La Orquesta Sublime y El Tosco: dos maneras de lidiar con la pandemia

El choteo no está en el músico, sino en esos barrios donde ahora mismo se escuchan expresiones tales como "goza, compota, que el coronavirus no te toca" o "pin, pon, no hay coronavirus con ron".

La Habana en tiempos de coronavirus. Foto: Otmaro Rodríguez.

La Habana en tiempos de coronavirus. Foto: Otmaro Rodríguez.

En febrero de 1957, en la provincia de Yunnan, en la China de Mao, rompía la llamada Gripe Asiática para de ahí extenderse a Pekín, Hong Kong, Taiwán, Singapur, la India y Australia. Tres meses después, llegaría a África, de donde saltaría a Europa y los Estados Unidos en el verano de 1957. Una de las primeras expresiones de la globalización: los agentes trasmisores volaban en aviones DC-7 o llegaban a los puertos con sus marineros y capitanes.

La gripe así llamada obró al revés que el coronavirus de ahora: de abajo a arriba desde el punto de vista de las edades. Escribe un historiador: “la pandemia afectó especialmente a niños, escolares, adolescentes y adultos jóvenes, coincidiendo con el efecto de agrupamiento de la etapa escolar tras ese primer verano. De ahí que en octubre de 1957 se registrara uno de los picos más pronunciados. Y que entre enero y febrero de 1958 se produjera una segunda oleada pandémica que afectó sobre todo a los adultos”. De acuerdo con los virólogos, se trataba de un virus A (H2N2), común en patos silvestres, que había mutado al cruzarse con otra cepa que llegó a afectar a los humanos (trasmisión zoonótica). Se estima que causó 1.1 millones de muertos en el mundo, de ellos unos 116 000 en los Estados Unidos.

A Cuba también llegó. No disponemos de estadísticas que documenten sus impactos en aquel país nuestro de fines de los años 50, el de los días postreros de la tiranía de Fulgencio Batista. Pero, por lo pronto, lo que aquí interesa no es eso, sino examinar brevemente la actitud con que la cultura popular cubana de entonces –y en particular un segmento de esta, la música– asumió el hecho. Veamos.

En 1956 el flautista Melquíades Fundora decidió crear una nueva orquesta, a la que llamó La Orquesta Sublime, un formato de charanga que seguía la huella de Arcaño y sus Maravillas, la Orquesta Aragón y la Orquesta de Enrique Jorrín. Debutaron con un disco de larga duración, Sabor de Cuba, al que le siguió Disco Chachachá.

Ambos acetatos la colocaron bastante rápido en la preferencia del público y de los bailadores en una época de oro en que, para llegar, había que competir con Pérez Prado, Benny Moré y su Jazz Band, entre otras luminarias de la música popular bailable de aquel momento.

En 1957, dialogando con la expansión de aquella gripe que, en efecto, estaba acabando con el mundo, la Sublime lanzó un numerito cuya letra dice esto:

Las cosas que están pasando
No son de casualidad
La gripe que está acabando
Con toda la humanidad.
La asiática le dicen a la gripe
Y yo que soy precavido
Pues dejo de trabajar
Porque si me cae la gripe
Cómo me voy a arreglar.

LA ASIATICA   Orquesta Sublime

Casi no haría falta llamar la atención sobre lo obvio. Estamos en presencia del choteo avant la lettre, esa actitud mental que, como lo resumió Jorge Mañach en su obra sociológica clásica, consiste en tirarlo todo a relajo.

La enfermedad y la muerte se asumen, por eso, como por encima del hombro, con toda liviandad, lo cual opera en este caso con una interesante peculiaridad: la de estar acompañada –y no precisamente en la entrelínea– de una perspectiva peyorativa y zumbona hacia el trabajo, dato enraizado en la cultura popular cubana desde el siglo XIX, pasando por el famoso “yo no tumbo caña/que la tumbe el viento/que la tumben las mujeres con su movimiento”, de Ignacio Piñeiro, hasta llegar a “El negrito del batey”, un merengue que interpretaron y popularizaron Alberto Beltrán y la Sonora Matancera a mediados de los años 50:

A mí me llaman el negrito del batey
Porque el trabajo para mí es un enemigo
El trabajar yo se lo dejo todo al buey
Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo.

https://www.youtube.com/watch?v=IKg3rqQfPtw

Más adelante, continuando con el tono, los muchachos de la Sublime introducen una jerigonza con el objetivo explícito de imitar los fonemas de la lengua china –puras jitanjáforas, acaso sin saberlo–, solo para describir los efectos de la gripe en el hablante y preguntarse lo siguiente:

Oye tú, ¿qué te pasó?
Hablando en chino
La asiática me tiene
Hablando en chino
Hablando disparate

En una palabra, aludiendo a los devaneos mentales de la fiebre alta en el individuo. Por eso claman:

Caballero que me muero
Cómo me tiene la suegra
Que me traigan al doctor
Cocimiento de limón
Ay, vitamina C
Vitamina con leche
Leche con vitamina.

La clásica jodedera. Escribe un académico: “el choteo está asociado a la indisciplina, el desorden y la irresponsabilidad”, rasgos con los cuales se ha querido caracterizar a la cultura cubana, al punto de que uno a veces se pregunta si no se trata de un estereotipo que, a lo más, logra dar lo más visible tapando lo invisible, como lo pondría Lezama, quien por otro lado durante la República se distanció junto a Orígenes de otra forma de choteo: la llamaba “la ganga mundana de la política”.

