Ser un niño en la calle

Foto: Yaniel Tolentino

Esto no es, por supuesto, un manual de instrucciones, que el título no engañe. Y no lo es, entre otras razones, porque no se concibe algo semejante cuando se trata de cómo ser niño. Si algo los distingue es justamente la espontaneidad, el espíritu libre, el filtro aún inoperante.

Una ciudad capital en el mundo del siglo XXI: carros, bullicio, movimiento, gente, turismo… ¿niños jugando? Sí, en La Habana sí. En Cuba ser un niño en la calle es perfectamente posible, visible y tiene un sentido muy particular. Ese niño en la calle no está trabajando ni dormirá a la intemperie, está lejos de un secuestro, “bien lejos de una mano sin amor” y simplemente juega, disfruta del tiempo infinito que lo separa de quitar la mugre en las uñas, lavar bien las manos, peinar el cabello, guardar la lengua y la pelota, bajar la voz. Toda una adultez espera para cuidar las formas, para la prudencia, para la medida… Ya llegará un buen día la cordura.

De acuerdo con Unicef, actualmente la Isla cuenta 2,3 millones de personas con edades por debajo de los 18 años; un 21 por ciento del total. La tasa de matrícula en la enseñanza primaria es del 99.1 por ciento. Todos los nacimientos son registrados y un 99.9 por ciento de ellos ocurre en instituciones de salud. En 2015, Cuba se convirtió en la primera nación del mundo certificada como libre de la transmisión materno-infantil del VIH y la sífilis congénita y este año fue identificado como único país de América Latina y el Caribe libre de desnutrición infantil severa.

 

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