Ser afrocubano: ¿(anti)tesis de un debate sobre prefijos o sobre origen?

En el contexto cubano, las (anti)tesis de fondo siguen siendo de origen socio-racial y económico y no exactamente de prefijos.  

Foto: Alejandro Ramírez Anderson.

A principios de este mes de agosto la Cátedra de Afrodescendencias “Nelson Mandela”, perteneciente al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) de La Habana y miembro de la Red CLACSO, le hizo un homenaje a la poeta afrocubana Georgina Herrera. El medio de prensa habanero Tribuna cubrió el homenaje y la noticia salió publicada con el título “Recibe poetisa afrocubana distinción honorífica Cátedra Mandela”, reproducido en el perfil en Facebook de dicho periódico.  

Como se puede todavía leer en este post, la utilización del término “afrocubana” generó disgusto y sorpresa en algunas personas. Una internauta que se identifica como María Polo Vega, periodista y escritora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), expone: “(…) ¿desde cuándo se emplea en Cuba el término de afrocubanos? (…) Copiemos lo que enaltezca nunca lo que nos denigre”. Para JLMedina “Esta sencilla deferencia expresa la misma dosis de racismo que se finge ocultar”; en esa lógica Teresa Delgado, redactora asistente del (ex) Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), decía tajante que: “Para nada me gusta y lo rechazo, ese término de afrocubanos, todos somos cubanos”. Dejo aquí solo esta pequeña muestra.

También se pueden encontrar los argumentos certeros que fueron manejados en el post en vindicación de este término, con el cual la propia Georgina Herrera se identifica y reconoce orgullosamente. La periodista Raquel Sierra, autora de la nota, defendió que: “Además de que sentirse afrocubano es un posicionamiento político en la lucha contra del racismo y la discriminación, la Constitución del 2019 lo refrenda Art. 48: Todas las personas tienen derecho a que se les respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal”. En nombre de la Cátedra “Nelson Mandela” la activista Cimarrona Durban dejó su sentir en una nota fundamentada política y epistémicamente que concluía afirmando: “(…) me siento orgullosamente afrocubana, cubanísima y mujer negra. Desde la Cátedra Mandela estamos y estaremos con la Revolución siempre, construyendo futuros afrodiaspóricos (…)”. 

Hasta aquí hubo un intento de debate en el post; digo “intento” porque luego de los argumentos esgrimidos reivindicando el término de “afrocubana” atribuido a Georgina Herrera, ninguna de las personas incomodadas respondió, y sabemos que un debate es la disposición de dos o más partes para intercambiar sobre un tema determinado. No hubo pronunciamientos oficiales del medio, ni tampoco intercambios posteriores con las personas implicadas en el homenaje o con la misma Georgina Herrera en ánimo de aclarar, y aquí yo diría, como mis hermanas brasileñas, “oscurecer un poco los términos blanqueados y colonizadores”. Sin embargo, pasados los días nos deparamos con que Tribuna de La Habana había suprimido/censurado el término “afrocubana” de la nota publicada, y lo que fue un bullicio digital sirvió para ejercer lo que también parece ser el poder de decirnos cómo debemos identificarnos.

Y es que el racismo institucional y estructural no precisa tener razón, basta con echar a andar el andamiaje herrumbroso y enquistado de sus prácticas de poder hegemónicas. De esa forma cavernaria un medio de prensa de carácter provincial impone su línea editorial en la cual parece que no cabe que la gente se identifique de la forma que desee. De paso, le hacen muy poco favor a una postura coherente con la importancia política que implica el término “afrodescendiente” en la lucha contra el racismo, reivindicado en la Declaración Final de la Conferencia de Durban en 2001, donde Fidel Castro representó oficialmente al Estado cubano.

Lo que sigue de este texto pudiéramos dedicarlo a contrapuntear con esta actitud del vehículo de prensa Tribuna de La Habana, que tampoco asumió un debate público y abierto en sus tribunas. No obstante, por esa razón precisamente, prefiero dedicarme a profundizar en una interpelación educativa y fructífera, cosa que a Tribuna como medio público también le corresponderá hacer en algún momento; no es censurando como se educa revolucionariamente.

Esta discusión entre la pertinencia y/o la oposición entre los términos de Cubano vs. Afrocubanos que por momentos se torna dicotómica, no es una discusión menor, aunque en algunos lobbies intelectuales cubanos se intente dejarla como marginal y periférica. Y es que precisamente lo afro/negro, lo afrocubano, lo cuba negro tienen una derivación socio-histórico-ontológico-intelectual acuñada por lo marginal y lo periférico. Desde este lugar complejo de reconocimiento me posiciono, miro profundo y contesto.

En política lo más importante es lo que no se ve, por eso es vital entender qué corpus de pensamiento engendra una decisión, que no es aislada, de este medio de prensa cubano.  Advierto que este texto no agotará todo lo que debemos conversar sobre estos temas, por eso tendremos que regresar una y otra vez; ciencia, conciencia, paciencia, diría Ortiz. Para ello deseo interpelar las que creo principales (anti)tesis que recorren y ponen en conflicto el espectro intelectual cubano en esa negación, que lleva a un vía crucis la utilización contemporánea del término “afrocubana/o”. Esas (anti)tesis plantean que:

1-La utilización del término “afrocubano” socava el concepto de la cubanidad en su concepción ortiziana más integradora.

