Ser o no ser. Dualidad monetaria en Cuba

La economía es a un país lo que la salud al cuerpo. En Cuba, entre tanto por sanar, el manejo de dos monedas, cual narcótico, ha permitido sortear algunos obstáculos, pero a su vez ha limitado el desarrollo orgánico del esquema económico cubano. Si bien parece haber consenso en cuanto a la necesaria unificación, la cuestión se mueve del qué hacer al cómo hacerlo.

 

Moros y cristianos

Una de las maneras en que se manifestó la aplicación de la dualidad monetaria a nivel macroeconómico fue el establecimiento de dos compartimentos de estanco. La economía se dividió en el sector emergente y el sector tradicional.

En el sector empresarial, la expansión ocurrió basada en el poder del dólar para garantizar insumos y servicios a los cuales era imposible acceder en pesos, producto del desabastecimiento. La generalización funcionó como estímulo a las necesarias inversiones foráneas y como el medio en que se realizaban las transacciones comerciales. Asimismo, se convirtió en modo de financiamiento para sectores que operaban en peso y se habían quedado rezagados.

Si por un lado la segmentación de mercados y de agentes económicos era necesaria, también provocó contradicciones inevitables, por causa de la naturaleza misma de dicho mecanismo y de determinadas medidas complementarias que no se tomaron.

Las familias necesitan distribuir su consumo entre los productos subsidiados por el Estado, las cooperativas estatales y el mercado en divisas. Por otro lado, algunas empresas transaban en pesos y otras en divisas, hasta que surge un tercer tipo que transaba en ambas monedas.

La interconexión entre ambos sectores (micro y macroeconómico) es inevitable. Si estas conexiones no son reconocidas como lícitas, tienen lugar por otras vías y así el Estado no puede regularlas.

La dualidad también impactó profundamente el gasto individual. Al respecto, la profesora Vilma Hidalgo considera: “A pesar de los mecanismos redistributivos, más del 50% del consumo personal requiere ser completado en el mercado en dólares, o en el mercado agropecuario y privado (formal o informal); donde operan altos niveles de precios independientemente de los niveles de ingresos. En contraste, la distribución a través de los fondos sociales no está relacionada con dicha variable” (1).

Sumado a ello, los productos del mercado en divisas sufren un proceso de sobrecosto fijo con carácter monopólico –y arbitrario– que equivale a más del doble de su precio original. Este mecanismo pretende absorber todo exceso de liquidez en dólares y recaudar en beneficio del consumo social (costos de servicios como la educación, la salud, la cultura y la asistencia social). Sin embargo, en muchas ocasiones no ha sido suficiente, pues el atraso en los pagos a los proveedores conduce a la paralización de las exportaciones y de ahí al desabastecimiento.

La dualidad monetaria ha provocado la estratificación social que ha ocurrido en el país; pero el aumento salarial debe ser directamente proporcional al aumento productivo; de otro modo, los desbalances en los ingresos existirán sin importar el sistema monetario que se aplique.

La capacidad adquisitiva de una moneda depende del rendimiento de los factores nacionales: los medios básicos, el trabajo y la tierra. Aunque es cierto que se impulsaron los estímulos en divisas y se reactivaron los salarios, no fue suficiente para estimular la producción porque el problema reside en el sector real de la economía.

Por su parte, las empresas, beneficiadas con la implementación del manejo de dos monedas, pronto empezaron a encontrar tropiezos en su gestión y funcionamiento interno.

Si de un lado el sector emergente tenía acceso pleno y directo a la divisa, mediante las exportaciones y las transacciones, las entidades del sector tradicional solo la recibían a través de la Caja Central. Esta no es un mercado cambiario en sí, sino una herramienta de asignación centralizada. Así, quedaban significativamente limitados la iniciativa y el desarrollo de las empresas que operaban en pesos, pues la asignación respondía a criterios de equidad y disponibilidad, obviando las potencialidades productivas de cada quien, la innovación, el ahorro, etc.

También ocurría el proceso inverso. El sector emergente necesariamente tenía que adquirir todos sus insumos y servicios en dólares, puesto que no contaba con la asignación de moneda nacional. No quedaba otra opción que comprar las mercancías que demandaba en el extranjero, aunque existieran productos nacionales capaces de suplir esta demanda.

