Los cazadores del combo perdido

Cuando un combo, sea cual sea, aparece en la pantalla del teléfono móvil, no hay tiempo para vacilaciones: todo se decide en cuestión de microsegundos, quizá de menos.

Captura de pantalla de la app Mi alerta, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

Captura de pantalla de la app Mi alerta, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

Cualquier semejanza con la realidad, no es pura coincidencia

La caza del combo no es un deporte para perezosos, para lentos, para pesimistas. En realidad, ni siquiera es un deporte, aunque exacerbe el espíritu competitivo, aunque eleve la presión arterial, crispe los nervios y desate la adrenalina, como si se estuviese disputando una final olímpica. O un torneo de gladiadores.

La caza del combo es un acto de supervivencia y también de fe. No es, ciertamente, uno de los sangrientos desafíos de Los Juegos del Hambre, ni precisa la destreza con el arco de Katniss Everdeen, la Chica en Llamas. Pero sí ha de tenerse una vista entrenada, una gran habilidad con los dedos y una vertiginosa capacidad de reacción. Cuando un combo, sea cual sea, aparece en la pantalla del teléfono móvil, no hay tiempo para vacilaciones: todo se decide en cuestión de microsegundos, quizá de menos.

También, todo sea dicho, ha de tenerse suerte, mucha suerte, y, además, conexión a internet por datos móviles, una tarjeta magnética asociada a los canales de pago electrónico Transfermóvil y/o EnZona, una cuenta creada en la plataforma digital TuEnvío, y una o varias apps para comprar en las tiendas virtuales cubanas. Pero, en medio de una competencia tan descarnada, y aun con la tecnología a mano, a la suerte, definitivamente, hay que ayudarla: con presteza, con perseverancia, con organización, con mentalidad positiva, con una tenacidad a prueba de misiles.

Yadira, que no se asemeja físicamente a Katniss ―es decir, a Jennifer Lawrence en las películas― ni luce a las 7:30 de la mañana el glamour de la joven del Distrito 12 de Panem con su vestido flamígero, tiene ya sus dos celulares listos, cada uno con una sesión de TuEnvío iniciada ―una a su nombre y otra a nombre de su hermano, que es médico y no puede andar de cacería digital en medio de la pandemia de coronavirus―, mientras bebe café recién colado y pone a punto sus sentidos para el zafarrancho que comenzará en poco menos de media hora.

Para hacer más emocionante la persecución, Yadira mantiene abiertas dos aplicaciones en cada móvil ―sus preferidas por estos días son En Línea y Mi alerta, y más desde que supo, gracias a uno de los canales de Telegram sobre el tema en los que está inscrita, que esta última es capaz de subir por sí misma al carrito el primer combo que encuentre en el fragor de la cacería―, cada una a mitad de pantalla, y luego de autenticarse comienza de a poco a actualizar sus vistas. Lo hace utilizando más de un dedo de cada mano, para entrar en calor, aun cuando es consciente de que faltan todavía varios minutos para la apertura de la tienda virtual de La Habana, que desde hace algunas semanas mudó su horario de apertura de las 10:00 a las 8:00 AM. Porque nunca se sabe.

Jorge, a su lado, da sorbos en otra taza humeante, mientras abre en su móvil Comprando en Cuba, su aplicación favorita para la caza de combos, la misma que lleva usando por varios meses desde que él y su esposa decidieron apostarle con fuerza al comercio electrónico para evitar lo más posible las multitudinarias colas y minimizar así los riesgos de contagio con la COVID-19. Aunque lo ha intentado, desechó la idea de usar dos apps de manera simultánea para atrapar alguno de los tan demandados mix de alimentos y/o artículos de aseo. Si con una es difícil, casi imposible, estar pendiente de dos al mismo tiempo requiere de una pericia que él reconoce no poseer.

