Conner Gorry: “Los cubanos son lo máximo, flores salen de sus bocas”

Muchos cubanos le han dicho loca a Conner Gorry, porque en 2002 dejó Nueva York y vino a vivir a La Habana, enamorada de Cuba y de un cubano. Su primer contacto físico con el país fue en los campos recogiendo viandas, cuando en 1993, en pleno Período Especial, viniera a trabajar como voluntaria.

“En medio de mi Maestría en Relaciones Internacionales sentí la necesidad de venir a tocar la realidad yo misma. La gente hablaba de lo que se estaba viviendo aquí, pero desde fuera. Quería sacar mis propias conclusiones”.

Hace un año, Conner y su familia emprendieron el café literario Cuba Libro, con bibliografía totalmente en inglés. The New Yorker, National Geographic, Wired, Rolling Stones, Times, son algunas de las revistas que  pueden leerse en su café, especie de proyecto comunitario en 19 y 24, Vedado.

Si no fuera porque tiene el pelo demasiado rubio, los ojos demasiado azules y la piel demasiado blanca, la gente no sospecharía que Conner nació en Estados Unidos.  Más aún, cuando aprendió a hablar “cubano”, se mudó a un edificio de microbrigadas, y montó tantos “camellos” como cualquier habanero. El blog Here´s Havana es el compendio de su vida en Cuba y una manera de traducir al mundo la realidad del país a través de su propia aventura insular.

¿Cómo llega Conner a La Habana? ¿Cómo es tu primer contacto con Cuba?

En 1993 pasé un mes aquí, y me impresionó tanto cómo en medio de esa etapa el cubano seguía trabajando, bailando y haciendo crecer la familia. La gente disfrutaba la vida hasta donde se podía. Esa experiencia fue muy diferente a mi experiencia en Nueva York, donde solo es trabajar y trabajar.

A mí me “cuadra” mucho que la familia cubana haga tiempo para tomar un café, una cervecita con los vecinos, con la familia. La vida en Cuba es mucho más humana, mucho más social. En Nueva York se vive más aislado. No sabes quién es tu vecino.

En ese viaje me enamoré del país y de la manera del cubano para resolver sus dificultades, con mucha creatividad. El cubano se queja mucho, pero a pesar de todas las dificultades “sigue pa´lante”.

En 2002, ya con mi Maestría en mano, me enamoré de un cubano, me mudé acá, y ahora soy periodista aquí.

¿Cómo surge la idea de abrir un café literario en pleno Vedado, con todos los libros en inglés y las ediciones actualizadas -o casi- de las más importantes revistas norteamericanas?

Mi jefa en la revista para la que yo trabajaba tenía un saco de libros buenos en inglés, pero no tenía espacio para ellos en su casa. Me preguntó si los quería. Un escritor no debe botar un libro jamás, entonces yo, que tampoco tenía espacio para ellos, tuve ese saco en la sala de mi casa alrededor de seis meses.

Me di cuenta entonces de que hacía falta una librería en inglés en La Habana. Aquí hay librerías buenas con volúmenes en inglés, pero no un lugar en el que también se pudiera tomar un café, sentarte en una hamaca, leer una revista como National Geographic, y libros de alta calidad, porque la colección que tenemos aquí es chiquita, pero buena.

Entonces convencí a mi familia de que, con los nuevos cambios económicos, teníamos la posibilidad de abrir un pequeño negocio, que podía servir también como proyecto comunitario y cultural, para todas las edades, y tanto para cubanos como extranjeros.

En La Habana el concepto de “café literario” existe. Hay varios, pero a veces el café está malo, o no hay libros, o el ambiente es de reguetón. Y aquí tenemos un lema: «Esta es una zona libre de reguetón».

Este proyecto es también para apoyar a la juventud cubana. Tengo muchos amigos y familiares que se han ido del país. Entonces pensé qué podemos hacer aquí para que la juventud se sienta parte de un proyecto. Y en eso estamos. Abrimos hace un año, y ha sido tremenda experiencia.

Cuba Libro es un proyecto colaborativo. No es mío, ni de mi familia, sino de todos. Y eso es lo que intentamos alimentar, que todo el que tenga una idea pueda venir y entre todos podamos ver si la ponemos en marcha.

