Pablo y los muchachos de WhatsApp

El concierto de mañana martes en el Coliseo de la Ciudad Deportiva será en formato de trío con el pianista Miguel Núñez y la chelista Caridad R. Varona.

Foto: EFE.

Pablo tiene las razones de su regreso resumidas en la mirada. Ha explicado en diferentes intervalos de la historia por qué no puede sustraerse a ese vínculo que lo une a su público, pero las palabras ahora no son el mejor espacio para explicar la experiencia humana. El lenguaje cede ante el simbolismo, ante el peso de la historia. Todo se resume ciertamente en la mirada.

Pablo llegó la pasada semana para actuar en Cuba y solo se ha centrado en el significado del recuentro con su público. En observar el acontecer con la calma que entregan los años y lograr que no se escape ningún detalle antes de la presentación.

El concierto será en formato de trío. Ya ha ensayado con el pianista Miguel Núñez y la chelista Caridad R. Varona las más de 20 canciones que integran el repertorio de la noche de mañana. Quizá serán 24, quizá 25. Quizá alguna más que le reclame la ilusión de ese público que no cejó hasta tener en la mano las entradas.

El hombre que bajó del avión para traer la gira Díaz de Luz a sus orígenes no es ciertamente el mismo que subirá al escenario de la Ciudad Deportiva. O sea, las expresiones de su rostro se han llenado de ese brillo intenso muy distinguible por su familia y amigos más cercanos. Un brillo que se recupera también de la nostalgia, del dolor.

Su cuerpo se encarga de confirmarle que ha regresado a Cuba. “En dos días has engordado un par de libras”, le dijo jocosamente en su casa uno de sus familiares. Pablo ha cumplido a pie juntillas el ritual que celebra con frecuencia cuando vuelve al país tras sus compromisos internacionales. Ha repasado discos como Líneas Paralelas, que grabó con Andy Montañez y obtuvo un Grammy Latino en 2006, el nuevo álbum de Haydée donde la artista hace honores a la tradición de la música cubana; y ha compartido con algunos amigos ideas, proyectos y las experiencias ya habituales que ha vuelto a vivir en el país.

El escenario fijado para su recuentro tras la resolución de los primeros conflictos no es desconocido para el trovador. En el Coliseo actuó en 1988 para cerrar su gira Amo esta isla por distintas provincias de Cuba. Su hija Lynn tenía 15 años y fue una de las espectadoras del concierto que tuvo de invitado a Silvio Rodríguez. El recuerdo no palidece en su mente. “Fue una experiencia muy bonita para la niña que era”, dice Lynn mientras sigue el ritmo con las manos de las canciones que interpreta su hermana Haydée en un concierto en la noche habanera.

Haydée Milanés en un concierto en La Habana.

Haydée se rompe cuando canta Habáname, de Carlos Varela. Lynn, en voz baja le reclama fuerzas, y Haydée se afianza sobre sus pies para seguir el concierto. El público la aplaude. Ella vuelve del lugar muy personal al que la trasladó el tema de Carlos Varela. Interpreta Vestida de Mar, otra de las canciones más recientes de su padre. Habla de La Habana, de lo que perdió, de lo que quedó, de lo que podrá ser. Habla, en resumen, de una galería de emociones. Lynn la mira con esa preocupación de una hermana mayor. Teme que el peso de la poesía vuelva a quebrar a Haydée. La cantante, sin embargo, domina la noche a pesar de la carga simbólica. Ambas se abrazan al terminar el concierto y conversan sobre la presentación de su padre, sobre las canciones que cantará y sobre todos los caminos de afecto que han nacido tras la noticia del concierto.

Ernán, el esposo de Lynn, revisa un grupo de Whasapp. Se llama Por amor a Pablo. “Son en su mayoría muchachos muy jóvenes que conocimos cuando Lynn y yo estábamos haciendo la cola para comprar entradas para el Teatro Nacional”. El grupo está formado por casi 30 personas. Los mensajes llueven. Algunos preguntan cómo se puede conseguir toda la obra del trovador; otros hablan de ilusión. De repente la pantalla se llenó de emoticones de alegría porque uno de los miembros pudo conseguir las entradas para las dos hermanas de 80 y 76 años ,Yoyi e Hilda, que prácticamente habían despertado días atrás en el Teatro Nacional para conseguir los boletos la primera vez y no consiguieron las entradas. Ambas dijeron que prácticamente nunca se habían perdido un concierto de Pablo en Cuba. “Hemos repartido amor, el concierto aun no empieza” comenta otra de las muchachas de Por Amor a Pablo al ver la noticia sobre la alegría de las dos hermanas. 

Lynn y Haydée siguen cantando canciones de Pablo. Ahora sobre el muro del malecón. Son casi las 3.00 am del domingo. Se escucha además a Fito Páez, a Santiago Feliú, a Silvio y también ese sonido de la escuela en que ambas crecieron. “Elis Regina fue muy importante para nosotros”, dice Lynn. Haydée lo confirma y da algunas palmadas con las manos y el cuerpo. La bailarina Sandra Ramy mira algún punto de luz en el mar y repite con avidez las canciones. Otros se suman con El amor después del amor. Ernán recuerda su época en Madrid junto a Joaquín Sabina. “Decía que Pablo era el único músico ante quien se quitaba el sombrero”, dice.

Haydée y Lynn hablan de Suylén al regreso. Le dedican en silencio sus propios homenajes desde los afectos, la religión y desde esos recuerdos insondables impregnados en la memoria. Saben que su hermana también estará en las canciones del Coliseo.

Hasta el momento Pablo no tendrá invitados al concierto. Será una noche compartida entre el trovador y una buena parte de su público. Entre el trovador y su memoria. Entre el trovador y Cuba. En las gradas Yoyi e Hilda, y los muchachos de Whasapp repasarán las canciones y se sumarán a la energía de otros cientos de voces con la irrefrenable espontaneidad de su juventud, su locura callejera y el regocijo de quien conoció, pese a todo, el triunfo.

También será un rencuentro para la familia del trovador. Para Lynn y Haydée. Y para todos los que volverán a escuchar a Cuba en esas canciones que, aunque siempre han estado entre nosotros, volverán a vivir en La Habana nuevos días de gloria.

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