El flujo migratorio hacia Estados Unidos no se detiene

Foto: Alejandro Bringas (EFE)

Foto: Alejandro Bringas (EFE)

Si usted vive en Cuba y siente que cada vez más familiares, amigos y conocidos abandonan el país, no está evaluando sin razón. Las estadísticas respaldan su criterio. Según un reporte de la Oficina de Operaciones en el Terreno del Servicio de Aduanas y Protección de Frontera de Estados Unidos, 50 mil 82 cubanos arribaron a la nación norteamericana en el año fiscal 2016 (30-sept-15 al 30-sept-16), cifra 17,2 por ciento superior al período precedente.

Durante el año fiscal 2015, 40 mil 155 cubanos llegaron a los EE.UU. Fueron casi el doble de los 24 mil 278 que llegaron en 2014, y  muchos más que los 13 mil arribados en 2013 y 12 mil de 2012. Sumemos, entre 2012 y 2016 han llegado a las fronteras norteamericanas, sólo por la vía ilegal, más de 139 mil cubanos.

El flujo de personas hacia EE.UU. estuvo matizado este año por la crisis en Centroamérica, cuando el Gobierno de Nicaragua decidió cerrar en noviembre de 2015 la frontera sur de su territorio. Aun así, las autoridades de Costa Rica y Panamá gestionaron el envío de miles de cubanos hacia El Salvador y México, donde pudieron continuar su rumbo.

Una serie de factores, tanto regulatorios como subjetivos, han propiciado el aumento sostenido de la emigración cubana en los últimos tiempos.

La actualización de la política migratoria en la Isla, implementada en enero de 2014, facilitó el incremento de las salidas del país. Sin embargo, la prerrogativa que permite a los cubanos permanecer dos años fuera del territorio nacional sin perder la residencia permanente ha deformado las estadísticas reales del fenómeno.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2013 y 2014 el saldo migratorio resultó positivo para Cuba, con valores de 3 mil 302 y mil 922. respectivamente. Esto resulta así porque no se facturan las decenas de miles de personas que han abandonado la Isla durante los últimos 24 meses. O los que, en una especie de presencia a la distancia, la visitan durante un par de días para luego regresar al país donde desarrollan sus vidas.

El restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos también parece un factor influyente. El temor a la erradicación de la Ley de Ajuste Cubano, que ofrece privilegios para los emigrantes de la Mayor de las Antillas, resulta obvio. Máxime cuando alrededor del 80 % de los arribantes —unos 38 mil— se acogieron en este ciclo a la política de “pies secos pies mojados”. La mayoría atravesó la frontera con México a través de Laredo (31 mil 965), El Paso (4 mil 911) y San Diego (mil 434).

Una de las vías más peligrosas para llegar a tierras norteamericanas, cruzar el mar en rústicas embarcaciones, también se comportó a la alza en el 2016. Tal vez el temor a la modificación del marco regulatorio favorable para la emigración cubana a EE.UU y las nuevas dificultades experimentadas en Centroamérica, impulsó a muchos a tomar esta riesgosa decisión.

Según el reporte de la Oficina de Operaciones en el Terreno del Servicio de Aduanas y Protección de Frontera de Estados Unidos, reseñado por varios medios de comunicación, 7 mil 358 balseros arribaron a las costas norteamericanas en este año fiscal. Respecto al anterior (4 mil 473) supone un incremento de más del 65 %.

El saldo migratorio críticamente negativo (contrario a lo que indica la estadística oficial) representa un serio problema para la sociedad cubana. En una dinámica demográfica que tiende al envejecimiento, el fenómeno puede adquirir ribetes dramáticos.

De continuar la tendencia actual, ¿cómo sería Cuba dentro de 20 años? ¿Cuál es la alternativa o la política para frenar el flujo, compuesto en su mayoría por jóvenes instruidos? En lo que aparece una solución, la nación se vuelve, de a poco, más puntos disgregados por el mapamundi.

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