Cuba requiere de un museo para el arte contemporáneo

Máximo Gómez, curador jefe del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de Cuba es un gran conocedor de la llamada museología o ciencia patrimonial, una de las más jóvenes disciplinas dentro de las llamadas ciencias sociales.

Desde hace más de cuatro décadas trabaja para el Museo que el pasado 28 de abril celebró su cumpleaños cien. Gómez, voz autorizada en cuanto al difícil y poco conocido arte de la curaduría, conversa con OnCuba sobre los nuevos desafíos que afronta Bellas Artes, como la más importante institución de la Isla encargada del resguardo, exhibición y promoción del arte cubano y universal.

¿Qué le faltaría al Museo Nacional de Bellas Artes según los nuevos conceptos museográficos?

Primero debemos definir el concepto de Museo. Un Museo tiene varias acepciones. Un museo es una colección. Su base, su columna vertebral es un tesauro y de ahí viene la especialización.

Por otra parte, es un centro de educación permanente. Es un transmisor de ideas para el público. No hay nada más ideológico que un museo.

Ahora vamos a hacer un poco de historia. En sus orígenes el MNBA fue un museo polivalente, enciclopédico desde 1913 hasta aproximadamente los años 40 porque era la museología del momento.

La institución contaba con unas veinte colecciones: había objetos históricos, mascarillas mortuorias, estaba presente la etnología y el folclor, también las artes decorativas.

Desde los años 60 se fue convirtiendo, poco a poco, en un museo especializado en artes plásticas y quedó aquí solo la colección madre. El resto de las colecciones se trasladaron a otros museos del país. Las instituciones museales tienen esa característica: irse transformando con el paso del tiempo.

Luego de la remodelación que se le realizó al museo en el año 2000, se destinó el antiguo Palacio Social del Centro Asturiano de La Habana, como edificio para el arte universal. Antes se exhibía, en un solo local, una pequeña muestra de las más de 47 mil piezas con que contaba la institución.

Para nadie es un secreto que a Bellas Artes le hace falta otro local para mostrar el arte contemporáneo que se ha quedado estrecho en la nueva concepción museográfica.

Cuando hicimos los dos proyectos siempre pensamos que Bellas Artes terminaría a inicios de la década de 1950, con la abstracción, que es cuando comienza el arte contemporáneo.

Entonces propusimos otro edificio para el desarrollo del arte contemporáneo: los 60, los 70, los 80 hasta la primera década del siglo XXI. No se si cuando se materialice esa idea pertenezca a Bellas Artes, eso no lo puedo predecir.

La sala de Bellas Artes contiene una selección de selecciones para poder ejemplificar lo mejor del arte contemporáneo pero no satisface la posibilidad de exhibir proyectos de los artistas emergentes, los artistas más jóvenes.

Wifredo Lam, Roberto Fabelo fueron emergentes en su tiempo y también querían exhibir. Esa es una necesidad natural.

Cuba requiere de un museo para el arte contemporáneo porque en estos momentos en la Isla solo existen pequeñas galerías destinadas a ese fin.

¿Cuál es el papel de un curador?

El curador es un científico social que transmite ideas a partir de un tesauro o colección. ¿Qué es un retrato francés del siglo XIX? Una idea de un artista que retrató, por ejemplo, la naciente burguesía, su pose, la moda de la época, su clase social.

Curar un museo es el sumum de la curaduría, es la máxima realización de todo curador. Existen los curadores de exposiciones permanentes, transitorias. Curar es un acto de saber porque hay que investigar mucho sobre la materia. Un curador tiene que ser creativo.

Convertirme, al cabo de los años, en el curador jefe de Bellas Artes y haber tenido la oportunidad, junto a mi equipo de curadores, de haber diseñado la museología de los dos edificios (Arte Cubano y Arte Universal), es mi obra mayor, también la de ellos y la del arquitecto José Linares, prestigiosa figura cumbre de la museografía en Cuba.

Nosotros dijimos qué exhibir, qué queríamos decir con los dos museos. Linares dijo cómo se debía exponer. Siempre es un diálogo permanente entre museología y museografía.

Si yo hubiera decidido vivir en París y trabajar en el Museo de Orsay, porque mi colección es la francesa, sería algo muy bueno para mi. Pero yo no hice el Orsay y me siento muy realizado de haber contribuido, con mis conocimientos, al prestigio de Bellas Artes.

(Por: Maya Quiroga)

 

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