Coro de Silencio

Portada del libro "Coro de Silencio"

Portada del libro "Coro de Silencio" / Foto: Cortesía del entrevistado.

Esta tarde en San Juan de Puerto Rico -como no podía ser de otra manera- es muy, muy calurosa… Me encuentro con Roberto Rodríguez Díaz en uno de los cafés del Viejo San Juan, que él suele frecuentar con la misma disciplina y consistencia que los intelectuales y artistas tienen para con estos espacios y que son, en realidad, un sitio de trabajo donde se conversa, se discute, nacen y desarrollan proyectos.

El motivo del encuentro es su film-documental Coro de Silencio, del cual es director y productor ejecutivo, y que lo convirtió en el primer director exiliado cubano, que participa en un festival de cine en Cuba, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, 2013. Pero el guion de este film se empezó a escribir muchos años atrás, precisamente en 1961, cuando Roberto, siendo apenas un niño de 11 años, fue enviado por sus padres a los Estados Unidos dentro de la Operación Pedro Pan.

Tu film-documental Coro de Silencio no solamente te convirtió en el primer exiliado cubano en participar en un festival de cine en Cuba, sino que además fue exhibido también en el Havana Film Festival de New York (abril 2014) y en el Festival de Cine de San Juan Puerto Rico (2013). ¿Nos puedes hablar de esas experiencias y cómo viviste cada una de ellas?

Casualmente yo he vivido en estos tres sitios, pero claro, exhibir el film en Cuba era lo más importante para mí, porque es mi país y el lugar donde se inicia la propia historia del film, aunque también fue una gran satisfacción mostrarlo en Nueva York y aquí en Puerto Rico, ya que viví 13 años en la “gran manzana” y llevo esa misma cantidad de años en Puerto Rico.

¿Percibiste reacciones diferentes del público ante el documental en cada una de estas ciudades?

No, en cada lugar donde se exhibió la reacción fue la misma, bueno, quizás en La Habana fue algo diferente porque toda la gente ya conocía la historia del documental, mientras que en San Juan y en Nueva York muchos espectadores me confesaron luego de verlo, que no tenían ni idea de los aspectos oscuros y negativos de la Operación Pedro Pan.

Entiendo que contaste con la colaboración de Yoesvel Llerena Suri, que es un cubano residente en Hungría. ¿Como se conocieron y en que consistió su colaboración?

Roberto Rodríguez
Roberto Rodríguez / Foto: Cortesía del entrevistado.

Cuando empecé a preparar el documental se lo comenté a un amigo y él me dijo que conocía a un cubano que residía en Hungría con mucha experiencia en cine y que estaba seguro que le interesaría mi proyecto, y como mi mayor anhelo era contar con la mayor parte de cubanos posibles para realizar el proyecto, lo contacté y no dudó un instante en unirse. Y realmente Yoesvel fue una ayuda valiosísima. Trabajamos todo a través de Internet, él desde Budapest y yo desde los diferentes sitios donde se fue realizando la filmación.

También me parece muy importante mencionar al cantautor cubano Richard D’Cabrera porque él fue quien compuso el tema musical principal Salva Vida. Cuando vino a Puerto Rico, él ya había leído mi libro, y cuando escuché que parte de la letra decía: Como ave de paso regreso a ti viajando en el tiempo, supe inmediatamente que esa era la canción adecuada. Durante dos semanas continuamos trabajando juntos hasta que finalmente la grabamos en un estudio local.

Y en este punto también tengo que mencionar mi agradecimiento al artista plástico Michel Mirabal que cedió su pintura Identidad para que fuera la portada del libro y afiche del documental.

Originalmente escribes el libro llamado Coro de Silencio, ¿cómo y por qué surge luego la idea de convertirlo en un documental?

Yo viajé originalmente a Cuba con el solo propósito de volver a ver mi tierra, visitar la casa donde había nacido, volver a visitar el colegio, caminar las calles de mi niñez, y todas las emociones y sensaciones de ese viaje me llevaron a sentir y tener la convicción de que debía escribir la historia de mis vivencias y la de otros niños que participaron del programa Pedro Pan. El libro nació del estremecimiento, de volver a ver, de volver a pisar la tierra donde nací. Viajar de La Habana hasta Santiago de Cuba, visitar El Cobre, volver a ver a vecinos, hacer nuevas amistades… Regresé a Miami con la historia del libro completo en mi cabeza y cuando este finalmente salió de la imprenta, quienes lo leyeron me empezaron a decir que debía hacer una película.

