El espionaje en la Trocha de Júcaro a Morón

En la acción desempeñaron un papel relevante los agentes secretos del Generalísimo, pues informaron del movimiento de las tropas y describieron la ubicación de las fortificaciones y de los puntos guarnecidos por patrullas móviles.

Guarnición acantonada en la Trocha. Foto: El Fígaro.

Un relámpago iluminó fugazmente la noche y dejó al descubierto los cuerpos calados por la lluvia. Tronaba sobre el monte donde se ocultaba la columna que comandaba el General Máximo Gómez, al oeste del sistema de fortificaciones conocido como la Trocha de Júcaro a Morón, en la región central de Cuba.

Acechaban el poblado de Ciego de Ávila. Allí estaba la Comandancia del enclave militar, edificado por el ejército español para evitar el traslado de combatientes y pertrechos hacia el Occidente de la isla.

En el caserío había, además, bodegas y almacenes llenos de alimentos, ropa y zapatos. El asalto sucedería el 26 de ese mes de 1876 y en la acción desempeñaron un papel relevante los agentes secretos del Generalísimo, pues informaron del movimiento de las tropas y describieron la ubicación de las fortificaciones y de los puntos guarnecidos por patrullas móviles.

No he podido saber la identidad de los agentes, ni la fecha en que fueron reclutados. Pero por apuntes del Diario de Campaña, de Máximo Gómez, es sabido que el 26 de febrero, mientras acampaba en Hoyo de la Palma, este envió a un oficial “a gestionar sobre el asunto de los mixtos (material que empleaban en la preparación de los proyectiles) con los confidentes de Ciego de Ávila” y el 7 de marzo se trasladó a este lugar para arreglar “asuntos confidenciales”. 

Una de las locomotoras que empleó el ejército español para trasladar pertrechos y combatientes en la Trocha. Foto: Archivo del autor.

También el Diario del Mayor General Vicente García registra que cuando él llegó a la región, el 5 de abril de 1876, su tropa acampó en El Jobo y desde allí estableció comunicaciones con Morón para tomar el poblado. El 6 le avisaron los confidentes de esa villa que no era conveniente realizar el asalto. Entonces decidió atacar a Ciego de Ávila y envió una comisión dirigida por el capitán Céspedes a la periferia del caserío, quien contactó con los laborantes avileños y ellos le informaron que la guarnición estaba compuesta por unos 400 o 500 soldados. Lamentablemente, unos desertores de la columna mambisa delataron los planes y fracasó aquel intento.

Tal vez en el reclutamiento de los agentes contribuyeron los hermanos José Ambrosio, Marcial de Jesús y Felipe Gómez Cardoso, avileños que peleaban bajo las órdenes de Máximo Gómez. Lo digo porque ellos conocían muy bien a sus coterráneos y sabían quienes simpatizaban con la causa independentista y eran confiables para el arriesgado trabajo en las sombras.

El General José Ambrosio Gómez Cardoso, jefe de la Brigada de la Trocha, por sus conocimientos de la región y de los avileños desempeñó un papel importante con los agentes secretos. Foto: Archivo del autor.

Por ejemplo, está comprobado que el escribano Antonio de Oro era colaborador del teniente coronel José Gómez Cardoso y le informó acerca de la salida de la columna que dirigía el comandante Celestino Fernández, tropa atacada en El Pasto, el 2 de agosto de 1876. En esta acción los mambises se apoderaron de 43 rifles, 3 mil balas, 5 mulas, ropa y más de 90 caballos. 

Otra vez en la clandestinidad

Reiniciadas las luchas independentistas, el 24 de febrero de 1895, la Trocha militar volvería a tomar importancia dentro de la estrategia del mando español para sofocar la insurrección. Nuevamente fue reforzada con combatientes y armamentos y por disposiciones del Capitán General Valeriano Weyler sería refortificada y mejorada toda su infraestructura a partir de marzo de 1896 hasta agosto de 1897. El historiador Raúl Izquierdo Canosa describe así este enclave:

“Magistral obra de la ingeniería militar española, que incluía la construcción de fuertes, comunicados entre sí por caminos y torres ópticas, que se complementaban con telégrafos e iluminación eléctrica; con línea de ferrocarril paralela que aseguraba la comunicación y el movimiento de tropas y pertrechos militares y la maniobra de refuerzos, incluida el movimiento de la artillería sobre rieles en cualquiera de las dos direcciones (norte y sur)”.

