Las heridas aún abiertas del tornado en La Habana

A un año del tornado que golpeó con furia a La Habana, OnCuba sigue la pista a algunas historias que descubrió y contó por entonces.

Escombros en una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Escombros en una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Hace ya un año que María del Carmen Curbelo no logra dormir bien. La angustia la despierta a mitad de la noche y la mantiene un buen rato sin pegar los ojos. A veces se levanta y deambula por la casa, se asoma a otros cuartos, camina hasta sus santos, hasta que se convence de que todo está bien; otras, se queda atornillada a la cama, escuchando, esperando en silencio, temiendo lo peor.

Lo peor es el tornado.

Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una calle de la barriada de Luyanó, al día siguiente del tornado que azotó La Habana el 27 de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez.
Damnificados por el intenso tornado del 27 de enero de 2019 en La Habana. Foto: EFE.
Vista de la casa de Danaisy Alfonso, en Guanabacoa, La Habana, dos días después de ser seriamente dañada por el tornado del pasado 27 de enero de 2019. En el patio, una de sus vecinas. Foto: Otmaro Rodríguez.

Aquella noche, la del 27 de enero de 2019, todavía con la lluvia y el torbellino a poca distancia, tuvo que sacar a su madre cubierta con una colcha que pudo salvar, sorteando vidrios y escombros, mientras sus vecinos removían el árbol que se vino abajo y dio el golpe de gracia a su agonizante vivienda. Se fue entonces al círculo infantil de enfrente, y abrazó fuerte a su madre hasta que la oscuridad se diluyó.

Cuando al amanecer regresó a su casa, se quiso morir. Lo había perdido todo. Solo sus santos, milagrosamente, se mantenían en pie. Junto a ellos la encontró OnCuba en la terrible mañana del 28 de enero, el rostro desencajado, los ojos ya sin lágrimas, abrazada a su fe. Apenas si tenía fuerzas para hablar, solo para creer.

María del Carmen Curbelo, entre los restos de su casa en el municipio de Regla, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
María del Carmen Curbelo, entre los restos de su casa en el municipio de Regla, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
María del Carmen Curbelo, en su casa en el municipio de Regla, reconstruida tras el paso del tornado por La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
María del Carmen Curbelo, en su casa en el municipio de Regla, reconstruida, posa sonriente en enero de 2020, en su nueva casa, junto a sus santos. Foto: Otmaro Rodríguez.

Un año después, su expresión es otra. Nos recibe sonriente en su casa nueva, a un costado de la avenida Rotaria, en el municipio habanero de Regla, allí donde el tornado se ensañó y en el que, casi de inmediato, comenzó un fuerte trabajo constructivo para mejorar la vida de los damnificados. Su zona, donde los daños fueron muchos –se derrumbaron viviendas, muros, e incluso edificios multifamiliares perdieron parte del techo–, luce hoy diferente, exteriormente recuperada.

Vista de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Exterior de la casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Exterior de la casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

María del Carmen nos pasa a la vivienda y nos enseña las paredes reconstruidas, el techo nuevo de zinc, el baño, las donaciones recibidas tanto del gobierno –televisor, refrigerador, colchón, módulo de cocina– como de manos independientes. “Se nota el cambio, ¿verdad?”, nos lanza una pregunta que en realidad es retórica.

Su sonrisa, sin embargo, no es completa.

Su madre falleció pocos meses después de la tragedia, sin reponerse nunca del trauma. Y su casa, terminada oficialmente en marzo, ya muestra los costos de la premura.

Rajadura interior en la casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Rajadura interior en la casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

“Se me está llenando de rajaduras –comenta visiblemente preocupada–. Y eso que no me fui de aquí durante la construcción, que estuve todo el tiempo pendiente del trabajo, pero ni así”.

Trabajos de construcción en la zona de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casas reconstruidas en la zona de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casas reconstruidas en la zona de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casas y edificio reconstruido en la zona de la avenida Rotaria, en el municipio de Regla, un año después del paso del tornado por La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Su caso no es único. Otras personas del lugar, como Nelvis Águila, tienen la misma inquietud. Nos toma de la mano y nos lleva hasta su casa, allí donde la encontramos hace un año toda dolor junto a sus niños. Y a la par que nos confirma su gratitud por lo recibido, nos enseña otras grietas, instalaciones de agua no terminadas, nos habla de la vecina de al lado, a la que el techo le filtra cuando llueve.

