Levantando un (nuevo) imperio

Un coterráneo lo expresa de manera inequívoca: “No calculemos a los Fanjul superficialmente. Cubren todas las posiciones y juegan al duro lo mismo en primera base, el campo corto o el jardín derecho. Saben que están en Roma y actúan como romanos”.

Central Romana. Foto: Romana, RD.

Cuentan que un día unos jóvenes barbudos de verde olivo irrumpieron en una lujosa mansión de 17 y E, en el exclusivo barrio habanero de El Vedado, portando un mensaje alto y claro a sus dueños. Era como un fin de fiesta: “Desde hoy”, dijeron, “todo esto es del pueblo. ¡Todo!”. Y punto.

La familia Fanjul-Gómez Mena, crema de la crema del azúcar en Cuba, formada por el matrimonio (1936) de Alfonso Fanjul Estrada y Lilian Gómez Mena Seigle, hizo entonces lo que muchas de su ralea en aquel principio del fin: marchar al exilio en espera de acontecimientos que nunca se produjeron, directamente conectados al imaginario de las clases vivas. Aquellos muchachones inexpertos no podrían sobrevivir a solo noventa millas de Estados Unidos.

A los hermanos Alfonso (1937) y José Fanjul (1944) no les tomó mucho tiempo recuperar las ilusiones perdidas, por lo menos en términos de finanzas y crecimiento. En 1960 adquirieron 4 000 acres de tierras en una zona de humedales cercana al Lago Okeechobee, en Florida, y tres centrales en Louisiana. Su primera zafra en el exilio fue de 10 543 toneladas. “Mi padre y yo seguimos lo que era el proceso, que fue largo y difícil, porque nadie nos quería financiar”, diría años después a El Nuevo Herald Alfonso Fanjul, el mayor de los cinco hermanos. Fundaron Florida Crystals, la primera piedra de un nuevo imperio a este lado del Estrecho.

Hoy existe una institución denominada Fanjul Corp., establecida en 1987. Un conglomerado de azúcar y bienes raíces con subsidiarias como Domino Sugar, C&H Sugar, Redpath Sugar, Tate & Lyle European Sugar y propiedades como La Romana International Airport, entre otras. Y con movimiento en México, Canadá, Portugal e Inglaterra, además de Estados Unidos y República Dominicana. Evidentemente, antes y después del 59 los Fanjul han sido hombres de éxito. Hoy producen el 40% de todo el azúcar del estado de la Florida. Dos de cada tres cucharadas de azúcar que se consumen en Estados Unidos se originan en sus dominios.

En los años 80 estuvieron listos para expandirse. Compraron cañaverales en Jamaica y Dominicana, acciones determinadas no solo por el próspero desarrollo de los negocios en el nuevo país, sino también por un sentimiento de nostalgia que puede mover hasta las piedras. Quisqueya, dijo una vez Alfonso Fanjul, era el lugar más parecido a su añorada Cuba. En 1984 se hicieron del Central Romana, comprado a la Gulf & Western por 250 millones de dólares. Actualmente Romana Corporation Ltd. es el mayor empleador privado en ese subdesarrollado territorio antillano: 25 000 trabajadores directos, de acuerdo con su página web. Esta entidad les produce un estimado de 1.42 billones de dólares en ganancias anuales. Y tienen allí más de 200 000 acres, que se adicionan a los 155 000 de Palm Beach, Florida. 

También tienen centros turísticos: Casa de Campo, Altos de Chavón, Casa del Mar, Costa Sur, en los que han pernoctado jefes de Estado, miembros de la nobleza, políticos, empresarios y personajes del jet set, entre muchos otros Lord Charles Spencer-Churchill y su esposa, Lady Sarah, la Condesa Christina de Caraman, Luis Alfonso de Borbón, Mijail Gorbachov, George W. Bush, Bill e Hillary Clinton, Bob Menéndez, Rudolph Guiliani, Henry Kissinger, Wilbur Ross, Robert Redford, Liza Minnelli, Beyoncè, Rihanna, Justin Bieber, Naomi Campbell, Jennifer López y, desde luego, el mismo rey de España.