Entre aquellas tropas que arribaron, llegó a tener unos 10 mil combatientes, integradas en su mayoría por campesinos; algunos colaborarían con los revolucionarios. Finalizada la contienda fueron develados los nombres de Juan Muro, perteneciente al Cuerpo de Ingenieros, y del soldado Julián Montesino. Ambos pertenecieron al club José Braulio Alemán, fundado en la Ciudad de los Portales, en 1897.

El nombre se debía al Jefe de Confidencias y Operaciones sobre la Trocha de Júcaro a Morón, en ese cargo desde el mes de enero de 1897. El propio  coronel Alemán, natural de Las Villas y periodista antes del conflicto, en una carta que escribió a Máximo Gómez, el 29 de junio de ese año, testimoniaba:

“Me dicen del Ciego que han fundado un Centro patriótico que llaman Club Alemán, ofreciéndome medicinas y me señalan un excelente lugar para colocar una bomba. También me dicen que el teniente de color prisionero se llama Dublín Silva Agüero y que los comunicantes presos serán llevados a la Cabaña (Habana) y que Weyler obligó a embarcarse para la península al rico vecino Alejandro Suero Balbín”.

La secciónPróceres trochanos”, editada el 2 de diciembre de 1923 por El Pueblo refería más detalles: “Con gran tacto, cordura y sensatez, tomando por base para su organización las reuniones familiares en el poblado y en juntas vecinales en el campo, hubo de hacer su formación el gran Club…”

Además del servicio de inteligencia, los laborantes trasladaban pertrechos y correspondencia para los campamentos insurrectos. Una estructura sencilla, pero eficaz en su funcionamiento, contribuía a la compartimentación. Cada integrante tenía asignado un número. Hasta el momento se desconoce la identidad de los líderes.

El Club nació en los días en que el servicio de confidentes recibió un duro golpe. Decía Alemán a Gómez:

“(…) han sido reducidos a prisión J. R. Torres, González, Cruz y Campanioni, residentes del Ciego y Andrés Visiedo y Luciano Echamendi de Jicotea, más 3 sujetos que serían como intermediarios para sacar los efectos de Ciego. Se me dice que Visiedo fue sacado por una columna que le dio muerte. Con este motivo hay gran pánico entre todos y nadie ha salido en estos días. Temo que D. Vicente Pérez esté metido en eso de las prisiones, pues ofreció contestar su carta y nunca lo hizo. Los confidentes presos son todos los que figuraban en la correspondencia que el enemigo ocupó al General Carrillo”.

Estos agentes habían entregado a Máximo Gómez el texto de la Constitución de La Yaya, enviado desde Camagüey. El Club Alemán tuvo 33 integrantes. De ellos fueron alcaldes en la etapa republicana Manuel Torres Cruz y Abelardo Rico. También aparece Nicolás Jorge, fundador y jefe de los bomberos avileños durante varias décadas

Manuel Torres Cruz, conocido como Chicho Torres, era el agente No. 1. El 24 de mayo, Alemán refería sobre su labor en una misiva a Gómez:Del Ciego  el mejor confidente “número uno” se ocupa con interés de que no se interrumpa la comunicación y ya recibí carta adjuntándome el planito que le remito. A él no le han dicho nada y hasta no sospecharán porque es astuto, vive entre ellos y sale muy rara vez,  teniendo otros que son intermediarios entre él y yo.” Y del plano le informa: “Acompaño a Ud. un croquis de Ciego de Ávila que si es imperfecto, da una idea de las líneas de defensa del  pueblo, o sea, dos cercados de madera dura, numerosos fuertes, 3 baterías, 3 torres con focos eléctricos de gran potencia que desarrollan luz en 500 metros en circunferencia cada una y al Este las alambradas”. 

Hay otro parte del coronel Alemán, fechado el 14 de julio, que devela datos interesantes: “Acabo de llegar de Lázaro donde celebré entrevista con el Brigadier Pujals y Coronel González sobre asuntos referentes a la correspondencia con Oriente.  Ellos me hablaron de que había dos dispuestos a servir, pero para satisfacción mía ambos individuos los tenía ya yo arreglados, cómo lo demuestran mis noticias a Ud. sobre el gallego reparador y el confidente de Domínguez. El primero conocido por el No. 3 y que es al que se refiere la carta que le adjunto. Convinimos un punto de cita para la correspondencia, que ya en mis anteriores dije a Ud. que si no ha cruzado culpa es de los del otro lado, pues 8 veces han salido para allá y no encuentran a nadie. Esto demuestra que no me he dormido, que todo lo hacedero se ha hecho y que procuro cada día hacer más. Lo indicado por Pujals ya estaba hecho, o sea, la utilización de esos dos hombres, si bien el no tener recursos me corta los proyectos que tenía, pues Ud. sabe  que esa gente se mueve por interés. Ahora me han inutilizado otro confidente quitándole el pase que las autoridades españolas le dieron, pero así y todo el servicio funcionará”.

