¿El último?

Una viñeta de la transculturación entre Portugal y Cuba.

Foto: Yamil Lage/AFP.

Cuba no exporta apenas revoluciones, también exporta buenas maneras. El pasado miércoles me fui con un amigo a almorzar a un popular restaurante de Lisboa y al llegar había una cola. Así, de la nada, le pregunta mi amigo al grupo: “¿El último?”. Y alguien le contesta: “somos nosotros”.

Yo no salía de mi asombro porque jamás había escuchado esa expresión en Lisboa. “¿De dónde la has sacado? Porque solo la he escuchado en Cuba”. Pues me contesta: “de ahí mismo”.

Realmente cuando llegué a Cuba, hace ya muchos años, lo de preguntar “el último” en una cola fue algo que siempre me llamó la atención. Lo vi como un ejemplo de respeto y amabilidad. Pero venir a escucharlo en la vieja Lisboa fue una novedad. No solo por el hecho en sí, sino porque el que le contestó sabía perfectamente de qué se trataba.

Hubo una época en que los portugueses viajaban mucho a Cuba. Una importante empresa lusitana llegó a invertir allí en la industria turística. También, los dos países están conectados por lazos de sangre. En abril de 1976 le hicieron un atentado a la embajada cubana que dejó dos muertos. Los estragos fueron impresionantes. Las paredes se cayeron exceptuando una, la que tenía una foto del Che Guevara. Como es fácil de imaginar, el detalle disparó manifestaciones de liturgia en la izquierda hablando de un milagro del gran mito de la Guerra Fría, el icono más famoso del progresismo mundial.

Foto: Sadiel Mederos.

La diplomacia cubana cambió de instalaciones. No sé si todavía la imagen del Che está en Portugal, pero el incidente aún se recuerda.

Volviendo a “el último”, con el pasar de los días he constatado que si bien no es muy utilizado, hay gente que lo usa. Una mujer me dijo en un supermercado de barrio que le parece una expresión cómoda y educada. Le digo que tiene su origen en Cuba y me dice que no lo sabía. Pero “es bonita”, responde. Otra paisana que escucha la conversación me asegura no haberla oído, pero que le sonaba buena para organizar filas.

Realmente, me extraña que no sea más popular porque durante días posteriores seguí con mi encuesta, pero no me extraña que tenga terreno para avanzar. A decir verdad, se sabe que los portugueses no tienen pena al momento de entablar una comunicación con desconocidos, pese a que un día en Miami Guillermo Cabrera Infante me dijo que nostros le parecíamos “tristes y encerrados en sí mismos”. Caín nunca estuvo en Portugal. Hay que recordarlo.

De hecho, los cubanos son muy ocurrentes. Se sabe que de todo hacen un chiste o una expresión práctica. Son una Isla rodeada de dificultades, y por mucho que digan que no pueden hablar, lo critican todo —y criticar al gobierno es común. A algunos en el gobierno puede no gustarles, pero lo hacen. Y con mucho ingenio.

La primera vez que subí a una guagua habanera abarrotada escuché al chofer regañar a los pasajeros y les gritaba: “Caballeros, avanzando hacia atrás, avanzando hacia atrás”.

Lo miré con incredulidad, ¿cómo se puede avanzar hacia atrás? El hombre se dio cuenta de inmediato porque al momento, sin pensarlo mucho, me dijo: “Compañero, en este país se avanza siempre aunque sea hacia atrás”.

Foto: Excelencias del Motor.
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