Nelvis Águila en los lavaderos comunales del interior donde se halla su vivienda en el municipio habanero de Regla, reconstruida tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Nelvis Águila en los lavaderos comunales del interior donde se halla su vivienda en el municipio habanero de Regla, reconstruida. Foto: Otmaro Rodríguez.

“Yo sé que todos los trabajos no quedaron mal, que en todos los lugares no se hicieron chapucerías –apostilla Nelvis–, pero si preguntas a más gente por esta zona, te van a contar otras historias parecidas. Y quizá hasta peores. Pero, imagínate, para el gobierno municipal ya todo esto se entregó, ya no es su problema”.

Su mirada, más que de ansiedad, es de resignación.

Nelvis Águila le prueba ropa a los niños, donadas inmediatamente después de que pasara el torbellino por su casa en Regla, en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Los niños de Nelvis Águila ven la televisión en su nueva casa en el municipio Regla, reconstruida tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Los niños de Nelvis Águila ven la televisión en su nueva casa en el municipio Regla, reconstruida tras el paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

“Yo estoy muy agradecida por mi casa –asegura, por su parte, María del Carmen–, la anterior era muy vieja, de los años cuarenta, y esta, comoquiera que sea, es nueva. Pero no entiendo por qué se ha cuarteado tan pronto: si es por la calidad de los materiales o porque trabajaron demasiado rápido. Me parece que no debería ser, porque no hace ni siquiera un año que la terminaron.”

Pero esta ama de casa de 58 años tiene una preocupación mucho mayor. Los constructores no conectaron sus tuberías albañales a una fosa o al alcantarillado público, sino a un hueco en plena calle que cada cierto tiempo se desborda. Entonces, las aguas negras corren calle abajo, entran a casas de vecinos y enrarecen el aire con su pestilencia, que alcanza al círculo infantil “Los peloteritos” –reinaugurado tras la tormenta por el presidente Miguel Díaz-Canel–, en la acera de enfrente.

El hueco por donde se desbordan las aguas albañales de la nueva casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla, un año después del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
El hueco por donde se desbordan las aguas albañales de la nueva casa de María del Carmen Curbelo, en el municipio de Regla, un año después del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

“A mí me da tremenda pena –afirma–, pero ¿qué puedo hacer? Las cuarteaduras, a fin de cuentas, son dentro de la casa, y yo misma tendré que arreglarlas si no hay otra solución; pero ese hueco está en la calle, yo ahí no me puedo meter. Ya lo hemos dicho dondequiera, a la gente del municipio, de Salud Púbica; los trabajadores del círculo infantil también se han quejado, pero hasta ahora no ha tenido solución. Si no se arregla pronto, voy a tener que ir ‘más arriba’, porque así no se puede vivir.”

No obstante, María del Carmen confía en que, de una forma u otra, sus problemas se solucionarán.

“Salimos adelante después del tornado –nos despide otra vez sonriente junto a sus santos– y espero que también podamos salir de esto. No creo que haga falta mucho, solo un poco de buena voluntad. Hay que tener fe, periodista, porque si no, ¿qué sería la vida?”

***

Las huellas del tornado son todavía visibles en el municipio de 10 de Octubre, en particular entre las calzadas de Jesús del Monte y Luyanó. Quien camina hoy por esa zona de La Habana puede descubrir los contrastes entre lo que fue y lo que es. Y también, entre lo que es y lo que podría ser.

Iglesia de Luyanó, tras el tornado, en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Municipio 10 de Octubre, tras el tornado, en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez. Foto: Otmaro Rodríguez.
Iglesia de Luyanó, tras el tornado, en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Junto a casas arregladas, pintadas, con techos nuevos; otras muestran aún heridas de aquella noche nefasta, en la que en cuestión de minutos murieron varias personas, unas 200 sufrieron lesiones y cerca de 8 mil viviendas fueron dañadas en toda la ciudad (de las que, oficialmente, casi la totalidad ya fueron entregadas).

El hospital materno “Hijas de Galicia”, destruido entonces y remozado después hasta verse como nuevo, contrasta con el derruido campanario de la iglesia cercana, que alerta en su fachada sobre el peligro de derrumbe. Pilas de escombros y de materiales de construcción, todavía aparecen de tanto en tanto.