¿Puedes hablarnos de tu experiencia particular y la de otros niños del programa Pedro Pan con quienes te tocó convivir o con los cuales tuviste contacto posteriormente?

Al principio nadie quería hablar, debido a las diferentes experiencias traumáticas que habían sufrido, y por eso decidí dar el primer paso y contar mi historia. Luego que salió el libro y más tarde el documental, otros “Pedro Pan” se fueron animando a hablar. Ahora más gente está comenzando a contar sus historias que incluso en muchos casos fueron peores que la mía.

Lo más terrible de todo es pensar que no hubo ninguna necesidad de ir a orfanatos, reformatorios o caer en casas de personas que abusaron de nosotros en muchos sentidos. La gente hoy debe saber que hubo abuso sexual, abuso físico y mental, los mismos curas nos decían que si hablábamos nos mandarían de nuevo a Cuba y que avergonzaríamos a nuestras familias. Yo entiendo que eso fue el mayor problema de la Operación Pedro Pan, y si bien es cierto que no todos los curas se comportaron así, la mayoría sí lo hizo.

¿Entiendes que los Estados Unidos les hicieron creer a las familias cubanas que si permanecían en el país el estado les quitaría a sus hijos?

Se imprimió el texto de una ley falsa, que fue pasando subrepticiamente, secretamente, de una familia a otra (lo que le dio más visos de realidad), esa ley falsa decía que el gobierno quitaría la patria potestad, y al expandirse esa noticia, muchos padres, como los míos, decidieron enviar a sus hijos a los Estados Unidos.

Luego de ver tu documental me quedó la impresión de que las familias cubanas terminaron entregando sus hijos a curas pederastas y/o a personas sin escrúpulos. Claro que no fue así en todos los casos, pero ¿quiénes entiendes son los principales culpables de que tantos niños hayan sido enviados lejos de sus familias?

Fueron miembros del gobierno estadounidense quienes hicieron creer esa patraña de la patria potestad, con la complicidad de la iglesia, y exacerbaron el miedo (ahora sabemos infundado) de las familias.

La iglesia mostró una falsa cara gentil prestándose a parecer que era ella la que reaccionaba a petición de las familias cubanas, cuando lo que realmente sucedió es que el gobierno americano había montado una gran campaña de publicidad a su favor, y no le importó que para sus propósitos políticos, familias enteras se quebraran y miles de niños sufriéramos tanto. Yo culpo completamente a la iglesia, porque fue aberrante lo que hizo y a lo que se prestaron las Arquidiócesis de La Habana y Miami.

Además, y para entender las dimensiones de lo que ocurrió, no hay que olvidar que fue el mayor éxodo de niños no acompañados de la historia, fueron 14.048 niños los que salieron de Cuba (el anterior fue el ‘Kindertransport’ en la Alemania nazi que involucró a 10.000 niños judíos).

¿En qué medida las terribles experiencias que pasaste en tu infancia como un “niño Pedro Pan” han determinado de una u otra forma el resto de tu vida?

Yo pasé por cuatro etapas, primero me enviaron a un campamento en Florida City, luego a una casa de crianza en Pompano Beach (FL), otro campamento en Opa Locka (FL) y finalmente a un reformatorio en Victoria (Texas).

Pienso que lo que me salvó de todos esos infiernos fue el hecho de tener una cierta madurez natural, y porque busqué refugio en la música y en el cine (dos pasiones que aún conservo), eso me ayudaba a evadirme respecto a lo que sucedía. Sí, eso fue lo que me salvó…, otros lamentablemente no lo lograron, ya que varios niños cometieron suicidio, otros lo intentaron, y muchos enloquecieron.

Roberto Rodríguez
Roberto Rodríguez en su infancia / Foto: Cortesía del entrevistado.

Como producto de esas experiencias, perdí durante años casi completamente la capacidad de concentrarme y eso afectó mis estudios, en parte también debido a la cantidad de electro shock recibidos y a los fármacos que nos daban para mantenernos apaciguados. A mí me drogaban cuatro veces al día. Esa era la única forma de tenernos controlados. Traté de escaparme una vez y el castigo fue tan terrible que nunca más lo intenté.

