Una Dalia que no se marchita

Cuando el esposo se derrumbó en el suelo, cuando la hija dejó la piel en un sollozo, Dalia les pidió que se fueran. Se los exigió:

—Aquí, la que tendría que llorar soy yo. Y no tengo ni una lágrima.

Dalia Fuentes se había hecho un rutinario autoexamen y se encontró algo en el seno derecho. Algo duro. El resultado de las pruebas confirmó su peor sospecha.  Mediados de 1997. Una calma pasmosa la recorrió completa. Es un trance que pasará, que tendrá que pasar, se dijo.

Salió del quirófano del Hospital Oncológico Conrado Benítez, con veintidós puntos y un pecho impar. Recuerda que fue un miércoles. De pronto, los días se negaron a pasar: había que hacer algo. El domingo Dalia no pudo más y se levantó de la cama.

El monólogo Flor Estrella, hablaba de una mujer que quería ser actriz. El doble sentido ponía el condimento. Y con un gesto suyo, comenzó la risa en aquellas salas…

Poco después, se apareció en el Proyecto Teatro Alhambra, que integró durante una década. No lo podían creer:

—Pero, ¿no te estás poniendo los sueros?

—Sí, pero el malestar que siento en el estómago, se me pasa actuando.

Dalia Margarita Fuentes García nació hará pronto 78 años, en la finca de Los Gamboa, Tunas adentro. Su padre la nombró como uno de sus ídolos, la gran recitadora, Dalia Íñiguez. Y allí mismo nació al arte.

No la imagino como doméstica ni como manejadora, pero su espíritu independiente la hizo buscar sustento pronto. Emergida de la primera graduación de la Escuela de Instructores de Arte (1963), se presentó al gran casting que fue la fundación de Tele Rebelde (1968), primer canal de televisión después del triunfo revolucionario en Cuba.

Tuvo que arreglárselas durante un cuarto de siglo al frente del Departamento de  Maquillaje y Peluquería de aquella teleemisora. La abundancia no era precisamente la marca de esos días. Debió solucionar lo mismo la apariencia de una sociedad cubana del siglo dieciséis, las quemaduras de un bombardeo o la fantasía más desenfrenada de un cuento infantil. Cada vez que hacía falta, actuaba. Incluso, mereció una distinción conferida por el Consejo de Estado de la República de Cuba, tras la excelencia de su trabajo en la serie En busca de Máximo Gómez. Había convertido al actor Dagoberto Gaínza, en El Generalísimo.

Dalia se acostumbró a los desafíos y guarda en un lugar seguro su “maletín de Pandora”. De allí  puede salir cualquier solución para un disfraz o un personaje  Hace tres años, impulsa  el Proyecto Comunitario Luchando por la vida.

El primer sábado de cada mes es la cita. Tejidos, papel maché, canto, baile, narración oral, poesía. Allí hay de todo. Primero, se integraron personas con diversos padecimientos; pero hoy el espacio ha enamorado a muchos otros.

Solo hay una condición para entrar: los  asistentes deben dejar  todo lo que les pese, todos sus pensamientos negativos. Y hay otra para salir: tomar de una cartera, la alegría y el deseo de vivir.

Distrito Antonio Maceo, Edificio de  12 plantas, Santiago de Cuba. En su apartamento, el mundo toca buscando luz. Allí la dejo, con mil sueños que no le caben en el pecho.  No quiero irme. Estoy clavado en el umbral. He conocido a una Dalia que no se marchita jamás.

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