“Siempre he sido una mujer”

Foto: Manuel Rodríguez Yong

Foto: Manuel Rodríguez Yong

Yamel es una mujer de 40 años que conserva la lozanía y coquetería de una adolescente. Con su pelo rubio, sus labios rosados, totalmente vestida de negro y acompañada de su pareja, nos sentamos en el malecón, quizás porque quería hablar de su vida frente a la saya azul de Yemayá o porque el mar siempre será un eterno recuerdo de su natal Puerto Padre, donde comenzó a descubrir la dicotomía que existía entre su alma y su cuerpo.

“En mi adolescencia comencé a sentir incomodidad con mi cuerpo, me miraba en el espejo y sentía que algo me sobraba. Es algo que en ese entonces eres incapaz de comprender, tenía como 12 años.  Mi alma no estaba acorde a mi organismo. Eran los años 90, unos años muy duros, pero mucho más para alguien como yo.”

Fue un golpe severo para la familia porque aquel niño que iba despuntando se proyectaba de manera diferente al resto de los varones y era algo que no se entendía. “Desde chiquita me impuse a la vida, nunca usé pantalones ni nada de hombre. Llevo casi toda mi vida vistiéndome como mujer porque siempre he sido una mujer”.  A diferencia de lo que muchos puedan creer “nunca me sentí gay, me sentía como una mujer en un cuerpo que no era mío. Siempre me atrajeron los hombres, los veía exquisitos, atractivos. Con las mujeres era diferente, me veía en ellas como quería ser yo. Veía a una mujer hermosa y me decía que quería ser igual a ella”.

Con apenas 14 años sintió por primera vez dos sentimientos intensos pero opuestos, al perder a su padre y enamorarse de su profesor.

“Mi padre tuvo un accidente y mi mamá se quedó sola con nosotros. Ella siempre fue muy de la casa, dedicada a su esposo, a sus hijos. Me senté un día con ella y le conté lo que me sucedía. Ella no sabía qué decirme. Eran muchos golpes al mismo tiempo y en pleno período especial, además de que había mucha discriminación. Tuve tres intentos de suicidio”.

Al no tener a nadie que le ayudara comenzó a buscar información “hasta que encontré un libro en el que se hablaba del CENESEX” (Centro Nacional de Educación Sexual). Un día escuchó en la radio que había una doctora de dicho centro que estaba dando una conferencia en Las Tunas y “me fui sola, sin decir nada, a verla al hotel donde estaba”. Era la Dra. Ofelia Bravo y fue quien le dio su primer turno para ser atendida en el CENESEX.

“Ahí me explicaron lo que me estaba sucediendo y las cosas que se podían hacer, como la adecuación genital. Yo tenía 15 años y en ese momento era casi imposible, era un sueño muy difícil de lograr en aquel entonces”.

Fue un largo proceso de 20 años de espera. “En todo ese tiempo nunca tuve pareja y el tratamiento hormonal fue complicado porque son un arma de doble filo” y orgullosa, resalta que es fundadora del grupo trans en Cuba. “Eran los últimos años de los 90 y concurríamos en el CENESEX un grupo en el que todas pudimos conseguir la reasignación de sexo aunque ya otros muchachos que habían conseguido la adecuación de mujeres a hombres”. El tiempo de espera le sirvió también para estudiar y superarse. “Tengo 12 grado, soy estilista y cosmetóloga. Mi profesión también ha sido mi refugio, aunque viví momentos en los que no me dejaban trabajar vestida de mujer”.

Foto: Manuel Rodríguez Yong
Foto: Manuel Rodríguez Yong

Hace cinco años el momento esperado llegó. “No tengo casi palabras para describir lo que se siente. Es un sueño del que despiertas en una realidad que anhelaste siempre. Es como volver a nacer, es como verte a ti misma como siempre quisiste ser. Es algo hermoso”. A pesar de lograr su objetivo, la adecuación genital no significó el fin de los problemas en su vida.

“En Cuba hay mucha discriminación y no solo en el ámbito sexual. Existe mucha homofobia y para mí ha sido convivir con ella como se convive con una enfermedad crónica. Hay que aprender a convivir con los problemas, no ellos contigo. Existe también mucha ignorancia en cuestiones de sexualidad. Casi nadie sabe diferenciar lo que es ser homosexual, travesti, transexual, transgénero. Es muy duro para un transexual que alguien le diga maricón o travesti. Es duro porque tú no eres eso, pero llega el momento en que te acostumbras a esas cosas”.

Para muchos el cambio de sexo es un mal innecesario ya que consideran que al realizarlo, la persona que se somete a dicha cirugía es incapaz de volver a sentir placer en la cama. Aunque bien es cierto que existen numerosos casos donde eso ha ocurrido, con Yamel no sucedió así.

“Después de la adecuación, la primera vez que tuve un orgasmo fue durmiendo. A pesar del placer me asusté, porque era mi primer orgasmo. Cuando subí a la mesa de operaciones no me importaba no sentir luego. Al verdadero transexual no le interesa no sentir. La gente me decía que me iban a mutilar y que no sentiría nada ”.

Yamel se siente realizada en casi todas las facetas de su vida. “Tengo un solo hermano. Desgraciadamente no puedo tener hijos pero tengo dos sobrinos que son mi vida y con los que quiero estar para verlos crecer. La vida es luchar por lo que se quiere y yo quiero reunirme con mi familia y poder estar con esos niños que son también mis hijos. Aunque soy una mujer muy independiente ahora lo que quiero es estar con ellos porque la felicidad es la familia. No todos tiene la dicha de lograr lo que quieren y yo lo pude lograr gracias a Dios, al CENESEX, a Mariela y a mis médicos. Ojalá que un día todas las personas entiendan que todos somos iguales y que por tanto hay que respetarse”.

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