Los desterrados de la pantalla

Foto: envivo.icrt.cu

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En marzo de 2013 la Televisión Cubana censuró un reportaje sobre Isaac Delgado. El chévere de la salsa había sido invitado por Silvio Rodríguez a cantar en 10 de Octubre en uno de sus conciertos por los barrios. Casi cinco años después, el sábado 30 de diciembre, Isaac es uno de los invitados de 23 y M, programa de horario estelar por Cubavisión.

Aquella aparición no solo era relevante por tratarse de uno de los más exitosos exponentes de la música popular bailable, sino porque era la primera vez que se presentaba en Cuba después de siete años viviendo en Estados Unidos. Teniendo en cuenta la larga tradición de listas negras de artistas emigrados (y deportistas, científicos, ciudadanos en general), este retorno era noticia.

“Creo –dijo Isaac en entrevista para Cubadebate– que nos encontramos en una coyuntura marcada por cambios de mentalidad, ajustes en la cuestión migratoria; pero más que todo creo que se trata de atender a un derecho, a una necesidad de todos nosotros los cubanos”.

La censura de la televisión era apenas otro error periodístico y político. Para artistas y figuras de los medios de comunicación irse de Cuba fue, por décadas, emprender un viaje de no retorno que comprometía dentro de la Isla la aparición en las pantallas, chicas y grandes, la radiodifusión y cualquier otro escenario de acceso masivo de público.

Isaac, como muchos otros, salió de Cuba y se instaló en la otra orilla. En consecuencia, se lo tragó el hueco negro de la censura.

Al cierre de 2017 una sucesión de acontecimientos en los años recientes han permitido verlo sentado de nuevo ante las cámaras nacionales, acompañado esta vez por otros retornados como las actrices Tahimí Alvariño y Jacqueline Arenal. Sin formalismo alguno mediante, la televisión donde hace pocos años tal cosa era imposible, acoge ahora una charla relajada con estos artistas.

Tahimí Alvariño llevó a su hija mayor, que viene a estudiar arte en Cuba y la Arenal, con un acento argento-colombiano, dijo que era maravilloso reencontrarse con la familia. También concurrieron Coralia Veloz, Carlos Enrique Almirante, Alain Pérez, Charanga Habanera, Elio Revé… Cubanos de Cuba, cubanos del mundo, en el mismo estudio de grabación. Natural, espontáneamente. Y nadie se murió, no tembló la tierra, ni se desató un diluvio.

¿Qué convirtió estos hechos en posibles y hasta naturales? No fue la gente común la que cambió. El pueblo cubano hace décadas está preparado para asimilar el retorno, los ires y venires, la actitud del viajero que busca progreso o mejoría y que también mantiene sus raíces intactas.

La censura nunca ha sido popular, y aun así se practica cotidianamente en los medios de comunicación públicos. No ha sido “el pueblo” quien ha dado la espalda a sus muchachos pródigos o a sus hijos de vecino. En las calles se añora y se quiere a los mismos peloteros, voleibolistas, músicos o presentadores de televisión que todavía en muchos casos la prensa y la comunicación en Cuba castiga, como a traidores, omitiéndolos deliberadamente.

En el momento en que la televisión acoja a quien de verdad no debe, la gente se pronunciará. Ya ocurrió hace cerca de once años cuando la aparición en televisión de figuras protagonistas de la “pesadilla” vivida en el quinquenio gris, provocó reacciones de protesta en el ámbito digital: aquel debate que trascendió como la guerrita de los emails.

En el arco que va desde 2013 hasta ahora, después de una reforma migratoria y el comienzo de la normalización de relaciones con Estados Unidos, aparentemente algo se destrabó… un poco. En los hechos y en las mentes. Pero no es suficiente. No sería justo que haya que esperar otro lustro para volver a ver en televisión a otros artistas que se extrañan. Digamos, un Pablo Milanés, que no se fue, que no se ha ido, que sigue en Cuba y para Cuba.

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