Para no fracasar por cuenta propia

Desde que se decretó la flexibilización del trabajo por cuenta propia a finales de 2010 en Cuba, la cifra de trabajadores autoempleados registró un acentuado incremento: de algo más de 150 mil a casi 400 mil, según datos de noviembre de 2012. No obstante un análisis de las estadísticas muestra un desaceleramiento en esa tendencia de crecimiento en los últimos meses. Según cifras del primer semestre de 2012, alrededor del 30 por ciento de las licencias en todo el país, fueron devueltas.

Cuatro de cada cinco pequeñas empresas en el mundo fracasan antes de cumplir el lustro de vida, según datos de entidades internacionales. Sin dudas, desarrollar un negocio de manera efectiva no es cosa de «soplar y hacer botellas».

En inicio, se puede plantear que hay que saber producir un bien o brindar un servicio demandado. Pero además es necesario lograr convertir tal actividad en un proceso lucrativo. Así de simple para algunos; así de escabroso para otros.

Por lo general, los pequeños empresarios culpan de su fracaso a factores externos, tales como el poco apoyo oficial, elevados impuestos y dificultades para acceder a créditos.

Sin embargo, numerosos analistas señalan que su escasa preparación para atender cuestiones específicas de las ventas, las operaciones, el control, la planificación o la gestión redunda fatalmente en la elevada «mortalidad infantil» de las micro, pequeñas y medianas empresas.

¿Prefiero el crecimiento o la rentabilidad? ¿En qué, cuánto y cuándo invertir? ¿A qué segmento del mercado me dirijo? Esas y otras muchas son preguntas simples que requieren de valoraciones complejas por parte de los pequeños empresarios. ¿Cómo están tomando tales decisiones los trabajadores por cuenta propia del patio?

Probablemente un buen lugar para iniciar un acercamiento a  tales asuntos sea el escenario donde reciben la acreditación que les permite iniciar legalmente su travesía en los negocios.

Manzanas

Quien no se arriesga…

Es temprano y una multitud se aglomera frente a la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social del municipio Plaza de la Revolución, en la capital.

En una oficina a la que se accede por un pasillo un tanto laberíntico, se realizan dos tipos de trámites relacionados con las licencias de trabajo por cuenta propia: unos las reciben, otros las devuelven. En pocos metros se reúnen la decepción de los que no pudieron salir adelante y renuncian, y el optimismo de los que inician su andadura en el negocio privado.

Sentado en un quicio está Douglas Miranda, quien concluyó hace pocos meses su Servicio Militar Obligatorio. En cuanto entregó su uniforme, buscó qué hacer. Consiguió una máquina de producir helado «frozen». Parecía una buena opción pues a pocos pasos del portal donde la instaló, en la calle Línea, se encontraban una escuela y un hospital. Pero su entusiasmo se desinfló en apenas 15 días. Está entregando su licencia.

«Todavía estoy averiguando qué fue lo que pasó. ¿Es que no hay dinero en la calle? El objetivo de esto no es hacerse millonario, sino sobrevivir. Pero si me empecino, lo que me va a coger es una cuenta de electricidad de mil pesos, y no voy a tener ni para pagarla», considera con preocupación.

A su lado se encuentra Elisa Rodríguez, jubilada. Desistió de su cafetería sita en la avenida 26, de la barriada de Nuevo Vedado. Luego de bregar tres meses con ella, cada vez tenía menos ventas.

«Hasta el dinerito de la chequera lo tenía comprometido en función de la cafetería ―explica―. Lo que más golpea es la inestabilidad de los suministros, porque una está vendiendo y pendiente de si sacaron mayonesa más barata en la tienda. Ahora quizás pueda rentar el portal, a ver si otro tiene mejor suerte».

La dificultad para adquirir los suministros, en su caso para la confección de bisutería, también desalentó a Eddy Álvarez: «Mis ventas no eran malas. Con materias primas estables hubiera funcionado, pero pagando 300 pesos de impuesto mensual  no me daba», se queja. Trabajó durante cinco meses en un portal de la  calle Paseo. Producía una parte de su mercancía, pero cuando se agotó su reserva de materiales como alambre de diferentes tipos, cordel y semillas, no apareció un proveedor estable y sus posibilidades de continuar se fueron a pique.

Trabajador por cuenta propia Villa Clara, Cuba _BEATRIZ VERDE LIMÓNaa

La cara afortunada de la moneda

A pocos pasos de Eddy, mientras él «cuelga los guantes» con su quincalla, la joven pareja que forman Alberto Guanche y Mileydis Machado parece recogerlos. Ellos se proponen probar la venta de bisutería. Entre los dos realizaron una inversión de unos 2 500 pesos para comprar mercancía. «La cosa es probar, dicen que es mucha la competencia, pero tenemos un mes antes de tener que pagar impuestos. Si no resulta, entregamos la licencia», comentan.