Vista de la Calzada de Jesús del Monte, en el municipio de 10 de Octubre, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la Calzada de Jesús del Monte, en el municipio de 10 de Octubre, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Iglesia de Luyanó, en el municipio de 10 de Octubre, todavía dañada a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Iglesia de Luyanó, en el municipio de 10 de Octubre, todavía dañada a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Iglesia de Jesús del Monte, en el municipio de 10 de Octubre, todavía sin la cruz en su torre, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona del municipio de 10 de Octubre, todavía dañada a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

En la calle Mangos, una de las más golpeadas por la tormenta, visitamos nuevamente a Edna Arroyo y su familia. Su vivienda no soportó la furia de los vientos y se vino abajo casi por completo. Derrumbe total fue el dictamen técnico realizado poco después de que la cámara de OnCuba hallara a Edna junto a sus hijos y nietos, conmocionados ante tanta destrucción, extraviados por la desesperanza.

Su retrato, un año después, todavía duele.

Edna Arroyo, entre los restos de su casa en el municipio de 10 de Octubre, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Edna Arroyo, entre los restos de su casa en el municipio de 10 de Octubre, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Edna Arroyo y su nieta Milagros entre los restos de su casa en el municipio de 10 de Octubre, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Edna Arroyo (detrás), junto a otros miembros de su familia entre los restos de su casa en el municipio de 10 de Octubre, a la mañana siguiente del tornado que azotó La Habana en enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez

Un mes más tarde, sin embargo, la esperanza había vuelto a sus vidas y a la de todo el barrio. La zona era un hervidero de trabajo, como lo eran otros municipios habaneros, escenario de una movilización constructiva sin precedentes en la Isla tras un fenómeno meteorológico, la que, bajo la égida del gobierno, involucró lo mismo a contingentes y otras fuerzas estatales que a cooperativas privadas y a los mismos afectados.

Brigadas de constructores podían verse aquí y allá, levantando paredes, poniendo techos, removiendo mezcla, cargando materiales. Y la casa de Edna, hogar de una docena de personas, no era la excepción.

Milagros García (2-i) con sus hijo Dylan, de 3 años, y Lenuán, de 12, y su abuela Edna, a un mes del tornado que destruyó su casa en la barriada de Luyanó, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.
Milagros García (2-i) con sus hijo Dylan, de 3 años, y Lenuán, de 12, y su abuela Edna, a un mes del tornado que destruyó su casa en la barriada de Luyanó, en La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

Su nieta Milagros nos contó entonces cómo su pequeño Dylan, que aún lloraba al recordar el rugido del tornado, se sobresaltaba con los ruidos de construcción que invadían la casa, y cuán contenta estaba su familia por la ayuda recibida, por la promesa de una vivienda mejor.

Parecía una historia con final feliz.

Pero once meses después, Edna y su familia no conservan la misma satisfacción. No niegan su agradecimiento; por el contrario, cada tanto la octogenaria vuelve a dar gracias al Estado y al presidente Díaz-Canel –“que estuvo aquí, vio todo lo que perdimos y le dijo bien claro a los del municipio que tenían que ayudarnos”–, y asegura que la casa “quedó muy linda, mucho más que antes, porque estaba realmente mal”. Pero, acto seguido acota que “pudo quedar mucho mejor”.

Edna Arroyo, en su casa reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Edna Arroyo, en su casa reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Lo dice, aclara, no solo porque antes de marcharse en mayo los constructores no dieran el acabado que estaba previsto, con la meseta de la cocina y el piso como aparecían en el proyecto inicial, ni hayan dado el fino a algunas paredes, ni pintaran. Ni porque faltaran puertas interiores, o ensamblaran mal las tuberías y el agua se bote por no pocos lugares, o porque el baño y el cuarto de Edna filtren, entre otros “detalles”.

Edna Arroyo, en su casa reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Bajas temperaturas en Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.
Casa de Edna Arroyo, reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, un año después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Lo dice también –y sobre todo– por lo “desorganizados” que en su opinión se hicieron los trabajos, por lo mucho que “se derrochó” y “se perdió”.

“El Estado gastó mucho dinero, puso muchos materiales. Era un camión detrás de otro. No era para que quedaran cosas sin hacer, o mal hechas, como pasó aquí y en otras casas del barrio también. Ni para que otras que no tuvieron tantas afectaciones les pusieran más cosas y las arreglaran mejor, vaya usted a saber por qué”, explica.

“El otro día vi por televisión al primer ministro [Manuel Marrero] criticando la construcción de unos edificios en Sancti Spíritus, hablando de todos los recursos que se habían perdido en ellos. Y yo pensé que si le enseñábamos esto podía decir lo mismo –agrega–. Es una pena”.

Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona reconstruida del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de una zona en reconstrucción en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de un interior reconstruido en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Materiales en un interior reconstruido en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Instalación eléctrica en un interior reconstruido en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Materiales y escombros en un interior del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Escombros en una calle del municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Edna también lamenta que muchos arreglos se hicieran a “sangre y fuego”, después de reclamar una y otra vez para que se cumpliera lo que estaba planificado, de “discutir” con los técnicos y los jefes de la construcción –no con los constructores, acota, que “hacían lo que les mandaban”–, con las autoridades del municipio “que vinieron con Díaz-Canel y luego no volvieron a aparecer ni cumplieron lo que les dijo el presidente”.

Sus palabras las confirma Hilda Buch, la presidenta del CDR (Comité de Defensa de la Revolución), ella misma damnificada e insatisfecha con los trabajos realizados en el pasillo interior donde está su vivienda, en la acera de enfrente a la casa de Edna. Hilda, además, agrega que la “desorganización” no fue solo en las labores constructivas, sino también en la entrega de las donaciones repartidas por el gobierno.

“A esta misma familia (la de Edna) le tocaban muchas cosas por ser damnificados de un derrumbe total, pero a estas alturas no le han dado los equipos eléctricos ni todos los módulos asignados para estos casos. Solo algunas cosas, y no todas en buen estado, como los colchones. Y a mí y otros vecinos, tampoco, y no porque no hayamos reclamado ni porque no estuviesen las donaciones, porque estaban. El Estado sí las entregó al municipio, pero parece que cogieron otro rumbo”, dispara sin tapujos.

“Si las cosas las asignaron –vuelve Edna–, tienen que entregarlas, creo yo. Y si el asunto es pagar por ellas, pues las pagamos, como hemos pagado otras, poco a poco, con descuentos del salario o de la chequera. Pero ese esfuerzo del Estado no debería perderse, ni nadie debería aprovecharse de él impunemente. Es un crimen que esto pase con todos los problemas que tiene este país, ¿no le parece?”

Edna Arroyo (i), en su casa reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. A su lado, Hilda Buch, presidenta de su CDR. Foto: Otmaro Rodríguez.
Hilda Buch, en el interior reconstruido donde se encuentra su casa, en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
María Josefa, hija de Edna Arroyo, muestra un colchón de espuma ya deteriorado, recibido de donación, en su casa reconstruida en el municipio de 10 de Octubre, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

***

La noche del tornado, Dángelo Herrera regresó corriendo a su casa desde el paladar “El mexicano”, donde trabaja. Aunque ambos lugares están a solo una cuadra de distancia, en el reparto Chibás del municipio Guanabacoa, la carrera le pareció infinita.

“Tenía una desesperación tremenda, pensando que algo podía haberle pasado a mi mamá”, cuenta sin poder evitar todavía la excitación.

Afortunadamente, su madre estaba ilesa, al menos físicamente. Su casa, en cambio, era un reguero de escombros, de objetos partidos, de cosas rotas lanzadas por doquier. Entonces, solo atinó a tirarse sobre unos cartones en el piso junto a su madre, con el cielo como techo, y a taparse con una sábana mojada a esperar el amanecer.

Al día siguiente, lo halló OnCuba en medio de la destrucción. Estaba dolido, sí, pero también determinado, dispuesto a levantarse. “Lo más importante era que estábamos vivos”, recuerda hoy y evoca su sorpresa cuando descubrió el contendor de herramientas que había “traído” el viento desde la fábrica estatal Vanguardia Socialista y estrellado en una pared cercana, a solo unos metros de lo que había sido su vivienda.

“Si hubiese caído acá, la historia habría sido otra –asevera–. No quiero ni pensarlo.”

Doce meses después, los restos del contenedor –un amasijo ferroso doblado como si lo hubiera exprimido un puño gigante–, siguen ahí, delante de su nueva casa.

“Trataron de cargarlos –dice–, pero no pudieron y los dejaron donde están ahora”.

Restos del contenedor lanzado por los vientos hasta hasta el reparto Chibás, en el municipio de Guanabacoa, retratados a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Restos del contenedor (der-arriba) lanzado por los vientos hasta hasta el reparto Chibás, en el municipio de Guanabacoa, retratados pocos dìas después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la fábrica estatal Vanguardia Socialista, de Guanabacoa, desde donde voló el contenedor hasta el reparto Chibás, retratada a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista de la fábrica estatal Vanguardia Socialista, de Guanabacoa, desde donde voló el contenedor hasta el reparto Chibás, retratada pocos días después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dángelo nos lo explica desde el modesto cuarto-sala de su vivienda, ahora de bloques y techo de zinc –y no de tablas, bloques y fibrocemento como la destruida por el torbellino–, todavía a medio construir. El día está lluvioso, húmedo, pero aún en medio del desorden habitual en una obra en marcha, se respira cierta calidez, cierto sosiego.