Una cosa: aquí no vendemos “curda”. Nada de alcohol. Mi familia me ha dicho: “Conner, tenemos que vender Cristal”. Y yo les digo que no, porque eso cambia el ambiente. Hay miles de lugares en La Habana en los que se puede comprar un Planchao o una cerveza. Aquí vamos a hacer otra cosa, para que la gente venga a tener un intercambio más sano.

Muchos dicen que debería haber una café literario así en cada esquina. Ojalá.

Cuéntame un poco más sobre la decisión de irse de Nueva York para vivir en La Habana.

Fue una alquimia de corazón y cabeza. Por mi Maestría en Relaciones Internacionales y el tema de las relaciones Cuba-Estados Unidos, el país me enganchó. Pero también me enamoré. Yo era más joven. Esas decisiones en los jóvenes se toman más fácilmente.

Era un sueño para mí. Hoy más que nunca muchos extranjeros y muchos cubanos en el exterior están regresando. Y mi familia me apoyó totalmente. Mi madre, soltera con cuatro hijos, me dijo: “Vive tus sueños, que la vida es única”. Entonces me mudé.

Aquí viví junto a mi marido en un edificio de microbrigada en 100 y Boyeros, y eso fue buenísimo, porque me obligó a montar en camellos, cuando aun existían, en un barrio en el que no vive ningún extranjero. Allí me inserté en la vida cotidiana desde el principio. La gente me decía: “My Friend, ¿where are you from?” Y cuando yo respondía que de 100 y Boyeros, la gente exclamaba sorprendida: “¿Qué cosa?”.

En el edificio de micro, estábamos puerta con puerta con un apartamento en el que conviven cinco generaciones diferentes de mujeres en solo dos habitaciones. Eso es muy común en Cuba, que la familia esté apretada, viviendo en situaciones de vivienda que no son ideales.

Toda esa experiencia me ayudó a acercarme a la realidad cotidiana. No tengo carro, no tengo casa, vivo en la lucha, en “la luchita”. Eso me ayuda  a entender mejor a una madre cubana que tiene que ir del trabajo al agro y después a la casa a limpiar, lavar, cocinar…

¿En ningún momento dudaste en tu decisión de mudarte aquí definitivamente?

Eso es como todo. Una duda en esos momentos en que la vida se pone muy difícil, cuando vives lejos de la familia, o están pasando cosas en Nueva York y no puedes ayudar, ni llamar, o cuando hay problemas con el matrimonio.

En esos momentos he dicho: “¿Qué estoy haciendo?” Pero solo he dudado lo normal, como en cualquier otra parte del mundo. Al que me pregunta sorprendido por qué vivo en Cuba, le digo: “No importa dónde tú vivas. Dondequiera hay cosas buenas, malas y regulares”. Todo depende de ti, de cómo tú asumes las cosas, y de tu propia filosofía.

Yo vengo de una familia pobre. Todavía estoy pagando mi deuda de esa famosa Maestría. Y son miles de dólares. Mi marido dice que debo ser muy inteligente por gastar tanto en educación. Cuando las cosas se ponen difíciles, pienso en las razones por las que estoy aquí. Tengo un amor muy grande por Cuba y por los cubanos. Yo alimento mi alma con las cosas buenas de aquí.

Ahora son muy importantes los cambios que están sucediendo, aunque no ofrecen las mismas posibilidades para todos. Yo tengo familiares y amigos que no están saliendo adelante con los cambios, por diferentes razones. Tengo amigos vagos, y también otros que no tienen dinero para invertir, ni para salir a comer a una paladar.

Pero es importante mantenernos optimistas y apoyarnos los unos a los otros. Yo vengo del capitalismo brutal en Nueva York, y tenemos que construir algo diferente aquí.

¿Cómo enfrentas el escribir sobre Cuba en tu blog Here´s Havana? ¿Hacia dónde se enfocan tus textos?

Mis textos están vinculados con la cuestión de cómo yo enfrento las dificultades aquí. Escribir sobre eso es como una catarsis para mí. Asimilar y entender mejor la idiosincrasia cubana me costó trabajo en cuestiones como el amor. Esto, por ejemplo, fue complicado, pues Cuba es un país bastante machista. ¿Cómo, por ejemplo, los hombres podían llegar a ser tan románticos y al mismo tiempo ver mal que una mujer hiciera “trabajos de hombre”? Yo ando en bicicleta, y mucha gente ha dicho que eso no es para hembras.

