El Camino del Cimarrón: listo para el horario de máxima audiencia

La ruta incluye los lugares más significativos en la vida de Esteban Montejo, el último cimarrón sobreviviente en Cuba, que le contó su vida a Miguel Barnet durante años de entrevistas.

Desde la Casa del Cimarrón, los miembros de la expedición. Foto: Julio Larramendi.

Blandió el machete como si las ramas hubieran ofendido a su madre. Estamos subiendo la colina hacia la cima, donde la enorme cueva, la Casa del Cimarrón, se abre paso en el espeso bosque. Antes de involucrarse en este viaje, Gustavo Arnavat, fundador y presidente de la Fundación Cuba, me dijo varias veces: “Quiero mi propio machete”. Lo dijo en broma, creo, refiriéndose al logotipo diseñado por Miguel Barnet como símbolo del Camino del Cimarrón, pero aquí está, blandiendo ese machete como si fuera parte de su brazo. Haciendo camino al andar. 

Es el cuarto día de la versión de ocho días, apta para no senderistas, del Camino del Cimarrón. Es un camino de 350 km que empieza en Sagua la Grande, en la provincia de Villa Clara, y termina en Cienfuegos. En 2016 creé el sendero recorriendo la distancia para conmemorar el 50 aniversario de la publicación de Biografía de un cimarrón, de Miguel Barnet. 

El escritor y antropólogo Miguel Barnet junto a Esteban Montejo.

Diseñé la ruta mapeando los lugares más significativos en la vida de Esteban Montejo, el último cimarrón sobreviviente en Cuba, que le contó su vida a Barnet durante años de entrevistas. En el momento de su publicación, en 1966, Biografía de un cimarrón era tanto una declaración política como antropológica y literaria. 

En los círculos literarios, la obra estableció el estándar para la novela-testimonio, un género que empodera a aquellos cuyas historias habían sido tradicionalmente contadas por otros. Como obra de antropología etnográfica, la vida de Esteban dejó claro cómo la esclavitud y la liberación de la esclavitud presentaban amenazas igualmente desafiantes para la supervivencia de un cubano de ascendencia africana. Políticamente, el libro proporcionó una narrativa en la voz de los que antes eran impotentes. Como dijo Graham Greene: “No ha habido ningún libro como este antes y es poco probable que haya otro como este después”. 

Esteban Montejo (1860-1973).

Supongo que Greene tenía razón. Cincuenta años después vi en la biografía de Esteban la historia de Cuba reflejada en su geografía personal. El colonialismo, la esclavitud, la dominación social y económica del azúcar, la lucha por la independencia y las distorsiones neocoloniales, todas son dimensiones de la extraordinaria vida de Esteban. Los pueblos por los que caminó y trabajó siguen estando donde los dejó. Me propuse colocar esta extraordinaria biografía en la geografía de la Cuba contemporánea; ofrecer a los viajeros una visión de la continuidad contemporánea de siglos de lucha.

Motor de desarrollo económico 

Desde el principio vi el camino como un motor potencial de desarrollo económico para los pueblos y bateyes a lo largo de la trayectoria. Los viajeros que busquen una experiencia fuera de las rutas turísticas más transitadas podrán ver Cuba por dentro, donde el turismo es un rumor más que una realidad. 

Había visto lo sucedido con los pequeños pueblos a lo largo del Camino de Santiago, en España, desde la década de los 90, cuando yo era uno de los 5 mil o 6 mil caminantes que cubrían la distancia de 800 km desde los Pirineos hasta Santiago de Compostela, hasta ahora, cuando cientos de miles cubren la distancia cada año. Los pueblos crecieron. Algunos crecieron mucho. Sus poblaciones crecieron, en vez de migrar al área urbana más cercana. 

El Camino de Santiago marcó una diferencia en las vidas de las comunidades rurales y sus habitantes. Debido a que no todos los peregrinos paran en todos los pueblos, es difícil encontrar cifras exactas, pero quienes estudian el impacto de los senderos en las economías locales coinciden en que los pueblos más pequeños son los que más se benefician de la creación de senderos culturales. Así es como vi mi caminata en 2016: los primeros pasos en la creación de una ruta cultural que fomentaría el “turismo lento” a lo largo de regiones que rara vez se benefician de la generosidad de los visitantes. 

