Martí, el amigo

Nadie como él entendió la profunda pena y el sufrimiento de su querido amigo de la infancia.

Fermín Valdés Domínguez y José Martí. Cayo Hueso, Estados Unidos, 1894.

La amistad desde la infancia entre José Martí y Fermín Valdés Domínguez es ampliamente conocida. Nacen en el mismo año (aunque algunos autores fijan la fecha de nacimiento de Valdés Domínguez en 1852) y se conocen en la escuela San Anacleto, en 1860. Así lo cuenta Mañach en su excelente biografía Martí, el Apóstol:

[…] Pero el que más se ha aficionado a él es Fermín Valdés, aproximadamente de su misma edad, espigado, de ojos saltones. Como es niño de casa rica, Pepe, siempre algo consciente de su propio traje raído, se ha mostrado sobrio hacia él. Fermín no ha recatado su empeño por vencer el desvío. Le ha hecho pequeños favores, le ha ofrecido reiteradamente parte de su merienda. Han acabado por hacerse grandes amigos.

Continúan sus estudios juntos y en 1868 cursan el segundo año de bachillerato en San Pablo, el colegio particular de Rafael María de Mendive, el mentor de Martí. Las noticias del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 10 de octubre, son seguidas con pasión y entusiasmo por los jóvenes.

El 19 de enero de 1869 ―aprovechando la época de libertad de prensa decretada por el general español Domingo Dulce― publica Valdés Domínguez el primer y único ejemplar de su periódico El Diablo Cojuelo. Unos días más tarde aparece el también único número de La Patria Libre, dirigido por Martí. Incluye su drama patriótico, “Abdala”, con un texto de Mendive.

El 22 de enero ocurren los sucesos del Teatro Villanueva. Encarcelan a Mendive ―cuyas ideas políticas favorables a la independencia eran conocidas por las autoridades españolas― y clausuran San Pablo. Martí visita en la cárcel a su maestro, que pronto será deportado. La Habana es un hervidero.

Martí busca refugio en la casa de Fermín, en la calle Industria 122, asiste a las clases de francés de su amigo y lee todo lo que puede en la biblioteca de la casa. Fermín era hijo adoptivo de José Mariano Domínguez Salvajauregui, “guatemalteco hidalgo”, como lo llama Mañach. José Mariano también había adoptado a otro niño, Eusebio, y los crió con amor y dedicación. Se había establecido en Cuba alrededor de 1830 y gozaba de una holgada posición económica. 

El 4 de octubre de 1869, un grupo del Cuerpo de Voluntarios irrumpe en la casa de los Valdés Domínguez. No existe mucha información sobre esta organización militar fundada en 1850, aunque desde la toma de La Habana por los ingleses (1762) se reporta la formación de los primeros voluntarios urbanos. El Cuerpo estaba conformado principalmente por peninsulares de entre 20 y 50 años, aunque también se alistaban cubanos leales a España. Todos recibían instrucción militar.

La irrupción se produce porque los Voluntarios creen que, horas antes, Fermín y unos amigos se burlaban de ellos. Realizan un registro en la casa y encuentran en la gaveta del escritorio de Fermín una carta firmada por él y por Martí, fechada aquel mismo día, que dirigen a Carlos de Castro y Castro. En ella critican al joven cubano, también discípulo de Mendive, por haberse alistado en los Voluntarios.

Martí, Fermín, su hermano y otros compañeros son arrestados por “sospechas de infidencia”. Es conocido lo que sucede después: los dos amigos se confiesan autores de la carta, pero al final, el fiscal decide que fue Martí quien realmente la escribió.  La letra de los dos amigos es muy parecida, pero la vehemencia de la autoinculpación de Martí lo convence.

