Bernard Cassen: “Televisión Pública y Televisión de Estado son dos cosas totalmente diferentes”

Bernard Cassen ―director del periódico Le Monde Diplomatique por más de tres décadas (1973-2008)―  participó del 9 al 13 de septiembre en el Festival de la Radio y la Televisión. Este parisino, nacido en 1937, estuvo anteriormente en La Habana durante diciembre de 2012 ―invitado por el XXXIV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano―. Desde hace varias décadas se le conoce en Cuba por sus trabajos periodísticos, por su labor intelectual relacionada con el estudio de la globalización como fenómeno y, sobre todo, por ser uno de los gestores del Foro Social Mundial.

En principio, resulta difícil encontrar la relación entre el presidente honorario de ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Ayuda a los Ciudadanos) y un espacio de debate sobre televisión en la Isla. Sobre todo si se echa un vistazo a la ambiciosa agenda temática del evento, la cual  abordó desde la relación de este medio con el universo digital hasta el estudio de la telenovela ―considerada por los organizadores “patrimonio cultural latinoamericano”―, pasando por las prácticas de los públicos, la violencia de género, la programación vista desde la investigación social, así como otro gran conjunto de tópicos con mayor o menor interconexión con el tema central: Impacto Social de la Radio y la Televisión Públicas.

“No es que yo sea un gran especialista en la temática”, confesó Bernard Cassen a OnCuba y explicó que, a pesar de ello, le interesó venir para intercambiar con los especialistas cubanos sobre algunas encrucijadas ante las que se encuentran las televisoras públicas en la actualidad.

“Uno de los puntos claves que trato de desarrollar es que no se puede confundir Televisión Pública con Televisión de Estado o del Gobierno. Son dos cosas totalmente diferentes”.

“Yo comprendo que frente a la ofensiva de los medios privados, es grande la tentación de utilizar los medios públicos como medios partidarios. Pero a mediano plazo es un suicidio”.

Para el secretario general de la asociación Mémoire des Luttes, “no establecer un tipo de estructura de los medios públicos que garantice el pluralismo, el acceso de todos, es una apuesta peligrosa, un hipoteca. Hacerlo es una garantía de estabilidad, una inversión para el futuro”.

Al argumentar esta postura, rememora los resultados de la más reciente elección presidencial en Venezuela: “¿Tú viste los resultados de la elección de Maduro? Él ganó con una muy estrecha mayoría, un 1,5%. Se preveía una  ventaja de un 10%. Yo estaba en Caracas esa noche”.

Según Cassen, se pronosticaba alrededor de las 6 p.m. que el candidato Nicolás Maduro ―actual presidente de Venezuela― ganaría con un margen del diez por ciento; sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, dicho margen se fue estrechando progresivamente “seis, cuatro, dos… finalmente ganó. Pero hubiera podido perder y ninguno de ellos tenía un plan B ¿Qué hubiera pasado si se perdían las elecciones, en particular, en término de los medios públicos?”.

“En Venezuela, más que en otros países, hay una real guerra mediática. La casi totalidad de los medios privados está contra la Revolución Bolivariana. Esos medios participaron ampliamente en el golpe de 2002. Pero si se pierden las elecciones, se pierde también el control sobre las cadenas públicas. En caso de que hubiera ganado Henrique Capriles, hubiera tenido a su favor todos los medios privados y ¡todos los medios públicos! Nunca se les ocurrió la idea de que podían perder, pero ¿qué hubiera pasado? No lo pensaban”.

Otra cara del asunto a tener muy en cuenta es que, incluso cuando desde el poder la información se controle con mayor o menor intensidad, “la gente está informada porque ahora hay una multiplicidad de fuentes, hay el Internet, y hay un problema: los jóvenes, digamos de los 13 a los 25 años, están apagando la televisión para estar más tiempo frente a la computadora, el smartphone o la tableta, y se componen su propio menú. O sea, este proceso se individualiza completamente”.

Claro, “esos son jóvenes en un país muy avanzado como Francia” y Cassen lo reconoce, “pero la tendencia va a ser esa. Es decir, que pueden existir medios públicos en el vacío. Es un despilfarro de dinero ¿no?”.

“Se agrega a esto el hecho, muy fuerte en Francia ―por ejemplo―, de una gran desconfianza hacia los periodistas, la credibilidad del periodista en Francia es muy baja. Todo esto plantea un problema para las cadenas públicas de radio y televisión: ¿quién las escucha?”.

“En Francia muchos de los programas de la televisión pública son casi similares a los de las televisoras privadas, por la búsqueda de la publicidad. Entonces, la especificidad del servicio público está disminuyendo cada vez más, a tal punto que una parte de la derecha aboga por privatizar las cadenas públicas”.

Los espacios informativos que producen los canales públicos están en una constante y feroz competencia “porque uno puede elegir entre 200 cadenas de televisión. Entonces, el servicio público puede ganar solamente si tiene una producción de calidad”. Tal vez por eso, en muchos casos los dirigentes centran su atención en tales espacios y Cassen llama la atención sobre lo que para él es un hecho: no son los noticieros o programas informativos los que más directamente inciden sobre el imaginario y la espiritualidad de los públicos, sino los programas de entretenimiento.

“El peso ideológico es mucho más fuerte, mucho más. Pero los dirigentes no se dan cuenta de que el problema más importante son esos programas de entretenimiento, los cuales deben tener calidad y ser populares al mismo tiempo”. Estos programas, apunta, “necesitan financiamiento y una atmósfera de creatividad total”.

Conclusiones como estas, coincidentes con la opinión del periodista francés, han sido defendidas por críticos, especialistas y televidentes cubanos, desde que hace algún tiempo los debates en torno a dicho tópico han cobrado mayor fuerza en la sociedad cubana. Cómo lograrlo hoy, sigue siendo una incógnita para casi todos los que de algún modo u otro se relacionan con el medio. También para Cassen, quien manifiesta: “es un desafío tremendo y yo no tengo la respuesta”.

En cambio, vislumbra algunas salidas: “se necesita gente capaz, con inventiva, creatividad, cultura humanística, crítica y ambiental, sin autocensura, para ganar una batalla que puede ser perdida fácilmente”.

Y para culminar, sentencia: “Yo creo que la cuestión de la calidad de los programas y de la libertad de expresión son el desafío más grande que tienen las cadenas públicas y esto merece una reflexión de los dirigentes. No sé si todos se dan cuenta de esto”.

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