Me doy cuenta de que es en extremo improbable que el Camino del Cimarrón se convierta en otro Camino de Santiago, pero ese tipo de tráfico no es necesario para que este Camino beneficie a los pueblos rurales a lo largo de su recorrido. Y también soy consciente de que para que esto suceda, tendría que condensar la caminata en un formato más manejable. 

En el mundo hay una cultura floreciente de caminantes de larga distancia, pero para que el Camino sea atractivo para la mayoría de los viajeros, tendría que ser empaquetado como un recorrido a pie o en carro que ofreciera una experiencia fuera de las rutas trilladas, al tiempo que bajara el listón de los requisitos físicos y de tiempo de una caminata de larga distancia.

Hacer realidad esta visión no fue fácil, pero después de años de persistencia, hemos dado el segundo paso. 

Con la ayuda de Daiquirí, una empresa de viajes italiana que trabaja en el ámbito del ecoturismo y el medio ambiente en Cuba, diseñamos un recorrido de ocho días por el Camino del Cimarrón. 

El itinerario, en parte una caminata y en parte un paseo en carro, sigue el camino que tracé y se detiene en algunos de los pueblos más significativos en la vida de Esteban como cimarrón, trabajador libre, patriota y ciudadano de una nueva nación. 

Un grupo intrépido de viajeros (un grupo de cubano-americanos y cubanos que viven en la isla) desafió el calor y las lluvias del pasado junio, los apagones y la búsqueda de combustible para ayudar a convertir el Camino del Cimarrón en un destino cultural digno de otros que lo quieran ver y contribuir a la vida de quienes viven en Cuba por dentro. 

Todos éramos conscientes de las dificultades extremas que enfrenta actualmente el pueblo cubano. Y todos esperamos que el desarrollo del Camino alivie algunas de esas dificultades para algunas de las personas. 

Estos son algunos de los aspectos más sobresalientes del viaje.

Día 1: La Habana

Empezamos el recorrido en La Habana —aunque el Camino comienza en Sagua la Grande— porque, según me explicaron, si los viajeros vienen a Cuba, “quieren ver La Habana”. Nos reunimos con Miguel Barnet en la Fundación Fernando Ortiz, y nos habló, con emoción, como si fuera la primera vez, de Esteban, del libro, de cómo surgió, de su impacto.

El recorrido por La Habana incluyó el recorrido usual por plazas y estructuras históricas, así como una introducción a la experiencia de los afrodescendientes durante la era colonial. Tuvimos la oportunidad de asistir a una conferencia del inimitable Emilio Cueto sobre el impacto de José Martí en el mundo.

Aunque inicialmente me resistí a empezar en La Habana en vez de Santa Clara, el día en la capital cubana permitió a los participantes establecer un marco concentrado de la historia nacional y su relación con la explotación colonial del trabajo esclavo.

Con Miguel Barnet, autor de Biografía de un cimarrón. Foto: Foto: Julio Larramendi.
Con Miguel Barnet, autor de Biografía de un cimarrón. Foto: Foto: Julio Larramendi.
Foto: Julio Larramendi.

Día 2: Sagua La Grande 

Llegamos a Sagua al día siguiente, listos para comenzar el Camino. Yadiel, el director del museo de Sagua, nos recibió en el Héctor Rodríguez, el central azucarero conocido como Santa Teresa cuando Esteban Montejo nació en su enfermería. Caminamos hasta los barrancones. 

La vieja aduana en Isabela de Sagua. Foto: Julio Larramendi.

“Controlaban a los esclavos al tener una sola entrada y salida al patio que, como pueden ver, está rodeado de las áreas para dormir”, dijo señalando alrededor del espacio rectangular. El diseño y la arquitectura son los mismos. Algunos de los ladrillos y vigas de madera originales aún son parte de las estructuras. Los residentes son trabajadores, aquí en el Héctor Rodríguez o donde se necesite mano de obra.

Ruinas de la enfermería donde nació Esteban Montejo. Foto: Julio Larramendi.

La enfermería también está en ruinas. Cuando vine aquí por primera vez con Miguel, se le llenaron los ojos de lágrimas al ver lo que quedaba del lugar donde nació Esteban. “No sabía que este lugar todavía existía”, dijo. 

Conocimos a Caridad y a sus hijos, una mujer delgada de casi 70 años cuyos antepasados vivieron en este mismo batey como esclavos. Era la manifestación física de la continuidad histórica. Dudaba si posar para las fotografías, pero nos acercó a sus hijos y nos hizo el favor.