La complejidad de la administración se incrementa al tener las empresas que llevan una doble contabilidad, pues cada moneda tiene su propia dinámica de funcionamiento. Igualmente los intermediarios introducen para sí una lógica de la distribución, y muchas veces el producto tiene que seguir un recorrido que genera pérdidas.

A su vez, al interior de estos segmentos de mercado existen otras subdivisiones. En el área peso se encuentran los bienes y servicios mayormente subsidiados, racionados en cantidad y precio; y los mercados legalizados junto a remanentes de la economía informal.

En el área dólar aparece un mercado en divisas para las empresas, que abarca las exportaciones y las ventas al turismo; además del área más significativa en cuanto a volumen: la red de tiendas en divisas. Otro espacio está formado por las actividades relacionadas con la legalización del trabajo por cuenta propia.

De manera general, la implementación del sistema de doble moneda favoreció la captación de divisas por parte del Banco Central, y así el mantenimiento de lo alcanzado por el proyecto revolucionario. Brindó mecanismos para equilibrar la situación de crisis, para la reactivación empresarial y las asociaciones con entidades extranjeras.

Además, permitió la apreciación y estabilización del peso cubano, y se redujo el circuito de empresas públicas subsidiadas por el Estado mediante un intento de descentralización.

No obstante, provocó una distorsión de los patrones de ingreso y del sistema salarial, y por tanto mayor desigualdad social. La presencia de una base y oferta monetaria dual hizo que disminuyera el control del Banco Central.

Las mayores contradicciones de este esquema probablemente fueron causadas por que no se tomara un grupo de medidas complementarias para la situación creada. Según Hidalgo, podrían señalarse la implementación de mecanismos administrativos y marcos regulatorios más eficaces y viables, coherentes con la descentralización de la actividad empresarial; cuestiones que sí recogen las actuales transformaciones.

Quedaron también pendientes la flexibilización eventual de la segmentación entre los sectores tradicional y emergente, así como modificaciones en el sistema de retribución al trabajo, funcionales al incremento de la producción. Era indispensable aprovechar potencialidades autóctonas junto a un enfoque que cohesionara orgánicamente algunas medidas.

 

¿Dólares cubanos?

Cuando entre 2003 y 2004 se eliminó la circulación del dólar a lo interno del país, no se puso fin a la dualidad monetaria.

En un inicio, la emisión del CUC estuvo regida por las reservas en dólares del Estado, de modo que intentaba evitarse una brecha entre ambas monedas que condujera a la pérdida del poder adquisitivo de la primera. Pero con el objetivo de mantener estable la demanda de bienes y servicios en CUC, el Banco Central comenzó a ponerlo en circulación sin tener en cuenta su contrapartida en dólares, lo que implica que este respaldo no existe ya.

De este modo comienza a ordenarse un régimen cambiario fijo que funcionaba con distintas regulaciones de precios y volumen de venta, según se tratara de familias o empresas y unidades presupuestadas. La estabilidad que ha mantenido la tasa de cambio desde 2004 (1 CUC por 24 pesos) es solo aparente, porque en todo este tiempo los precios del dólar han fluctuado y hace mucho que su equivalencia con el CUC dejó de ser pareja. Por esta razón, el Estado ha intervenido en (financiado) el mantenimiento de esa paridad, a través del subsidio del exceso de circulación en CUC.

A pesar del apellido “convertible”, el CUC no es una moneda libremente convertible. Esto implicaría una moneda con un fuerte respaldo de reservas internacionales y que propiciara acceso a con ella se puede adquirir cualquier otra divisa dura. Además, necesita un trasfondo de productos nacionales relevantes que sustenten una demanda internacional de la moneda doméstica.

Es por ello que la dualidad monetaria y la libre convertibilidad no son excluyentes entre sí. Es decir, se puede tener una única moneda y que esta no goce de libertad de cambio. Como consecuencia, la convertibilidad del CUC es una meta superior a la unificación monetaria. Para la existencia de esta condición de la moneda nacional, sería necesario que la capacidad exportadora del país y sus reservas de divisas se multiplicaran como los panes y los peces.