Mi estancia con la familia de Pompano Beach fue producto de que esta daba mucho dinero a la iglesia, y simplemente me pidieron a Caridades Católicas en el Campamento de Florida City, y así sin más, me enviaron con ellos. El trámite era muy sencillo, iban a la iglesia y pedían un niño cubano como quien pide pan… Nadie averiguaba nada de esta gente, sus antecedentes y nos convertían en esclavos porque nos ponían a trabajar para ellos y esto ocurrió en los 35 estados donde los niños cubanos fuimos enviados.

Pero lo peor para mí ocurrió en el campamento de niños de Opa Locka en Florida, allí fui violado por el principal de esta operación y cuando quise denunciarlo, me enviaron al reformatorio de Texas y con la amenaza de que si lo hacía, nunca dejarían a mi familia salir de Cuba.

¿Sientes que en tu film se te ha quedado algo por decir?

Un documental tiene ciertas limitaciones porque en una hora no se puede contar todo, por eso el proyecto que tengo ahora es realizar un largometraje que se va a hacer enteramente en Cuba y con actores cubanos. También estoy trabajando sobre un segundo proyecto cinematográfico que se basa en algo que observé en mis viajes a Cuba, conocí a tantas parejas que llevan muchísimos años juntos y que nunca, ni por un momento, pensaron en irse y realmente me sorprendió ver esos núcleos familiares que transmiten mucha más unión y felicidad de lo que uno ve en familias del exilio.

Yo quiero resaltar lo positivo de lo que sucede en Cuba.

Es como cuando se habla de la destrucción de La Habana, sí claro, hay partes que no están bien, pero nadie menciona todo lo que se está reconstruyendo o haciendo nuevo. Además, ¿no hay en todas las ciudades de Estados Unidos áreas que están destruidas?

¿Hablamos de Detroit? ¿O de los barrios marginales de Miami, o de áreas más que paupérrimas en San Juan de Puerto Rico?

¿Por qué nadie habla de cómo se está iluminando con energía solar el Malecón de La Habana?

Los medios de comunicación de Miami se enfocan en lo negativo. Yo quiero enfocarme en lo positivo de mi país.

El primer día que me acerqué a ti para solicitarte la entrevista, conversamos brevemente y me contaste una anécdota familiar que me llamó la atención y que entiendo es importante se la cuentes a los lectores…

Sí, durante años mi padre decía sobre los leones del Prado en La Habana, que estos habían sido vendidos a Europa, y que los árboles del mismo paseo habían sido cortados para hacerlos madera para muebles.

Y cuando regresé por primera vez a Cuba, una de las primeras cosas que hice fue ir al Paseo del Prado y mi sorpresa fue descubrir que los leones continuaban allí y que los árboles seguían dando sombra…

Era Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler que decía que una mentira repetida y repetida se convierte en realidad y eso hicieron los medios de comunicación en Estados Unidos y en Miami en particular.

¿Estás a favor de la derogación del embargo?

Quisiera que quitaran el embargo, porque el único perjudicado es el pueblo.

Viviste en New York, Miami y desde hace 13 años estás en Puerto Rico y después de cinco viajes a Cuba estás por mudarte de forma permanente a tu país. ¿Nos puedes hablar de esas experiencias y porque decides regresar?

Cada vez que viajo a Cuba es como un nuevo paso a mudarme allí, encuentro que allí hay más vida, más humanidad que la que existe en Miami o aquí; no todo es, puede o debe ser dinero, ni se puede llamar vida a estar comprando cosas que en realidad no necesitamos y que solo sirven para tapar o esconder el vacío y la miseria existencial que ofrece el modelo de vida estadounidense, un estilo de vida que desemboca en un “shopping” permanente, una espiral sin sentido ni final.

Otra cosa que me ha impresionado mucho es que el “cubano en Cuba” (y odio hablar del cubano de Cuba y el cubano de Miami, porque todos somos cubanos), habla bien del cubano de Miami; no hay nada del famoso y promocionado odio que sienten por los cubanos de Miami. No hay odio, no hay rencor. El resentimiento, lamentablemente, está en Miami. Pero ¿sabes qué? la buena noticia es que eso “se cura” viajando a Cuba y descubriendo la verdad, y no guiándose por las 24 horas de desinformación y odio constante que ofrecen los medios de comunicación.

¿Qué es lo que más te conmueve cada vez que viajas a Cuba?

El pueblo, la gente… me dan mucho más de lo que yo les puedo dar a ellos. Cada persona que he conocido me da sin pedirme nada a cambio, en términos de calidad humana, trato cordial…; son personas que no están llenos de cosas, de objetos, pero que saben compartir lo que tienen. Eso para mí es lo más importante.

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