Muy conveniente resultaba el reclutamiento de un agente en Domínguez, pequeño caserío, pero de importancia estratégica, porque allí existía un campamento donde descansaban las columnas que operaban entre el Quince y Medio y el puerto de Júcaro. Se deduce, por lo que dice Alemán, que ocasiones era remunerada la colaboración. 

El poblado de Jicotea fungía como centro de numerosas fincas agrícolas y ganaderas. Estaba fortificado, aunque separado de la línea, a unos 8 kilómetros de distancia de Ciego de Ávila, y formaba parte del sistema defensivo. Su mayor establecimiento comercial pertenecía al asturiano Vicente Pérez. A pesar de que él era un defensor acérrimo del gobierno español, el encargado de su negocio colaboró con los insurrectos. El caserío estuvo en la mirilla de Alemán, mediante información que de allí le enviaron elaboró un plano. El 6 de abril de 1897 le expresaba a Gómez:

“(…) Le remito el plano de Jicotea que terminé esta mañana. Los lugares de las dos flechas son los buenos para la entrada y el fuerte marcado al S con la trinchera [ilegible en el original] puede inutilizar sus fuegos. La calle que corre de NE a SO no tiene fuertes y las casas impiden ser vistos de los otros que están libres de sus disparos. Someto pues el caso a su aprobación superior. Los cinco fuertes de N a O hostilizados de cerca, así como el del camino del Ciego facilitarán las entradas. Usted resolverá (…).”

El 16 de agosto de 1897 Máximo Gómez designó, en sustitución de José Braulio Alemán, al joven habanero Enrique Villuendas y de la Torre, Licenciado en Derecho y periodista, a quien ascendió a teniente coronel. Además de dirigir las comunicaciones, sería el “encargado del transporte a este Cuerpo de Ejército de todos los pertrechos de guerra que para Las Villas tenga o reciba el Brigadier José Gómez de la Trocha (…)”, anotó Fermín Valdés Domínguez en su Diario de soldado

Enrique Villuendas, eficaz jefe de la inteligencia mambisa en La Trocha de Júcaro a Morón designado por Máximo Gómez para desempeñar este cargo. Foto: Archivo del autor.

Tres días más tarde, Villuendas le informaba a  Gómez que se había puesto en comunicación con Ciego de Ávila para sumar un “buen confidente” y avisaba  que en el poblado de Jicotea se presentó Epifanio Rodríguez, conocido como El Destripador, quien estuvo preso por los mambises y prometió al mando español conducir una columna hasta el campamento del General en Jefe del Ejército Libertador. 

El avileño Gabino Gómez y otro oficial de apellido Caraballosa fueron ayudantes de Villuendas, mantenían los contactos con los agentes, pasaban la Trocha en misiones especiales. Igualmente sobresalieron el Coronel Simón Reyes Hernández y el Comandante Leopoldo Calvo. 

Coronel Simón Reyes, conocido como El águila de la Trocha por la cantidad de veces que burló el sistema de fortificaciones construídos por España entre Júcaro y Morón. Foto: Archivo del autor.

Por las notas del Diario de Villuendas sabemos que todo el tiempo dirigió las operaciones desde el Oeste de la línea fortificada, moviéndose a diferentes campamentos en Francisquito, Demajagua (actualmente Majagua), Lagunas de Miguel, Hoyo de La Palma, San Esteban, entre otros. A veces se ocultaba en la casa de P. A, personaje que permanece incógnito hasta ahora. Para resguardar la identidad de los agentes mantuvo el método de denominarlos por números, aunque también utilizó letras y hubo un confidente en la ciudad de Ciego de Ávila, nombrado José Elías Fabré Sarduy, que firmaba la correspondencia secreta con los seudónimos de Jimaguayú y 1898.

Morón

En la zona de Morón, el Capitán Braulio Sánchez Valdivia mantenía el control sobre el servicio de inteligencia. El 12 de agosto informaba: “Las confidencias del pueblo me anuncian que entre la oficialidad del pueblo se dice que a Cánovas le han matado: aseguránme que esto es muy cierto. Particípanme que una columna sale hoy de Morón con un convoy para Chambas y que regresa enseguida para conducir otro”.

Fermín Valdés Domínguez anotaba estos datos de un espía de Morón de apellido Buchillón “cari redondo, barbi lampiño, pelo rubio, estatura baja, como seña particular es regordete y camina encorvado, acostumbra salir de Morón de 2 a 3 de la tarde”.

