“Giros aceptados”

El vapor Mascotte, se construyó en 1885.

El vapor Mascotte, se construyó en 1885.

El informe de inteligencia tenía razón: “muy pronto” –advertía a las autoridades españolas en 1886, el mismo año del nacimiento de Ybor City–, Tampa “será uno de los focos de conspiración separatista que deberemos vigilar cuidadosamente”. En efecto, apenas un quinquenio después en la ciudad boom se habían constituido varias organizaciones revolucionarias, entre las que sobresalían la Liga Patriótica Cubana y el Club Ignacio Agramonte.

Fundada en 1889 y presidida por el combatiente de la Guerra Grande Néstor Leonelo Carbonell (1846-1923), es esta última la que invita a José Martí a ese primer viaje del 25 al 28 de noviembre de 1891.

La invitación coincide con la madurez de los planes martianos de unificar a los patriotas para la guerra necesaria, justo cuando el hombre de la Edad de Oro tiene elaborada la idea de constituir un partido específicamente destinado a lograrlo, lo cual ocurriría finalmente con la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) el 10 de abril de 1892.

El futuro Delegado no va entonces  a Tampa a exhibir sus dotes como orador, por brillante que sea, sino sobre todo a organizar. Crear es servir, organizar, conspirar: “Y digo que acepto jubiloso el convite de esa Tampa cubana, porque sufro del afán de ver reunidos a mis compatriotas” –le respondió desde Nueva York al veterano del 68. “¿Y a qué me querrán ellos a mí como yo los voy queriendo? ¿Es la patria quien nos llama? Obedecemos, pues, que de seguro ella nos alienta”. Y más adelante: “La oportunidad magnífica de vernos, de hablarnos, de poner juntos los corazones, no debemos desaprovecharla: hay que crear”.

Un punto de la mayor importancia consistía en lograr una unidad de veras, “sin recelos y sin exclusiones”. Por eso al calor de actividades y encuentros, varios en el Liceo, escribió un texto que, entre otras cosas, decía:

Los emigrados de Tampa, unidos en el calor de su corazón y en la independencia de su pensamiento, proclaman las siguientes Resoluciones:

1ª Es urgente la necesidad de reunir en acción común republicana y libre, todos los elementos revolucionarios honrados.

2ª La acción revolucionaria común no ha de tener propósitos embozados, ni ha de emprenderse sin el acomodo a las realidades y derechos y alma democrática del país que la justicia y la experiencia aconsejan, ni ha de propagarse o realizarse de manera que justifique, por omisión o por confusión, el temor del país a una guerra que no se haga como mero instrumento del gobierno popular y preparación franca y desinteresada de la República.

3ª La organización revolucionaria no ha de desconocer las necesidades prácticas derivadas de la constitución e historia del país, ni ha de trabajar directamente por el predominio actual o venidero de clase alguna; sino por la agrupación, conforme a métodos democráticos de todas las fuerzas vivas de la patria; por la hermandad y acción común de los cubanos residentes en el extranjero; por el respeto y auxilio de las repúblicas del mundo, y por la creación de una República justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para bien de todos.

4ª La organización revolucionaria respetará y fomentará la constitución original y libre de las emigraciones locales.

Lo anterior resulta imprescindible para entender por qué Martí le encomendó a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el secretario del PRC, la tarea de llevar a Tampa la orden de alzamiento, redactada y firmada en Nueva York el 29 de enero de 1895, para hacerla llegar a La Habana desde el Cayo, otro de los puntos más fuertes de la actividad conspirativo-organizativa. Era, sin dudas, algo más que una simple hoja de ruta.

Gonzalo de Quesada y Arostegui y su esposa junto a José Martí

Quesada salió en el primer tren a Ybor City. En la estación fue recibido por Fernando Figueredo, Blas y Estanislao Fernández O’Halloran –dos de los hijos de Rafael Fernández y Francesca O’Halloran, dueños de la factoría de habanos de Howard y Main Street–, Teodoro Pérez y otros patriotas.

De acuerdo con el relato del historiador Tony Pizzo, que de los años ochenta hasta hoy ha servido de fuente para escribir sobre este episodio, una noche varios miembros de la Junta se reunieron en la fábrica de los O’Halloran a fin de determinar la mejor manera de hacerle llegar a Juan Gualberto Gómez la orden de alzamiento.

Según Pizzo, ahí surgió la idea de enviarla a la Isla enrollada en un habano, tarea que recayó sobre el mencionado Blas O’ Halloran (La Habana, 1855-West Tampa, 1917), quien torció cinco “Panetelas’ para poder pasar la “carga explosiva” por la aduana colonial sin levantar la más mínima sospecha. El tabaco fue marcado con dos pequeñas manchas amarillas.

Días después, Gonzalo de Quesada viajó a Key West a bordo del Mascotte, el vapor propiedad de Henry B. Plant que desde 1887 cubría la ruta Tampa-Key West-La Habana, y que al regreso solía traer inmigrantes y hojas de Vueltabajo, primero para las fábricas de Ybor City y después de West Tampa.

A su llegada al Cayo, lo recibió Ángel Duque de Estrada, el hombre seleccionado para hacer llegar a su destino aquel documento comprometedor. De Estrada, que era cuñado del general Enrique Collazo –uno de los participantes en aquella reunión de Nueva York representando a la Junta Revolucionaria de La Habana–, abordó el propio Mascotte con destino a la capital el 21 de febrero de 1895. Al ingresar a la ciudad, antes de pasar por la Aduana tomó una iniciativa personal: colocarse el habano en la boca, sin dudas más seguro que dejarlo junto a los otros cuatro que cargaba en sus bolsillos.

Lo entregó al tiro en casa de Antonio López, no muy lejos de la bahía, en la calle Trocadero no. 67.

“Giros aceptados” –decía el telegrama en clave, firmado por un tal Arturo, que Juan Gualberto envió a Nueva York. La idea del levantamiento armado en los carnavales quedaba grabada en la cultura política cubana.

El Delegado partió de inmediato a una isla cercana a la suya para desembarcar poco después en Playitas y morir mirando al sol, en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895.

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