Mamá, mami y Paulo

Dachelys y Hope nos muestran la cotidianidad de un niño y sus dos madres en La Habana; su familia, ese viaje que emprendieron juntas.

Visitando el parque John Lennon. Foto: Otmaro Rodríguez.

El niño con dos mamás: así se le ha conocido a Paulo desde que se extendió la noticia. Aunque muchas personas en Cuba sabemos lo que es tener más de una madre, aunque tal vez hemos llamado “mami” y sentido los afectos de más de una figura materna, la diferencia es que las dos mamás de Paulo constan en su certificado de nacimiento. Esto traza una primera vez para Cuba; una espera de meses para dos mujeres y un cambio en el programa informático para que la certificación pueda decir “madre” y “madre”.

Los obstáculos se alzaban como las manitos de este niño que quiere mostrar lo grande que quiere a sus mamás. Dachelys Valdés Moreno y Hope Bastian se casaron en 2017, en Tallahassee, Florida. En ese mismo lugar nació su hijo Paulo en mayo de 2019, gracias a un proceso de fertilización in vitro al que pudieron acceder porque Hope es ciudadana estadounidense. Ni casarse ni acceder a procesos de fertilidad asistida es posible en Cuba para una pareja de mujeres.

Pero ellas viven allí, en el medio del Vedado, en una casa que huele a piña, a mango y a guayaba (cuando Hope cocina puede oler picante y cuando cocina Dachelys, un poco dulzón). Una vez más, la vida supera a las normas. A esa vida, la de una familia de tres que ama reunirse cada día en la mesa, escuchar a Pablo, a Silvio, a los Van Van, rock and roll de los años 50 y canciones infantiles en un tocadiscos; a esa familia que adora ir al parque para que su hijo juegue, nos permiten asomarnos.

Así de grande quiere Paulo a sus dos mamás. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dachelys y Hope se conocieron en 2015, en un viaje a Cienfuegos para un encuentro sobre sexualidades no heteronormativas. De ese momento conservan amistades, muchas fotografías y una conexión que dura hasta hoy. Dachelys nos cuenta cuándo empezó para ella. “Hope estaba hablando sobre su investigación. En un momento determinado, dijo ‘nosotros los cubanos (perdón, yo sé que no soy cubana, pero me siento como si lo fuera)’. Ver a alguien de fuera de la Isla que hablara con esa pasión, que se identificara de tal manera a punto de decir que se sentía de aquí, para mí fue muy llamativo. Además de eso, su investigación me gustó muchísimo y nos sentamos luego a conversar”.

Hope ha vivido en La Habana desde los 18 años. Cuando estudiaba Antropología, cursó un semestre en la Universidad de La Habana y después de graduarse regresó a la ciudad. Ambas vivían en El Vedado cuando se conocieron en Cienfuegos. Dachelys dice que ha oído a Hope repetir su versión de la historia y se aventura a relatarla. Para ella la conexión comenzó cuando Dachelys, psicóloga casi recién graduada en aquel entonces, le contó de sus esfuerzos por interesar por la asignatura de Psicología a un grupo difícil al que le impartía clases en una Facultad de Ciencias Médicas. “Yo me apasiono mucho cuando hablo de educación. Y luego ella me confesó que ese punto había sido importante, que le había gustado cómo yo estaba comprometida con eso”.

Una cita para compartirse las fotos del evento, una salida al teatro, una película en casa… Así empezó.

En los bajos del edificio donde viven en El Vedado. Foto: Otmaro Rodríguez.

Muy pronto en su relación decidieron que querían tener un(a) bebé. “Estábamos en un momento de nuestra vida profesional y económica que nos permitía hacerlo, sin demasiada preocupación. Hope estaba terminando su doctorado y yo estaba haciendo mi maestría. Íbamos descubriendo los valores que sentíamos que era importante tener en conjunto para educar a una persona. Conocer a alguien con quien puedas compartir esas visiones… yo siento que es un regalo maravilloso. La decisión de ser madres la tomamos muy fácil, la complejidad vino luego en el cómo”, confiesa Dachelys.

El “cómo” se disipaba en Cuba, donde la reproducción asistida se limita a las parejas heterosexuales. Viajaron fuera para tener a Paulo, un grandísimo paso en sus planes de vida, pero no el último para regresar a La Habana, esa ciudad que ambas eligieron amar. Volver con iguales derechos… e igual tranquilidad. “¿Qué pasaba si una de las dos, la que no diera a luz, que no iba a ser la madre biológica reconocida legalmente en Cuba, abandonaba el país? ¿Qué pasaba si la biológica fallecía, si nos separábamos y la biológica ejercía sus derechos para alejar a la otra del niño o la niña? Todas esas cosas nos generaban ansiedad, una sensación de desprotección y dijimos ‘bueno, vamos a intentar hacer esto por todas las vías que nos garanticen la protección legal para cuando Cuba dé ese salto (porque lo va a dar, estamos seguras de que lo va a dar), tener ese camino adelantado’”.

