1968 (IV)

Cederista 1968 / Foto: Cortesía Archivo Iván Cañas

Cederista 1968 / Foto: Cortesía Archivo Iván Cañas

Anunciada en marzo, la Ofensiva Revolucionaria ocupa buena parte del horizonte visual de aquel año. Fueron intervenidos miles de pequeños negocios privados. Los resultados no podían sino repercutir de manera previsible el área de los servicios, con impactos que llegan hasta el día de hoy, y girar contra la gastronomía popular.

Desaparecieron los puestos de fritas, las minutas, los panes con bisté, los oscuros rincones de café con leche y pan con mantequilla –ese “ayúdame a vivir” de la cultura cubana de los de abajo–, los matahambres, las bodegas de tres quilos de mortadella y dos de queso, muchas veces fiaos hasta fin de mes.

El fritero.
El fritero.

La lógica de que el Estado podría proveerlos constituyó una de las pifias del período, al punto de que andando el tiempo Carlos Rafael Rodríguez llegó a considerar a la Ofensiva un craso error de política económica. Solo quedaron en pie los taxistas, agrupados en la Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios (ANCHAR), los pequeños campesinos cooperativizados de la ANAP y las consultas de médicos y dentistas graduados antes de 1959.

Una ama de casa lo testimonia de la siguiente manera: “vestir y calzar a un niño se convirtió en un verdadero dolor de cabeza […]. Por suerte, quedaban algunas costureras. Le llevabas un vestido tuyo, ella lo descosía y de ahí sacaba una batica o una camisita. Las que sabían tejer a crochet eran muy solicitadas, porque tejían medias para niños, más baratas si le llevabas el hilo, más caras si ella lo tenía que poner. Cuando a mis hijos les quitaba los zapatos –botas negras y duras para ir al círculo infantil y ‘kikos’ plásticos para salir–, en los pies les quedaba incrustado el tejido a crochet”.

Los bares fueron acusados de constituir nidos de borrachos y antisociales, y sobre todo de ganar mucho dinero, expresión impregnada en el idiolecto nacional con una impresionante fijeza. “No era cierto” –dice un santiaguero. El bar “dejaba lo suficiente como para vivir con desahogo. Esos negocitos eran familiares. El dueño era como mi segundo padre. Además de mí, allí trabajaron mi padre y un tío. Yo ganaba 300 pesos al mes, una fortuna entonces, además de las propinas. Después que intervinieron el bar, comencé a trabajar en un bar del Estado en la calle Heredia, donde para buscarte cuatro pesos tenías que echarle agua al ron y joder al cliente”.

Santa Clara en 26, 1968. Foto: Iván Cañas.
Santa Clara en 26, 1968. Foto: Iván Cañas.

El batacazo redundó en la emigración de sectores medios urbanos no necesariamente opuestos al gobierno, que se marcharon sobre todo hacia los Estados Unidos en los aviones de la Pan American y la Eastern Airlines que cubrían la ruta Miami/Habana durante los vuelos de la libertad o el puente aéreo (1965-1973): más de 260 000 personas. Los jefes de familia y hombres solteros que querían irse tenían que estar durante un tiempo “de cara al campo”. Y al salir de manera definitiva lo perdían todo, como lo establecía la Ley 989 de 1961 –hasta que la reforma de 2013 lo cambió.

El viernes 23 de agosto del 68, tres días después de que los tanques entraran en Praga, se produjo una comparecencia de Fidel por la TV cubana en la que apoyó la acción militar: “Nosotros aceptamos la amarga necesidad del envío de fuerzas a Checoslovaquia y no condenamos a los países socialistas que tomaron esa decisión”, dijo. “La KGB creía que Castro apoyaría al movimiento de protesta de los checos para anotarse puntos contra la URSS, pero para su sorpresa, el líder cubano condenó el movimiento de liberalización”, escribe una académica rusa.

Pero no solo a la KGB –podría añadirse– sino también a la opinión pública nacional. Por una variedad de razones había una corriente de empatía hacia los checos, no solo por pequeñitos, sino también por sus películas –por ejemplo, las musicales Vals para un millón y El amor se cosecha en verano o la parodia Limonada Joe–, por los discos de rock y jazz que se vendían en la Casa de la Cultura Checa, en 23 O, y hasta por una taberna cervecera ubicada en San Lázaro y N.

Evidentemente un viraje, pero sin soltar el estilete: “Nos preguntamos si acaso en el futuro las relaciones con los partidos comunistas se basarán en sus posiciones de principio o seguirán estando presididas por la incondicionalidad, el satelismo y el lacayismo y se considerarán solo amigos aquellos que incondicionalmente aceptan todo y son incapaces de discrepar absolutamente de nada”. O: “¿serán enviadas también las divisiones del Pacto de Varsovia a Vietnam si los imperialistas yanquis acre­cientan su agresión contra ese país y el pueblo de Viet­nam solicita esa ayuda? […]. ¿Se enviarán las divisiones del Pacto de Varsovia a Cuba si los imperialistas yan­quis atacan a nuestro país, o incluso, ante la amenaza de ataque de los imperialistas yanquis a nuestro país, si nuestro país lo solicita?”.

La relación con los soviéticos comenzaría a cambiar sensiblemente a partir de ese mismo año, como se ha estudiado con creces: culminaría con el ingreso de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (1972) y la celebración del Primer Congreso del Partido (1975). (El Primer Secretario leyó en el Informe Central una sección dedicada a los errores cometidos). Este ciclo institucionalizante se extendería hasta el llamado Proceso de Rectificación, caracterizado por la vuelta al pensamiento guevarista, el rechazo los mecanismos de mercado y el nacionalismo aglutinante. La denuncia de copiar a los soviéticos volvió a escucharse en el ambiente. Pero ese proceso duraría poco.

Foto: Luc Chessex.
Foto: Luc Chessex.

El Muro de Berlín, y sobre todo la disolución del socialismo en la tierra de Lenin y Stalin, iniciarían la peor crisis de la historia nacional, bautizada como Período Especial en Tiempos de Paz en la década de 1990.

El 10 de octubre de 1968 Fidel Castro lanzaba la tesis de los Cien Años de Lucha en un discurso en “La Demajagua”, donde establecía la continuidad de la Revolución cubana con la primera guerra de independencia contra España, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en Oriente. “Nosotros hubiéramos sido como ellos, ellos hubieran sido como nosotros”.

Fidel Castro  1968 Documentary

Continuará…

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