Pescar en las aguas negras de la bahía de La Habana

Contaminación con desechos de petróleo en la bahía de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.

“Seguro es un derrame que viene de la refinería. Eso pasa siempre que llueve. Mira cómo me puso el barco, pintado hace poco”, dice Alberto.

“El Mamao”, como le llaman pescadores y amigos, señala su embarcación que flota en la bahía de La Habana, sobre una capa viscosa, con un reflejo tornasol que se ve desde el muro.

“Nosotros pagamos impuestos por saneamiento de la bahía y ellos la ensucian. Entonces, ¿para qué?”, pregunta.

Con las lluvias de finales de septiembre apareció, intempestivamente, una extensa mancha negra que se extendió por la bahía, voraz y silenciosa. Ensució los barcos y un negro subido de tono pintó el muro del malecón habanero.

Zonas donde OnCuba comprobó las huellas del derrame. Debajo una vista amplia de la bahía y encima un detalle de la zona apreciada. Foto de Google Maps.
Zonas donde OnCuba comprobó las huellas del derrame. Debajo una vista amplia de la bahía y encima un detalle de la zona apreciada. Foto de Google Maps.

“¿Qué le vamos a hacer? Ahora a sacar el barco y pintarlo, porque el petróleo no hay quien lo quite”, dice El Mamao y suelta un “cojones” porque se le “desgració” una muda de ropa jalando el barquichuelo hacia el muro.

Otro pescador cuenta que lanzó su anzuelo y este nunca se hundió. El gancho diminuto flotaba sobre las aguas oscuras. “Porque la capa era de este gordo”, explica separando sus manos, exageradamente, unos 20 centímetros.

“Vete a Casablanca pa’ que veas. Hace días de las lluvias, y aún no se ha quitado”, dice otro pescador.

El derrame: realidad y ficción

Cuando pasó el huracán Irma cerca de La Habana, la barrera fija de la refinería Ñico López colapsó por el oleaje, algo que no se esperaba sucediera, dijo Aian Torres, director adjunto del Grupo de Trabajo Estatal Bahía de La Habana (GTE-BH).

La pared retiene los materiales oleaginosos que pueden salir del proceso productivo y que flotan sobre el agua, los cuales son recogidos y reutilizados, explicó.

“Esto llevó a una cierta contaminación que provocó que hoy se vean manchas, pero ya instituciones como el Minint y el Mitrans están en función del plan de contingencia para casos como este”, añadió Torres.

Aunque los residuos del sector industrial afectan la bahía, el 90 por ciento de la contaminación proviene del sector residencial. En la cuenca de la Bahía hay cerca de un millón de personas, de unos 10 municipios de La Habana.

La solución para esta carga contaminante pasa por la instalación de plantas de tratamiento residual y el mejoramiento de un sistema de alcantarillado que data de principios del siglo pasado.

“Se construyó para 600 mil personas y ahora hay más de 1 millón. No tiene capacidad para asumir todas las aguas que genera la población”, explicó Aian, quien añadió que existe una planta de tratamiento de residuales y se trabaja en la instalación de otras con financiamiento extranjero.

Para disminuir los daños que provoca la industria, se han cerrado centros que generaban grandes volúmenes de contaminación inorgánica, como las termoeléctricas Antonio Maceo, en Regla, y Frank País en Casablanca.

Pero “no estamos exentos de que ocurra algo como esto, sobre todo cuando en el litoral todavía existen industrias tan poderosas como la refinería.

“Dentro de la refinería hay un plan de contingencia y equipamiento para emergencia. También hay 3 niveles de barreras móviles para contener. No son tan efectivas como una barrera fija, pero es para evitar que el producto oleaginoso llegue a la parte más visible de la bahía, lo que afecta todo el paisaje de esta zona turística”.

Según Aian, por las características de la rada, la mancha se traslada hacia la parte oeste, precisamente donde se vio el derrame.