Caridad y sus hijos en la entrada de la enfermería. Foto: Julio Larramendi.

Día 3: Sagua – Mariana Grajales (Flor de Sagua) – Guayabo Cuartel -Remedios 

Se escapó de aquí. De donde estamos ahora. Dos veces. La primera lo agarraron “como a un cochinito”, lo torturaron y lo encadenaron. La segunda vez logró salir para siempre. 

La antes magnífica casa del mayoral, ahora en ruinas, se encuentra junto al campo de béisbol al oeste del pueblo. Los lugareños la llaman “la casa francesa”, lo cual indica que en algún momento el dueño del ingenio era de origen francés. 

Iglesia de Sagua La Grande. Foto: Julio Larramendi.

También tenemos una Mariana en nuestras filas. Mariana Gastón, una de las figuras históricas de la larga lucha que libramos muchos de nosotros en la extensa diáspora cubana para incorporarnos a la historia cubana contemporánea. Ella es una de las creadoras de Joven Cuba, miembro del grupo editorial Areíto y también una de las fundadoras de la Brigada Antonio Maceo. Desde 1973 Mariana ha viajado a Cuba cientos de veces. Sin embargo, nunca había estado en un viaje como este. 

Caminamos por un camino de tierra a veces sucio y umbroso desde el Mariana Grajales hasta Unidad, otro batey que en su momento solía dar servicio a un ingenio azucarero. La caminata de 6 kilómetros fue a través de resplandecientes campos de caña de azúcar y pastizales para vacas escasamente poblados. Los tocororos proporcionaron el fondo musical.

En Unidad pregunté a unos hombres sentados a la sombra de una ceiba si en el pueblo vivía algún artista. “Teníamos un buen artista”, dijo el que estaba sentado en el suelo, apoyado en el árbol. “Pero se fue. Se fue”. Todos sabíamos que quería decir que se fue del país. “Pero ahí viene el profesor de arte de nuestra escuela”, señaló con la barbilla a un joven delgado con una camisa blanca que se acercaba al grupo. “Es bastante bueno”.

El joven es artista, “pero no tengo la academia”. En el pueblo también hay una mujer que teje cajas interesantes y arte mural de paja y otros materiales. Me dio su número. “La próxima vez que venga un grupo, y yo sepa de él, te enviaré un mensaje de texto para que puedas pedirle a tu amigo que publique tu trabajo. Quién sabe, tal vez podrías vender algo a personas como estas”, señalé moviendo la cabeza; mi grupo descansaba y bebía agua bajo la ceiba hablando con la gente del pueblo. 

Mariana recibe la bendición en el Cabildo Kunalumbo. Foto: Julio Larramendi.

Uno de nuestros intrépidos viajeros es el famoso fotógrafo Julio Larramendi. Está ocupado tomando fotografías de la gente y el lugar. Apuntó la cámara a tres niños que jugaban en la calle mientras la madre hablaba por teléfono. Un niño lo vio y corrió a su casa. “Mamá, cámbiame de ropa. ¡Hay un hombre tirándonos fotos!”. Erick, el diseñador por excelencia de nuestro sitio web del proyecto, lo está captando todo con su cámara. 

El carro de apoyo que nos esperaba nos llevó al pie de una pequeña colina que conduce a la hacienda de Fernando Yanes. Cuando conocí a Yanes durante la primera caminata, me contó la historia de su antepasado, Pedro Yañez. Según Fernando, Pedro tenía esclavos. Cuatro o cinco mujeres y un par de hombres. La propiedad era más o menos la misma, tal vez más grande, bajando hasta el camino. Creo que tenía algo de azúcar en las tierras planas y tabaco aquí arriba. Dos de sus esclavos se fueron un día y se hicieron cimarrones. Yáñez pensó que se dirigirían a algún palenque cercano, pero no llegaron tan lejos.

Cabildo Kunalumbo. Foto: Julio Larramendi.

“Yáñez y su equipo los atraparon… y los ataron a un pozo de piedra que había allí abajo”, señaló con la barbilla. “Los amarraron por los tobillos y los obligaron a sacar agua del pozo todo el día. Sacaban agua del pozo todo el día y toda la noche si era necesario. El agua se dirigía al central Dos Amigos”.

En este viaje, Yanes es más viejo y apacible. Nos dio la bienvenida, nos contó historias sobre su vida y nos dio puerco asado y congrí. Recorrimos la enorme granja y disfrutamos la vista desde la cima de la colina. Después de unas horas, descendimos y nos dirigimos en la camioneta hacia Remedios, uno de los primeros asentamientos españoles en la isla. 