Casa de Campo. Foto: Leading Hotels of the World.

El Central Romana se ha considerado una gerencia modelo, y hasta se han alabado sus contribuciones al desarrollo económico y social de la media isla. Pero a veces el exceso de entusiasmo no evita los problemas. En 1986, por ejemplo, en una de las plantaciones de los Fanjul se produjo una huelga de trabajadores jamaicanos por maltratos y otras concurrencias. Cuentan que la policía ingresó al enclave con fusiles y metió en un ómnibus a los revoltosos, finalmente deportados. La actriz Jodie Foster, devenida directora, concebiría a partir de este incidente su filme Sugarland, en el que trabajaría por segunda vez junto a Robert De Niro, con quien había comenzado su carrera interpretando a la prostituta apenas adolescente de Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese. Ella en el papel de abogada de los jamaicanos; él en el de Alfonso. Dicen que el poder e influencias de los Fanjul funcionaron a la perfección en Hollywood. El filme no se hizo.

Alfonso y Jose Fanjul. Foto: Tourinews.

En el Central Romana entonces se pagaba a los macheteros 96 pesos por cada tonelada cortada, el equivalente a un poco más de dos euros. Según los especialistas, un machetero en plena forma puede derribar cuatro toneladas diarias, lo cual significaría entonces, como máximo, un ingreso de un poco más de ocho euros. Y con descuentos: ahí está el otro detalle. Por un seguro que no tenían. Por una luz eléctrica que tampoco. Por implementos de trabajo, de machetes a guantes. Y sin papeles, ni contrato, ni mucho menos jubilación. Y ojo con los sindicatos: a la calle con el primero que se atravesara en el camino. Aquí resuena un gentilicio, si bien no único: haitianos. Como sus ancestros en Cuba. Un estudio del Centro Dominicano de Asesoría e Investigaciones Legales (CEDAIL), lo confirmó con varios hallazgos: por ejemplo, el 32% de las comunidades allí establecidas carecía de agua potable; el 66%, de servicios sanitarios medianamente humanos, además de problemas con la asistencia médica y otros. 

II

Históricamente, la producción de azúcar no fue un plato fuerte en la economía floridana. Pero la suspensión de la cuota cubana, a principios de los años 60, condujo forzosamente a un reacomodo de todo el sistema, primero elevando en los muelles la cantidad de azúcar procedente de la República Dominicana y de otros países productores y, segundo, intensificando un programa de “trabajadores invitados” del área del Caribe para labores agrícolas, existente desde los años 50. Ahora, específicamente, para cortar caña.

Se llamaba el H-2. Gracias a este programa llegaron a entrar al sur de la península unos diez mil trabajadores, muchos de ellos jamaicanos. Estados Unidos creó incentivos para la producción doméstica. Se desecaron zonas de los Everglades para sembrar aquella planta traída por los españoles al Nuevo Mundo. Aquí se encuentra una de las bases de la reedificación del imperio, imposible de lograr sin el apoyo federal, y por tanto con orígenes más complejos que ciertos relatos públicos. Y es también, en última instancia, la razón por la cual pudieron comprar el Central Romana, una gigantesca fábrica capaz de producir hasta 820 toneladas diarias y que ha llegado a enviar a Estados Unidos cien mil toneladas anuales de azúcar libres de impuestos.

Los negocios fueron viento en popa hasta los años 80, cuando a los hermanos se les empezaron a presentar problemas, primero con el Congreso y después con los medios de difusión. En efecto, en 1983 un comité de ese órgano legislativo expuso y denunció las prácticas laborales asociadas a la producción de azúcar en el estado, incluyendo pagos muy bajos y la deportación forzosa y expedita de aquellos “trabajadores invitados” que no cortaran la suficiente cantidad de caña o protestaran por las condiciones laborales existentes en las plantaciones.