Captura de pantalla de la app Comprando en Cuba, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Captura de pantalla de la app Comprando en Cuba, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

También abandonó ya, por consejo de Yadira, cualquier intento de comprar directamente en el propio sitio de TuEnvío. Aunque en teoría es posible, en la práctica resulta un mayúsculo sinsentido. Sería como lanzarse a la Arena completamente inerme mientras miles o, en realidad, cientos de miles de cazadores ―según datos publicados en el sitio oficial Cubadebate son más de 770 mil los usuarios registrados hoy en la plataforma― luchan despiadadamente entre sí, armados con diferentes aplicaciones, por los 14 o 15 mil combos que salen a la venta cada día, aproximadamente la mitad de ellos en las tiendas virtuales de La Habana.  

Jorge, que tampoco a esta hora, o a alguna otra, se le da un aire a Peeta Mellark ―es decir, a Josh Hutcherson en las películas―, sabe, como lo sabía Peeta sobre Katniss, que su mayor baza de triunfo es la destreza y la voluntad de Yadira, mucho más experta y exitosa que él en eso de cazar combos, pero igual hace lo suyo: busca en el menú de la app la tienda de La Habana, confirma su usuario y su contraseña y escribe los cinco caracteres del captcha necesarios para autenticarse y comenzar, llegado el momento, la cacería.

A medida que se acerca la hora cero, ambos ―Yadira-Katniss y Jorge-Peeta― aguzan la vista y agilizan los toques en el botón de actualizar cada vez que las apps les notifican que aún no existen productos disponibles. Y cada vez ese mensaje se va espaciando más y más en las pantallas de sus móviles, que ya poco antes de las 8:00 AM parecen congeladas, detenidas en la carga de una nueva vista ad infinitum, empecinadas en mostrar las vueltas y más vueltas de un círculo vicioso que parece no tener fin, hasta que, repentinamente, aflora una nueva imagen en la pantalla.

Este es el momento clave de la cacería, uno que se repetirá varias veces ―si pocas o muchas dependerá de la demanda, la suerte y la conexión, ETECSA mediante― y en el que es necesario actuar sin dilaciones. Toda la agudeza natural y también la adquirida en días, semanas, meses de entrenamiento frente a la pantalla, son determinantes para el siguiente paso. Y este, generalmente, es muy simple en apariencia: poner a girar otra vez el círculo, pulsar el botón que actualiza la vista, en la que puede leerse, casi con total certeza, que no hay productos que mostrar, o que la tienda está saturada, o que el servidor no responde, embotado como está por tantas visitas al mismo tiempo.

Captura de pantalla de la app Mi alerta, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Captura de pantalla de la app Mi alerta, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

Parecería que todo es sumamente aleatorio, que no tiene mucha ciencia o sentido el apurarse en actualizar en medio de semejante avalancha, que el simple toque de un botón no garantiza que una nueva vista cargue más o menos pronto y que, en lugar de un mensaje desalentador, aparezca un combo radiante en la mira. Y puede que así sea. Pero así es la naturaleza del juego, de la cacería. Que en la pantalla aparezca uno de esos mensajes ―que apenas a las 8:04 AM ya les han aparecido varias veces a Yadira y a Jorge― significa, inequívocamente, que el cazador no tiene nada en las manos, es decir, en el carrito, y, en cambio, que el círculo dé vueltas y más vueltas mantiene viva la esperanza de que, al detenerse, aparecerá de una vez en la pantalla el fugaz objeto del deseo.

Cuando esto ocurre, si ocurre, no se puede siquiera parpadear. La más mínima demora en añadir el combo al carrito, la más insignificante torpeza o el menor intento de saber qué incluye, puede convertirlo en espejismo, en algo que está, pero no está, o que en realidad nunca estuvo. Que apenas fue una tortura visual, una de tantas en estas amargas y agotadoras persecuciones digitales, que busca minar el coraje y la voluntad de los cazadores. O, si se enfoca de manera más constructiva ―como prefiere asumirlo Yadira-Katniss más que Jorge-Peeta―, resulta más bien un examen de carácter, una prueba de temple y de fe, que sirve para curtir el espíritu como antesala de la añorada recompensa.

