Diálogo con un babalawo cubano

Javier. Foto: OnCuba

Javier. Foto: OnCuba

Lo conocí en la estera, una de esas encrucijadas con las que la vida nos sorprende a veces. Me llevó hasta su casa de la mano de un par de ahijados suyos que lo adoraban como a Dios, llegué medio esperanzada, medio escéptica y salí con certezas creo que por eso regresé, porque no hubo gallos ni cascarilla, una conversación inteligente, sabia para decirlo con justicia. Me trastornó para bien la imagen folclórica del babalawo que llevaba en mente.

¿Se vestía de blanco? Sí. ¿Gorro verde y amarillo? También. ¿Consultaba sobre una estera con la cadena de opele? Claro. Pero nada era insulso o casual; allí no faltaba la magia y desbordaba el conocimiento. Todo parecía tener un por qué, una razón profunda, así que decidí cambiar los roles, encender mi grabadora llena de preguntas y, con su permiso, compartir las respuestas.

Su nombre es Javier Luis Perelló Barredo, vive en Matanzas, en el barrio de Simpson, se graduó de Ingeniería Industrial y trabajó como profesor de la Universidad. Hace casi 17 años es Sacerdote de Ifá. En la puerta de su casa una placa de metal anuncia que has llegado a Ilé Egbé Ogbon Ifá.

¿Qué significa esta inscripción?

Es la casa religiosa que hemos formado. Ile Egbe Ogbon Ifa, traducido del yoruba, no se refiere a una casa por estructura, sino por comunidad, familia religiosa, que se dirige al establecimiento de las prácticas más antiguas de la sabiduría de Ifa, nuestro primer compromiso es el cuidado de la tierra, aquellos ritos para la sostenibilidad de la vida en este mundo y a partir de ahí tratar de que todos los miembros que integran esta familia religiosa tengan conciencia con respecto a esa necesidad, o sea, este concepto del que tanto se habla en los medios tiene que entenderlo primero el individuo en sí mismo y, a partir de ahí, asumirlo como una actitud que se comparte dentro de la comunidad religiosa o familia espiritual extendida, transformándolo en lo que los yorubas llaman “omoluwabi”, los igbo “ezigbo mmadu”, y que en definitiva como concepto panafricano distingue entre el ser humano como especie y el ser humano como ente realizado, pleno o simplemente una buena persona.

¿Podría decirse entonces que Ilé Egbé Ogbon Ifá no tiene límites físicos o geográficos sino conceptuales y éticos?

Exactamente. De hecho, tengo ahijados en todo el país y fuera de él, por ejemplo, en México, Venezuela, Argentina, Ecuador, Perú, Chile, Canadá, Estados Unidos, España, Holanda, Suiza y no solo cubanos, sino naturales de esas naciones que han comprendido y asumido la filosofía que sustenta nuestra práctica religiosa, todos los cuales forman parte entonces de Ilé Egbé Ogbón Ifá.

¿Y no te resulta un problema orientar y aconsejar a personas de culturas tan disímiles?

Esta religión está basada en leyes naturales adaptadas a un componente social y cultural, por lo que sus esencias son comunes, o sea, el elemento social y cultural te influye, pero no es determinante, cuando tú te haces consciente de ti mismo, si no buscas una aceptación externa, sino aceptarte tú como individuo, esta religión tiene respuestas para ti, no importa de dónde seas.

Foto: OnCuba
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Acabas de regresar de una estancia de varios meses en Argentina. Cuéntanos qué te llevó hasta allí y cómo fue la experiencia.

Una ahijada mía argentina iba a realizar su iniciación santoral: hacer Santo, y decidimos que lo hiciera en su país, pues su predestinación le indica formar y dirigir su propia comunidad religiosa, por lo que era importante la participación de la comunidad religiosa de Argentina, de modo que yo fui a desarrollar los ritos que le corresponden al padrino babalawo dentro de la Osha.

Durante el tiempo que estuvimos allá, tuvimos la oportunidad de conocer a muchos religiosos, visitar templos, participar en ritos, en ceremonias y llevarnos una idea, no el conocimiento, sino una idea, del Candomblé que es lo primero que entró a Argentina, y ha sido muy interesante el intercambio con esta práctica de origen afrobrasileño. Fue muy enriquecedor todo este período en Argentina.

En cierta ocasión me comentaste que la búsqueda religiosa que te llevó a Ifá tenía como uno de sus principios encontrar “una religión susceptible de ser estudiada”. ¿Por qué caminos te ha llevado esa avidez investigativa dentro de la religión?