La improvisación de unos se compensa con la mayor preparación de otros, como Yersey Martínez, quien con una experiencia de 10 años de peluquero, comenta con optimismo los preparativos que realiza para abrir su propio salón de belleza.

«Pienso que me va a ir bien. En este trabajo el quid es la profesionalidad. Si haces las cosas como son, la gente repite y te ganas su confianza».

¿Qué condiciones has preparado para lanzar la peluquería?

«Mandé traer un lava cabezas, tuvo que ser plástico, no es el ideal, pero bueno; y compré un sillón. Ahora mismo, eso me permite empezar. Si el día de mañana hay más facilidades, pensaré en algo mejor. Por mi barrio, cada dos cuadras hay un peluquero y los precios están más o menos estándar. No obstante, este es un trabajo de creatividad y puedo desarrollar mascarillas, cortes de cabello. Para salir adelante es importante la comodidad que brindas al cliente y tener detalles en la atención, como brindar un café al que llega».

Tiene razón Yersey, la diferencia a veces está en los detalles, y también en el trabajo duro. Esto último le queda claro a Antonio Socarrás, quien desde febrero último, gestiona una cafetería en la avenida Ayestarán, en La Habana.

Al fondo del establecimiento, una estampa muestra un puñal que atraviesa lengua y ojos maledicentes. Lanza sobre Antonio, sus empleados y los clientes que se acercan, una necesaria sentencia: «Aché pa’ ti». Al parecer, en varias ocasiones lo ha necesitado.

«Hay mucha inestabilidad en las materias primas y en las ventas,  y a veces las cuentas dan en rojo –comenta–. Nos la vimos difícil en julio y agosto. Pero hay que buscar soluciones y eliminar del menú lo que no da negocio. He tenido que quitar, por ejemplo, casi todo lo que lleva harina, sólo me quedé con la croqueta. La cosa es seguir luchando y no cerrar.»

¿Has pensado en ampliar tu negocio?

«Como estoy hasta ahora, me va bien. Buscar un lugar más grande me traería más problemas, más trabajadores, más impuestos… Primero hay que lograr estabilidad en las ventas, porque la competencia se siente. Cuando abren nuevos negocios en el barrio, salen con todo, aunque después decaigan. Pero tú tienes que seguir ofreciendo lo mejor. Si bajan las ganancias, no puedes empezar a escatimar en la cajita. Al contrario, tienes que adornarla más, y al mismo precio».

En busca de más opiniones sobre cómo se consigue un negocio exitoso en el área de la gastronomía, conversamos con Rubén, un hombre de unos 50 años que prefiere guardar reserva sobre su apellido. Es dueño de una cafetería de pequeñas dimensiones en Santiago de Las Vegas, que resalta por la nutrida tablilla de ofertas junto a la puerta.

Sentado en un banco del parque aledaño, nos invita a mirar en derredor. De un vistazo se aprecia media docena de cafeterías particulares que venden pizzas. «¿Los ves?», pregunta. «Todos estamos subsistiendo. Hablar de negocios consolidados es una exageración. Los márgenes de ganancia van hacia abajo. Pero claro, si todos están vendiendo más o menos lo mismo, a menos de 100 metros uno de otro».

Conseguir que el cliente distinga la oferta propia de la competencia resulta sin dudas una necesidad clara en el ámbito de las emergentes iniciativas a título personal. Quizás uno de los que más claro lo tienen son los jóvenes adictos a la tecnología que iniciaron las Clínica del celular, una incipiente red de centros de reparación de teléfonos móviles que salpica la ciudad. Al frente de una de ellas, ubicada en un garaje de calle G del Vedado habanero, Javier Matos, con estudios en informática y diseño, puede considerarse un emprendedor a conciencia.

«Hasta  ahora somos tres, un grupo ―explica―. Hacemos todo con el mismo marketing, aunque lógicamente cada uno tiene su licencia por separado. Queríamos salir del concepto de taller, por eso es el nombre de clínica. En una clínica tratan de salvarte, nunca llegas y te dicen que no. Cuando fuimos a abrir nuevas clínicas, analizamos los problemas con la primera, principalmente en cuanto a promoción. Por eso creamos nuestro logotipo, repartimos tarjetas, hemos mandado mensajes globales a los móviles de muchas personas, nos anunciamos en fiestas, colocamos calcomanías en autos de amigos. Donde se pueda, ponemos nuestro mensaje».

¿Cómo ves tu futuro en esta actividadad?

«La gente sigue la tecnología y siempre hay demanda. Pero han abierto muchísimos talleres de celulares y la competencia es grande. Hay quien está usando nuestro nombre, tenemos que defenderlo como propiedad intelectual. Pero me imagino el día de mañana con más posibilidades, con contratos con empresas del Estado y, por qué no, compitiendo con Cubacel».

