Escombros III

Ciudadela

Hoy traemos una historia “a priori”. Supuestamente, esta serie debía narrar sucesos ya ocurridos; el empeño por hallar los casos no sería muy angosto: solo en Centro Habana encontraríamos tres oportunidades nuevas cada día. Según datos revelados por un funcionario durante la Sesión Parlamentaria de diciembre pasado, en este municipio capitalino se dañan mensualmente 90 viviendas por concepto de derrumbe. Las cifras no son solo papel en las gavetas de los burócratas: tienen vida, rostro, y andan por las calles; pero como ya dijimos, hoy les hemos traído una historia “a priori”. Como tantas otras, una ciudadela se resiste a engrosar las estadísticas. Perdonen si nos adelantamos a los acontecimientos.

Acribillados por el salitre, a solo unos metros del malecón, agonizan los ancianos muros del edificio de San Lázaro 869. Desde hace 114 años miran a los transeúntes pasar indiferentes.Tras atravesar la entrada de sus dos arterias, tupidas de polvo como los viejos corazones, encontramos a una veintena de personas que habitan sus cavidades.

La mayoría de los inquilinos son personas como Catalina y Fidelina (ancianas jubiladas que viven de su pensión), o como Nobelis (ama de casa, ex educadora de círculo infantil y madre). Con recursos propios, desde hace décadas, cargan sobre sus hombros el mantenimiento de la ciudadela. El edificio, caprichoso como todos los de su estirpe, se burla de los pronósticos. Pero, ¿hasta cuándo?

Con tal incertidumbre, viven cada día los vecinos desde hace más de 30 años. En el ya lejano 1981, un dictamen técnico de la Oficina de la Vivienda de Centro Habana declaró en tono imperativo:“Esta ciudadela se encuentra inhabitable, por lo que recomendamos su URGENTE y previo DESALOJO para su posterior demolición”. En aquel entonces, Catalina Corrales tenía 47 años. Hoy, tiene 81.

***

Catalina
Catalina

Luego de presentarnos y contar nuestro propósito, Catalina nos invita al interior de su vivienda. Nos busca unas sillas y las corremos hasta encontrar un lugar adecuado para sentarnos.

-¿Aquí está bien?

-Sí mijitos; no es capricho de esta vieja… Es que allá el techo también está muy malo. Cualquier día… ya verán ustedes el susto que paso.

Catalina, ¿hace mucho que esto está así?

-Yo me mudé en el año 67, cuando era una jovencita, y ya cumplí 81 años el otro día… Y desde el principio esto se mojaba.

Y el techo, ¿se ha arreglado alguna vez?

-Hace un tiempo. Mi hijo le echó un derretido de cemento para tapar los guecos.

-¿Su hijo?

-Sí, pero él no está ahora.

-¿Y dónde está?

-Se fue

-¿Se fue? ¿Adónde se fue?

-Mi hijo se fue del país en el 80´, cuando lo del Mariel.

-¿Entonces usted vive sola?

-Sí. Mi nieto me visita a veces…

-¿Y su hijo?

-Ya les dije que se fue.

-¿Pero no ha regresado de visita?

-Mira, yo antes vivía con él, pero se fue… para Miami… y de Miami, se fue paaaa… ¿pa qué paí…?

-¿Para México?

-No, no, no… Bueno, yo sé que antes él me mandaba dinero, desde Miami, pero ahora está ennnn…

-¿Pero con eso trató de arreglar el techo?

-Oye, tengo la memoria… se me olvidan las cosas… pero desde entonces él no me ha podido mandar dinero. Le ha ido mal, al pobre… le ha ido mal

-Catalina, ¿y usted de qué vive?

-De mi chequera… pero yo ahorro los doscientos pesos… Miren, este mes solo gasté 33 centavos de gas…

-¡¿33 centavos?!

-No me creen… ah, pues les busco el recibo… ¡Ay!, esta artrosis no deja ni pararme… Miren, aquí está: 33 centavos, miren ustedes mismos. Lo que pasa es que yo no tengo cosas pa poner ahí a cocinar: lo mío es hervir una malanga y freír un hu- ¡Dominicana! ¡Dominicana! Ahí es donde está el hijo mío, en República Dominicana…

Ah, en el Caribe.

-Menos mal que me acordé… es que a veces se me olvidan las cosas…

-Pero Catalina, volviendo al asunto del techo, ¿no cree que las nuevas medidas del subsidio estatal sean una buena opción para usted?

-A mí me dijeron que me iban a dar un subsidio… pero no me han dado otra respuesta

-¿Y quién tiene que darle la respuesta?

