Matusalén vive en La Maya

Foto: Yasser Landazuri

Foto: Yasser Landazuri

“Cuando ustedes vinieron el año pasado mis hijos me habían hecho el cumpleaños el día antes porque caía domingo”. Le miro los ojos y no me lo creo. A los 101 años Fernando Lambert recuerda exactamente quiénes estuvimos junto a él al cumplir el siglo de vida.

Lo dice en medio del patio, él mira que se le ha caído el pañuelo y lo recoge para echarlo al bolsillo con la rapidez de un garzón de 20 años: “Yo he trabajo todo el tiempo.” Su nieto Endris Velázquez lo corrobora: “Se levanta bien temprano, se lava los dientes y sin desayunar barre los patios y se va al cafetal. A las 9 de la mañana vuelve y desayuna.” Le pregunto a Fernando Lambert si se va solo al campo y me desafía: “Ah, ¿y con quién voy a ir?”, dice sonriendo.

No hay dieta especial, el viejo Lambert es un hombre humilde y así ha remontado los 101 años: “Ha sido trabajando pero sin vicios. No fumo, y bebo un traguito de vez en cuando”.

Foto: Yasser Landazuri

“A mí me decían Chambelón, por la guerra aquella”. Se refiere Alzamiento en protesta al fraude electoral que favoreció al presidente Mario García Menocal en 1917. “Pero cuando vine a vivir desde Jarahueca a aquí a La Jabilla, ya nadie se acordó”.

Su recuerdo de la llamada Guerra de la Chambelona coincide con su fecha de nacimiento, el 29 de mayo de 1917.

Lo vemos sentarse detrás de un pilón, agarra el mortero y macera los granos que extrae de un recipiente de plástico blanco. Es inaudito, algunos se muestran incrédulos y él saca su carnet del bolsillo del pantalón. Es ese el año de su nacimiento: 1917. El menor de los nueve hijos sale al ruedo: “Yo voy a cumplir 52 y él me tuvo a los 49. Saca la cuenta”.

Ha venido un camión desde Santiago de Cuba hasta la Sabana, un consejo popular de Songo-La Maya a unos 50 kilómetros de Santiago de Cuba.

Los hijos hacen una fiesta, el clásico macho asao y música que va desde Roberto Carlos a Los Van Van y de vez en vez asoma algún reggaetón que pocos bailan; una mesa de dominó y mucho ron. Lo bebemos en pequeños vasos de cristal o a pico de botella.

En todo el tiempo Fernando Lambert ha ido a conversar con uno u otro de los amigos y familiares. A veces dormita sentado. Le pregunto si no es mejor que se acueste y se niega. Dice que nunca duerme de día.

Al contrario, nos pide dar una vuelta por su siembra y le vemos desandar con soltura: nos muestra ñame amarillo, blanco, plátanos y su cafetal.

Foto: Yasser Landazuri

Según uno de sus hijos, a base de constancia el viejo Lambert limpia el cafetal solo.

Es una suerte de prodigio este señor que aún recuerda detalles de personas que solo vio una vez.

Según estadísticas consultadas, en Songo-La Maya sobreviven 29 personas con más de 100 años, pero de los que hemos visitado ninguno tiene esta vitalidad, tanta fuerza y buena memoria.

Nos faltaba preguntarle sobre el amor y no tuvo miedo “Yo nunca he sido mal acogido, pero uno se tiene que respetar”. Contó cómo luego de dos años de noviazgo se robó a caballo a la madre de sus hijos.

Pasan las horas y hay tanta alegría que uno tiene miedo de que no vaya a acabar nunca. Es ya de noche y hay que zarpar en añosos camiones, unos a Santiago de Cuba, otros a Alto Songo o La Maya.

Mientras, en La Jabilla quedan algunos familiares Fernando Lambert, un señor de 101 años que todavía recita décimas de amor, cosecha el café que bebe y sigue en la porfía, como si fuera verdad lo que dijera uno de sus amigos antes de darle el abrazo de despedida: Matusalén vive en La Maya.

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