Grilletes del Santa Teresa-Museo de Sagua. Foto: Guillermo Grenier.

En el camino pasamos por El Purio y Vueltas, dos pueblos importantes para Esteban. Su primer trabajo como hombre libre fue en el central El Purio (ahora rebautizado “Perucho Figueredo”). Su rutina de trabajo no cambió mucho desde su experiencia como esclavo, pero le dijo a Barnet: “Nos golpeaban menos”. Esteban recuerda Vueltas como un pueblo dominado por bandidos. Algunos ayudaban a los mambises; otros apoyaban a los españoles. Todos eran crueles.

Día 4: Remedios y las cuevas – La Casa del Cimarrón

Esteban pasó un año en una cueva al este de Remedios, cerca del asentamiento de Guajabana, viviendo de la tierra y saqueando las granjas locales para conseguir sus cochinitos. El camino que conducía a Guajabana era parte del Camino Real del Norte. Según el historiador Esteban Pichardo, en su obra Caminos de la Isla de Cuba, publicada en 1865, en la época de Esteban Guajabana era un punto de paso en la ruta principal para los viajeros que venían del Este (de Morón y Yaguajay) a Remedios. La descripción que Pichardo hace del camino, de hace ciento cincuenta años, captura su esencia perdida. 

Esta carretera, llamada Real del Norte porque sigue más o menos la Costa Norte, tiene aproximadamente 20 yardas de ancho en las zonas donde no está limitada por la sabana,  está bien conservada y es útil para los vehículos de ruedas… [La carretera] es de gran importancia porque muchas otras tienen relación con ella, y funciona como el tronco de las que conducen a los diversos puertos de su extensa costa” merece clasificarse como una carretera de primer orden.

Eso era entonces. Ahora es un terraplén, un conjunto de baches conectados por tierra dura que hace que la conducción sea un procedimiento de precisión quirúrgica. Nos toma más de 40 minutos recorrer 10 kilómetros y llegar al pie de las colinas donde se abre la Casa del Cimarrón. 

A la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.
Hacia la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.

Seguimos camino arriba a través de una cantera desechada que dio la materia prima para el camino de piedra (pedraplén) hacia Cayos Brujas y Santa María. Arbustos bajos y árboles altos bordean el camino durante cientos de metros antes de que se abra paso en un claro y la altitud se haga evidente. Al sur, las colinas redondeadas y bien definidas en dirección a Placetas y Santa Clara sobresalen de la llanura plana. El estrecho de la Florida, la luz del sol brillante y los edificios de piedra blanca de Caibarién son visibles al norte y los cayos más allá. 

Aquí es donde Esteban debe haber visto el océano por primera vez. Es claramente visible más allá del claro de bosque que le sirvió de patio durante un año y medio. Hablaba del océano como de un gran río y como un misterio de la naturaleza. Algo que nunca podría entender. Pero comprendía su poder. El océano, decía, puede “llevar a los hombres, tragárselos y nunca devolverlos”.

Hacia la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.
Hacia la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.

La Casa del Cimarrón surge del bosque y, una vez que se hace visible, es todo lo que puede verse. No hay caminos a su alrededor. Entrar es la única forma de salir del bosque si no se quiere retroceder. Es como si el bosque tuviera una boca. 

La vista desde la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.
La vista desde la Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.

La cueva es notable, dice Alexis, nuestro guía, porque es la única de la región con entradas por ambos lados de la montaña.

“La atraviesa por completo”, comenta. “Como el río que la formó”.

La Casa del Cimarrón. Foto: Guillermo Grenier.

Esteban Montejo no conocía la otra entrada. La oscuridad y las incertidumbres que lo envolvían lo mantenían cerca de la luz, aunque la compartiera con las serpientes, con los eternos majaes. Tenía miedo de quedar atrapado en la garganta de la montaña, en la oscuridad, sin salida. Tenía curiosidad por buscar otra entrada, le dijo a Miguel, pero sin luz para explorar sus entrañas, nunca se adentró en la oscuridad el tiempo suficiente como para llegar al otro lado de la montaña. Vivía cerca de la bóveda de entrada y la usaba como base desde la que cazar y buscar comida. 

Casa del Cimarrón. Foto: Julio Larramendi.

