Gente

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Aunque se define como “reunión de varias personas, conjunto de personas, y en el caso de los infantes, menuda”, lo cierto es que muchas veces no empleamos el vocablo “gente” correctamente, de acuerdo con lo que dicta el Larousse, sino más bien como sinónimo de otra palabra: “Ente”, definida, a su vez, como “lo que es o existe”.

A diario escuchamos una frase que además de intrigante, resulta simpática: “Yo soy una gente…” y a continuación, viene un adjetivo. Muy bueno, claro está. Y también se usa para referirse a alguien que es buenísimo: “Fulano es una gente… vaya, una gente especial”.

En Cuba ya tenemos un dúo con ese nombre, al que se añade la procedencia: Gente de Zona, aunque sin especificar a cuál región se refiere, lo cual no parece importar dado el éxito de dicha agrupación musical. Al “conjunto de personas” se le echa la culpa de muchísimas cosas, demostrando que “gente” y “nadie” son sinónimos a la hora de repartir responsabilidades, aunque también significa un montón, una molotera. Cuando se indaga por la mala calidad de ciertas melodías que disfrutan de amplia difusión (hasta la náusea, cabe añadir) la respuesta es: “La ponemos porque le gusta a la gente”. También cuando algo sale mal, se acude a “la gente es de madre”, expresión que debe turbar el sueño a más de un lingüista.

“La gente” forma disturbios y griterías; a “la gente” no le gusta ser criticada (o criticado, ¿es femenino o masculino un conjunto de personas?). Circulan rumores agoreros, malas y buenas noticias, anuncios de cambios (incluso el añorado de la moneda) y cuando se busca la fuente, se recibe un enigma por respuesta: “Es lo que está diciendo la gente”. Así, la entelequia que abarca “la gente” puede despertar más miedo que “el hombre del saco” o  el Coco, porque siendo intangible, es inapresable.

Si se quiere decir que a determinado lugar acudieron muchas personas, se dice: “Fue Vicente y su gente”, aunque más modernamente se ha sustituido ese significado por “Malanga y su puesto de viandas”, que significa lo mismo. (Curiosamente –y sin relación alguna– se utilizan nombres de músicos famosos: Malanga, el rumbero de Unión de Reyes).

Otro tanto sucede cuando no se sabe (no sabemos) la respuesta a X pregunta. Por ejemplo “¿Quién botó esta basura en medio de la calle?”; “¿A quién le compró usted esa libra de papa?”; “¿Quién dijo que hay apagones?”. Acude entonces el socorrido (o la auxiliadora) “gente”. La “gente” bota basura, “una gente ahí” vende papas, y es la “gente” quien avizora la reunificación de la moneda.

Sin saberlo, todos integramos la “gente”, de manera que inocentemente cometemos actos bárbaros, o por el contrario, acciones loables. Por esta doble condición, no es sano esconderse tras un vocablo; sino dar la cara, el nombre y el pecho. Concluyo con la despedida que solía emplear el gran escritor humorista Alberto Luberta, a quien rindo homenaje póstumo por su excelente y perpetuo programa Alegrías de sobremesa: “¡Qué gente, caballero, pero qué gente!”.

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