Ante el abrumador peso de la fatalidad, la táctica de nuestra heroína y, por extensión, de su esposo ―al igual que la de otros miles de cazadores―, es simple: cazar sin enfocarse en la presa, permitir que aflore el instinto de supervivencia, pulsar como un relámpago el botón de añadir sin mirar, aunque sea de reojo, cómo es el combo recién aparecido. Si contiene alimentos o productos de aseo, o una rocambolesca miscelánea de ambos. Si trae pollo y picadillo ―el botín por antonomasia― o champú y pasta de dientes, o si incluye, otra vez, aceite y detergente, qué remedio, o las latas de atún que encarecen considerablemente su precio y que la mayoría de los cazadores, de tener la opción, de no ser este un cruento desafío de todo o nada, preferiría no comprar.

Ya habrá oportunidad, si se obra el milagro, si se logra atrapar el combo, un combo, cualquier combo, de bajarlo voluntariamente del carrito. De darle calabazas porque lo que trae, el conjunto de artículos que normalmente oscila entre los 200 y los 400 pesos (CUP), en realidad no le interesa tanto al afortunado, o no lo necesita ―ya tiene en sus despensas suficiente aceite, o detergente, o leche condensada, que no pollo o picadillo, que nunca sobran―, por más que se resista a dejarlo escapar, a desechar su suerte, a soltarlo nuevamente al ruedo en el que espera ávida una jauría de cazadores que no ha dejado de creer y actualizar sus apps por más rato que lleven sin que aparezca nada en sus pantallas. Eso, si el afortunado tiene el coraje para semejante acto de altruismo.

Captura de pantalla en un mismo teléfono móvil de las apps En Línea y Mi alerta, que permiten hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Captura de pantalla en un mismo teléfono móvil de las apps En Línea y Mi alerta, que permiten hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

No obstante, que alguien pulse con prontitud el botón de añadir tampoco es garantía de éxito. La destreza, como ya se ha dicho, no alcanza siempre para cobrar la presa y requiere del beso de la suerte, esa que se esconde burlona detrás de enrevesados algoritmos. Bien lo saben Yadira y Jorge, expertos como muchos de los usuarios de TuEnvío, en morder metafórica y digitalmente el polvo de la derrota, en ver cómo se rompe la ilusión y el combo que está, pero que en realidad no está, no logra subir nunca al carrito y, en cambio, la pantalla devuelve el aciago mensaje de “error al añadir”. Yadira y Jorge que, a las 8:07 AM, apenas con segundos de diferencia, han visto cómo un combo mixto, que incluye dos paquetes de picadillo, que los había hecho suspirar de alegría, se desvanece sin remedio ante a sus ojos. Ante su contenida frustración.

Como en un desértico paraje desdibujado por el sol, tales espejismos son un golpe demoledor para los sedientos cazadores. Un disparo funesto a sus esperanzas, del que no todos logran recuperarse de inmediato. Sume a ello la incertidumbre, la imposibilidad de saber, a ciencia cierta, si ese combo que uno se afana por atrapar sigue estando allí ―en la pantalla del móvil y en los inventarios físicos de la tienda virtual―; si no es ya un mero fantasma, un sádico reflejo del carrito de alguien con más fortuna, mientras da vueltas y más vueltas el círculo que decretará finalmente si pudo o no pudo ser añadido, y se van hinchando con él las ilusiones, como una irónica burbuja que la mayoría de las veces termina estallando sobre el rostro. Como a las 8:08 AM le vuelve a suceder a nuestros protagonistas.

Pueden pasar días y hasta semanas de infortunio, o puede que en un mismo día uno tenga afinada la puntería y logre coronar más de una vez tanto empeño. Así de caprichosa es la suerte. Sin embargo, aún con la presa en el jamo, o sea, en el carrito, faltaría aún el paso final, el que decide definitivamente si todo lo logrado hasta entonces podrá corporizarse en el deseado combo que, días después, un repartidor llevará hasta la puerta de la casa: hacer el pago electrónico.