Según fue surgiendo vertiginosamente un mercado interno en CUC, se enrareció y complejizó la contabilidad precisa del gasto en CUC y el gasto en dólares (importaciones).

Desde un punto de vista pragmático, los intereses de la política social han complejizado una situación ya de por sí tensa. Por ejemplo, entre 2008 y 2009 se duplicaron los precios de los alimentos y el combustible. Sin embargo, el Estado mantuvo la oferta a la población de esos productos sin cambios significativos, aunque para ello haya tenido que endeudarse con altísimos créditos y tasas de interés.

Solo proposiciones

Las posibilidades de una reversibilidad de la dualidad monetaria constituyen un punto clave en la agenda nacional.

En este marco de discusión, Pavel Vidal, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, plantea que suprimir la doble moneda no va a terminar con la desigualdad social, como espera una gran parte de la población.

“Son dos cosas muy distintas y tengo la suposición de que cuando tengamos una sola moneda en la economía, las desigualdades se van a mantener (…) ¿Cómo haríamos este tránsito? En la población sería muy fácil: funcionaría el peso, que es la moneda histórica cubana, donde están la mayoría de las cuentas de ahorro y los salarios (…) Los precios que ahora están en pesos convertibles, se multiplicarían por la tasa de cambio y a partir de ahí se nominaría en pesos cubanos (…) En términos de desigualdad vemos que todo queda igual”. (2)

Este criterio es coherente con la opinión de Vilma Hidalgo. Ella afirma que primeramente sería necesario reanimar el poder adquisitivo del peso cubano. Aquí se incluirían acciones como la reactivación de la agricultura, ya que el incremento de su producción garantizaría la seguridad alimentaria, un mejor nivel de vida, la liberación de enormes sumas dedicadas a la importación de alimentos, además de la eliminación de mercados diferenciados y subsidios innecesarios.

A su juicio, también debería privilegiarse la retribución salarial con arreglo al trabajo y el desplazamiento de actividades informales hacia la economía formal, de manera que se amplíe la base recaudatoria en ambas monedas.

Sin embargo, ambos especialistas discrepan en cuanto a cuál sería la moneda que debe permanecer. Hidalgo cree que una vía más corta y fácil estaría en la adopción final del CUC, pues implicaría menos dígitos en billetes. A su vez este ha permanecido anclado al dólar y a la oferta de bienes y servicios. No se podría estimar un tipo de cambio en CUP por adelantado para toda la economía, porque esto complicaría aún más el ajuste de salarios y precios. Por otra parte, parece más sencillo depreciar el CUC que apreciar el CUP.

Julio Carranza Valdés, del Centro de Estudios de América, considera que para acelerar el paso hacia una moneda única nacional se debe restringir la circulación de dólares entre empresas nacionales y extranjeras, con vistas a su eliminación en un plazo mayor. Por esta vía se podría introducir paulatinamente la convertibilidad de la moneda nacional. Como ajustes a priori que limiten la presión de la demanda, propone: “1) Canje de moneda para reducir el circulante de moneda nacional, 2) Ajuste de precios, 3) Establecer una tasa de cambio ‘económicamente fundamentada’, 4) Fijar nueva política de precios para las tiendas en divisas, 5) Fortalecer y ampliar los mercados agropecuarios y de productos industriales”. (3)

Noel Chaviano, especialista del Instituto de Investigaciones Financieras, señala la creación del peso convertible como una medida de largo alcance. De inicio funcionará junto con el dólar, pero después deberá sustituirlo en la circulación y, en última instancia, acercar su valor al del peso cubano corriente. Mientras, deberá continuar disminuyendo la cotización en el mercado informal, en la medida en que se incremente la producción, aumentando el respaldo mercantil. El despliegue de la acción del tipo de cambio deberá ser gradual, incluso cuando se tenga un valor adecuado a las condiciones específicas del país.

Elena Álvarez, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, argumenta el tipo de cambio que debería variar la estructura de precios relativos a favor de las exportaciones o de la sustitución de importaciones; y a favor de una protección de producciones nacionales específicas. Para ello la economía debe tomar un carácter tendiente a la exportación, estimulando en este sentido las producciones no tradicionales.