Adelantaron lo suficiente como para que un papel las reconociera a ambas como madres. Aunque en ese papel no quepa la pregunta importante.

 ¿Qué es la maternidad?

Dachelys: “Una cosa espectacular, un aprendizaje en ambos sentidos: nosotras de Paulo, Paulo de nosotras, nosotras de nosotras mismas, incluso nosotras de otras familias, de la misma configuración que la nuestra y del resto de las familias que tenemos alrededor.

Ha sido también otra construcción. Yo creo que a veces, cuando hay parejas de mujeres o parejas de hombres, todo el mundo espera que alguien cumpla un rol específico que hemos visto en muchas parejas heterosexuales que siguen un patrón tradicional. A veces, la gente espera que quizás una asuma unos roles y la otra asuma los otros. Siempre esa comparación, esa analogía. Muchas de las miradas van por ahí. Para nosotras, maternar a Paulo y maternarlo juntas ha sido un descubrimiento impresionante. La maternidad está todo el tiempo retando y haciendo tambalear eso que tú creías que sabías de ti misma y sacando a flote algunas cosas que ni sabías”.

Las tareas de la casa son compartidas. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dachelys añade que la maternidad requiere habilidades “y mucho apoyo, no solo entre nosotras, sino el que tenemos alrededor, todas nuestras redes de amor: amistades, familiares y vecinos. Volvamos al principio básico de todo: maternidad es decir ‘yo quiero ser madre’, nadie me lo está imponiendo, nadie me está diciendo cómo tengo que hacerlo, yo estoy completamente convencida (y cuando digo yo, hablo de las dos) de que quiero tener un hijo o una hija, enseñarlo y, desde ese acto egoísta que es el ‘yo quiero’, darle a esta personita todas las posibilidades para que pueda desarrollarse por sí mismo y ser feliz. Y observarlo crecer y dejarlo ser”.

Dachelys Valdés Moreno, mamá del pequeño Paulo César Bastian Valdés. Foto: Otmaro Rodríguez.

Resume así el sentimiento que le entrecorta la voz: “Es impresionante, una lo escucha y lo ve y lo siente, porque yo lo he sentido con mis sobrinos y sobrinas y con los hijos de otras amigas. Cuando es tu hijo, que tú decides que sea tu hijo, la maternidad es magnífica”.

Hope Bastian juega con su pequeño en la sala de la casa. Foto: Otmaro Rodríguez.

Un día típico, Paulo se levanta entre 7:30 y 8:30 de la mañana (si se levanta a las 9 es una maravilla para ellas). Una de las dos, la que más descansada esté, se levanta y juega con él un rato. Cuando la otra se levanta, preparan el desayuno y se sientan a desayunar los tres. (A veces el desayuno es tranquilo, a veces Paulo quiere bajarse de su silla y terminan de darle el desayuno caminando con él por toda la casa).

Para las mamás, es importante cumplir los horarios de atención al niño. Foto: Otmaro Rodríguez.

Luego del desayuno, juegan mucho con él, con bloques, con pelotas… Escuchan música en el tocadiscos. Él duerme a media mañana y, cuando ven que no va a hacerlo, van un rato al parque. Regresan, almuerzan… Generalmente él duerme y ellas aprovechan para trabajar, para ver una serie (Dachelys se ríe: nunca da tiempo a ver un capítulo completo) y conversar sobre el trabajo, cómo va su vida. En la tarde, una de las dos le da un baño, comen, leen, puede ser que vuelvan a oír música, o venga el papá de Dachelys. Entre 9:30 y 10 de la noche Paulo empieza a dar señales de sueño. Una de los dos lo ayuda a dormir. Luego trabajan, intentan terminar la serie que empezaron o se van a dormir.

La familia reunida en la sala de la casa. Foto: Otmaro Rodríguez.
Comprando la leche en la bodega. Foto: Otmaro Rodríguez.

Sus actividades favoritas han cambiado con la llegada de Paulo. Sentarse los tres juntos a comer, ahora que él puede hacerlo solo, va encabezando la lista. “Al principio nos rotábamos, recuerda Dachelys. Una comía primero, mientras la otra alimentaba a Paulo, aunque nos sentáramos los tres a la mesa”.