2-Es una estrategia discursiva que copia reivindicaciones del movimiento afroamericano en EE. UU, y que asumen movimientos de activismo intelectual y artístico contrapuestos al gobierno cubano con el propósito de dividir a blancos y negros.

Una primera mirada a esas dos (anti)tesis revela contradicciones ya observadas en la historia que se repite de una Isla, “(…) ¿qué se repite? Tropismos, series de tropismos, movimientos en una dirección aproximada (…)”, siguiendo a Benítez Rojo 1. Son dos ideas que, como fantasmas, desdibujan el Estado/Nación cubano donde el elemento negro/africano y el peligro de una intervención/anexión extranjera dan cuerpo-sustancia, tensionan la identidad nacional, avanzan y retroceden.

Desde el imaginario y la teoría más lineal en defensa de una cubanidad libre de prefijos (por ejemplo, “afro”), Cuba, como identidad, se reduce a un Etnos-Nación. Esta línea teórica predominante en la academia, los informes gubernamentales y la educación cubana, valorizan los diferentes componentes étnicos que integran esa nación, pero como ingredientes fundidos en un “ajiaco ortiziano” ya listo para degustar.

Desde esta perspectiva, la raza es un término ya superado y la etnia cubana amalgamada es una sola, por lo cual autoidentificarse como “afrocubana/o” o “negra/o” podría ser retórico y sinsentido. Se asume como el summum de la interpretación que hace Ortiz de la conformación nacional al tiempo que se aleja de él de forma antidialéctica, porque para el sabio cubano 2:

“(…) la cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso. Lo característico de Cuba es que, siendo ajiaco, su pueblo no es un guiso hecho, sino una constante cocedura (…)” (p.16). 

En una lógica ortiziana de contrapunteo diaspórico y transcultural, la cubanidad no es guiso hecho. Y aquí hay una respuesta medular a ese intento extremista y falaz de encadenar las identidades, ese infantilismo etnocentrista e infértil de pensarlo todo bajo la categoría “cubano”, para que la diferencia y el diferente (lo afro, lo negro, lo gay, lo trans, el otro/a) no corrompa un ideal de cultura hegemónica, donde la gente se debe reconocer y Ser como el otro…el otro Próspero, quizás Ariel, nunca Calibán.

Quien ha leído hasta aquí debe imaginar por qué insisto en contrapuntear con esta idea, y es porque ella lleva implícita la negación de otras formas de ver y de verse como parte de la Nación, por lo cual ser excluidos/as, las “afrocubanas/os”, o cualquier otro/a diferente resulta un ejercicio fácil y eso, para mí, entraña el verdadero peligro de escisión y desunión para una nación cubana que se quiere inclusiva y antidiscriminatoria.

Cuba en el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente

Por otra parte, el vocablo identitario “afrocubana/o” tiene una larga data en el imaginario cubano, autores como Tomás Fernández Robaina 3, Zuleica Romay y Alberto Abreu así lo demuestran. Está presente de forma profusa en la obra de Fernando Ortiz, quien lo vulgarizó al escribir Los negros brujos… y lo vindicó sabiamente al impulsar luego la Sociedad de Estudios Afrocubanos. La lista de cubanas/os orgullosamente también “afrocubanas/os” se hace interminable con Rómulo Lachatañeré, Lydia Cabrera, Natalia Bolívar, Rine Leal, Inés María Martiatu, Daysi Rubiera, Georgina Herrera y tantas y tantos más.

Para todas ellas/os no hay origen espurio y extranjerizo en el término de “afrocubana/o”, aun cuando no puede existir temor y sí un compromiso político mayúsculo en reconocer que las luchas diaspóricas antirracistas de los afrodescendientes se articulan 4. Dudar de la capacidad de las/los “afrocubanas/os”, negras/os para tomar las mejores decisiones por el bienestar de su patria también ha sido una idea repitente del nacionalismo blanco cubano. Ellos/as, los confundidos, no verán el peligro extranjero venir, hay que advertirles, remember 1912 y la Masacre de los Independientes de Color.

No obstante, como en el siglo XIX y XX, el peligro extranjero —blanco— sigue siendo relativo, y en ocasiones visto como un “mal menor” a lo “afrocubano”. Quizás por eso hoy no sea motivo de debate convertirte/nombrarte cubanoamericano, hispano-cubano, sino-cubano, o cualquier gentilicio “algo-cubano”. ¿Será que la amenaza del prefijo a la cubanidad nadie la ve en la inversión o la remesa? ¿será por eso que a nadie le interesa descubrir su familiar afro? —¿para qué? Es un sinsentido—. Entonces, debemos reconocer que, como en el post antes mencionado, en este debate las (anti)tesis de fondo sigan siendo de origen socio-racial y económico y no exactamente de prefijos.  

 

Notas:

1 Benítez, Antonio. La Isla que se repite. Barcelona: Editorial Casiopea, 1998. 

2 Suárez, Norma (comp.). Fernando Ortiz y la cubanidad. La Habana: Ediciones Unión, 1996.

3 Fernández Robaina, Tomás. Identidad afrocubana. Cultura y nacionalidad. Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 2009.

4 Laó-Montes, Agustín. Contrapunteos diaspóricos. Cartografías políticas de Nuestra Afroamérica. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2020.

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