Caminamos por la cueva con nuestras linternas. Nuestro andar molestaba a los murciélagos. Esteban recordaba que los murciélagos de la cueva vivían en total libertad, sin enemigos naturales. Recordaba caminar sobre el suave colchón que formaba el guano [sustrato compuesto por los excrementos] en el piso de la cueva. Notó su suavidad, como caminar sobre un colchón de espuma. El guano de murciélago es altamente inflamable, como Esteban descubrió un día cuando perdió el control del fuego para cocinar y el interior de la cueva ardió como una bola de candela.

Casa del Cimarron. Mariana Gastón, Gustavo Arnavat y Guillermo Grenier. Foto: Julio Larramendi.

No lejos de la Casa del Cimarrón, mientras descendemos la colina, Alexis nos lleva a otra cueva, la Cueva del Obispo. El obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa supuestamente descubrió o nombró la cueva a principios del siglo XIX, antes de la época de Esteban. Un agujero camuflado en la montaña conduce directamente hacia abajo, siguiendo las raíces gruesas de los árboles que forman una escalera rústica hacia la oscuridad.

La luz del sol brilla en la cueva lo suficiente como para causarle a uno problemas, y luego pasa de tenue a nula a pocos pies de la entrada. Pero el interior es majestuoso. Nuestras lámparas iluminan un mural natural subterráneo; hermosas formaciones de agua en rocas blandas que dejó el río al pasar por aquí hace millones de años. Remolinos anaranjados, rojos, blancos, negros y capas de varios espesores. Estábamos mirando la memoria de la montaña.

Cueva del Obispo. Foto: Julio Larramendi.
El grupo en la Cueva del Obispo.

De regreso a Remedios, recorrimos El Museo de las Parrandas y viajamos en el viejo tren de vapor hasta el Museo de Agroindustria Azucarera Marcelo Salado en Caibarién. Su director, un hombre que, como su padre y su abuelo, pasó toda la vida trabajando en este ingenio azucarero hoy desaparecido, nos guió a través de la historia y la práctica de refinar el azúcar. El azúcar era el núcleo de su vida. Ahora ya no existe. Sentimos su nostalgia y su sensación de pérdida. 

Museo de las Parrandas en Remedios. Foto: Guillermo Grenier.

Llegaron las lluvias y no visitamos la iglesia, un problema que no se repetirá en los grupos futuros. Aunque sea por 5 minutos, quien visite Remedios tiene que caminar dentro de su espléndida catedral. Sus raíces del siglo XVI y las renovaciones del siglo XVIII hacen de la iglesia una de las joyas de Cuba. El altar de oro y la estatua de la Virgen María embarazada hacen de la iglesia algo único. Fue declarada monumento nacional en 1949. Remedios recibió ese honor en 1980.

Día 5: Remedios – Viñas – Zulueta – Placetas – Santa Clara

Julián Zulueta fue un marqués español y un magnate esclavista del azúcar. Poseía varios ingenios en la región. En el quinto día de nuestro viaje, caminamos 6 km sobre el fantasma de una línea de ferrocarril que había construido para transportar el azúcar desde el ingenio Zaza hasta el puerto de Caibarién.

La línea empieza en Placetas en un ángulo descendente para que no se requiera energía a la hora de mover el tren por las vías hasta el puerto. La máquina de vapor se enciende en el camino de regreso al ingenio con vagones vacíos. El tanque de agua que alimentaba las máquinas aún está en pie y pasamos por ahí en nuestro paseo. 

Tren de vapor en Remedios. Foto: Guillermo Grenier.

Detrás del tanque de agua se encuentra uno de los muchos fortines erigidos por los españoles para proteger el traslado de azúcar por toda la isla. Maribel y su familia viven al lado del fortín en una propiedad que han tenido durante generaciones. Una hilera de paneles solares en el costado de la casa brindan sombra a cuatro lechoncitos que duermen. Nos ofrece frutas y agua, y la oportunidad de ver a sus hombres fabricar carbón a partir del marabú. Es un proceso agotador, pero si se hace correctamente, el carbón se venderá bien en toda la región.

Haciendo carbón. Foto: Guillermo Grenier.
Haciendo carbón. Foto: Guillermo Grenier.