Los confidentes se reunían en la casa comercial La Flor Cubana. Aquella especie de taberna, de paredes de barro y techo de tejas, era el lugar ideal para burlar la vigilancia  ya que sus propietarios, los hermanos Pastor, Miguel y Juan Pastor Salgado, eran españoles. El telegrafista José Córdova transmitía las informaciones sobre el movimiento de las tropas a José Elías Fabre, presidente del Club Máximo Gómez y este pasaba el mensaje a los insurrectos, acción que ejecutaban, con frecuencia, dos adolescentes: Mimi y Mariano Parada. Ellos portaban un permiso de salida al campo, del Jefe de Plaza, que les había facilitado Justo Zamora.

Pastor relató al periódico Morón, el 1ro. de marzo de 1946, que varias veces el comandante Claro, jefe de la Plaza y amigo personal suyo, le pidió ser más discreto, sin embargo, no tomó represalias drásticas.

Gerónimo Cervantes, prefecto insurrecto, tenía un servicio de inteligencia en el poblado de Chambas, en 1897. Cada vez que una columna salía de operaciones de inmediato lo informaba  a sus superiores. En uno de aquellos partes avisaba: “También le comunico que he sabido por las confidencias de Chambas que el General enemigo Segura está acampado en el Heliógrafo de Chambas practicando operaciones en sus alrededores; y —según las mismas confidencias— permanecerá 15 días contado hoy 7 de estar allí”.

Brigadier José Gómez Cardoso, centinela alerta

He reseñado cómo funcionaba en los poblados y la zona oeste de la Trocha el servicio de inteligencia mambí. Ya que era un sistema, no se puede obviar la otra parte, el accionar al este. Trabajaban desde ambos lados en estrecha coordinación para pasar informes, documentos, periódicos, medicinas, municiones, armas y traslado de combatientes.

Durante la Campaña de la Reforma, en la última guerra independentista, dirigida por Máximo Gómez, fue muy eficaz el desempeño de la Brigada de la Trocha, comandada por el Brigadier José Gómez Cardoso, quien  “(…) se apoyaba en sus fuerzas, que actuaban dispersas y vigilantes a lo largo de la línea militar y del concurso de colaboradores de la población: prácticos, confidentes, comunicantes, boteros, marineros y otros”, explicaba el investigador y escritor Félix Sánchez Rodríguez en su estudio “La Brigada de La Trocha y la Campaña de La Reforma (1897)”.

Ante las dificultades y peligros para franquear la Trocha, el Brigadier organizó un servicio marítimo. El 24 de diciembre le decía al Generalísimo: “Con fecha 21, después de dejar preparados 30 mil tiros para el coronel Reyes, ordené a un oficial pasar a buscar los 19 mil tiros según la orden que usted me dio para los chincheros regresando con 18 500 que le entregaron, también han sido dejados en la costa norte para Reyes, que con los anteriores hacen un total de 48 mil. Una vez despachado, pasé a la costa sur considerando que estarían de regreso las embarcaciones…”

Como asignatura pendiente queda el estudio de la contraparte; o sea, el servicio de inteligencia empleado por el ejército español en La Trocha, al parecer no  fue muy fácil de desarrollar, si nos atenemos a lo que expresó, el 26 de julio de 1897, La Ilustración Nacional, editada en Madrid: “En cuanto a la imposibilidad de dar con el paradero de Máximo Gómez, nosotros lo achacamos a la falta de confidencias, tan necesarias en una guerra como la de Cuba, y ya que, por desgracia, nuestras columnas carecen de confidentes espontáneos, estos deberían buscarse, empleando aquellos medios que están al alcance de todo general en jefe.” 


Fuentes consultadas: 

Máximo Gómez: Diario de Campaña, Universidad de Oviedo, España, 1998.

Fermín Valdés Domínguez: Diario de soldado, Centro de Información Científica y Técnica Universidad de La Habana, tomo 4, 1973.

Raúl Izquierdo Canosa: Ciego de Ávila. 1895-1898. Guerra: hechos y noticias, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012.

Víctor Marrero: Vicente García: leyenda y realidad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992.

Adalberto Afonso: Mis investigaciones y algo más, Obras Completas, Palibrio, 2011, t. 2.

Félix Sánchez Rodríguez:La Brigada de La Trocha y la Campaña de La Reforma (1897)”, trabajo investigativo, copia en Archivo del Autor.

El Pueblo

El Fígaro

Morón

Invasor

La Ilustración Nacional

 

Salir de la versión móvil