Mi blog es sobre mi vida y la idiosincrasia cubana. Es para ayudar a otra gente a entender el “cubaneo” y cómo son los cubanos. Trata hasta de cocina. A mí me encanta cocinar. En Estados Unidos, cuando iba a invitar personas a comer, iba al supermercado y ponía en el carrito lo que necesitaba. Aquí no tenemos todos los productos. Tenemos estaciones de frutas y vegetales, mientras allá no importa la estación, siempre hay todas las cosas, aunque no todas son buenas todo el tiempo. Entonces tuve que ajustarme a esto a la hora de hacer recetas aquí.

Además del blog, también llevas una aplicación para móviles…

Desde hace años escribo para una de las casas editoriales de guías turísticas más grandes en el mundo, Lonely Planet. Cuando surgió la posibilidad de hacer una aplicación para Iphone y Android, me decidí a hacerlo, pues tengo muchos años de experiencia viajando y escribiendo.

Esta aplicación funciona sin Wifi y es genial, porque la llevas en tu bolsillo y tiene mapas, fotos, descripciones de lugares. Y a la vez es cómico, porque yo misma no tengo un Iphone.

¿Cómo percibes la Cuba que se vive ahora respecto a la de 2002, cuando te mudaste a La Habana?

Creo que hoy, dentro de toda esa complejidad que tenemos, estamos aprendiendo, poniendo en marcha una nueva etapa. Siento que el país es más internacional que nunca. Hay gente de todos lados en Cuba y no siempre fue así.

Eso alimenta la creatividad y las perspectivas de las personas, que están abriendo su mente. Hacen falta más espacios en La Habana en los que el cubano de a pie, que “no está en nada”, se ponga a conversar con un extranjero no para “jinetear”, sino para compartir y tener un intercambio humano.

En uno de tus textos dices que La Habana te resulta un misterio. ¿En qué consiste ese misterio? ¿Cómo lo has asumido?

Bueno, esto llevaría una conversación para la que la memoria de la grabadora no daría. Lo primero es el idioma: el cubano habla un español que un hispanoparlante podría no entender. Y luego, la idiosincrasia cubana, los códigos que los cubanos tienen entre sí. Eso cuesta trabajo aprenderlo.

Por poner un ejemplo: la cuestión de «las queridas». Yo tengo amigos que se han enterado con el tiempo de que su papá tenía una doble vida y hasta otra familia. Todo eso es un misterio para un norteamericano.

Pero, más que eso, Cuba me resulta un misterio porque su sociedad está en evolución. Del Período Especial a la cooperación del ALBA, a los Lineamientos, etc…, siempre los cubanos siguen adelante. Eso para mí es un misterio.

¿Cómo los cubanos pueden coger con tanto swing  las cosas de la vida y sus cambios? ¿Cómo mantienen su alegría? La mayoría lo hace. Hablo con generalizaciones, pero creo que la mayoría mantiene su sentido del humor. Es característico del cubano orientarse muy rápido. También la doble moneda. Hay amigos míos que no se explican esto. Para nosotros ya es algo natural.

¿Cómo la mayoría de los cubanos no leen en las paradas de las guaguas, por ejemplo, mientras en otros países es costumbre hacerlo si esperas por el tren? Yo tengo mi teoría sobre eso: es que hay que estar pendiente, porque si pasa un amigo en un carro te puede dar un aventón. No puedes estar perdido en un libro.

Y hay cosas así, constantemente. ¿Por qué no hay pescado? ¿Por qué los cubanos, viviendo en una isla, no comen pescado? ¿Por qué se toma leche en polvo si en el mundo no se toma leche en polvo? Y también son cosas que tienen su explicación en este contexto. Y así pasa con cualquier tema: la cama, la cocina, el transporte, la escuela, y los mismos cubanos, que tienen cosas muy particulares. Eso crea para mí un misterio.

Algunas amigas extranjeras que vienen a Cuba me dicen: “Estoy enamorada de un cubano, dame consejos”. Y yo les digo: “Los cubanos son lo máximo, flores salen de sus bocas, poesía”.

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