“Perdonen el reguero –se disculpa–, pero esto no ha sido fácil. Todo lo he ido haciendo poco a poco, con mi esfuerzo, con la ayuda de amigos, de la familia, de mi pareja, porque acá si no pusieron ninguna brigada. Yo mismo he tenido que aprender un poco de albañilería, porque si no…”

Su mayor odisea ha sido conseguir los materiales. Como damnificado, el gobierno le asignó una cantidad –como también le entregó un módulo de cocina y otras donaciones– siguiendo el dictamen de los técnicos que visitaron su casa. “Y se agradece, claro –afirma–, pero no fue suficiente. Y eso que tuve que insistir para que regresaran porque con el primero se hubiesen quedado más cortos todavía”.

Dángelo Herrera, en su casa en construcción en el reparto Chibás del municipio de Guanabacoa, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Dángelo Herrera, en su casa en construcción en el reparto Chibás del municipio de Guanabacoa, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Pero eso, asegura, no fue nada. Las verdaderas cuitas las sufrió en el rastro –el lugar donde el gobierno sitúa los materiales para su venta, en el caso de los damnificados a mitad de precio–, a la hora de comprar, de seleccionarlos, de transportarlos a la casa. Allí, cuenta, “pasan muchas cosas y uno se calla porque si no te sube la presión y porque lo quieres es resolver. Pero tampoco puedes permitir que abusen de ti, que se aprovechen.”

“Al principio te los llevaban (los materiales) a la casa, pero ya después había que pagar para eso. A veces no querían venderte, aun con el transporte de uno ya allí, porque supuestamente estaban esperando por alguien que iba delante y no había llegado. Otras veces veías salir camiones cargados y te decían que eran de varios clientes que tú nunca viste. Hasta me cerraron el expediente (de damnificado) sin que me hubiesen dado todo lo que me tocaba, aunque por suerte un jefe superior que estaba ahí ese día y me vio discutir, revisó mi caso y pude comprar algunas cosas que me faltaban”, narra.

Vista exterior de la casa de Dángelo Herrera (izq-arriba), en el reparto Chibás del municipio de Guanabacoa, a pocos días del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista exterior de la casa de Dángelo Herrera (izq-arriba), en el reparto Chibás del municipio de Guanabacoa, a un año del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.
Vista interior de la casa de Dángelo Herrera, en el reparto Chibás del municipio de Guanabacoa, pocos días después del paso por La Habana del tornado de enero de 2019. Foto: Otmaro Rodríguez.

Finalmente, para completar ha tenido que resolver “por ahí”. Con su expediente ya cerrado ha quedado, como tantos otros –damnificados o no– a expensas de un mercado negro que pesca en el río revuelto de la desidia y la corrupción. Un mercado en el que la bolsa de cemento supera los 15 y hasta los 20 CUC (pesos convertibles) y el saco de polvo de piedra los 50 pesos cubanos.

“Es complicado, porque a veces cuando aparecen los materiales no tienes el dinero, o cuando tienes el dinero no encuentras los materiales. O si no, te falta en ese momento quien te ayude con la mano de obra y tienes que pegarte tú mismo como sea, porque si el cemento se te moja se te echa a perder, y lo pierdes todo”, dice.

Para colmo, en medio de este proceso, su madre enfermó de gravedad y, tras casi un mes hospitalizada, finalmente falleció. Su muerte fue un duro golpe para Dángelo, que más de una vez se ha cuestionado su esfuerzo, se ha sentido flaquear.

“Uno se pregunta para qué tanto trabajo, si vale la pena seguir adelante. Pero luego miras a tu alrededor y entiendes que así es la vida y no te puedes dejar caer”, reflexiona.

“Cuando me siento mal, pienso en mi madre, que sí no se quedaba callada y que luchó por arreglar esto hasta el final, para que yo tuviera algo mío. Solo por eso, voy a seguir, aunque me demore otro año, o más tiempo, en terminar. Ese es mi compromiso con ella dondequiera que esté. Y también conmigo, porque yo sí no le tengo miedo a trabajar.”

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