Las estructuras sorprendentemente bien conservadas del central de Julián Zulueta, el Zaza, se encuentran en las afueras de Placetas. El ejército mambí, liderado por Maceo y con Esteban en sus filas, en su camino hacia el oeste para luchar contra los españoles en la batalla de Mal Tiempo, quemó parte de los campos de caña de azúcar que alimentaban al Zaza, pero el núcleo del ingenio, sus barrancones, enfermería, casa mayoral y la iglesia, permanecen con diversos grados de conservación. Los guías locales hacen que el esclavista Zulueta parezca un tipo normal que construyó un imperio basado en esclavos y azúcar.

Capilla, Zaza. Foto: Guillermo Grenier.
Fuente de agua bendita, Zaza. Foto: Guillermo Grenier.
Casa del cura. Foto: Guillermo Grenier.

El principal problema que encontramos para hacer accesible el Camino del Cimarrón al público es la ausencia de hostales adecuados a lo largo de la ruta. En Placetas no pudimos encontrar hostales con las condiciones adecuadas para alojar a los viajeros que pagan, así que cabalgamos hasta Santa Clara, donde abundan las casas particulares.

Bajo la Ceiba en la plaza de Viñas. Foto: Guillermo Grenier.

Día 6: El Copey – Guaracabulla – Mal Tiempo – Centro de Caracas – Cienfuegos

El viaje desde Santa Clara hasta El Copey, el inicio de nuestra caminata de 15 km, tomó 30 minutos. A eso de las 6:15 de la mañana, cuando el cielo comenzó a ponerse azul, estábamos en el comienzo del sendero, un camino cubierto de vegetación detrás de una hilera de casas justo al lado de la Carretera Central.

Desde aquí seguimos el GPS establecido por mi primera caminata y caminamos campo abierto durante 4 horas atravesando hermosos paisajes que capturaron la esencia de Cuba. Pastizales, bosques, fincas guajiras con sus bueyes en la distancia, flores y mariposas por todas partes. “Es hermoso”, dijo Gustavo mientras tomaba una foto de un grupo de caballos en un pastizal que se extendía hasta el horizonte. “No se puede inventar esto”. 

Camino a Guaracabulla. Foto: Guillermo Grenier.

Se dice que Guaracabulla es el centro geográfico de Cuba. Ignoremos por el momento las voces que discuten este punto y disfrutemos de la ceiba gigante que marca el centro de nuestra isla. 

Camino a Guaracabulla. Foto: Guillermo Grenier.

En la Casa de la Cultura, Román Peraza, un talentoso decimista, nos dio la bienvenida. La décima es una estrofa poética de diez versos, a menudo improvisada, un elemento básico de la expresión artística en el campo cubano. Román es un repentista, un poeta que improvisa décimas. Se trata de una representación de palabra hablada inspirada en el momento. Después de varios minutos de poesía, Román se detuvo y señaló al grupo.

Brindo mi noble expresión

De forma muy elegante

Para darle al caminante

La ruta del cimarrón

Hoy recibí un alegrón

Un feliz amanecer

Porque querer es poder

El caminar da energía

Disfrutando la alegría

Junto a Guillermo Grenier

El decimista Román Peraza y el autor, en Guaracabulla. Foto: Guillermo Grenier.

El viaje al monumento de Mal Tiempo por la Autopista Nacional nos lleva rápidamente a pasar por tres pueblos que crucé en la primera caminata: Matagua, Jorobada, Potrerillo. Hay que tomar decisiones cuando se transforma una caminata de dos semanas en una experiencia de una, por lo que se sacrificaron las tierras planas entre Guaracabulla y Mal Tiempo. 

Camino a Guaracabulla. Foto: Guillermo Grenier.

Pero no podemos saltarnos Mal Tiempo. El 15 de diciembre de 1895 las tropas rebeldes, encabezadas por Máximo Gómez y Antonio Maceo, entraron en la región de Cienfuegos. Esteban se unió al grupo más al este, sobre el 3 o el 4 de diciembre. En Mal Tiempo se encontraron con una fuerza española de unos 2 mil hombres, a los que derrotaron en lo que resultó ser una batalla crítica en el movimiento hacia el oeste del Ejército Libertador. 

Camino a Guaracabulla. Foto: Guillermo Grenier.