Lo fundamental ha sido el elemento antropológico, no hemos tenido el marco teórico de discusión para debatir este tema, pero hemos llegado a un concepto muy propio de la otredad, o sea, al reconocimiento del otro como proceso de adaptación que ha tenido esta religión en Cuba.

En estos momentos nuestra investigación está dirigida fundamentalmente a solidificar ese concepto, aquí se ha hablado siempre de que los africanos esclavizados estuvieron reprimidos en sus prácticas religiosas, por lo tanto escondieron sus santos detrás de los santos católicos y a partir de ahí vino el sincretismo, omitiendo la llamada sincresis de barracón que tiene lugar por la propia mezcla interétnica africana, es precisamente el reconocimiento de “el otro” lo que conlleva a los procesos de adaptación en los diferentes contextos sociales.

Un primer resultado de esta investigación participó como ponencia en el IV Encuentro de Estudios Afroamericanos, organizado por la Universidad Autónoma de México y es algo en lo cual seguimos trabajando por su importancia para comprender la adaptación de la religión al actual contexto mundial.

¿Cuáles son los principales retos y las mayores satisfacciones que has tenido hasta ahora como babalawo?

Para mí fue difícil en un momento determinado que mi familia aceptara que siendo ingeniero, profesor de la Universidad, yo me dedicara, me sentara en la casa a realizar esta actividad. Como te decía anteriormente, el hecho de que no dejas de ser religioso en ningún momento, que no dejas de ser sacerdote en ningún momento, fue una de las grandes contradicciones, o sea, participar en determinados espacios o grupos sociales de mi profesión civil con mi sacerdocio y apostar por dedicarme a una de las dos, hasta que haces un clic y es como un darse cuenta y dices esto es lo que es y es lo que voy a hacer.

En cuanto a las satisfacciones, hay que tener en cuenta que aquí lo primero que tienes que pensar es lo que estás haciendo para el otro, que tu labor acá excede lo que serían beneficios personales; el sacerdocio no es para ti, es servir, tienes que tener una vocación de servicio para el otro y para el otro real, no para el otro que tú no conoces, no para el otro que se convierte en una masa, no, para el otro que te toca a la puerta, que tiene nombre y apellidos, para el otro que viene contigo a un problema específico.

A partir de que decidiste dedicarte completamente al sacerdocio de Ifá ¿este se convierte también en la fuente de tu sustento económico?

Ifá se convierte en una práctica lucrativa en función del número de personas que atiendes, pues no hay tarifas; es correcto que un babalawo se refiera a sí mismo como el iniciado en el secreto del mendigo, recibimos dinero en función de la propia valoración que las personas realizan del servicio que les prestamos, en relación con la percepción del beneficio que reciben, esto es referido a la labor propia del sacerdote. Existen ritos comunes en los que se emplean determinados materiales y artículos que sí se venden en un mercado, con un precio concreto que el mercado define, lo cual ha provocado que en muchas ocasiones, por una razón práctica de planificación, se indica a las personas un monto específico que van a necesitar para desarrollar los mismos. Esto ha resultado en que la comunidad llegue a acuerdos tácitos sobre los precios de dichos rituales, los cuales cambian en correspondencia con las fluctuaciones de aquel mercado que vende velas, collares, animales, etc., y de forma totalmente ajena a los sacerdotes, aunque miradas simplistas y generalmente desconocedoras nos atribuyan esa responsabilidad.

Nuestra mayor recompensa no es el dinero, sino cuando empiezas a tener una serie de satisfacciones que son internas. A partir de la solución -producto de la orientación- que le das a los individuos y a la comunidad a través de Ifá, el compromiso se hace más fuerte con uno mismo, con la comunidad y con las divinidades. Y simplemente apuestas por eso, porque no hay recompensa más grande que esa. En mi experiencia personal no hay recompensa más grande que el parto de una mujer que ha estado en el pasado con problemas y que, después de un seguimiento, trae una criatura sin ningún problema a esta vida, la sanación de un enfermo, la extensión del tiempo a un enfermo terminal, o permitirle que la familia se prepare, que él mismo se prepare a aceptar la muerte como un proceso natural…no hay recompensa más grande que la mano sin palabras que te da alguien en la calle, una persona que estuvo aquí y que cuando le miras a los ojos sabes todo el agradecimiento que te está trasmitiendo, no hay otra recompensa que se compare con esas cosas que son las que te hacen tener un compromiso cada vez mayor.

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