El Stewart: despertar de un coloso azucarero

"En Ciego todo el mundo sacaba cuentas de qué sabía hacer y qué iba a declarar cuando le preguntaran los de la compañía. No había otro tema."

Central Stewart.

Recuerdo a Brígido Pons, casi nonagenario, sentado debajo de la arboleda, a la entrada del Quince y Medio, en el barrio Margolla, municipio Venezuela, al sur de Ciego de Ávila.

Yo lo conocía desde mi niñez, pero no sabía que era hijo de puertorriqueños. De oficio, carpintero como su padre, quien llegó a principios del siglo XX para trabajar en la construcción del Quince y Medio, poblado pintoresco, cerca del central Silveira. 

Una tarde gris de diciembre, el anciano se levantó del taburete y me mostró los restos de un edificio.

‒Aquí tenía sus grandes almacenes el comerciante Margolles. La gente le cambió el apellido con el tiempo. Era español e hizo fortuna. Al igual que él, muchos sacaron provecho en aquellos tiempos que levantaban la primera fábrica de azúcar después de las guerras independentistas en esta región avileña. 

Le contaron al escritor Reynaldo González, en su libro La fiesta de los tiburones que en 1906: “La gente empezó a mudarse y aquello parecía una Feria. Venían con familias, bultos de ropa y cuanto Dios creó. Mientras más llegaban, más pedía el ingenio nuevo. En Ciego todo el mundo sacaba cuentas de qué sabía hacer y qué iba a declarar cuando le preguntaran los de la compañía. No había otro tema. Esperábamos matar el hambre vieja con el ingenio.” 

Central Stewart.

Los inversionistas

El 24 de abril de 1905 Juan Manuel Ceballos residente en Nueva York y ciudadano norteamericano y Manuel Silveira, natural de Bayamo, banquero y vecino de La Habana compraron 121,5 caballerías de tierra a Loreta Iñiguez Hernández, heredera del Conde de Villamar. Registraron esta propiedad a nombre de la Silveira Sugar Company que tenía su oficina principal en Nueva York.

Ceballos y Silveira.

Luego adquirieron otras fincas y comenzaron a llegar más inversionistas, entre ellos, veteranos del Ejército Libertador como el general José Miguel Gómez, el coronel Cosme de la Torriente, el teniente coronel Enrique Pina Jiménez y Gabino Gómez. 

La existencia de un ferrocarril, del puerto de Júcaro y la calidad del suelo fueron factores que influyeron en la selección del lugar. 

Para administrar la fábrica designaron a José Miguel Gómez, quien se dedicó con ahínco a cumplir sus funciones. El 20 de marzo de 1906 informaba a la prensa habanera: “(…) tengo expeditas cerca de 140 caballerías que eran de monte, de las cuales hay más de 50 quemadas y preparadas para la siembra. En lo que resta del mes de marzo espero completar 200 caballerías (…) el terreno donde se establecerá la planta está completamente limpio”.

Aunque nunca abandonó sus intereses políticos, pues desde allí financiaba campañas. Su meta era llegar a Presidente de la República y pudo alcanzarla en 1909.

Vivienda del Administrador del Central.

Cambio de lugar y propietarios

El central empezó a construirse en la zona cercana a la estación ferroviaria del Quince y Medio, pero como el terreno dificultaba el desagüe decidieron erigirlo más al sur, donde abundaban las casimbas. 

En las primeras planas de los periódicos podían leerse noticias como esta, publicada el 10 de marzo de 1906:

“El acaudalado banquero de esta plaza, señor Manuel Silveira, está levantando un magnífico ingenio-central en el kilómetro quince y medio del ferrocarril de Júcaro a San Fernando. Calcúlase que la producción de azúcar será de 2 000 sacos diarios, empleándose en los trabajos del ingenio unos 200 hombres. La poderosa maquinaria de esa gran fábrica será construida en casa de los señores D. Stewart and Company, en Glasgow. Además, se fundará cerca de ese central el pueblo más bonito de Cuba. Las fábricas serán todas de ladrillos y tejas, las viviendas cómodas, ventiladas y espaciosas, las avenidas rectas, anchas y sombreadas de árboles, hermosos jardines y parques le darán belleza encantadora y estará alumbrado con luz eléctrica y provisto de un gran hotel.” 