Belle Glade, Florida.

Después vino una piedra en el zapato: Edward Tuddenham, un graduado de leyes de Harvard que había defendido a los trabajadores agrícolas de Hereford, Texas, amante de los Rolling Stones, de Neil Young y de causas perdidas —entre estas, la de los “jamaicanos invitados” de Florida. De acuerdo con su experiencia, lo que mejor se ajustaba a su condición consistía en ser víctimas de un sistema de esclavitud moderna desafiando todo lo que en la cultura estadounidense se entendía por derechos laborales.

Para el abogado, dice un texto, «la diferencia psíquica entre la frontera de Texas y West Palm Beach es inexistente. Ambos son lugares inferiores de tráfico de influencias políticas, donde chocan las culturas anglosajona e inmigrante. Desde Palm Beach, se puede conducir 90 minutos y estar en el Tercer Mundo, en la ciudad productora de caña de azúcar de Belle Glade, con su miseria y su histórica falta de observancia de los derechos que los estadounidenses dan por sentados». Ahí, cercanos al lago Okeechobee, estaban los acres adquiridos por los Fanjul en 1960. Y entre Belle Glade y Wellington, el central “Atlantic”

Hasta el incidente de los jamaicanos, los Fanjul eran casi desconocidos por el gran público. Como escribe un analista, operaban a la sombra, pero “in the grand club of the country power broke”. La esposa de Pepe Fanjul, Emilia, dijo una vez a los medios: “Nos gusta mantener la privacidad en los negocios”.

“Una de las razones por la que estamos involucrados en política es por lo que nos pasó en Cuba”, le confesó una vez Alfy Fanjul a la periodista Pamela Montanaro, de Vanity Fair: “No nos involucramos en el gobierno de Batista, y no queremos que nos pase otra vez lo que nos pasó en Cuba”. Su actuación en estos dominios parece denotar la idea de que su megapoder está por encima de contingencias terrenales, ese jueguito de manos más bien banal entre demócratas y republicanos, con los que sin embargo se alinean a partir de intereses y coyunturas.

El rey Juan Carlos, el presidente dominicano Danilo Medina, Alfonso y José Fanjul en Casa de Campo. Foto: Presidencia de República Dominicana.

La fórmula elegida desde el principio fue una división del trabajo político dentro de la familia, un partidismo conducente, al final del día, a eso que en inglés se conoce como a win/win situation: Alfy se iría entonces con los demócratas y Pepe con los republicanos. Un periodista del Washington Post le llamó a ese dualismo “las complejidades de la experiencia de los estadounidenses de origen cubano” y vio en él, metafóricamente, “la astucia de una dinastía familiar que sabe cómo nadar y guardar la ropa”.

Unos pocos botones de muestra: Alfonso Fanjul donó 486 000 dólares a los demócratas en 1992, año en que fue copresidente de la campaña de Bill Clinton en la Florida. Constituyó el principio de una relación personal con el clan de los Clinton, lo cual desde luego comporta accesos y perspectivas. Una consiste en la posibilidad de tener mucho que decir sobre la política hacia Cuba en caso de que Hillary ganara en las elecciones presidenciales de 2016, lo que, como se sabe, finalmente no ocurrió. Otra, rendirles un informe de su primer viaje a la Isla, en 2013, recolectando fondos para la Fundación Clinton en la casa de Paul L. Cejas, exembajador en Bélgica y presidente de PLC Investments.

Pepe Fanjul, por su parte, funcionó como vicepresidente nacional de la campaña de Bob Dole en 1996: donó 279 000 dólares a la causa republicana. Y, luego, más de 100 000 para la segunda campaña de George Bush, Jr. Y en 2017, 100 000 dólares para la reelección de Donald Trump.

Un coterráneo lo expresa de manera inequívoca: “No calculemos a los Fanjul superficialmente. Cubren todas las posiciones y juegan al duro lo mismo en primera base, el campo corto o el jardín derecho. Saben que están en Roma y actúan como romanos”.

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