Esas visitas al parque también recogen sus mejores momentos. “Sobre todo en estos tiempos de restricciones, cuarentena y pandemia… Paulo estuvo mucho tiempo sin salir de la casa, solo a las consultas de pediatría y a las vacunas. Cuando La Habana entró en fase 1, ir todos los días al parque una hora fue y sigue siendo una de nuestras actividades favoritas (aunque ahora vamos a tener que limitarla)”.

Hay varios parques cerca de la casa de la familia. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dachelys evoca la primera vez que Paulo pudo ir al parque: un espacio tan grande, tanto para ver. “Verlo interactuar con la naturaleza, con otros niños, con más personas… Mi papá nos acompaña casi siempre y para nosotras verlos jugar a ellos dos es una de las cosas que más disfrutamos”.

Visitando el parque John Lennon. Foto: Otmaro Rodríguez.
El niño observa atentamente la estatua de John Lennon. Foto: Otmaro Rodríguez.

Otra actividad que disfrutan es leerle a Paulo libros infantiles en inglés y en español. “Tenemos libros de historias de niños con dos mamás. Hay uno que rima y Paulo responde mucho a ese ritmo y musicalidad. Son historias muy sencillas, solo narran la rutina de un niño o niña con sus mamis. Son divertidos, con imágenes bien sencillas. Tenemos otro de animales. Dos que le gustan mucho son Mamá, mami y yo y El vendedor de gorras”.

Cuando era más pequeño le cantaban con el ukelele y ahora a veces lo dejan jugar con el piano. La música se va asentando en la infancia de Paulo. Sus mamás cuentan que disfruta las canciones infantiles y también a los Van Van. “Escuchar música en el tocadiscos ejerce una magia sobre él, impresionante. Sentarnos los tres y poner un disco dura segundos, porque Paulo enseguida quiere pararse y ver el disco girar. Ahora está intentando algo que yo creo que es baile. Verlo intentar bailar se ha vuelto una de nuestras actividades favoritas”, relata Dachelys.

Paulo también disfruta comer. “Come poco, pero de todo… todo le parece rico. Es una caricia para nuestro ego como cocineras que él se lo coma todo con tanto placer. Tratamos de balancear y darle muchas frutas. No le hemos introducido azúcar, la cantidad de sal que usamos es mínima y tratamos de darle lo más sano”.

Dachelys se define como más repostera y tradicional en la cocina, frente a Hope, que es más innovadora. La escasez de alimentos en tiempos de coronavirus las ha puesto a “innovar”, como a tantas familias cubanas. A ellas y a todas las que comparten la suerte de una Isla, con retazos comunes e hilos tan diversos.

Por esas familias diversas les pregunto… y Hope me pregunta de vuelta. “¿Cómo no ser una familia diversa en Cuba? Hay tantos tipos de familias en este país. Una familia diversa es una abuela criando a un(a) nieto(a), es un padre criando a su hija(o)… Son tantas y todas diferentes”.

Paulo interactúa con otros niños. Foto: Otmaro Rodríguez.

Dachelys recalca que la biología es solo uno de los factores que pueden mediar la relación familiar; que no toda la reproducción se convierte en familia y que no toda familia depende de ella. “El origen debería ser el amor, es el amor lo único que hace la diferencia. Hemos construido nuestra idea de familia, el grupo del que estamos orgullosas de formar. Como cuando haces un cuadro, le hemos ido agregando todo lo que sentimos que nos cohesiona. Eso es lo que queremos transmitirle a Paulo. Eso es familia para nosotras: ese viaje que hemos decidido hacer juntas, incluso antes de que Paulo fuera parte de nuestra vida. Ese camino de acompañarnos, amarnos, estar juntas. Dijimos ‘se va a expandir con la llegada de Paulo’ y quizá se siga expandiendo: con otro bebé, con una mascota. Y aunque no crezca en número, se va a enriquecer de forma espiritual, porque Paulo nos va a enseñar aún más”.

Paulo despierta. Dachelys baja la voz.

“La felicidad… definirla es complejo, es un concepto muy filosófico. Esa sensación de saber que estamos haciendo las cosas bien y que nos estamos amando y acompañando en ese proceso que es la vida, que es crecer. El camino que estamos transitando, con sus altas y sus bajas (por suerte, más altas). Hemos hecho que dependa de nosotras ese estado de felicidad, que dependa mucho de nosotras… y la seguimos construyendo. Ahora mismo, darnos cuenta de lo que nos amamos la una a la otra y de lo orgullosas que estamos de lo que hemos construido, se parece mucho a la felicidad y, por momentos, lo es”.

Saludando a una familia que tiene un hijo pequeño. Foto: Otmaro Rodríguez.
Salir de la versión móvil