-¿La respuesta?… eso mismo quisiera saber yo…

-Catalina, pero usted debiera conocer a las personas responsables de ese asunto…

-Mijos, no sé…pa mí…Ahora mismo ustedes están aquí… Ustedes me preguntan y yo les contesto… Se van, y después… no sé más nada…

-Catalina, pero mire, nosotros solo somos periodistas, y estamos aquí haciendo un reportaje sobre la ciudadela…

-Bueno, periodistas… está bien… ustedes…¿Quién sabe?, a lo mejor va y ustedes hasta hacen algo más…

***

Papeles vs cemento

En algún lugar de la sede municipal del Instituto de Planificación Física descansan las historias anónimas de miles de personas. La vida del hombre contada por sus casas, rezaría el Apóstol cubano. Escudriñar los expedientes constructivos de estas edificaciones es ver pasar ante los ojos, en apenas minutos, el deterioro progresivo de años y años. Es comprobar también la inoperancia de las autoridades competentes.

El más añejo documento del folio relativo a la edificación de San Lázaro 869 data de 1967. Consiste en la autorización oficial a un vecino que pretendía reparar una pared del inmueble. Ya desde entonces puede leerse, en un papel amarillento, las urgencias: “Recomendamos la inmediata revisión y reparación de la cuartería”.

En los siguientes 10 años se definiría la situación actual.

La última oportunidad por cambiar la historia, la última vez en que los inquilinos habitaron una edificación “segura”, fue 1977. Entonces, el deterioro todavía era reversible mediante una “reparación menor”. Pero el siguiente año marcó un signo perpetuo en todos los dictámenes posteriores: “La edificación está declarada inhabitable. Reparación posible. En el exterior, ejecutada por una Microbrigada Social (empresa constructiva estatal)”.

Posteriormente, en vez de aprovechar la favorable coyuntura económica del país en la década de los 80´s, las instituciones se dedicaron a ver (o quizás a cerrar los ojos) cómo la ciudadela se desplomaba. Muchos papeles y poco cemento desde entonces, se quejan vecinos como Nobelis. Así lo corrobora el desequilibrio entre los numerosos dictámenes técnicos (años 77, 78, 81, 82, 86, 88, 92, 95, 97, 99, 2005, 2008, 2014) y ninguna reparación de magnitud.

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Fidelina
Fidelina

Fidelina vive en un perenne estado de contingencia. La incertidumbre domina cada ruido, cada paso, cada quehacer aparentemente habitual. Ella sabe lo que significa rozar la muerte en un segundo, no puede refugiarse en su hogar, porque este es, tal vez, el lugar más inseguro.

“Una mañana de hace 10 años, mientras barría el piso de la terraza, todo se desplomó. Iba de aquí para allá, barriendo, y cuando me acerco a la ventana, aquello hizo: ¡PRACATÁ!, se derrumbó completo. Valga que la señora de los bajos había sacado a la niña, y que yo me agarré de un canapé que tenía amarrado en la ventana…

“Sí, no me miren así, de verdad me quedé colgando en el aire, pero gracias a eso me salvé.

“Cuando se me derrumbó el patio solo faltó que viniera Fidel, mandaron la brigada de demolición, y a juzgar por la cantidad de funcionarios que se aparecieron, parecía que todo iba a mejorar. Después de aquello, solo han venido a hacer entrevistas y a llenar papeles, pero en concreto, no nos han dado ni esperanzas”.

Un edificio construido hace 114 años, declarado inhabitable en 1978, con orden de albergue desde el año 81, aún supeditado a la caridad del tiempo. La tristeza de su gente se refleja en sus fachadas……

“Aunque no lo parezca, aún no estoy adaptada a vivir con este suplicio; hay noches en que no logro dormir; nada más me imagino que puede venir un mal tiempo y ya me desvelo. Esa cama, la de mi cuarto, es la misma hace cincuenta años, lleva más de treinta en el mismo lugar; si intento moverla, enseguida llueven piedrecitas en la casa de abajo.”

-¿Y si ahora nosotros le regalamos un cuadro, cómo hace para ponerlo en la pared?

Fidelina suelta una carcajada y se queda pensativa. Luego nos responde con una media sonrisa: “que va’ mijos, si nos damos el lujo de clavar en la pared, el edificio entero se resiente.”

***

Sin luz al final del túnel

El “plan” omnipotente. El “plan” mitificado por la espera de los fieles que lo aguardan como a Dios redentor. ¿Esperanzas? Con el “plan”, todas; sin el “plan”, nada.

