Mercados agropecuarios: Cambiaron todas las preguntas

La supuesta reconfiguración de un mercado agropecuario cubano, noticia del día en la prensa cubana, deja una fuerte dosis de escepticismo. La diversidad en la comercialización de alimentos, no desemboca en la tan esperada diversidad del sistema precios.

Ahora los puntos de venta, los mercados minoristas en sus cuatro variantes, más los cuentapropistas –carretilleros o tarimeros-, tendrán luz verde para vender sus productos según la oferta y la demanda.

El mecanismo regulatorio nacerá de un mercado que, ya en este punto, sufre los efectos de la inflación. El horizonte cercano apunta, entonces, a un doble encarecimiento del producto agropecuario.

Un asesor económico gubernamental comentaba hace algunos días que al Estado no le toca regular precios, si se tiene en cuenta su política de descentralización en el sector agropecuario; al tiempo que refería la necesidad de que el propio consumidor asumiera el control de la calidad a la hora de decidir ante la oferta.

Pero, qué hacer ante un mercado que establece un precio único para un producto, sea de la calidad que fuere, o ante un cubano de altos ingresos que se permita costear el producto, sea al precio que fuere?

Con esta iniciativa de comercialización ganan los productores, quienes reciben el estímulo necesario para continuar aportando desde el campo cubano, ganan los intermediarios, por razones obvias; pero pierde, el consumidor, sin un salario a la altura de las necesidades básicas, ni un sistema de precios a la altura del salario.

Según el doctor en ciencias económicas, Omar Everleny Pérez, el cubano gasta entre el 70 y el 80 por ciento de su salario en la compra de alimentos”. ¿Cuánto gastará a partir de ahora?

El jefe del grupo de Política Agroindustrial de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, Roberto Pérez Pérez, aclaró que aún cuando la transformación resulta imprescindible para los productores, quienes podrán comprobar de una manera directa y transparente las ventajas económicas que ofrecen las nuevas formas de comercialización; en un corto plazo no se incrementará la oferta del producto, ni la tan ansiada disminución de los precios.

Ante esta realidad, uno de los paliativos será la fijación de un costo tope para ocho productos en 2014: arroz, frijoles, papa, maíz seco, boniato, naranja, toronja y tomate; a la que se añade el chícharo, según declaraciones de Pérez Pérez.

El listado suscita, desde ya, controversias.

¿Por qué la toronja figura entre los alimentos priorizados?, ¿acaso tendrá más consumo que la malanga? Y, ¿qué pasa con la cebolla y el ajo, insustituibles en los fogones cubanos? Alarma pensar que se seguirá pagando de 10 a 15 CUP por una cebolla blanca o quizás más.

Dejar al tiempo, al mercado y a las lógicas de control social, la regulación de los precios agropecuarios puede ser un camino; pero, una vez más, el consumidor queda desvalido ante los actores económicos cubanos.

No sería insensato pensar en el diseño de un sistema actualizado para su protección, como tampoco sería insensato aumentar el salario real, en función de una pirámide, que hoy yace invertida.

Foto: BBC

 

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