El 4 de marzo de 1870 un consejo de guerra celebra el juicio. Fermín es condenado a seis meses de “arresto mayor” en la fortaleza de La Cabaña, su hermano Eusebio y los otros implicados son desterrados y Martí es condenado a seis años en las canteras, donde padece todo tipo de sufrimientos y vejaciones. Gracias a los esfuerzos de su familia, a la influencia de un amigo de su padre, el catalán José María Sardá, y teniendo en cuenta su edad y deplorable estado de su salud, cumple solo seis meses. Es deportado a la Isla de Pinos y luego a España, hacia donde parte, el 15 de enero de 1871. Fermín queda en Cuba y, poco después, matricula en la Universidad de La Habana la carrera de Medicina.

El mismo año en que Martí es deportado a España, Fermín vive en primera persona los dolorosos y terribles sucesos ocurridos en La Habana en noviembre, que culminaron con el fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina, acusados de haber rayado el cristal del nicho donde estaba enterrado el periodista español Gonzalo Castañón. Fermín fue uno de los 45 estudiantes encarcelados inicialmente y dedicó buena parte de su vida al esclarecimiento de los hechos.

A su llegada a España, en junio de 1872, se reúne con su “hermano del alma”.

 

José Martí, Eusebio y Fermín Valdés Domínguez retratados en Madrid, 1872 (aprox). Foto: Wikimedia

Al conmemorarse el primer aniversario del fusilamiento de los estudiantes, se oficia una misa en la iglesia Caballero de Gracia, en Madrid. En su libro El 27 de noviembre de 1871, Valdés Domínguez narra de forma detallada los hechos desde su perspectiva. Rememora que el día de la misa: 

[…] circuló por Madrid una hoja impresa que fijamos en algunas de las esquinas más públicas de la Corte, y que fue comentada satisfactoriamente por varios periódicos. Esta hoja […] aunque suscrita por mi ya difunto compañero Pedro de la Torre y por mí, la escribió mi hermano queridísimo, el distinguido literato D. José Martí, identificado como cubano, con mis dolores, y con las desventuras y tristezas de la patria.

En el último párrafo de esa hoja, termina Martí con estas conmovedoras palabras:

[…] Lloren con nosotros todos los que sientan! ¡Sufran con nosotros todos los que amen! ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!

Ese mismo año Martí da a conocer su extenso y estremecedor poema “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”, en el que evoca a los cadáveres amados, los que “un día ensueños fuisteis de la patria mía […]”

Pintura que representa el fusilamiento de los estudiantes de medicina en 1871. Sin embargo, en realidad fueron asesinados de dos en dos, con las manos atadas a la espalda, de rodillas y de espaldas al pelotón de fusilamiento.

Martí sufrió esos terribles momentos en carne propia. Nadie como él los describió, con palabras encendidas y llenas de amor y ternura. Nadie como él entendió la profunda pena y el sufrimiento de su querido amigo de la infancia.

El libro de Valdés Domínguez, a manera de prólogo, recoge cartas y textos de varias personas, incluido uno de Martí, fechado en abril de 1887 en Nueva York. En él Martí denuncia que:

[…] hoy solo quedan de aquel drama tremendo unas hebillas de plata, una corbata de seda envuelta a un hueso, y ocho cráneos despedazados por las balas.

En ese texto, como en el que circuló en Madrid el día de la misa, en su poema y en su discurso del 27 de noviembre de 1891, conocido como Los Pinos Nuevos (pronunciado en el Liceo Cubano, en Tampa) se siente el dolor de los recuerdos. Cada palabra es como un martillazo de angustia y de tristeza, pero también de indignación y de coraje: “giman”, “lloren”, “tiemblen” “sufran”, “póstrense”. El imperativo parece repetirse entre lágrimas. Cada vez que se refiere al fusilamiento, lo hace así, desde la impotencia ante el hecho consumado de la muerte injusta y horrenda de ocho inocentes, pero con la convicción absoluta de que la verdad prevalecerá, el asesinato se condenará, y la muerte de esos jóvenes no será inútil porque:

“cuando se muere

en brazos de la patria agradecida

la muerte acaba, la prisión se rompe;

¡empieza, al fin, con el morir la vida!”