Según datos ofrecidos por la Oficina de Rehabilitación y Desarrollo (ORD) de Centro Habana, garante del presupuesto y de la contratación en las obras, en 2014 solo se aprobó la rehabilitación integral de 12 edificios en todo el municipio.

“Una vez que declaran al edificio inhabitable-irreparable, ya más nunca te pueden dar materiales para repararlo”, afirma Yudexi Castellón, Delegada de la Circunscripción 68 del Consejo Popular Cayo Hueso, donde se encuentra enclavada la ciudadela.

-Pero la perspectiva, si usted dice que la construcción está en un estado irreparable…

-¡No!, yo no digo nada. Dice la ORD. Ellos son los encargados de los dictámenes técnicos y de elaborar el plan.

Para saldar las dudas, nos llegamos hasta la sede de esta institución, sita en Carlos III y Oquendo. Ahí nos recibieron con una amabilidad y disposición inusitada en nuestro habitual trato con los funcionarios. Según nos explicaron, la construcción referida jamás ha sido declarada “irreparable”, pero por diversas razones nunca ha entrado en el plan de rehabilitación.

“El plan lo elabora el Gobierno, nosotros (la ORD) y los delegados de las circunscripciones”, nos informa Naylén Calá, especialista de la oficina de Conservación.

“San Lázaro es un lugar privilegiado, prosigue, todos los años se le da mantenimiento a la imagen de la calle, por ahí pasa la Marcha de las Antorchas cada enero. El 869 es el único lugar malo que tenemos ahí, pero no podemos hacer nada”.

-¿Y el plan?, sin el plan ellos no pueden reparar como se debe. ¿Cuándo piensa usted que los incluirían?

-No sé. Por lo general se priorizan los casos más críticos.

-Pero eso está muy malo también. Hace unos años hubo un derrumbe en el balcón, una señora, Fidelina, se quedó colgada de la ventana, por poco se cae con los escombros y todo…

-¿Pero tú no oyes que este año solo hay 12 edificios en el plan? En el plan, porque en lo concreto, todavía hay que ver cuántos se pueden completar… Nosotros, desde aquí, no podemos hacer nada más.

A pesar de la buena voluntad de la funcionaria, tanto por realizar su trabajo como para informarnos, salimos de aquella oficina con el amargo sabor de la derrota. Estar breves minutos ahí, bastan para cerciorarse de la incapacidad de los mecanismos actuales para darle una solución efectiva a tan sensible e inaplazable tema. ¿Cómo tan pocas personas, con tantas limitaciones de decisión y carencias de todo tipo, podrán revivir los muros acribillados por el salitre y los aceros quebrados por el tiempo de toda una ciudad?

Mientras nos retiramos aquella tarde, solo pensábamos en las “tranquilizadoras” palabras de la delegada, cuando la inquirimos por si era posible que el dictamen técnico estuviera errado y se pudiera reparar. Nos respondió:

“Hace años que está así, hemos sufrido de todo, inundaciones, aguaceros, ciclones, y nunca se ha caído… Ahora, ya no se va a caer”.

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Nobelis
Nobelis

La casa de Nobelis quedaba justo debajo del apartamento de Fidelina. Afortunadamente, hace unos meses consiguió mudarse para otra vivienda en mejores condiciones dentro de la misma ciudadela.

“Entra, mira bien como está esto. Observa la cuna del niño. ¿Ves?, esas son piedrecitas que caen del techo… Sí, nada más que allá arriba mueven algo,enseguida esto aquí abajo se pone así. El niño no me sale de los hospitales,entre su problema de adenoides y la alergia por el polvo, el salitre y la humedad, parece que no se va a curar nunca”.

Así reaccionó Nobelis la primera vez que fuimos a entrevistarla, hace ya casi un año. Sumida en el desconsuelo, nos contó el temor de perder a su hijo a causa de un derrumbe. Mientras la buscábamos esta vez, los vecinos nos comentaron que había podido instalarse en una casita cercana.

“Aquí vivía la delegada” –nos comenta ahora-. “A su madre se le olvidó que dejó la plancha conectada y el cuartico cogió candela, por eso resolvió en el edificio de enfrente, el 1005. Los vecinos del pasillo conocían mi situación con el niño, y aunque viven en condiciones similares a la mía, hicieron dejación de su oportunidad para aspirar a esta vivienda.

“Ahora estamos también estrechitos, pero al menos no vivimos con la zozobra constante de que nos caiga el techo en la cabeza”.

 

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