En las llanuras de Mal Tiempo, Esteban luchó junto a Antonio Maceo, el Titán de Bronce, segundo al mando de las fuerzas de liberación que luchaban contra España, y junto a Máximo Gómez, el mayor general nacido en República Dominicana que encabezaba las fuerzas cubanas. Para Esteban, la batalla fue un momento decisivo:

Cuando llegamos a Mal Tiempo, Maceo dio la orden de pelear cuerpo a cuerpo. Y así fue. Desde que nos vieron , los españoles se pusieron tiesos. Pensaban que veníamos armados con carabinas cortas y máusers. Pero, carajo, lo que hicimos fue tomar unas varas de guayaba silvestre y llevarlas bajo el brazo para asustarlos. Se volvieron locos cuando nos vieron y se lanzaron al fragor de la batalla, pero la pelea duró poco porque casi al mismo instante empezamos a cortarles las cabezas. Pero a cortarlas de verdad. Los españoles se cagaban de miedo ante los machetes. No les tenían miedo a los fusiles, pero a los machete sí… Mal Tiempo era necesario para darle coraje a los cubanos, para dar fuerza a la revolución. Cualquiera que peleara allí salía convencido de que podía enfrentarse al enemigo… Maceo estaba seguro de la victoria. Era más duro que un árbol de madera dura.

La siguiente parada fue en el central Caracas, uno de los principales del siglo XIX y que todavía sigue activo. Propiedad de Tomás Terry, era entonces uno de los mayores ingenios azucareros del mundo. Contaba con la mejor tecnología de la década de 1860, importada de Estados Unidos y Europa. Fue el primer ingenio de la zona con electricidad, recordó Esteban. La casa señorial donde vivía Terry cuando estaba en el pueblo apenas se mantiene en pie en los terrenos fuera del ingenio, proyectando la sombra de lo que una vez fue. 

De origen venezolano, Terry es un ejemplo paradigmático del esclavista/millonario cubano multinacional de la época. Hizo la mayor parte de su dinero inicial reciclando esclavos (comprando esclavos enfermos, cuidándolos para que volvieran a trabajar y luego vendiéndolos con una ganancia considerable) y otorgando crédito a los plantadores cubanos a tasas de interés exorbitantes. 

Sin embargo, Esteban habló bien de Tomás Terry, recordándolo como un hombre culto que albergaba las ideas supremacistas y colonialistas de la época, pero que estableció buenas relaciones con los trabajadores. Proveyó recursos para que los congos establecieran dos cabildos, uno en Cruces y otro en Lajas. Esteban los visitó y recuerda que un retrato de Tomás Terry colgaba en la pared del cabildo de Cruces. La esposa de Terry trajo desde Italia la estatua de San Antonio del cabildo de Lajas como regalo a los practicantes. Muchos habían trabajado en el ingenio del Caracas antes de su emancipación.

Día 7: Lajas – Ciego Montero – Palmira – Cienfuegos 

Pasamos la noche en una hermosa casa particular en Cienfuegos y por la mañana un viaje relativamente rápido de regreso a Lajas nos puso de nuevo en el Camino. Santa Isabel de las Lajas es más conocida por ser el lugar de nacimiento de Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo, uno de los cantantes cubanos más icónicos de mediados del siglo XX. 

En la tumba de Benny Moré. Foto: Guillermo Grenier.

Lajas también pertenece a nuestra historia del cimarrón. Esteban trabajó cerca después de dejar el central Ariosa. 

Después de la guerra, se instaló aquí y comenzó a criticar las injusticias que encontró en la Cuba recién llegada a la independencia. La discriminación, el miedo y la exclusión de la participación de los negros en la política y la sociedad civil, le hicieron cuestionar las razones por las que él y muchos de sus hermanos de esclavitud habían sacrificado sus vidas para ayudar al nacimiento de la nueva república. 

Cabildo de Lajas. Foto: Guillermo Grenier.

Vivió en Lajas durante el mismo tiempo que el coronel Simeón Armenteros y otros miembros del Partido Independiente de Color, el partido nacional que participó en la revuelta de 1912 en protesta por la exclusión de los negros de la cultura política nacional.

La mayor parte de la violencia contra el levantamiento tuvo lugar en el este de Cuba, alrededor de Santiago, pero unos cuantos grupos de independientes de color agitaron la situación en la provincia de Santa Clara. Un grupo atacó la región norte alrededor de Sagua la Grande y otro, dirigido por Armenteros, atacó la infraestructura de comunicaciones de Cienfuegos entre mayo y julio de 1912. Esteban estaba en ese grupo. El levantamiento fue aplastado rápidamente. Esteban sobrevivió para contarlo. 