Un año más tarde, sin embargo, otra noticia provocó alarma. El capital de Ceballos y Silveira provenía de la venta de acciones en los Estados Unidos. Además de la sociedad que fomentaba la producción de azúcar, crearon la Compañía de Desenvolvimiento de Cuba, que se encargaba del cultivo de los cítricos y de la fundación del poblado al que denominaron Ceballos, también constituyeron otra asociación titulada La Redonda, con el fin de desarrollar la ganadería. 

Todas se fueron a bolina en el mes de octubre de 1907 al declararse en quiebra los dos inversionistas. Silveira huyó de los acreedores. A toda prisa dejó la mansión que poseía en el Paseo del Prado y marchó hacia el puerto de La Habana. En la bahía encontró al Carmelina, barco que trasladaba un cargamento de ganado a Venezuela y  subió a bordo de inmediato. 

Estación del Quince y Medio, todavía conserva el nombre de Silveira.

Después de celebrar juicios en Nueva York, el central quedó en manos de Stewart Sugar Company, de capital norteamericano e inglés. El investigador José Martín Suárez refiere en uno de los capítulos de la Síntesis histórica del municipio de Venezuela que a partir del 8 de julio de 1907 la fábrica fue denominada Stewart. 

Agrega que la maquinaría de la instalación la construyó la Ducan Stewart, ubicada en la ciudad de Glaswod, Inglaterra y comprada a un costo superior al millón y medio de pesos. De esta cifra solo les habían pagado 250 mil pesos.

Estación del Quince y Medio.

Protesta de los obreros

Mientras en Nueva York los inversionistas se ponían de acuerdo, los trabajadores la pasaban mal porque hasta ese momento solo habían adquirido vales por su labor. Y ya los dueños de las fondas y tiendas no aceptaban las fichas. 

Tres meses estuvieron sin recibir los jornales. Cansados de esperar, declararon la huelga a principios del mes de noviembre de 1907. Eran 500 hombres hambrientos. 

El Pueblo, periódico editado en Ciego de Ávila, divulgaba un reportaje de “El Guajiro del Quince y Medio”:

“Desde agosto último vienen engañando al trabajador, al colono, al comerciante y a cuantos tienen negocios con la mencionada compañía, indicándole la fecha más próxima para el abono de lo que se adeuda, y es tal la relación de  compromisos existentes, entre los que dependen directamente o indirectamente de la finca, que se ha hecho imposible la vida en una región que antes era próspera y feliz.

”Las autoridades, mientras tanto, prestan su cooperación a la obra de explotación inicua, quedando (…) el pueblo a merced de una compañía desconocida, cuyas aspiraciones son dirigidas desde el extranjero, donde radica el comité directivo de la misma y desde cuyo lugar puede, con un plumazo, decretar la ruina y la infelicidad de muchas familias.”

Charles Magoon gobernador militar norteamericano en Cuba, presionó a la Compañía para que solucionara el problema y ante la firmeza de los huelguistas hubo que pagarles en oro americano, bajo la mirada supervisora del Teniente Coronel, Jefe de la Guardia Rural.

Hospital del Central Stewart.

Y llegó el día esperado

Un incendio de grandes proporciones en los cañaverales afectó la zafra que inició la molienda el 16 de febrero de 1908. Alberto Lamar era el administrador del coloso. Construir el Stewart costó más de tres millones y medio de pesos y dio empleo a 3 500 braceros, aproximadamente. Poseía 13 chimeneas y más de 500 caballerías, dedicadas al cultivo de caña.

En enero de 1909, el Diario de la Marina, anunciaba: “Se espera que en estos días realice su primer embarque para los Estados Unidos el central Stewart Sugar Co. el cual, según nuestros informes, será de 23.000 sacos habiendo ya verificado este mismo ingenio una venta de 30.000 galones de miel a la casa de Truffín de bastante buena calidad”.

Cerca del Stewart fue construido el Jagüeyal, la cifra de centrales alcanzó el número de catorce en las sabanas de la antigua región de la Trocha de Júcaro a Morón, perteneciente entonces a la provincia de Camagüey. Comenzaba una nueva era económica.

 


Fuentes:

Diario de la Marina

El Fígaro

Invasor

Colectivo de autores: “Síntesis histórica del municipio Venezuela”, trabajo inédito.

Reynaldo González: La fiesta de los tiburones, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2001. 

Testimonio de Brígido Pons.

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