Industria en Cuba: Manufacturar el desarrollo

La descapitalización de la industria manufacturera cubana va tocando fondo. Año tras año, desde que comenzó la reforma económica en 2011, las autoridades reconocen la urgencia de reflotar el sector industrial como vía para incrementar los ingresos del país por concepto de exportaciones, además de satisfacer las demandas del mercado interno.

Para el joven Doctor en Ciencias Económicas Ricardo Torres, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, desde que se aprobaron los Lineamientos las autoridades han emprendido acciones importantes, que buscan crear un marco adecuado para después promover acciones específicas.

Cuenta entre ellas la creación del Ministerio de Industria y la aprobación de políticas para el reciclaje, los envases y embalajes, la biotecnología y la energía renovable; pero advierte la necesidad de lanzar propuestas más atrevidas, como condición fundamental para alcanzar nuevos niveles de desarrollo.

“Cuando uno lee los Lineamientos, pareciera que nuestra tarea principal en los temas relacionados con la industria debería ser rescatar la industria que teníamos a finales de los años 80 y que perdimos en los últimos 20 años. Eso supone que la manufactura cubana actual tendría que parecerse a aquella” y esa es una apreciación que no comparte, porque las condiciones nacionales y del mundo han cambiado mucho.

El también profesor de la Universidad de La Habana, con una tesis doctoral elaborada sobre la política industrial en el país, accedió a compartir en exclusiva con OnCuba algunos de sus criterios.

OnCuba: Profesor, en el propio programa de “actualización” ya se recoge la decisión de permitir la gestión no estatal en determinadas ramas de la industria nacional.

En los últimos tiempos han trascendido noticias sobre “el estudio de decisiones” para aprobar la gestión cooperativa de manufacturas o arrendar a privados máquinas herramientas prácticamente en desuso por las entidades del Estado. ¿Dónde cree usted que estén las mayores potencialidades para la gestión no estatal de la manufactura?

Ricardo Torres: Por la poca acumulación de capitales con que cuentan los actores no estatales en el país yo veo sus mayores potencialidades en la llamada industria “ligera” (artículos de aseo, confecciones textiles, zapatos, alimentos…).

Un negocio de este tipo requiere normalmente de capitales modestos, pero de mucha atención por la calidad y de flexibilidad para tomar decisiones con rapidez ante los cambios en el mercado; y ese tipo de comportamiento aparece con mucha mayor frecuencia en lagestión a pequeña y mediana empresa que en las grandes empresas estatales.

Hoy las personas escuchan hablar de la transformación, el crecimiento y la macroeconomía, pero siguen sin experimentar cambios en sus patrones de consumo, y eso no les satisface. Por eso creo que abrir la participación no estatal en industrias de bienes perecederos impactaría favorablemente en la percepción social de los cambios en Cuba, ante el presumible crecimiento productivo que podría ocurrir.

Aclaro que junto con esta decisión habría que permitir el acceso a la exportación e importación de materias primas y productos terminados, facilitar nuevos tipos de créditos y desplegar una red mayorista de abastecimiento; pues sin ese apoyo poco podrán ofrecer.

Es evidente que ese estado de cosas no se resuelve de un día para otro; pero no deberíamos seguir esperando para comenzar a resolverlo.

OC: Por estos días, el gobierno cubano anunció un conjunto de medidas que dotan de mayor autonomía en su gestión a las empresas estatales. Si notamos que todas las empresas del sector manufacturero en el país todavía están bajo administración estatal, ¿cuál es presumible impacto de estas decisiones?

RT: Estas medidas son un paso muy positivo para las empresas en sentido general, y también, por supuesto, para las industriales. Es el mundo empresarial una de las áreas donde se esperan muchas transformaciones como parte del proceso de actualización y no habían ocurrido

Aquí puede estar el inicio del camino que lleve a desarrollar el tipo de empresa que necesitamos en Cuba, porque, entre otros asuntos, se les permite manejar el 50% de sus ganancias después de pagar los tributos y también se pormenoriza las funciones ministeriales y empresariales, lo cual ayuda a que no se confundan ni se suplanten.

No obstante, tenemos que estar claros de que esto es solo es el comienzo y que tomará un tiempo hasta que estas medidas maduren y permitan tomar otras más complejas y profundas.

Una de ellas, anunciada por Grisel Tristá, responsable en el grupo de implementación de los Lineamientos: esto es definitivamente el primer paso hacia llegar en un momento a tener una Ley de Empresas.

OC: ¿Y para qué una Ley de Empresas?

RT: Se necesita una ley que establezca reglas mínimas para todas las empresas, más allá del sector estatal. Esa norma definirá qué es una empresa y qué no, y cuál es su rol en la sociedad. Algunos países tienen dos leyes, una para empresas y otra específica para las empresas estatales.

Hay un tema que no se aborda en Cuba y es el que tiene que ver con la competencia. Hoy existen empresas en el país que abusan de su posición en el mercado, afectan al consumidor…entonces, qué vamos a hacer respecto a eso…

Tenemos que preguntarnos, ¿es siempre deseable que exista solo una empresa estatal en el mercado, o será conveniente que haya varias, incluso no necesariamente estatales?

Cuando hay una sola entidad uno nunca sabe si va bien o mal, porque no hay otro referente. Crece 10% en las utilidades y podemos decir “va bien”, pero no sabemos si el mercado le permite crecer 20% y no lo está haciendo…

A pesar de esto soy consciente de que una Ley hoy todavía es un sueño.

OC: Ahora que crecerán las facilidades de gestión para las empresas también surgen voces que reclaman la necesidad de velar qué hacen los directivos con esas facilidades, o incluso que cuestionan que los gerentes cubanos estén en condiciones de tomar iniciativas. ¿Usted qué aprecia al respecto?

RT: Evidentemente, estos cambios implican que las gerencias de las empresas asuman una mayor responsabilidad y, como dijo alguien, toda mayor libertad implica mayor responsabilidad.

Creo que es muy importante que los directivos puedan adquirir los conocimientos que necesitan para desempeñar con éxito su labor. No puede existir una política solo de “garrote”, entendido eso como medidas de prevención de errores, sino también se necesita proveer entrenamiento especializado para que se tomen mejores decisiones ante un panorama más exigente.

Hoy el desafío más grande, no solo para la industria, sino para toda la economía es que las empresas tienen que transformarse en empresas reales. Las empresas toman decisiones y pagan por ello cuando sale mal. No puede ser que por temor a que un gerente equivoque el rumbo siempre se suplante su papel desde arriba.

Y si el asunto es evitar que los trabajadores salgan perjudicados, pues habrá que diseñar mecanismos para su participación efectiva en la toma de decisiones y en la fiscalización.

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