En su casa de Mantilla

A pesar de ser escritor y sentirse feliz con eso, le hubiera gustado ser pelotero. Pero con los años parecía cada vez menos un deportista y le gustaban cada vez más los buenos libros. La vida se encargó de enseñarle que si quería triunfar era preferible ceder a la satisfacción del capricho y ser, antes que jugador de banco, cronista del terreno. Quiso estudiar Periodismo, pero en ese tiempo la facultad estaba cerrada. Las circunstancias lo llevaron a la carrera de Letras.

En el año 91, cuando publicó su primera novela Pasado perfecto, ya se sabía de su escritura atrevida -muchas veces sonriente- que hurgaba en los problemas de la Isla; y de la ironía sutil y la libertad para exponer situaciones que explicaban un extenso panorama de la vida cubana.

El éxito de Mario Conde (personaje de Pasado Perfecto), lo llevaría a escribir los otros libros que conformaron la tetralogía (Pasaje de otoño, Máscara y Vientos de Cuaresma). La crítica lo definió entonces como uno de los creadores de la nueva novela detectivesca en Cuba.

Hace algún tiempo me recibió en su casa de Mantilla. Tiene dos perros, fuma y parece muy serio. La sensatez de sus respuestas, hicieron de aquella conversación, la mejor clase de literatura y periodismo que haya tomado en mi vida. Mientras colaba café, hablamos sobre su última novela El hombre que amaba los perros.

“Cuenta la historia de Ramón Mercader, el asesino de León Trostki. Trato de ver en el conflicto de estos dos personajes una relación con lo que ha sido la vida cubana en los últimos años y por eso hay un tercero, totalmente de ficción, llamado Iván y es él quien procesa toda la trama".

"Iván es un escritor cubano pocos años mayor que yo y su vida comparte con la mía muchísimas experiencias”.

Este es un recurso persistente en tu obra.

“Uno como escritor siempre trata de darle forma, de concretar y de expresar los demonios que lo acompañan. Se escribe sobre lo que pensamos, sentimos o nos cuestionamos. La perspectiva esencial de toda mi literatura parte de una realidad sobre la que intento reflexionar y para eso me valgo de personajes que tengan una relación conmigo, con mis vivencias, con mis maneras de ver y de entender las cosas”.


Hicimos un paréntesis para hablar sobre periodismo.

“Comencé en el Caimán Barbudo escribiendo crítica literaria y en esa época publiqué también mis primeros cuentos Desde que empecé en Juventud Rebelde me preocupé mucho por las formas, por las estructuras, por cómo se montaba un reportaje, cómo lograr una dramaturgia interna en cada texto. Eso me venía de una práctica literaria que me permitió asumir el periodismo con recursos propios de la literatura".

“En JR pude escribir también sobre pelota y cumplí un poco aquella vieja ilusión por el deporte que me llevó a estudiar una carrera de humanidades, a hacer periodismo y a acercarme a la literatura".

“Hace un tiempo que colaboro con el servicio de columnistas de la agencia de prensa IPS donde hablo sobre temas de la actualidad cubana desde una perspectiva muy personal, muy de cronista”.

Regresamos a la literatura.

“Una de las cualidades del arte de la literatura es su capacidad connotativa. No puede decirse todo, hay que dejar margen a la sugerencia. Es lo que he tratado de hacer siempre en mis novelas. Leyendo a Mario Conde puede entenderse mucho de lo que ha sido la vida en Cuba”.

Lo había escuchado decir que sus personajes dibujan el sentir de su generación. La idea me parecía muy grande.

“Los he utilizado –sobre todo a Conde-  como mediadores ficticios entre la realidad y mi visión sobre ella. En La novela de mi vida, por ejemplo, trato de ver en un poeta como Heredia las cosas que lo acercaron a mi realidad. El tema de las relaciones entre el artista y el poder, el artista y la creación, el exilio como elemento esencial en la vida del cubano. Son expresiones muy ligadas a mi manera de entender y ver la realidad”.


¿Por eso tan presente la nostalgia en tu obra?

“Creo que el exilio, la separación de la familia, la distancia, el desarraigo, el desgarramiento y la nostalgia nos han acompañado de una manera bastante dramática. Es difícil encontrar una familia cubana que no esté marcada por la separación. Prácticamente toda mi familia vive fuera de Cuba y me ha tocado muy de cerca el fenómeno del la pérdida de identidad.

“Los Paduras son fundadores de Mantilla y tenían una relación de pertenencia y de identificación muy fuerte con este lugar. Todavía hoy cuando hablo con ellos encuentro paraísos perdidos que no consiguen recuperar. Entonces analizo cómo todos esos sentimientos están presentes tanto en Heredia como en los más jóvenes que van hacia cualquier parte, incluso con bastante poco sentido de lo que esa pérdida va a significarles. Por eso este tema es recurrente en mi obra. Esa distancia y esa nostalgia han conformado –también- el panorama cultural cubano de los últimos 200 años”.


Reconoces que uno de los mejores logros de los escritores de tu generación fue traer a la literatura asuntos relacionados con la intimidad de las personas.

“Los efectos de los años 70 en la cultura cubana se reflejan claramente en la literatura. Aparecieron visiones mucho más trágicas de la realidad, mucho más intimistas. El fenómeno literario comenzó a pensarse y a escribirse de una manera diferente. Afortunadamente esa es la época en la que yo empiezo a escribir”.

“A partir de los años 90, el problema ha sido cómo ubicar esa nueva realidad y posibilidad en una perspectiva más universal. En ese tiempo, por ejemplo, balseros y jineteras fueron prácticamente los únicos personajes de la literatura cubana. El inconveniente es que muchos escritores no han incorporado esa visión mucho más abierta de una cultura que no sea la simple presentación de una realidad caótica y desintegrada. Nuestra literatura, en los últimos años, padece de un estado de localismo muy fuerte que le ha impedido tener una mayor difusión a nivel internacional”.

Parecía absurda mi pregunta pero no la rechacé. ¿Cómo escribe Padura y por qué?

“Cómo es muy difícil porque cada cual encuentra su propia manera de llevar a la práctica esa necesidad expresiva que hay en la literatura y que se concreta en la escritura. Tengo mi método que es bastante poco ortodoxo, pero me funciona y tiene mucho que ver con la revisitación del texto. Escribo por versiones, por eso puedo decirte que cada palabra en mis libros está pesada y valorada".

“Por qué, porque tengo una necesidad muy grande de escribir en todos los sentidos, es mi profesión, mi vocación y mi manera de expresarme. Escribo y me gano la vida con eso, afortunadamente lo he podido hacer. Vendo una pequeña cantidad de libros que me permiten dedicarme al próximo".

“Lo hago porque necesito decir mis preocupaciones, mi visión del mundo y de la realidad. Necesito dialogar con la historia, con el presente que me obsesiona constantemente".

"La forma de exorcizarlo, cuando es demasiado punzante, es escribir un trabajo periodístico y cuando tiene más distensión y profundidad lo llevo a la literatura. Entre periodismo y literatura voy dándoles un margen de expresión a todas esas obsesiones y preocupaciones que me  vienen encima diariamente”.

Salir de la versión móvil