La situación y el debate actual

Continuemos entonces las reflexiones serias y apostemos a entender el todo con lucidez, sin dogmas y sin ingenuidades y con compromiso. La nación lo necesita. 

Foto: Otmaro Rodríguez

En mi modesta pero sincera opinión, en el debate actual sobre Cuba en las redes sociales se ven textos que dicen cosas muy acertadamente y que, sin embargo, excluyen otras fundamentales que forman parte de la situación.

A veces me molestan textos que solo hablan del bloqueo y de la agresión de Estados Unidos y de la obvia política subversiva que sufre la nación, a la vez que desconocen las notables insuficiencias que tiene el país y la necesidad urgente de cambios y reformas que tantas veces hemos discutido y que no acaban de avanzar con la coherencia y la voluntad política necesarias.

Otras veces veo textos que, por el contrario, analizan —en muchas ocasiones con notables aciertos— las insuficiencias y la necesidad de cambios y de aperturas en un país cuyas condiciones han cambiado en un mundo que no es como el de antes (es, probablemente, peor). Sin embargo, lo hacen olvidando que la agresión es un hecho real y amenazante, contrario a los intereses legítimos del país.

Esa agresión tiene un guion claro y probado en mil lugares. Te aprietan económicamente, hacen que las cosas empeoren, desabastecimientos de todo tipo, colas mal organizadas, dificultades múltiples agravadas por una burocracia incapaz y a veces corrupta, y un liderazgo que promulga cambios que después no puede o no quiere implementar. Paralelamente, fomento de grupos disidentes, pero no disidentes legítimos, auténticos como los hay, sino de otros que son parte, conscientemente o no, del guion que se escribe fuera del país y al que sirven (“Trump 2020″, gritan algunos, como si el presidente de Estados Unidos tuviera legitimidad o algo que decir en Cuba sea quien sea, como si Cuba no fuera indiscutiblemente un país soberano) y luego una maquinaria mediática amplificando y manipulando todo eso. El dinero va corriendo y “aceitando” el mecanismo.

El objetivo es convertir la crisis económica en una crisis política; que la sociedad estalle en manifestaciones llenas de malestares difusos; y que el gobierno caiga o se deslegitime con una respuesta represiva para inmediatamente establecer otro favorable a intereses espurios y dejar al país probablemente destruido.

En ambas narrativas hay factores ciertos, esenciales, pero cuando aparece la una sin la otra siempre hay un vacío en ver el todo y, por lo tanto, queda la sensación de que falta algo. Por eso uno lee con atención. Hay cosas que se comparten, muy bien dichas, pero que al excluir parte de la realidad (en uno y otro caso) quedan mutiladas. Y uno al final tiene que detener el aplauso.

La Cuba de anoche

Desde luego, hay otros textos brillantes no solo por lo que dicen, sino también porque lo dicen todo, sin omisiones, ahí el aplauso llega sin pausa. Ese es, en mi opinión, el problema con los análisis escorados. A la mayor parte de sus autores les sobra talento para integrar el todo y ser totalmente objetivos.

Ahora bien, las dos perspectivas dan cuenta de una parte de la realidad y la primera es muy peligrosa porque es la subversión articulada con vastos recursos desde un territorio vecino y descomunalmente poderoso. Lo único que puede evitar que se junte el proyecto destructor con el lógico malestar que la actual situación provoca en el país es una real capacidad de hacer avanzar las reformas —sobre todo las económicas, pero no solo estas—, dialogar con los jóvenes y con el pueblo en general, democratizar las instituciones todas, apreciar las claves del cambio de época en que se encuentra el mundo (complejo, incierto, hostil y desafiante, pero es el que existe más allá de las costas de Cuba), establecer un nuevo pacto con la juventud, darle mayores espacios de expresión y realización y por supuesto que no solo a los artistas e intelectuales. No es ese un derecho solo de aquellos que están tocados por el don de la creación. Es de todos: desde el que hace una obra de arte o avanza una investigación científica hasta el que vende fritas en una esquina, labora en una empresa estatal, trabaja por cuenta propia, es un pequeño empresario o barre una calle.

¿Dialogar en esta Cuba?

Eso lo puede hacer, lo debe hacer un Estado socialista sin parálisis paradigmáticas ni ortodoxias ideológicas y, por supuesto, sin desconocer las mil cabezas de la agresión a que se le somete desde fuera. Si esta te paraliza en lo que debes hacer; si no te permite encontrar las formas en que la gente estimulada produzca más, participe más; si te impide cambiar para responder a las demandas económicas y sociales y avanzar; si te ata a una posición de resistencia a secas, sin iniciativa, entonces la agresión en el mediano plazo estaría ganando espacios a veces muy difíciles de recuperar.

Por todo esto hay algunos textos inteligentes e informados que me parecen bien por lo que dicen, pero me parecen mal —o sea, incompletos— por lo que omiten, tanto de un lado como de otro. Y, por supuesto, hay otros textos que no merecen ni el tiempo necesario para leerlos porque son pura propaganda o simplificaciones fatuas de un lado y de otro.

Continuemos entonces las reflexiones serias y apostemos a entender el todo con lucidez, sin dogmas y sin ingenuidades y con compromiso. La nación lo necesita. 

Salir de la versión móvil