Cuba, nombre taíno

Reconstrucción de una Villa Taína en Cuba

Cuba significa "tierra grande, bien sembrada".

Colón quería que la Isla se llamara Juana, y luego, mediante decreto real, le pusieron Fernandina. Horribles gentilicios que tendríamos ahora. Mientras la conquista española cambiaba la denominación aborigen de casi todo el Caribe, la “tierra grande, bien sembrada” –eso significa Cuba– conservó su nombre empecinadamente. “Cuando decimos ‘cubano’, estamos hablando en taíno”, resume el profesor e investigador José Barreiro.

A pesar de lo que los especialistas definen como “mito de la extinción”, la cultura y la identidad nacionales tienen fuerte herencia indígena, tejida en una sola con lo europeo y lo africano. De modo que el mestizaje viene por partida triple, tanto que un estudio del año pasado indica 9,4 por ciento de genes de origen nativo-americano entre los sujetos analizados.

Según estimaciones, en el país existen alrededor de 1800 descendientes de indios, agrupados en unas 300 familias. Los más conocidos resultan los Rojas Ramírez, en las lomas de Oriente, quienes conservan rasgos, formas de vida y costumbres de aquellos primeros ancestros. “Pero esto no se trata de pureza racial ni de cultura congelada”, acota Barreiro. Se trata de conciencia y autoafirmación indígenas, junto a la marca biológica.

Hamaca, bohío, tabaco, casabe, cuentos de güijes, curas con plantas medicinales… ahí reside la huella indígena contemporánea. “Muchos cubanos desconocen que hay un legado, un imaginario aborigen que es parte de nuestras esencias”, afirma Alejandro Hartman, historiador de Baracoa.

Y si los escritores latinoamericanos tenían que nombrar las cosas –diría Carpentier-, aquí el trabajo estaba algo adelantado, pues el castellano nacional contiene casi 400 voces taínas, de acuerdo con el lingüista Sergio Valdés Bernal. En esa lista sobresalen los topónimos: Cumanayagüa, Jagüey, Guaracabuya, Güines, Cabaiguán…

Indígenas en Cuba
“Cuando decimos ‘cubano’, estamos hablando en taíno.”

Sin embargo, a juicio de Hartman los prejuicios del colonialismo provocaron que los indígenas fueran preteridos y olvidados en la historia cubana. De ahí la idea de que habían desaparecido para siempre. Es que en Cuba se escondieron muchos indios, como dice Panchito Ramírez, el anciano líder de la comunidad La Ranchería, en Guantánamo, a quien llaman el Cacique de la Montaña.

Más de cien parientes suyos pelearon durante la guerra de independencia de 1895, agrupados en el Regimiento de Infantería “Hatuey”, bajo las órdenes de los generales Antonio y José Maceo. La relación de nombres aparece en el libro de defunciones del Ejército Libertador, guardado en la Biblioteca Nacional. El registro muestra que Ladislao Rojas, tío abuelo de Panchito, llegó al grado de Capitán.

Diversos documentos de los siglos XVI, XVII y XVIII indican la presencia aborigen en Jiguaní, Yara de Baracoa, Yara de Bayamo, Jiguabo, Yateras, San Luis de los Caneyes, Camagüey, Najasa, Cubitas, en los cayos de Jardines de la Reina y otros lugares. Una existencia signada indistintamente por la adaptación, servidumbre, sublevación, hambruna, supervivencia y aislamiento.

El historiador César García del Pino refiere que en la toma de La Habana por los ingleses (1762), los indios de Guanabacoa lucharon junto a Pepe Antonio, criollo devenido jefe de milicias y defensor de la villa.

En 1945, el entonces joven explorador Antonio Núñez Jiménez, cuenta que durante una expedición por el río Toa, les salió al paso una guerrilla de indios, porque pensaban que eran agrimensores, aves de mal agüero que anunciaban la supuesta pronta expropiación de sus tierras.

Hoy los hijos de los hijos de aquellos campesinos mantienen características que confirman la matriz taína. Por ejemplo, el profundo aprecio y respeto a la autoridad de los ancianos, el uso del honorífico “cacique” en señal de reconocimiento, la tradición oral y la espiritualidad.

Todavía siembran guiándose por la luna, siempre en menguante –excepto con la yuca, que se planta en creciente- y así la cosecha será buena. Barreiro señala que los cronistas de Indias atribuían superstición a lo que actualmente se entiende como ciencia empírica. Además el canto, el baile, la honda conexión con la naturaleza, configuran una cotidianidad ligada de cerca con el ser guajiro.

En opinión de Barreiro, la muestra más importante de indigenidad es la ceremonia del tabaco. Esta constituye un elemento en común con muchas poblaciones nativas del continente, como los mayas, quechuas, iroqueses y dakotas. Durante el ritual todos se ponen en círculo, fuman y soplan el humo a los cuatro puntos cardinales, para que la madre tierra, el mundo vivo, escuche su ofrenda y oración. Paz, salud, amor, buena suerte… seguro en taíno también son bellas palabras.

Salir de la versión móvil