¡Bienvenido, Compay Francisco!

Andrés es un vendedor de souvenirs y flores a menos de un kilómetro del Cobre, en Santiago de Cuba. En estos días casi no tiene tiempo para dormir, porque la anunciada visita del Papa Francisco despertó aún más la demanda de objetos religiosos.

El hombre blanco, de espejuelos y piel arrugada, no se levantó del mostrador (su cama de ocasión) cuando hablamos, porque según él era su única oportunidad para descansar del ajetreo de ofertar virgencitas o girasoles, “lo que más se vende”.

Ya en el pueblo, el Cobre es todo luz. La Iglesia sobresale en la colina, imponente, con las mismas promesas cumplidas y por cumplir a la Virgen de la Caridad.

En las calles de Santiago, rumbo a la iglesia, casi todas las paredes y puertas muestran carteles de bienvenida al Papa Francisco. Desde que Andrés se enteró del anuncio hace unos meses, no sale de su alegría por los cientos de virgencitas, llaveros y flores que pasan de mano en mano. Si le dieran la oportunidad de hablarle al Sumo Pontífice, asegura, le diría lo mismo que parece exclamar Santiago entera: “¡Bienvenido, compay Francisco!”.

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