Esteban aparece en la segunda novela testimonial de Barnet, Canción de Rachel (1969). Parte del material de entrevistas que no se incluye Biografía de un cimarrón se incorpora en Canción… para destacar las políticas racistas del gobierno de la naciente República cubana, controlada por Estados Unidos (la llamada pseudo República). Esteban habla de su participación en el levantamiento:

¿Y qué diablos pensaron, que nos íbamos a rendir pacíficamente, que íbamos a entregar las armas y a bajarnos los pantalones? Nada de eso… Pero, ¿cuándo fue que en este país se le ofreció al pueblo un programa más democrático que el de los independientes de color, cuando luchamos cuerpo a cuerpo para obtener beneficios para los negros y salimos de la guerra descalzos y en harapos, hambrientos…?

El terraplén que conduce a Ciego Montero desde Lajas era intransitable para el van, de modo que recorrimos el largo camino hasta el pueblo, cuyo nombre aparece en casi todos los refrescos y aguas embotelladas que se venden en la isla. Allí nos encontramos con Francisco Carbajal, pintor y educador que dirige el proyecto comunitario Con la luz de los colores. 

Oshun en Palmira. Foto: Julio Larramendi.

Durante los últimos veinte años han trabajado con jóvenes de la zona para estimular su expresión artística. Carbajal y su madre han transformado la sala de su modesta casa en una galería dedicada a exponer el trabajo de los artistas comunitarios. En la galería se destaca el trabajo de una de las luminarias del proyecto, Tahimí Damas. Falleció en 2022, pero su obra sigue siendo un testimonio de talento y perseverancia. Tenía una discapacidad grave y desde su silla de ruedas pintaba figuras exquisitas, llenas de color y contraste, con el pincel que sostenía en la boca. La conocí cuando pasé por primera vez por Ciego Montero. Sigue siendo una inspiración. 

El corto viaje a Palmira nos lleva al Museo Municipal. Un tesoro de información sobre la creación y mantenimiento de las tradiciones afrocubanas en la provincia de Cienfuegos. Con tres cabildos y dos casas templo, a Palmira se le conoce como la meca de las religiones afrocubanas en la isla y las exposiciones permanentes del museo enfatizan esta tradición. Santa Bárbara con su atuendo completo, los tambores rituales de un cabildo local y las joyas de los orishas están entre los objetos en exposición permanente.

Foto: Julio Larramendi.

Nos quedamos muy impresionados con la actuación de un grupo danzario de jóvenes que interpretaban la vida de los orishas. He visto muchas presentaciones de este tipo, pero esta fue excepcional. Las historias de Yemayá, Obbatalá, Babalú-Ayé, Oshún y Oyá se reflejaban en los movimientos, pero también en los rostros de los bailarines. “¡Se les montó el santo!”.

En Palmira. Foto: Julio Larramendi.

Pasamos la última noche en Cienfuegos, en un restaurante junto a la playa, admirando la puesta de sol sobre la bahía y compartiendo ideas acerca de cómo podríamos mejorar la versión actual de Camino del Cimarrón para próximos participantes. 

Martí y la paloma. Foto: Guillermo Grenier.
Martí y la tormenta. Cienfuegos. Foto: Guillermo Grenier.

Reflexionamos sobre la cálida y agradecida bienvenida que recibimos en todos los pueblos a lo largo del camino. 

El grupo, al cierre de los días.

Este fue el primer viaje de Edmundo Costa a Cuba desde que dejó la isla con sus padres a principios de los años 60. Calificó la gira como “un viaje trascendental”. Su familia vivía en La Habana y pensó que era poco probable que incluso ellos hubieran visto Cuba por dentro. Su mente abierta y sus recomendaciones creativas enriquecieron la experiencia de todos en el viaje y contribuirán a mejorar la experiencia de futuros viajeros.

Gustavo, el del machete salvaje, lo expresó de una manera que todos los participantes pudieron entender. “Fue un viaje tan transformador para mí…. ¡Tenemos que seguir pa’lante!”. 

Atardecer en Cienfuegos. Foto: Guillermo Grenier.

Coda: Si usted está interesado en aprender más sobre el Camino del Cimarrón, contáctenos en nuestro sitio web, caminodelcimarron.com.

Julio Larramendi está organizando un tour para fotógrafos en noviembre (del 18 al 26), que incluye un día adicional en el Escambray. “Los fotógrafos no caminan”, se ríe. “¡Pero las imágenes en este Camino son increíbles!”.

Daiquirí también está organizando un grupo abierto para viajeros interesados en experimentar una Cuba que los turistas ven rara vez.

 

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