Valdés Domínguez regresa a Cuba en 1876, presenta sus documentos y en 1878, después de una serie de trámites burocráticos, se le autoriza a ejercer como médico.

Se casa en febrero de 1876 con Consuelo Quintanó Ramos. El 26 de septiembre de 1879 muere su pequeña niña, que había nacido el 9 de noviembre de 1878, solo unos días antes que el hijo de Carmen Zayas Bazán y Martí.

Algunos historiadores refieren que la amistad entre Valdés Domínguez y Martí se apagó un poco durante los años en que Fermín militó activamente en las filas del autonomismo. Martí, como muy bien se conoce, era un partidario convencido de la independencia y no creía que de España se pudiera esperar algo bueno para Cuba.

Antes de incorporarse al Ejército Libertador, en el que tuvo el grado de coronel, Valdés Domínguez escribió en periódicos autonomistas, ocupó cargos y estuvo muy vinculado a las luchas de su partido. Poco se sabe de esto. En Cuba, el estudio de los movimientos reformista, anexionista y autonomista es una asignatura pendiente que debe ser impartida pronto y bien, para poder entender mejor nuestra historia.

Después de un largo silencio entre ambos, en 1887 Martí le escribe cartas bellísimas a su amigo, en las que elogia su dedicación y perseverancia en su lucha por la reivindicación de sus compañeros estudiantes de medicina y la búsqueda de los cadáveres. No oculta la inmensa admiración que siente por él.

Hace tiempo que no nos escribimos; pero acabo de leer tus cartas en La Lucha (…) y no puedo reprimir el deseo de apretarte en mis brazos (…). De mi hijo, cuando lo mereciese, no podría decir yo más que lo que tengo que decir de ti.1

Nadie como Martí describió, con palabras encendidas y llenas de amor y ternura, los terribles sucesos ocurridos en La Habana en noviembre de 1871. Nadie como él entendió la profunda pena y el sufrimiento de su querido amigo de la infancia:

[…] Y después ¡ya no hay más, en cuanto a tierra, que aquellas cuatro osamentas que dormían, de Sur a Norte, sobre las otras cuatro que dormían de Norte a Sur: no hay más que un gemelo de camisa, junto a una mano seca: no hay más que un montón de huesos abrazados en el fondo de un cajón de plomo! ¡Nunca olvidará Cuba, ni los que sepan de heroicidad olvidarán, al que con mano augusta detuvo, frente a todos los riesgos, el sarcófago intacto, que fue para la patria manantial de sangre; al que bajó a la tierra con sus manos de amor, y en acerba hora de aquellas que juntan de súbito al hombre con la eternidad, palpó la muerte  helada, bañó de llanto terrible los cráneos de sus compañeros! El sol lucía en el cielo cuando sacó en sus brazos, de la fosa, los huesos venerados: ¡jamás cesará de caer el sol sobre el sublime vengador sin ira!2

***

 

1Ibídem, pp. 321.

2José Martí: Obras completas, t. 4, pp. 285-286.

Nota:

Este texto es una versión de un trabajo de mayor extensión que, bajo el título de “Ensueños de la patria”, publicó la revista Espacio Laical (Año 15 Nro.3, 2019), también puede consultarse en su versión digital. “Ensueños de la patria” trata sobre la película “Inocencia” y los tristes acontecimientos ahí narrados, ocurridos en nuestro país en noviembre de 1871 y posteriores a esa fecha. Resulta imposible hablar de Fermín Valdés Domínguez sin mencionar su entrañable amistad con José Martí. Es por eso que, con motivo de conmemorarse un aniversario más de su caída en combate en Dos Ríos, OnCuba ha querido resaltar elementos de esta amistad, que surgió
durante la infancia de ambos, y destacar la vinculación de Martí con Valdés Domínguez en su afán por demostrar la terrible injusticia cometida contra los ocho estudiantes de medicina. 

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