En condiciones normales, dijo, la barrera basta para retener los desechos, pero con el colapso, el material oleaginoso escapó. Una situación de esta magnitud no se veía desde 2012 cuando un barco impactó en la barrera y la quebró, pero la grieta se controló sin mayor dificultad.

En el mar es difícil poner planchas de metal fijas para poder fundir y se necesitan cemento especial que fragüe bajo del mar, los bomberos, técnicos especializados para trabajar bajo el agua, dijo Torres.

“Ahora lo que hay que hacer es limpiar. Con la contención existente, con las tres barreras móviles, es muy difícil que algo llegue a la bahía. Hoy la rada tiene una alta contaminación. Si el derrame demora mucho en recogerse, los sedimentos de la bahía pudieran tener contaminación por petróleo. Pero no es tanto como para variar los niveles que existen o la fauna que hay ahora”.

Aian dice que no se debe pescar en la bahía, porque peces autóctonos como el sábalo están contaminados por materiales pesados. Algunos ejemplares analizados tenían brillo en la piel y los ojos, supuestos índices de buena calidad, pero al cocinarse –añade– tienen incorporadas cantidades de hidrocarburos.

“Los pescadores conocen cuáles son los peces que entran y los que salen y los que son autóctonos. Tuvimos encuentros con ellos sobre eso, pero podrían no saber el pescado que estén cogiendo. De todas maneras, está prohibida la pesca en la bahía”, dijo.

La mancha en Casablanca

El huracán Irma dañó la base de pesca deportiva de Casablanca. Destruyó los muelles de acceso a los barcos que serían reconstruidos con madera nueva. Pero limpió, de alguna manera, el sitio de viejas estructuras de madera y de desechos.

“Dejó limpio todo esto. Se veía el fondo, y todo estaba lleno de arena, muy limpio. Esto que ves fue con el derrame de hace tres días. Ahora está prieto, lleno de fuel, que seguro viene de la refinería”, dice Rogelio.

“Oye, me dijeron que eso fue de unos tanques de allá atrás, que unos muchachos abrieron. Hay una ensenada contaminada completa”, le cuenta Iván, otro pescador.

“No, eso es de la refinería. Tú sabes que pasa a cada rato. Aunque había disminuido desde que comenzaron a entrar los cruceros”, le contesta.

Los pilotes recién plantados dentro del agua se tiñeron de oscuro y perdieron el color característico de la madera recién cortada. En la orilla han recalado, como víctimas de un naufragiolos desechos que el agua trae: pomos, matas de plátanos, pedazos de madera y cocos. 

“Hay cosas que vienen flotando desde los ríos. Es normal aquí. Pero el color, sí es por el derrame”, dice Rogelio.

“Yo me conozco esa zona le explica a Iván– y eso no es de ningún tanque que se botó ni nada. Eso son desechos de la refinería, que cuando llueve, parece, el agua se acumula y se bota todo lo que hay”.

Pescar en la bahía

Cerca del Emboque de Luz, los pescadores usan el Muelle Flotante que los pone en posición ventajosa, varios metros dentro del mar. Apenas han cogidos ejemplares pequeños, que “no sirven pa’ mucho.

“¿Se coge algo?”.

“Ahora no mucho, pero se coge”.

“¿Y eso sirve para comer?”.

“Sí. No tiene nada que ver. El petróleo está arriba del agua y el pescado debajo”, dice con seguridad el hombre que vuelve a mirar el naylon. Pronto estará absorto, mirando la superficie.

Sin barco no tiene a donde ir para pescar . Mientras, Mamao y quienes sí tienen barquichuelos, escaparán mar adentro. Allá, cuentan, también ha llegado la mancha, pero siempre se puede ir más lejos.

Cerca de la estatua de Neptuno, en la Avenida del Puerto, otros que también pescan desde tierra siguen su rutina diaria. El naylon sale oscuro, sucio. Sobre el muro yace un pez muerto, recién sacado del agua sucia de la bahía. Parece bueno para comer y está limpio. Aparentemente limpio.

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