Un cazador novato, o un outsider, podría pensar que este es un paso simple, rutinario. Que tras haber sorteado tantos obstáculos y haber desbancado a miles de furibundos competidores, lo que resta no entraña el más mínimo riesgo, que es cosa de coser y cantar mientras se siguen las instrucciones de TuEnvío. Craso error. Quienes, como Yadira y Jorge, han pasado por esta situación en muchas ocasiones ―como Yadira-Katniss y Jorge-Peeta, que a las 8:11 AM se regocijan porque ella, quién si no, gracias a la sagacidad de la app Mi alerta, ha conseguido añadir un combo, sin picadillo, solo de aseo, pero un combo, al fin y al cabo―, saben que pagar es la verdadera “prueba de fuego”, una vivencia que puede disparar el ritmo cardíaco y hacer comer sus uñas al más pinto de la paloma.

Bien podría no suceder nada y el desembolso transcurrir apaciblemente, sin contratiempos ni conflictos tecnológicos. Y bien ―o en verdad, mal― podría ser, como le empieza a suceder a nuestra heroína, que la plataforma se congele por enésima ocasión o el servidor dé error en alguno de los pasos necesarios para el pago, ya sea en la confirmación de los datos del usuario, en la definición del beneficiario, en la comprobación de la factura, o en el propio acto de abonar electrónicamente, sea por EnZona o por Transfermóvil ―que, por demás, también pueden fallar―, el precio del combo cazado, pero todavía no comprado.

Captura de pantalla de la app En Línea, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Captura de pantalla de la app En Línea, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.

Llegado este punto no queda otra que cruzar los dedos y encomendarse a los dioses de TuEnvío. Que implorar, en un ininteligible balbuceo o en voz alta, por la benevolencia del destino, para que el dinero pueda transitar de la cuenta bancaria del esperanzado cazador a las arcas de la tienda virtual. Para que, en el proceso, en las vueltas y más vueltas del círculo fatal, no se agoten los 30 minutos que en teoría tienen los afortunados para efectuar el pago, o para que ―como a las 8:22 le sucede finalmente a Yadira, después de minutos y minutos de tensión y megas gastados―, tras un nuevo mensaje de error en la pantalla, descubrir que el carrito está vacío, que el combo por el que tanto uno se ha esforzado desapareció como por arte de birlibirloque y de nada vale pulsar este u otro botón o rebuscar por los vericuetos digitales. Ni Mandrake ni Bill Gates podrían hacerlo regresar.

Solo los valientes no se desploman en ese crucial momento. Solo los cazadores entrenados, curtidos en las mil y una batallas del comercio electrónico en Cuba, acusan el golpe con estoicismo y, luego de tragar en seco, ponen nuevamente sus ojos en la pantalla. En la posibilidad de una futura presa. Como Yadira-Katniss, que a estas alturas, mientras tuesta el pan del desayuno y vigila de reojo la cafetera, otra vez en la hornilla, anima a un desconsolado Jorge-Peeta, que ni cerca estuvo de cazar algo él mismo y se lamenta, infructuosamente, por el combo escapado del carrito de su esposa.

Jorge, que tras regresar de una rápida visita al baño, a las 8:26 AM, encuentra nuevamente a Yadira con sus dos celulares listos, cada uno con una sesión de TuEnvío iniciada ―una a su nombre y otra a nombre de su hermano―, mientras bebe otro café recién colado y actualiza ya la vista de sus aplicaciones, sus armas afiladas para la nueva liza que está a punto de comenzar.

“Dale, no te demores ―le dice ella―, que ya casi son las 8:30 y están a punto de empezar El Pedregal y Villa Diana. A ver si hoy tenemos suerte y cogemos un pollo que hace días no lo vemos pasar”.

Captura de pantalla de la app Comprando en Cuba, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Captura de pantalla de la app Comprando en Cuba, que permite hacer compras en las tiendas virtuales cubanas.
Salir de la versión móvil