¿Candados de amor en La Habana?

Foto: Toni Fonseca

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Rulieska y Ramsés estudiaron juntos durante cinco años en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. En ese tiempo desarrollaron una fuerte amistad que ni siquiera la distancia de vivir actualmente en provincias distintas ha podido romper. Recientemente se reencontraron en La Habana para disfrutar de unos días libres, visitar amigos y recordar los buenos momentos que pasaron juntos durante la universidad. Así llegaron hasta el nuevo Paseo marítimo, en la Avenida del Puerto, frente a la bahía habanera.

“Teníamos muchas ganas de venir, habíamos visto en la televisión las noticias de cuando lo abrieron y era uno de los lugares que queríamos visitar en este viaje”, comenta animada Rulieska. “Cuando vinimos por primera vez, hace unos días, vimos los candados y nos resultaron muy llamativos. Sabíamos el por qué se ponían este tipo de candados en Europa, al verlos aquí nos sentimos tentados a dejar el nuestro, no como símbolo de amor, sino de amistad. Nos fuimos y regresamos hoy, para antes de volver a casa dejar nuestro recuerdo del viaje”.

Poco a poco, comienzan a verse en los bordes del nuevo espacio peatonal estos “candados del amor” que han llegado a La Habana y podrían convertirse en una moda. En su indetenible globalización, algunos entusiastas con sus cerrojos conectarían a La Habana con una tendencia que se ha expresado, de diversas formas, en urbes de Italia, Estados Unidos, Canadá, Australia y Corea del Sur. Aunque la más famosa es París.

Foto: Toni Fonseca
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“Me encanta esta idea, ya sabía que era común en Europa”, dice Diana Monzote, estudiante de 17 años. “Es un gesto de amor entre las parejas, con el que se demuestran que quieren que su amor dure para siempre. Me encantaría hacerlo un día”, reconoce.

“No sabía lo que era y cuando supe que era una tradición de París me sorprendió mucho que pasara acá en Cuba. La verdad me parece algo “descargoso” y “en talla”. Es cosa de otro mundo y le descargo, loco”, dijo expresivo Damián Castillo, de 27 años, ocasional visitante del Paseo marítimo.

Son muy pocos los candados puestos en las barandas, pero sus paulatino incremento y perspectivas de volverse una práctica más, llevan a pensar en la necesidad de estudiar esta tradición, antes de asimilarla, a tenor de los comprobados daños que provoca un exceso de candados en estructuras metálicas.

“Aunque es una tradición muy romántica y creativa, no es algo práctico para este país”, asegura Alina Martínez, de 49 años. Me parece que es más una tradición para países desarrollados. En París se pueden dar el lujo de tomar un candado y hacer eso, en Cuba no. Acá tenemos a los candados como cosas necesarias para la protección de nuestros hogares como para tomarlos y darles ese uso. Además los precios no son viables como para hacer eso, los candados no son cosas baratas en este país, ni tampoco fáciles de conseguir.”

“Creo que el paseo flotante de la bahía no llegará a soportar muchas muestras de amor a menos que se encuentre una alternativa, se trabaje en buscar una manera de atenuar el impactoo versionemos la tradición para hacerla más “cubana”, insiste Martínez, medio divertida con la idea, pero preocupada por sus consecuencias.

Foto: Toni Fonseca
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El referente ineludible es la polémica que causaron los “candados de amor” en el Puente de las Artes, en París, donde las autoridades debieron retirar casi un millón de esos artículos, unas 45 toneladas de metal, luego de que ocasionaran daños en la estructura patrimonial. Para evitar que continuara la práctica, los parisinos sustituyeron los bordes enrejados del puente por cintas de un vidrio especial.

“Si en París, donde los puentes son fuertes estructuras, se estaban hundiendo, ¿qué será del Paseo marítimo que es una estructura flotante? Supongo que en algún momento se tomen medidas para prevenir el daño o se busquen soluciones alternativas”, dice Aldo García, de 25 años.

Para Alina, esa es también una preocupación latente. “Podemos crear nuestra propia versión y así ser también, de alguna forma, originales. No sé, tal vez usar un material más ligero, plástico quizás. Los candados de plástico no pesan mucho, además se evitaría el tirar las llaves a la bahía cosa que, por muy romántico que sea, termina también produciendo un daño.”

Algo va quedando en claro: los “candados de amor” recién aparecidos no dejan indiferentes en La Habana, así sean afectuosos amigos o románticos incurables que reclaman para sí (y para encerrar bajo llave) este espacio de esparcimiento frente al mar y Casablanca.

Foto: Toni Fonseca
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