El pregón tostado y garapiñado

Foto: Yariel Valdés

Foto: Yariel Valdés

-¡Vaya el maní tostado, tostadito el maní!

La frase va y viene con el bicitaxi y el hombre repite y repite y repite, hasta que se pierde calle abajo con la misma letanía.

-El problema del corazón anoche no me dejó dormir, pero hoy ando que soy un mulo.

Tito el Manisero es la figura omnipresente de San Juan de los Remedios. Posee la fuerza de un rezo popular. Hace unos años caminaba, ahora va en un vehículo donde aparece pintada la palabra maní en griego, polaco y danés (entre otros idiomas, lenguas muertas y dialectos poco o muy conocidos). Su día comienza en la noche de la madrugada, con el calor de los granos al horno y una filosofía invencible de trabajo. Antes vendía más barato, pero los precios de la materia prima y el esfuerzo físico dispararon las leyes de oferta y demanda.

-¡Con uno comen tres, papá, mamá y nené! (Así gritaba allá por el año 2000).

-¡A dos por uno el maní! (Así, alrededor del 2006).

-¡Tostado y garapiñado, vaya! (finalmente en la actualidad).

Pero el maní de Tito vale ese peso en oro, a pesar de la competencia de Mani Mani, otro gran vendedor de la Villa. Durante décadas, ambos maestros de las calles han prevalecido a inspecciones y altibajos de la demanda de su producto. Ya se habla de un pacto, de horarios repartidos, de días de descanso para uno y otro. En el mercado del pregón también existe el acuerdo, las transacciones.

Mani Mani es un viejito respetuoso que defiende su ciudad y vende los cucuruchos a dos pesos. Ahora mismo acaba de pasar, no sé cómo se llama realmente, ni de dónde viene. Aparenta noventa años. Quizás más. Prefiero decirle Mani Mani, porque así es su pregón.

-¡El mani mani! (así, sin tilde en la i)

Dicen que era guagüero cuando joven.

-¡El rico maní tostado, el mani mani! (con tilde o sin tilde el sabor es igual).

Quizás en uno de sus viajes por Cuba, a bordo de aquellas guaguas camberras, conoció el secreto del mani mani, fórmula mágica, salvación que llegó con la vejez y el retiro. Tonalidad callejera.

Foto: Yariel Valdés
Vendedor de maní tostado en Santa Clara. Foto: Yariel Valdés

La villa de San Juan de los Remedios,en el norte de Villa Clara, tiene su sello sonoro en esos pregones, que son más famosos entre la gente que la mismísima música de Alejandro García Caturla.

-¡Riiiiiiiiiquísimoooooooooo! ¡Y no cuesta ná!

Este otro grito anuncia la llegada de “Ricorrico”, que a diferencia de los demás no vende lo que pregona.

-¡Te lo compro, vaya!

-¡Tás loco! ¡Y yo con qué me quedo! ¡riiiicoooo!

Su riqueza nace en los bares de la ciudad desde temprano y se extiende hasta horas de la tarde por las calles más céntricas, donde la gente se mete con él mientras pasa.

-¡Viva San Salvador!

-¡No seas comemierda, que viva el Carmen! ¡Ayayay! ¡Y cómo vengo este año! ¡Riiiiiiiiiquísimoooooooooo! ¡Y no lo vendo!

Una vez conversé con “Ricorrico” y de veras me pareció un ser humano educado y muy inteligente. Su nombre me es desconocido, la historia imprimió en él otro sello sonoro remediano.

Foto: Yariel Valdés
Pregonero en Santa Clara. Foto: Yariel Valdés

Una moda de los pregones de ahora es llevarlos grabados. En Remedios, el amigo Oscar Olivera compuso uno muy bello que dice:

-¡Llegó el criollo tu dulcero, con el rico dulce casero! Traigo el dulce de guayaba, el coquito y el maní, la rica crema de leche y mucho más para ti.

Una vez me asusté cuando vi que un tipo de Caibarién hablaba sin mover los labios ni un milímetro.

-La rica galleta de Placetas, vaya.

Su maestría como ventrílocuo se esfumó, al darme cuenta del uso de una grabadora vieja, de esas soviéticas, que sobreviven de milagro.

En las calles de Remedios se vende de todo y los pregones varían más que nunca en riqueza de lenguaje y originalidad. Los vendedores de dólares te hacen psssssss, cuando pasas. Otro aparece con cara de querer ofenderte y te dice bajito: “perro”, o sea uno de esos que comercian cachorros de clase. Si bajas por la calle principal los oyes: camiseticas, zapatillas de marca, relojes de pulsera, cintos, gafas para el sol, pantaletas nikes, “zapatos de Camajuaní buenos pal trapicheo”.

A las seis de la mañana empieza la andanada de panaderos, que ahora usan los pitos de los carteros. También esa señora que a cada paso dice:

-¡El pan, el pan, el pan, el pan…!

A veces les advierto a los vecinos, por joder, que yo pongo los panaderos para las seis como despertador.

Deberían grabar un disco con todas esas voces, para la posteridad. Quizás en algunos años no exista más el pregón,  de cabezas metidos en la era de tiendas online y de pasarelas electrónicas.

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