El Mejunje, un cementerio particular

Patio de El Mejunje, en Santa Clara. Foto: Follo: Tomada de www.lezumbalaberenjena.com

Patio de El Mejunje, en Santa Clara. Foto: Follo: Tomada de www.lezumbalaberenjena.com

El 2 de noviembre 2015 ocurrió en Santa Clara un hecho tal vez único en Cuba: el enterramiento de una persona dentro de una institución cultural. La activista del deporte y promotora cultural Ángela de Armas –popularmente conocida como Moña– había expresado como última voluntad, que sus cenizas fueran enterradas bajo las raíces de un frondoso framboyán en el patio del célebre Centro Cultural El Mejunje, lugar donde ayudó a promover espacios para la cultura y fue querida y venerada.

Ramón Silverio, creador y director de la institución,  siempre osado y fiel a su principio de no pedir permiso para hacer lo que considera un bien, dijo que sí. Esa noche, los habituales de la peña del filin, conocida como Tarde de los filimbusteros, se dieron cita junto a la anfitriona del espacio, la legendaria cantante Zaidita Castiñeyras, y mientras se depositaban las cenizas en las raíces del árbol entonaron la conocida canción de Meme Solís «Sin un reproche», la preferida de Moña, y se roció ron en el lugar como hubiera querido la finada.

Árbol bajo el cual está enterrada "Moña". Foto: Alexis Castañeda.
Enterramiento de "Moña": Foto: Alexis Castañeda.

Allí mismo, en plena ceremonia, varios declararon que cuando murieran querían ser enterrados también en El Mejunje y pidieron a Silverio un pedacito de tierra; incluso, algunos discutieron quiénes serían los próximos, hasta que alguien se impuso y aclaró que ese orden iba más allá de la voluntad humana.

Entre los romanos, los muertos eran enterrados en sus propias casas. Luego las leyes proscribieron este uso para librar a los vivos de la infección de los cadáveres. La Ley de las Doce Tablas extendió aún más las precauciones prohibiendo enterrar o quemar cadáver alguno dentro del entorno citadino de Roma.

En España, la orden de construir los cementerios fuera de las poblaciones para quitar la costumbre insalubre de enterrar en las iglesias data del año 1773. En La Habana se observó, por cerca de tres siglos, las costumbres de enterrar en las iglesias, pero el 2 de febrero de 1806, por una resolución, quedó prohibida esta práctica.

El primer cementerio que tuvo Santa Clara estaba aledaño a la Iglesia Mayor, situada en buena parte de lo que es hoy el populoso Parque Vidal. En 1815, la recién creada Junta de Sanidad, manifestó al Ayuntamiento como primer paso y en relación al cementerio, la necesidad de situarse fuera de la localidad urbana.

Pero al parecer las tumbas y enterramientos están condenados a su desaparición ante una nueva opción que toma fuerzas: la de la cremación de los cadáveres. Incluso, muchos familiares esparcen las cenizas luego en lugares que le fueron entrañables al fallecido. El también muy popular en Santa Clara, Francisco Águila, «Aguilita», lector de tabaquería y promotor de la cultura, ya expresó su decisión de que la mitad de las suyas sean volatizadas sobre los fraternos muros mejunjeros.

Está claro que Ramón Silverio no tiene intención de dejar de asombrarnos con sus atrevimientos irreverentes; echa a un lado todas las bulas, edictos, disposiciones y leyes, y ya ha aceptado también la dirección de un cementerio particular. Aunque habría que ver si esta forma tan peculiar de cuentapropismo puede ser oficialmente admitida y si el fisco le impone algún gravamen, teniendo en cuanta que lo hace sin fines de lucro, solo por amor al prójimo.

Ramón Silverio. Foto: OnCuba.
Ramón Silverio. Foto: OnCuba.
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