a la Guanaroca hasta que la salud se lo permita.

“Todo trabajo que uno haga, por sencillo que sea, tiene su utilidad”, sostiene. “Y este no solo es importante para los cienfuegueros, sino también para todos los cubanos. Aquí vienen los turistas, tiran fotos, graban videos… y esas imágenes recorren el mundo”.

No sé a usted, pero a mí sinceramente la Guanaroca de Rita Longa no me parece fea. Y si lo fuera, bueno, piense que hay cosas feas que son bonitas a la vez. Sobre todo si en ellas se anudan y confunden en poesía y cotidianidad, las alegrías de la muerte y las tristezas de la vida.

Salir de la versión móvil