El Papa Francisco “trae una luz”

Papa Francisco en Cuba - Misa en La Habana

Quiso estar cerca, muy cerca de todos, en su primer encuentro con los cubanos. Y lo hizo sin blindajes de por medio. Apostó por recorrer los espacios de la Plaza de la Revolución para saludar a las más de 300 mil personas que se congregaron durante horas para participar en la misa de este domingo en La Habana. Lo hizo con la calidez acostumbrada en este lado del mundo, recordando tal vez su raíz latinoamericana, su natal suelo argentino, su vocación de servicio.

A las 9 de la mañana de este domingo 20 de septiembre el Papa Francisco dedicó su homilía a ese “pueblo que tiene heridas pero sabe estar con los brazos abiertos a la esperanza”, A través de la radio y la televisión nacional los que no están allí siguen de cerca el gesto carismático de Francisco, el “papa argentino” que este domingo alzó su voz para decirnos que “no se sirve a ideologías, se sirve a personas” y que la grandeza está en servir a los demás.

Los que asistieron a la ceremonia dominical, no solo fueron a encontrarse con el máximo representante de la iglesia católica a nivel mundial, sino también con ese Francisco que ha sido parte de los destinos más recientes del pueblo cubano.

“Gracias por venir a visitar esta tierra nuestra”, afirma el cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, en su mensaje al Papa. “Gracias por haber sembrado inquietudes buenas y necesarias en nuestras conciencias tan adormecidas y acostumbradas a la mediocridad, gracias por los nuevos aires de esperanza… gracias por haber favorecido el proceso de renovación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que su llamado a la paz se extienda no solo a los altos niveles políticos sino también a los pueblos de ambas naciones.”

Según Ortega, solo el amor y el perdón serán el camino para renovar la nación cubana. “Amor y perdón”; repite muy cerca un hombre que escucha atento la misa, como recordando alguna historia de sanación. Agita dos banderas y queda otra vez en silencio.

“La fe mueve montañas”

Maritza. Foto: Alejandro Ulloa
Maritza. Foto: Alejandro Ulloa

Así dice Maritza y nadie mejor que ella lo sabe. Lo cierto es que nunca imaginó que iba a ser testigo de la visita de tres papas a Cuba. Por eso cuando son apenas las 4 de la mañana, avanza por la avenida Boyeros, en la capital habanera, con una emoción parecida a la que la ha acompañado durante los más de cuarenta años de ejercicio activo de su fe, en la parroquia de la comunidad de Corralillo, en el centro de la Isla. Junto a ella se encuentra Graciela, una anciana de ochenta años que viajó más de doscientos kilómetros para “conocer al Papa que tanto ha hecho por Cuba y Estados Unidos.”

Sin detener su paso, acompañada por un centenar de hermanos de su comunidad religiosa, Maritza dice que “cada visita de un Sumo Pontífice ha sido favorable para estrechar los nexos entre la iglesia y sus fieles, las autoridades del país y las principales voces del catolicismo entre nosotros. Francisco trae una esperanza, una luz, una fe en el cambio, y ojalá pueda ser este un país más unido tanto dentro como fuera de sus fronteras geográficas.”

También es la tercera vez que Arminda, una mujer de 64 años, perteneciente a la Parroquia de San Luis, en Madruga, participa en una misa de estas dimensiones. Viene con la esperanza de un nuevo camino para las familias cubanas donde prime la unidad más allá de diferencias políticas, religiosas o de otra índole. “Creemos en la posibilidad de la reunificación familiar, y de que otra vez el hogar sea el centro de la formación de nuestros hijos, no solo en la fe católica, sino también como mejores personas, en el sentido más amplio.”

Foto: Alejandro Ulloa
Foto: Alejandro Ulloa

Ya en los alrededores de la Plaza de la Revolución y dos horas antes del comienzo de la misa oficiada por el líder católico, encontramos a Zoila y a su niño de 7 años. “Me llena de regocijo que él pueda acompañarme y que también crezca como cristiano. Hasta los niños han esperado la visita del Papa con mucho entusiasmo. Pude ver a Juan Pablo siendo muy joven y ahora es mayor la felicidad.” Desde muy temprano y guardando en su regazo al pequeño Emmanuel, espera la ceremonia “para la unidad, la caridad y la misericordia.”

Un pueblo que debe cuidar sus dones

Lili McLoclen es colombiana radicada en Islas Caimán. Llegó hace unos días a Cuba como parte de un grupo de 28 personas que, bajo la guía del Padre David, decidieron participar en la ceremonia litúrgica, conocer a los cubanos y orar por ellos. Ella agradece a Cuba por su participación en las negociaciones de paz de su tierra natal.

Casi al final de su homilía, Bergoglio se refirió a la participación cubana en las negociaciones de paz con Colombia y convidó a que la sangre vertida por miles de inocentes sostuviera todos los esfuerzos que se realizan por la reconciliación definitiva.

Y a un costado de la histórica imagen del Che, convivieron durante la misa banderas nacionales y rosarios; tampoco faltaron los collares multicolores reveladores de ese sincretismo donde Cuba se bifurca en diversos rostros, prácticas, creencias y sentidos.

Es por eso que Maikel no ocultó sus atuendos afrocubanos para participar en la misa. Profesa la religión yoruba, pero vive su religiosidad con mucho respeto. “Me gusta aprender de otras religiones y esto es un acontecimiento histórico, por eso vine a acompañar al Papa. Y comparto la enorme emoción de mis hermanos.”

A su lado, Luis Alberto, un campesino del Cotorro que se confiesa devoto a la virgen de la Caridad, asegura que “el santo padre, trae un mensaje de confirmación y misericordia”.

“Creo que es importante para la iglesia que los jóvenes sean parte de momentos como este y que la iglesia pueda influir en un mejor destino para los cubanos, los latinoamericanos, y las personas que padecen a nivel mundial. No podemos estancarnos. Debemos crecer juntos. Ojalá que el Papa logre tocar el corazón de los cubanos con su mensaje de reconciliación y paz,” nos cuenta mientras se va alejando de aquel paisaje degradado un poco por el cansancio de la espera y las horas de sueño en deuda.

Y allí queda la Plaza, con sus fieles y sus ateos; sus deslumbrados y sus pesimistas; sus “militantes del Partido convocados por el núcleo”, sus activistas y sus discursos, por sus jóvenes católicos, y de otras denominaciones cristianas; por los jóvenes convencidos de que la religión mayor es siempre el amor.

La Misa de Francisco en La Habana

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