En un artículo del año 1997, el Premio Nacional de Economía Alfredo González proponía la creación de un mercado cambiario empresarial, permitiendo que las diferentes entidades tuvieran la misma posibilidad de las personas de intercambiar las monedas. Estaba a favor de una tasa de cambio facilitadora de que los pequeños productores, necesitados de divisa, pudieran comprarla a empresas que necesitan moneda nacional para su consumo interno. Llegado a este punto, se regularía por la oferta y la demanda.

Al principio solo accederían a este mecanismo los productores más eficaces, que pudieran pagar, por ejemplo, 10 pesos por un dólar. Esto a su vez generaría un exceso de oferta, bajarían los precios y por tanto se podrían incorporar productores menos eficientes a la competencia. Ello produciría una convergencia entre los dos tipos de cambio, de forma que el paso a una sola tasa de cambio estaría más claro y sería más evidente.

El doctor Juan Triana Cordoví, del Centro de Estudios de la Economía Cubana, considera poco viable eliminar la dualidad monetaria en lo inmediato, si antes no se logran mayores niveles de estabilidad. Es preciso un proceso de disminución de la diferencia entre tasas de cambio, para lo cual habría que, primeramente, introducir una tasa de cambio en el sistema empresarial, y más tarde aplicar minidevaluaciones con previo aviso. El funcionamiento de este mecanismo estaría determinado por la capacidad de absorción de la economía, evaluada según la oscilación del sistema de precios y la respuesta del sector productivo.

Existe entre las opiniones brevemente expuestas un consenso con respecto a la gradualidad y cautela con las que el proceso de unificación debe iniciarse. Además, no hay nada que hacer a corto plazo, como no sea comenzar a introducir las primeras disposiciones. Los resultados positivos que se esperan, claramente, no serán inmediatos.

También la mayoría de los especialistas coinciden, primero, en la utilización de un tipo de cambio “económicamente fundamentado”, el cual se corresponda con un sistema empresarial con gestiones independientes y se apoye en los instrumentos monetario-financieros; luego, en que el centro sobre el cual recaiga la acción de toda la reforma debe ser el sector empresarial estatal orientado hacia el comercio exterior o la sustitución de importaciones.

Lo que sí va quedando claro a través del análisis es que la sustentabilidad del desarrollo y el crecimiento futuro dependen de la eficiencia con que se modifiquen los mecanismos sobre los que hoy se definen las relaciones productivas y monetario-mercantiles. La rigidez de la oferta de productos nacionales y la incapacidad de las empresas para alcanzar la eficiencia en un ámbito de competitividad real y no “en condiciones especiales” son obstáculos que no pueden ser eliminados a corto plazo.

En su momento, aplicar la dolarización fue necesario para la recuperación económica, pero esta nunca será definitiva mientras aquella exista, aunque eliminar de golpe la dolarización significaría un proceso inflacionario y un impacto traumático para las industrias en proceso de recuperación.

Los cambios ya se van dejando sentir. Para impulsar este tipo de procesos generalmente debe contarse con cierta holgura financiera que no existe en la Isla. Algunas medidas resultan antipopulares, otras parecen deudas que recién ahora fueron saldadas. La discusión pasa por la participación, el desgaste simbólico de ciertos discursos, la cultura económica…

Entretanto, las preocupaciones se debaten entre CUC o peso cubano, sin que se conozca a ciencia cierta las acciones realizadas en este sentido. Tal vez porque la dualidad monetaria es la punta del iceberg respecto a los conflictos de la economía cubana.

 

Notas:

  1. Hidalgo de los Santos, Vilma. De la dolarización a la unificación monetaria en Cuba. En: Economía y Desarrollo, No. 1, 2008, p. 135.
  2. La Historia del huevo y la gallina. Revista Alma Mater (versión digital), Junio de 2008.
  3. En: Jorge Mario Sánchez Egózcue. La Dualidad Monetaria. Problemas, Perspectivas. Ponencia en el Simposio Internacional de Economía Cubana, Centro de Estudios Sobre Estados Unidos, CESEU. Universidad de La Habana. Septiembre 1999.

Por Eileen Sosín y Rachel Domínguez

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