Para no extraviarse en la empresa

Cuando se contrastan ejemplos favorables y negativos de iniciativas por cuenta propia, adquieren relieve la pericia y los conocimientos de los microempresarios para detectar oportunidades de negocio y optimizar sus recursos.

Para entender mejor cómo es posible todo ello conversamos con Damián Echevarría. Sin haber cumplido los 30, posee de una formación académica que incluye una licenciatura en Economía, cuatro años de magisterio en la educación superior y una Maestría en Administración de Empresas. Tal currículo probablemente le valdría ser considerado un cuadro con perspectivas en una empresa de envergadura, sin embargo, con racionalidad de economista se decidió por el trabajo por cuenta propia. Cuando la gente regresa a su casa y se dispone a disfrutar de un rato frente al televisor, él toca su puerta para ofrecerles DVD con novelas, filmes, conciertos o documentales.

Se refiere a sus primeros pasos como cuentapropista con un fundamento que algunos pensarían desborda su actual ocupación, pero él es del criterio que, grande o pequeño, el negocio hay que atenderlo y entenderlo como una ciencia.

«A veces me sorprende cómo se aplica todo lo que se estudia en la Universidad en una actividad por cuenta propia como la mía ―comenta―. Por pequeña que sea debe funcionar igual que una empresa. Tengo competidores actuales, competidores potenciales, proveedores, clientes, e interactúo con todos ellos. Hay que llevar logística, contabilidad, finanzas, dinero en efectivo, cuentas por cobrar, por pagar y más aspectos».

¿En qué fallos has observado que incurren los cuentapropistas?

«Es muy difícil generalizar, pero he visto muchos que vuelcan todo su dinero en la inversión y no tienen capital de trabajo, que es el que sirve para financiar las operaciones diarias. La gente se cree que todo se resume a arrancar pero al otro día es probable que no se venda suficiente, y hay que seguir pagando materias primas a proveedor, etc. De ahí, la tendencia a probar un tiempito y entregar la licencia. ¿Pero quién te conoce a ti en un mes, en dos o tres, en un momento en que todo el mundo está saliendo al mercado? Para lograr fidelidad del cliente tienes que trabajar más tiempo, ir probando, cambiando de productos, al límite con tus pérdidas. Por eso en algunos países se decreta un periodo de exención de impuestos.

«Por otra parte, sobre todo en el área de cafeterías, salta a la vista que hay lugares donde el monto de la inversión no se corresponde con los niveles de venta garantizados. Uno se pregunta: ¿qué pintan esos lujos si por aquí no pasa casi nadie? Mi opinión es que hay que estar seguro de la demanda, y maximizar la inversión. Eso significa invertir lo menos posible para recaudar determinada suma. Entonces, si las cosas marchan bien, ir ampliando con proyección de futuro, en función de obtener algún dinero que va sirviendo de capital de trabajo y reinversión».

¿Cómo puede incidir la posibilidad de acceder a créditos bancarios en la manera en que se desarrollan los pequeños negocios?

«Se abren interesantes posibilidades. Hay ejercicios que demuestran cómo aumenta la rentabilidad del dinero que usted invirtió cuando emplea además determinados niveles de crédito. Porque si trabaja con un 100 por ciento de capital propio, la rentabilidad es menor que si accede a cierto monto de préstamo. Se puede calcular un punto óptimo, que a lo mejor es del 40 o el 50 por ciento de créditos, depende de la actividad.

«Hasta ahora la gente ha empezado básicamente con dinero de su bolsillo, pero los créditos pueden impulsar actividades de mayor envergadura. Digamos que se me ocurre montar una mini fábrica de piezas sencillas, y saco mi cuenta: cuatro tornos modernos y unas fresadoras. El capital humano existe. Pero esa es una inversión de decenas de miles de dólares. Vamos a ponernos de acuerdo cinco personas, pedimos un crédito del Banco para financiar el 40 por ciento. Pero necesito que el Estado me importe las máquinas y determinadas materias primas, porque yo no tengo licencia de importación. Ese tipo de producción de bienes intermedios es fundamental. Pero son más difíciles y requieren de un acompañamiento del Estado. Pero si no pensamos así, no salimos de los “chinchales”».

En el contexto de la evolución del panorama económico nacional parece determinante que los trabajadores por cuenta propia asuman con mayor claridad sus decisiones, controlen su contabilidad y tomen conciencia de dimensiones clave de la gestión de su negocio. Pero también que las autoridades ganen protagonismo en el incentivo de las actividades por cuenta propia que de manera más orgánica pueden incluirse dentro de las estrategias de desarrollo. Porque de alguna manera, con cada persona que se desalienta ante las dificultades de salir adelante, la sociedad pierde un hálito de la vitalidad que a todos beneficia.

Fotos: Beatriz Verde Limón /Alain Gutiérez

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