La identidad cubana siempre ha sido, en el fondo, bastante más diversa y compleja de lo que asumen algunos, incluyendo en esto al propio Mañach.

Si lo anterior es así, no hay entonces ni relajo, ni choteo, ni irrespeto, ni jodedera en “Evita el coronavirus”, de José Luis Rodríguez, más conocido como El Tosco, cancioncita que, para no variar cuando de este músico se trata, desde que fue lanzada en Cuba ha tenido reacciones de alergia, las más de las veces emocionales y saturadas de ideas previas.

EVITA EL CORONA VIRUS

Mi hipótesis es la siguiente: la decodificación social del mensaje entre muchos cubanos ha operado aquí de afuera hacia adentro, es decir, la música y el tumbao, asociados en buena ley al choteo, al meneíto, al relajo, ha terminado relegando el texto a un plano absolutamente subrogante.

Si se quiere discernir la naturaleza del problema, lo fundamental consiste entonces en determinar la actitud del hablante ante la pandemia, algo que aquí va a responder el propio texto:

¡Cuidao!
¡Alabao!
Salúdame con el codo
Pa’ que no se me pegue
El coronavirus.

[…]

El coronavirus ya
Se ha hecho internacional
Y tenemos que cuidarnos
No se me vaya a pegar
Metro y medio de distancia.

[…]

Evita las moloteras
Y pospón tu viaje a China
Si el virus se riega en Cuba
Ay, agárrate Josefina.

Demasiados ripios en esas estrofas, cierto, pero tampoco estamos ante un texto de la Nueva Trova o de la Canción Cubana Contemporánea, según la ha estudiado de manera insuperable Joaquín Borges Triana. Lo cierto es que hasta aquí el Tosco pudiera muy bien buscarse empleo como divulgador de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es casi una polea de transmisión. Pero seguidamente uno encuentra un par de pifias. La primera es que no se ha demostrado que tomar agua neutralice o combata de alguna manera el coronavirus. El texto lo afirma:

Hay que tomar mucha agua

Pero después menciona una de las medidas de protección personal/social más importantes dando “tapabocas” por “nasobuco”, pero en definitiva la idea le funciona bien para el mensaje que quiere trasladar:

Y no tocarse la cara
Ni la boca ni los ojos

[…]

Hay que lavarse las manos
Y usar siempre el tapabocas.

La segunda consiste en que no se trata de besar “lo menos posible”, como aquí se dice, sino de suprimir el beso por completo, algo que les ha costado trabajo hacer a los franceses. Definitivamente, si lo lograron es porque prendió la idea de que las gotículas del virus estaban en la saliva y de que por el beso la enfermedad entra al torrente.

Sigue entonces su rosario de movidas para evitar el contagio:

Hipoclorito y jabón
Y agua constantemente
Recuérdate que ese virus
Ya se encuentra en el ambiente.

Pero después del tumbao, se produce un cambio de perspectiva:

A él lo cogió
El coronavirus
Y no lo salvó
Ni el médico chino.

Él tenía un resfriado
Pensaba que eso era un juego
Y cuando lo descubrió
Ya no tenía remedio.

No hay nada de racismo en eso. Como bien se sabe, en la cultura popular tradicional mencionar al médico chino equivale “al mejor del mundo”. Una capa de críticas parece entonces pasar por alto esta dimensión, como si hubiera que adoptar códigos estadounidenses, en los que, en efecto, llamar “chino” a una persona, por razones que no viene al caso analizar aquí, constituye un insulto muy racista.

Entonces el número del Tosco cierra con dos advertencias y un llamado:

Escucha bien lo que digo.
La cosa no es pa’ jugar
Que más vale precaver
Que tener que lamentar.

Es una pandemia internacional
Tienes que tener cuidado, muchacho
No se te vaya a pegar.

Cubanos
Vamos a hacerle caso a las autoridades sanitarias.

Quienes reaccionan tan airadamente contra esta nueva entrega del Tosco y demandan la retirada del video de los espacios de difusión controlados por el Estado, deberían mirar hacia los lados y percatarse de que el choteo no está en el músico, sino en esos barrios donde ahora mismo se escuchan expresiones tales como “goza, compota, que el coronavirus no te toca” o “pin, pon, no hay coronavirus con ron”.

Esto indica la existencia de problemas en la percepción de riesgo, ampliamente documentados por periodistas y fotógrafos que se mueven por el país, tanto en La Habana como en la llamada Cuba B.

Lo anterior constituye un elemento fundamental para lidiar de manera exitosa con esta y otras pandemias. Un indicador que al principio resultó bajo en Italia y España, con las ya consabidas consecuencias.

Hace pocos días, un titular de prensa nos trajo una noticia aterradora: Italia se había convertido en el segundo país que supera a China en infecciones por coronavirus –solo aventajado por Estados Unidos– con un total de 86 498 el mismo día en que registró su mayor salto de muertes por Covid-19. Cuentan que unos médicos chinos llegados a Milán se espantaron de la cantidad de gente que había en las calles como si nada pasara en el Reino de este Mundo.

Cualquier semejanza con las calles cubanas no es entonces pura coincidencia.

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